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No podía creerlo… ¡aquel millonario la deseaba! Grace Stephens jamás imaginó que sus fantasías más íntimas pudieran hacerse realidad, pero el millonario empresario Adam Bowen estaba acostumbrado a conseguir todo lo que quería, y rápidamente. Ahora quería que Grace pusiese en práctica todo lo que había escrito en aquella ardiente historia de amor protagonizada por Adam y ella. Adam tenía el futuro de Grace… y su cuerpo en sus manos. Ella no tenía otra opción que pasar de ser su amante en la ficción a serlo en la realidad.
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Seitenzahl: 199
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2007 Katherine Garbera
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Amante fingida, n.º 2 - marzo 2022
Título original: Make-Believe Mistress
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Este título fue publicado originalmente en español en 2008
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imágenes de cubierta utilizadas con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1105-397-6
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Si te ha gustado este libro…
Adam entró en el despacho como si fuera el suyo; cerró la puerta y echó el pestillo. Entonces se acercó a ella, le acarició la mejilla brevemente y deslizó los dedos entre sus cabellos mientras le inclinaba la cabeza hacia atrás. El ligero contacto le hizo estremecer, y se mordió el labio para no pedir más.
Extracto de La amante de Adam, de Stephanie Grace
A Grace Stephens le costaba pensar cuando Adam Bowen fijaba en ella aquellos ojos verdeazulados de mirada intensa. El pulso se le aceleraba y le latía con fuerza en los oídos. Aunque había ensayado muchas veces lo que iba a decir en esa reunión, en presencia del hombre de sus sueños se quedaba muda.
–Señorita Stephens, le he preguntado qué le parece que debe hacer esta junta.
Tenía una voz profunda y un poco ronca que armonizaba con su persona. Era un hombre grande, de casi un metro noventa, musculoso y esbelto. Grace no había podido imaginar lo que sentiría cuando él le prestara toda su atención, como pasaba en ese momento.
–Señor Bowen –empezó a decir ella mientras ordenaba sus notas sobre la mesa.
En cuanto dejó de mirarlo volvió a concentrarse. Ella era la directora del Tremmel-Bowen Preparatory, un prestigioso colegio situado en Plano, una ciudad del estado de Texas. El colegio era una institución donde se habían formado poderosos políticos y empresarios de éxito; aunque últimamente había sido noticia más por los escándalos que por otra cosa.
Grace trató de animarse, se aclaró la voz y se puso de pie; en ese momento le habría gustado ser un poco más alta. Avanzó hasta el centro de la sala de juntas donde Bruce, su asistente, había colocado su portátil y un proyector. José Martínez, el vicepresidente de la junta, se frotó la parte de atrás del cuello mientras ella procedía torpemente a su presentación. No sólo peligraba su puesto, sino los de toda su plantilla: Bruce, José y setenta y cinco personas más entre profesores y personal de apoyo.
–Siento el retraso. Estaba preparándome para dirigirme a usted y al resto del consejo rector.
No podía creer lo nerviosa que estaba por culpa de aquella reunión. Sólo de pensar en la vergüenza que sentía y en quedarse sin empleo le entraban sudores. Pero se negaba a volver a la vida que había luchado tanto por dejar atrás para siempre; y para ello tenía que centrarse en lo que tenían entre manos.
–Tremmel-Bowen siempre ha sido la institución donde los diplomáticos y personalidades han enviado a sus hijos a formarse y prepararse para ser líderes mundiales.
–En estos últimos años la fama del colegio ha decaído –comentó Sue Ellen Hanshaw.
La presidenta del APA había sido una reina de la belleza en el pasado, y a su lado Grace siempre se sentía tímida e insegura. El maquillaje de Sue Ellen era impecable, su peinado perfecto y su figura, por supuesto, siempre bien cuidada.
–Soy consciente de eso. Hemos introducido muchos cambios este año para que el colegio vuelva a ser lo que era antes. Desgraciadamente ha surgido este pequeño contratiempo.
–Yo no lo llamaría pequeño –intervino Malcolm O’Shea.
Siendo el miembro más activo del consejo rector, Malcolm tenía mucho poder para influenciar a los demás y que el colegio siguiera abierto.
Claro que no lo haría. Había sido la foto de su esposa, Dawn, dándose un apasionado abrazo con otro profesor la que se había mostrado en Internet. Scuttlebutt decía que Malcolm y Dawn estaban en ese momento iniciando los trámites de su divorcio.
Grace notó que Adam seguía observándola con una mirada en la que había algo más que esa expresión de aburrimiento tan habitual en él.
Le parecía lógico. Después de todo, ella era la responsable final de los dos profesores a los que los alumnos habían sorprendido practicando el sexo. Ella tal vez hubiera podido arreglárselas con los alumnos si no se hubiera publicado una fotografía del suceso en la página web del colegio.
¡Cómo detestaba los móviles con cámara!
Dawn había tratado de explicar que se había dejado llevar por la pasión del momento y que había olvidado totalmente dónde estaban; pero Grace no se lo había tragado. Ella había besado a bastantes hombres, aunque tal vez a menos de los que le correspondía, y ni una sola vez había olvidado dónde estaba.
Adam se aclaró la voz, y Grace tragó saliva para calmar su nerviosismo. En los ojos de Adam sólo había determinación; una determinación que sólo podía indicar que él y los demás miembros del consejo rector estaban allí reunidos para darle una mala noticia.
El colegio privado que llevaba su nombre, y que en el pasado había gozado de la buena fama de ser una de las instituciones más prestigiosas del mundo, se encontraba en el presente desacreditado por el escándalo y las deudas; una situación que en absoluto se asemejaba a la que su bisabuelo y Angus Tremmel habían imaginado cuando habían fundado el colegio hacía más de cien años. Y como directora del colegio, ella era la responsable final. Sin embargo, tenía un plan; un plan que nada tenía que ver con los ojos azules de Adam Bowen.
Aspiró hondo y se adelantó.
–Quiero daros las gracias a todos por acceder a reunirnos hoy aquí. Entiendo vuestra postura de querer cerrar el colegio –continuó diