Al final del juego - Ponja Goya - E-Book

Al final del juego E-Book

Ponja Goya

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Rivales en la cancha de vóley, un secreto los ha enfrentado mortalmente y ha convertido a Killian en un paria. En pleno torneo intercolegial, el escándalo florece cuando el atractivo y talentoso capitán del equipo enemigo reaparece en escena, totalmente impune. Pero el equipo de Mara no piensa dejar las cosas así: va a rebelarse para exponer a Killian y logran su expulsión del campeonato. Sin embargo, cuanto más conoce a Killian y más habla con "Matt", la mascota enmascarada del equipo contrario, Mara más confundida se siente. Es que… Killian cumple con muchos requisitos de su lista del chico perfecto.

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MARA NO SABE QUÉ OCURRIÓ EL AÑO PASADO REALMENTE, SOLO QUE DEBE CUIDARSE DE KILLIAN DE SANTIS.

Rivales en la cancha de vóley, un secreto los ha enfrentado mortalmente y ha convertido a Killian en un paria. En pleno torneo intercolegial, el escándalo florece cuando el atractivo y talentoso capitán del equipo enemigo reaparece en escena, totalmente impune. Pero el equipo de Mara no piensa dejar las cosas así: va a rebelarse para exponer a Killian y lograr su expulsión del campeonato.

Sin embargo, cuanto más conoce a Killian y más habla con "Matt", la mascota enmascarada del equipo contrario, Mara más confundida se siente. Es que... Killian cumple con muchos requisitos de su lista de chico perfecto.

Y al final del día, no debe olvidar que todo esto no es más que un juego.

PONJA GOYA

Nació en Buenos Aires, Argentina, y es estudiante de Ciencias de la comunicación. Siempre soñó con ser creadora de contenido, en 2020 tomó valor y el sueño se hizo realidad. Hoy en día cuenta con casi medio millón de seguidores en su cuenta dedicada a hablar de libros. Es apasionada por el vóley, le encantan las tardes en el río y las juntadas con amigos.

¡Visítala!

@ponjagoya

@ponja.goya

Para Kenji que nunca dejó de confiar en mí.

Para mamá y papá que me impulsaron en el mundo de la lectura y me enseñaron a ir en busca de mis sueños.

Y para todas las personas que están leyendo este libro, gracias infinitas, sin ustedes nada de esto sería posible.

PLAYLIST

The Night We Met - Lord Huron

Claramente - Chano

Ego - Lali

220 - Dillom

All I Want - Olivia Rogrido

On My Own - Ross Lynch

Angels Like You - Miley Cyrus

La bachata - Manuel Turizo

Mirrorball - Taylor Swift

The Last Time - Taylor Swift

This Is Me Trying - Taylor Swift

The Man - Taylor Swift

Afterglow - Taylor Swift

Enamórate de alguien más - Morat

GLOSARIO DE VÓLEY

Terminologías que van a encontrar dentro del libro:

 

Gorro: Cuando un jugador ataca hacia la otra cancha, un adversario bloquea y la pelota vuelve a caer en la cancha del primer jugador. Es punto para el adversario y se suele festejar diciendo “gorro”.

Bloquear: Acción de tapar el remate enemigo.

Recepción: Recibir el saque del otro equipo.

Libero: Posicion de un jugador donde solamente defiende y recepciona, nunca ataca.

Zagueros: Jugadores posicionados detrás de la línea de los tres metros (posiciones 1, 6 y 5).

Punta: Posicion de jugador que se encarga de ataque y defensa, ataca por 4 y defiende en 6.

Opuesto: Posicion de jugador en la cual se encarga de atacar y defender solamente el lado izquierdo de la cancha (posiciones 1 y 2).

Armador: Posición de jugador el cual mayormente se encarga de repartir el juego de su equipo de vóley (suele ser el que realiza el segundo toque de pelota).

Central: Posicion de jugador únicamente atacante y principal encargado del bloqueo. Su único momento de recepción es cuando se encuentra en el saque, al perderlo, cambia automáticamente por el libero.

EJEMPLO DE JUGADAS:

El juego comienza con el saque de uno de los equipos y el otro equipo recibe, idealmente debe haber tres toques (lo cual es el máximo de veces que los jugadores pueden tocar la pelota hasta pasarla del otro lado), es decir, una recepción, un armado y un ataque. Una vez que el equipo que recibió realizó su ataque correspondiente hay tres opciones posibles: que haya un bloqueo, sea exitoso y sea punto. Que sea punto directo, es decir, que el remate caiga en la cancha contraria y toque el suelo. O, por otro lado, que el remate sea recibido y en ese caso continúa la jugada.

Lista de Mara Krick

Que sea caballeroso

Que entienda y me acompañe en mis pensamientos negativos

Que juegue voleibol y sea alto

Que nos apoyemos mutuamente

Que no esté metido en polémicas y en la mira de la gente

Que me haga reír

Que no me oculte cosas

Si no cumple los requisitos queda descartado.

CAPÍTULO 1 Mara

Cuando cierro los ojos, revivo toda nuestra historia hasta el punto donde comenzó. De todos los escenarios posibles que imaginé esa noche, ninguno incluía conocer personas nuevas, y mucho menos lo que pasó después.

Aparto los pensamientos de golpe y me tumbo en la mesa intentando recordar cuál fue el momento exacto en el que todo se rompió. No existen los puntos medios, tampoco los grises ni los blancos, eso era exactamente lo que decía mamá. Cuando las cosas dejan de coincidir no se pueden forzar, pero la diferencia es que estas no eran simples cosas. Eran mamá y papá.

Y habían dejado de conectar.

Todo mi círculo cercano me decía que era algo normal, que existían millones de personas con padres separados. Pero ese no era el problema.

El mayor dolor fue darme cuenta de la persona que tenía al lado mamá. Con el tiempo, papá dejó de ser el héroe que había elegido para ser el protagonista de mi vida, pero gracias a él tomé conciencia de que nunca permitiría que me trataran así.

Me tomo un momento y los gritos de afuera captan mi atención. Logran desconectarme del escenario mental en el que me encontraba. Levanto la vista y, entonces, lo termino de asimilar.

Todo lo que se puede observar es el alboroto y griterío de los diversos estudiantes, la gente camina de un lado a otro con entusiasmo y hay cierta aura alegre en el aula. Pronto comienza a llegar más gente y eso puede significar solo una cosa: el encuentro de colegios y actividades.

El encuentro tiene lugar todos los años, y en esta ocasión se lleva a cabo en mi instituto. Tiene una duración de ocho semanas y competimos todos los colegios de la zona, al principio se realizaba solamente en deportes, pero luego, gracias al incentivo de los colegios y la buena socialización entre todas las instituciones, se terminó expandiendo a más áreas.

En conclusión, a partir de hoy y por dos meses, el colegio estará más vivo que nunca. Y quizás por eso me encuentro moviéndome de un lado a otro en este momento, la sensación de asfixia en estas fechas se hace más recurrente, y me es imposible dejar mi cuerpo quieto.

“¿Ya viste que llegó el capitán Di Santis?”.

“¿Se repetirán los mismos resultados que el año pasado?”.

“Escuché que todo terminó pésimo luego del último encuentro”.

“Se dice que no lo dejaran competir este año”.

“Tiene dieciocho, ¿acaso no es muy joven para meterse en esos asuntos?”.

Son algunos comentarios que se replican sin cesar a medida que mis compañeros salen del aula. La campana sonó hace algunos segundos y, ahora que la hora de Filosofía ha llegado a su fin, lo siguiente en el día es darles un inicio formal a todas las actividades.

Mi amiga y vecina Jude entra en mi campo visual y me saca de mis pensamientos.

Conocí a Jude unos días después de llegar a la casa de mamá. Antes de mudarme había aspectos de mi vida que no habría querido cambiar nunca, pero ahora me sería imposible imaginar un presente sin ella. Muchas cosas cambiaron para bien y una de ellas fue mi grupo de amigas, Jude me integró y con el tiempo terminamos siendo tres: Jude, Lena y yo. Aunque por períodos cada una está en su mundo, sé que puedo contar con ellas siempre y la pasamos bien.

–¡Lo conseguí Mara! –El grito se hace presente en toda el aula y acto seguido Jude se acomoda en el asiento libre a mi lado–. Convencí al profesor Ryan para cambiarme de área y poder competir juntas.

–Si cambiamos el “convencer” por “insistir y extorsionar”, entonces sí. Lo lograste –comento intentando contener la risa. Los recuerdos de ciertos comentarios de Jude vienen a mi mente.

–Sabes perfectamente bien que bromeaba al ofrecerle si quería que le baile, ese era el último recurso. –Suelta una carcajada siguiéndome la broma–. Entonces, ¿al final vamos a competir en Deportes?

–Lo estuve hablando con Aaron y creo que llegamos a la conclusión de que tal vez deberíamos ir a Acrobacia, sino se interponen nuestras presentaciones y es imposible que nos venga a ver.

La cara de Jude cambia drásticamente, y de inmediato logro interpretarla.

–¿Acrobacia? ¿Podemos pensar en otra actividad? Podríamos volver al centro de estudiantes como el año antepasado, y tal vez proponer un nuevo proyecto –replica con tono desanimado–. La opción de ir a Deportes y participar en vóley siempre está presente, considéralo, Mara.

La tensión entre nosotras se hace presente de un momento a otro. Competir en vóley no es una opción, y Jude lo sabe. Por un lado, entiendo su reacción, proponer anotarnos en Acrobacia es la forma más común de evadir lo que realmente está pasando, no tenemos algo puntual en contra. O eso es lo que intento repetirme para terminar de creérmelo.

–Puede ser, lo podemos charlar los tres juntos. ¿Hoy te reunirás Aaron en casa? –pregunto juntando mis cuadernos para terminar de ponerlos en mi morral.

Mi mejor amiga y también la de mi hermano me mira un tanto desanimada y comienza a hablar:

–No, tiene una charla importante con el equipo de vóley, al parecer hubo un error en una planillas de uno de los colegios. Luego del inicio se van a reunir todos los equipos para terminar de debatir que harán –comenta mientras posa sus ojos verdosos en su celular terminando de verificar la información–. De todas formas, podemos decidirlo hoy después de todas las actividades.

Tener que tomar decisiones es parte de ser adolescente, sean pequeñas o grandes siempre terminan teniendo impacto en nuestra vida. Somos responsables de nuestro propio destino.

Para mí el problema empezó algunos años atrás, cuando me di cuenta de que no importa la magnitud del asunto, sea importante o irrelevante, para mí tomar decisiones implica someterme a sobrepensar.

Llevo diecisiete años de mi vida conociéndome. Y justamente conocerme tanto me lleva a saber cuándo ponerme límites y cuándo exponerme a ciertos temas o no. Es por eso que ya no quiero charlar sobre Deportes o Acrobacia, así que decido tomar la escapatoria más rápida: finalizar la charla, esquivar el asunto e ir a la apertura intercolegial.

–Ah, Aaron no me comentó nada. Últimamente ha estado ocupado con las pruebas en el equipo, pero sí, podemos hablarlo hoy y de paso preguntarle que ocurrió con esas planillas –respondo mientras me levanto y miro la hora en el reloj–. Vamos, date prisa, estamos llegando tarde.

Damos por zanjado el asunto de momento y me acomodo el morral para empezar a caminar por los pasillos hacia el salón de actos. El bullicio y la agitación por parte de la gente es notoria, no se puede caminar más de dos pasos sin chocar con alguien en el camino. Saco el celular y empiezo a leer todas las notificaciones y mensajes pendientes, visualizo uno en especial y me detengo.

 

Aaron

No entren. Esperen por mí, voy en camino. Los chicos están en la entrada y hubo un percance.

Desactivo las notificaciones y guardo el celular en el bolsillo al mismo tiempo que se nos une Lena.

–No lo van a poder creer. Todo el mundo ya se enteró –nos comenta nuestra amiga.

Dirijo mi mirada confusa hacia Jude intentando comprender a qué se refiere, pero la desvía hacia Lena y se siembra un silencio sepulcral entre las tres.

Comparten una mirada de remordimiento, pero yo sigo sin entender.

Y en el fondo creo que es mejor seguir así, sin comprender nada de lo que está pasando. Porque si alguien me hubiera preguntado, nunca hubiera iniciado esta historia.

Una vez escuché decir que las grandes historias empiezan inesperadamente, pero en mi caso me lo he buscado yo sola, con un bollo de papel y un lápiz fue suficiente para destruirlo todo.

O tal vez, fue un poco más que eso.

CAPÍTULO 2 Mara

El acto ya está por acabar y no hay noticias de Aaron.

Mis ojos pasan por toda la multitud una y otra vez, pero estoy segura de que no se encuentra aquí. Saco mi celular una vez más, pero los mensajes no se visualizan como llegados y las llamadas son rebotadas, sin opción alguna termino guardando mi teléfono otra vez y desvío mis ojos cuatro filas más adelante hacia la cabellera rubia de Lena, quien no parece percatarse de lo que está sucediendo ahora mismo en mi interior. Muevo los ojos hacia las mechas color rojo de Jude y, al igual que mi otra amiga, no parece notar mi nerviosismo.

Al entrar al salón nos separaron por divisiones y ninguna de las dos tuvo oportunidad de responder al comentario de Lena. Había quedado en el aire.

Aunque sin dudas mi nerviosismo se debe a otra cosa, al pequeño detalle de que no les conté nada del mensaje de Aaron. No hablé del mensaje y mucho menos de la advertencia. Ignoré el pedido de mi hermano. Decidí que era mejor opción hacer de cuenta que no era para tanto y que ya llegaría, pero algo me dice que no es así.

Me asalta el pensamiento de que por una vez debí de haber hecho caso y hacer lo que toda persona normal haría, esperarlo e interrogarlo sobre lo que había pasado.

Mi pierna sube y baja ágilmente, y comienzo a notar una fina capa de sudor en mis manos. Como si mis plegarias fueran escuchadas, mi bolsillo derecho vibra sutilmente: acaba de llegar un mensaje:

 

Aaron

Falsa alarma, es un asunto del encuentro, te explico cuando nos veamos en casa. Por cierto, no creo llegar al cierre del acto, luego tengo reunión con el equipo de vóley.

Apago la pantalla y no contesto nada, decido creer en su palabra, solo fue una falsa alarma. La tranquilidad reina en mi interior y mi felicidad aumenta al recordar que solamente queda una clase más y luego seré libre. Las clases de Psicología son mis favoritas, la facilidad y el entusiasmo con la que explica el señor Ryan cada vez inserta más la idea de considerar estudiar la carrera en un futuro.

De una u otra forma siempre llega ese pensamiento a mi mente, pero si tuviera la opción de no vivir con el constante interrogante de que será de mi vida y lo que vendrá después, la tomaría sin dudas.

Hay ciertos momentos donde quisiera estar a solas con mi cabeza sin el inevitable impulso de que se desborde de pensamientos.

Finalmente, el acto parece estar llegando a su fin con el discurso de uno de los tantos directivos presentes, tras una duración de dos horas en donde se contó y explicó lo mismo que los años anteriores: todas las áreas de competencia, sus respectivos reglamentos, y presentación de cada uno de los directivos.

Este es el primer año que el encuentro intercolegial tiene una duración más prolongada, ocho semanas a partir de hoy y, como era de esperarse, las actividades normales las compartiremos con los otros cuatro colegios.

Los movimientos bruscos y apresurados por parte del alumnado me indican que ya finalizó el acto. Logro salir al pasillo y emprendo camino hacia mi siguiente y última asignatura del día.

Realmente la clase del señor Ryan es unas de las pocas que dejan una enseñanza en nosotros mismos. Y esa tarde no es la excepción. Mis compañeros por lo general no participan de forma activa en otras clases. La vez anterior habíamos comenzado un ejercicio y hoy lo continuaríamos, un grupo de chicas que solía faltar pidió la consigna y, en cuanto terminaran de formar sus respuestas, retomaríamos la actividad.

Mientras tanto, la clase sigue con normalidad y repasamos temas para el próximo examen. Me mantengo tranquila durante todos esos minutos, ya que son conceptos familiares que he repasado una y otra vez hasta el cansancio y el llanto.

–Veamos, los que no han participado y estuvieron la clase anterior. ¿Quiénes pueden decirme las emociones que identifican en estas fechas? –pregunta el profesor Ryan desde el otro extremo del aula refiriéndose a las emociones que nos produce el encuentro de actividades–. Julián.

–Entusiasmo –responde el chico.

–Jayden –continúa el profesor.

–Incomodidad –suelta sin pensarlo dos veces–. Creo que con los incidentes que ocurrieron el año pasado no tendría que haberse planificado todo esto. Por lo menos hasta asegurarse de que no va a suceder lo mismo.

–Coincido –tercia Nicholas.

Ciertamente, lo que más me gusta de las clases de Psicología es que se siente un espacio seguro, un espacio donde se preocupan por no invalidar los sentimientos y la importancia de la salud mental. Ser estudiante no es fácil, someterse a tanto estrés y cargar con el nerviosismo constante puede llegar a ser un infierno.

El timbre suena y da por finalizada la clase, la mitad nos quedamos sin poder decir lo que pensamos, pero mis emociones son similares a la de mis compañeros. Coincido en todas las formas posibles.

Agarro mis libros junto con mis auriculares y me dirijo a las canchas de deporte, necesito desconectar para luego decidir qué haremos con Jude en este encuentro.

A pesar de tener la música a máximo volumen, el ruido y griterío de las canchas es inhumano. Decido subir a las gradas y sentarme en la última fila. Emocionada por al fin tener un momento libre, saco mi nueva lectura y comienzo a leer. El libro es conocido y en el último tiempo se volvió muy popular. Llegué a conocerlo gracias a su adaptación, y estoy segura de que de acá a unos cuantos años Heartstopper será un clásico.

Lo que se siente como un breve momento, termina siendo una media hora. Decido silenciar la música y sacarme los audífonos al mismo tiempo que cierro el libro. Alzo la mirada y la poso en el centro de las tres canchas.

Definitivamente algo no va bien. El griterío de hace media hora persiste y sigue siendo igual de molesto, con la diferencia de que, al ya no contar con música de por medio, todo mi foco se encuentra en los jugadores de vóley, están enojados. Corrección: mi hermano está enojado, y puedo escuchar su voz con claridad desde donde estoy.

–¡No lo podemos permitir! –exclama Aaron–. La junta directiva ya dio su palabra y fueron muy claros, los errores en las planillas son solo una excusa. Él no puede competir.

–Nuevamente le repito, capitán, dieron a exponer el caso una última vez y lo aceptaron, la comisión directiva de deportes lo aceptó. Hay condiciones, palabras y promesas de por medio. Las experiencias del año pasado no se volverán a repetir –responde un hombre canoso–. Es una promesa, le doy mi palabra.

Mis sentidos están atentos a cualquier movimiento o dicho, pero de repente nadie emite sonido alguno. La tensión incrementa, y dirijo mi mirada nuevamente hacia Aaron, que no dice nada.

Incluso a metros de distancia puedo percibir el enojo y la ira de todo el equipo de vóley de mi colegio.

–¿Eso significa que la comisión directiva de vóley no hará nada frente a esta situación? –pregunta mi hermano.

–Eso significa que, les guste o no, el señor Di Santis jugará de todas formas.

Mi mandíbula cae al piso y mi cerebro no lo termina de procesar, realmente me siento en sintonía con todo el equipo de vóley.

Killian Di Santis jugará este año. A pesar de todo lo que pasó.

Y finalmente el puzzle termina de cerrar, Lena verdaderamente tenía razón, todo el mundo ya se había enterado. Menos nosotros.

CAPÍTULO 3 Killian

Enojo. Decepción. Rencor. Ira y venganza.

Estoy seguro de que eso es lo que van a sentir todos cuando se enteren de la decisión de la comisión directiva. Los recuerdos del año pasado viajan a mi mente una y otra vez, mi cabeza no para de ponerse en mi contra, y noto como el corazón me empieza a latir cada vez más fuerte, todo se encuentra fuera de control dentro de mí.

Pero al final sé que he hecho lo correcto. Merezco un lugar, competir y ganar. Y, por sobre todas las cosas, merezco la oportunidad de hablar y explicar lo que sucedió un año atrás. Soy consciente de que fue mi decisión, sin embargo, no he hecho lo que todo el mundo piensa.

Se supone que hoy comienza el encuentro, y deduzco que también se llevará a cabo la fiesta que se da todos los años.

Un año atrás todo se fue por la borda. Y posiblemente cuando me presente hoy a esa fiesta desencadenaré más problemas.

CAPÍTULO 4 Mara

En el auto se puede sentir la incomodidad, el rejunte de emociones se palpa perfectamente en el aire y, aunque nadie ha hablado desde que arrancamos camino hacia casa, lo único que puedo hacer es pensar una y otra vez en las palabras perfectas.

Pero no, definitivamente no salen. Nadie habla y creo que a fin de cuentas es lo mejor, lo que menos quiero en este momento es tensionar la situación y terminar de arruinar el día. Aunque las cosas ya van raras desde que mamá vino a buscarnos, a mi hermano, mis amigas y a mí, porque Aaron no tenía fuerzas para conducir.

Necesito tiempo para pensar las cosas en frío, todos lo necesitamos. Aunque no forme parte del equipo de vóley masculino siento que nos afecta a todos por igual, era de esperarse esta reacción, pero nunca imaginamos que llegaría a ocurrir realmente.

Es de esos momentos que uno piensa, crea un escenario mental y arma la historia completa, pero no cree que nunca pueda llegar a concretarse. En nuestro caso nos equivocamos, y este solo es el principio de una serie de eventos desafortunados.

A medida que avanzamos, las calles se encuentran totalmente desiertas. No me resulta extraño ya que a estas alturas todos estarán preparándose para la fiesta anual de bienvenida. La llegada del encuentro intercolegial está ligada estrechamente con la fiesta que se celebra todos los años, es cábala juntarse a festejar entre alumnos de todas las instituciones y darles una bienvenida formal a las actividades. Especialmente este año que tendremos que convivir por las siguientes ocho semanas.

Para sacarme de mis pensamientos, mi hermano, mejor amigo y persona en la que más confío en todo el mundo, me lanza la pelota de vóley suavemente y rebota en mis piernas. Dirijo mi mirada fulminante hacia él y le saco la lengua al mismo tiempo que agarro la pelota y le doy un toque en su cara.

Touché, ventajas de ser punta y tener una buena recepción y ataques.

–¿Había necesidad de hacer eso? –pregunta Aaron mientras se frota la cara en el lugar que golpeó la pelota–. Como tu hermano mayor tengo que decirte que lo siento como una traición, ¿cómo le vas a hacer un toque a tu pobre hermano que juega como central? –suelta con un tono irónico y divertido.

Mamá nos mira como regañándonos por nuestra pelea y el auto explota en carcajadas por el comentario de Aaron y su chiste de posiciones en el juego.

El torneo se juega con el sistema de juego 5-1, son seis jugadores en cancha y Aaron básicamente nunca entra de zaguero –es decir en la parte de atrás de la cancha– sino que juega como central pegado a la red para esperar y bloquear, o bajar y atacar. Pero nunca recibir, es por eso que su punto débil son las recepciones, como todo central.

–Será mejor que vayas acostumbrándote a los toques, porque pienso hacerte todos y cada uno de ellos –suelto con cierto nerviosismo.

Se que acabo de cavar mi propia tumba y que no hay marcha atrás. Ya estoy decidida y voy a competir en vóley, no pienso dejar a Aaron solo en este torneo y menos después de la gran noticia que nos acaban de dar.

Todas las miradas se dirigen a mí y no puedo evitar soltar una risa nerviosa al mismo tiempo que desvío la mirada.

–¿Eso quiere decir que vamos a competir en vóley este año? –pregunta Lena de manera confusa.

–Si Mara dice que sí entonces nos subiremos al mismo barco e iremos todos en la misma dirección –suelta Jude apoyando el comentario.

El cruce de miradas es notorio y hay tanta tensión que la podría cortar con una tijera, pero no es una tensión mala, sino al contrario, me siento cómoda y todos estamos en la misma armonía. Su entusiasmo y emoción se percibe en el ambiente, y supongo que ya no hay vuelta atrás.

Uno al tomar una decisión debe de ser consciente de que habrá una respuesta del otro lado, sea positiva o negativa, y eso es lo que no tuve en cuenta. Si pudiera rebobinar todo desde el minuto uno lo haría, sin pensarlo. Tampoco me importaría lo que siento ni la rivalidad, ni todo lo que se interpuso en el camino. Y sin dudarlo, tampoco me importarían mis sentimientos ni él.

Él sería lo último en lo que pensaría, porque al final, todo esto es un juego.

–Supongo entonces que ya está decidido –dice Aaron de forma intensa–. Será mejor que se preparen porque, según veo por ahí, algunas no hicieron la pretemporada con nosotros.

Volver a competir significa mucho, me hace sentir demasiado. Solo las personas que hacen deporte pueden llegar a entenderme, porque no todos entienden el dolor de dejarlo todo en la cancha, intentarlo, sentir la presión y nunca llegar a ser suficiente. Sin olvidar el otro lado de la moneda, el estrés y la presión de ganar y solo querer ganar, para finalmente ver los resultados. Esos fueron algunos de los pensamientos que martillaron mi mente el último año que practiqué vóley, y creo firmemente que no hay peor dolor que pasar del amor al odio con algo que te apasiona.

Pero confío en que no será lo mismo esta vez, definitivamente los resultados no se van a repetir, confío en mí, en Aaron y en todo el equipo. Pero principalmente confío en mi amor por el vóley.

Sin embargo, solo con amor muy pocas veces se llega a algo en concreto.

Afortunadamente, todos tenemos un fin en común y, aunque no esté enterada del todo y solamente un grupo muy reducido de personas sepa la realidad detrás de todo lo que paso el año pasado, todos tenemos un objetivo en mente:

Aplastar a Killian Di Santis.

–En realidad, será mejor que sea Killian quien se prepare. Si tantas ganas tiene de competir, y si la comisión directiva se lo permite, tendrá que soportar la respuesta de los otros equipos. Porque yo no pienso quedarme callada –termino de decir con cierto tono embroncado.

–Entonces ve preparándote para hoy a la noche porque se rumorea por ahí que la torre de un metro noventa se presentará. De todas formas, nunca nadie faltó a la fiesta anual de bienvenida, deberías saberlo –dice Lena mientras revisa su celular. Definitivamente si hay alguien que se entera todo gracias a las redes sociales esa es ella, así que, si tiene certeza de que hoy se presenta el innombrable, hay un noventa por ciento de probabilidades de que eso sea así.

–Él sabe muy bien que no le conviene presentarse –vocifera Aaron–. De lo contrario, tendrá que tener una larga charla pasivo-agresiva con todos los equipos de vóley, empezando por el mío.

Me detengo un momento y decido poner mi mente en calma, lo mejor sería no maquinar y sacar conclusiones de forma apresurada, pero todos sabemos que encontrarnos con Killian con vasos de alcohol de por medio no traería nada bueno.

Salgo de mis pensamientos y miro a mi alrededor, nos encontramos fuera de casa, ya llegamos a nuestro destino. Empiezo a rezar mentalmente, mientras me persigno una y otra vez pensando en que va a ayudar a que nuestras plegarias sean escuchadas.

–Entonces creo que será mejor que vayas pensando en las palabras que le dirás –ironiza Lena hacia Aaron–, ya que me acaban de confirmar que definitivamente Killian Di Santis irá.

De repente el silencio es total, nadie suelta una sola palabra y tampoco se oyen los pájaros que hace un rato estaban cantando.

Aaron se mueve hacia la puerta principal mientras que cruzamos miradas con las chicas. Lena hace un gesto en dirección hacia la entrada y empezamos a caminar.

Soy la última en entrar y termino de cerrar la puerta detrás de mí, suspiro y respiro hondo antes de dirigirme hacia mi habitación. Supongo que después de todo, esta será una noche larga.

CAPÍTULO 5 Mara

Luego de los incidentes del año pasado, Killian Di Santis, y todos los secretos de por medio con el equipo de vóley, recientemente mamá tomó la decisión de que volviéramos a terapia, y aquí me encuentro, por entrar a mi sesión semanal nuevamente.

El señor Davis me da la bienvenida y se siente raro volver a estar en este consultorio en el que he trabajado varios temas a lo largo de los años.

–Bien, Mara, tu madre me comentó un poco a qué se debe que hayas retomado las sesiones, ¿quieres contarme cómo te sientes?

Siento una presión en el pecho, las primeras sesiones de terapia siempre son así para mí, me siento incómoda y es como si algo estuviera fuera de lugar. Contarle mis pensamientos más profundos a alguien más, se siente sumamente aterrador. Aunque el señor Davis no es un desconocido y no es la primera vez que hablábamos. Esto debería de ser más sencillo. Sin embargo, no lo es.

–Bien, ¿recuerdas a Killian? El mismo del que hablamos hace un año. Ha vuelto y ha revolucionado absolutamente todo. Me hace sentir fuera de mí y me pone en la posición de ponerme a prueba, ya que no puedo compartir un espacio con él sin sentirme nerviosa por todo lo que supuestamente pasó. Más que nada por Aaron, ¿recuerdas?

–Recuerdo cómo terminó todo el año pasado, Mara, pero aquí me importas tú, tú eres mi paciente, así que, ¿quieres contarme qué fue lo que pasó en realidad? –pregunta el señor Davis mientras anota algo en su libreta.

–Eso es lo que me gustaría saber, pero nadie dice nada, lo último que supe de Killian fue que no tenía permitido jugar en el torneo. Pero ahora resulta que sí –contesto con cierto tono de frustración por la situación.

Es que me encuentro frustrada y es imposible ocultarlo. Me soporto no saber la verdad. No saber cómo manejarlo. Siempre quiero huir lejos de los problemas, más cuando me impiden tener bajo control la situación.

Tener bajo control la situación.

Tener bajo control la situación.

Me lo repito una y otra vez, y sé que está mal, debería de contrarrestar los pensamientos negativos, sin embargo, en este momento se me hace imposible.

–Pero cuéntame, Mara, ¿tú cómo te sientes? ¿Por tu parte hubo indicios de querer controlar a Killian o la situación que te frustra?

Lo que estoy a punto de decir me condena, y me condenó desde el momento uno. Desearía poder actuar de otro modo:

–Sí –admito francamente. En las sesiones de terapia no hay mentiras, eso se acabó hace mucho tiempo.

Mis palmas sudan y mis palpitaciones van a mil por hora.

–Cuéntame, ¿de qué forma? –pregunta el señor Davis mientras sigue anotando en su libreta.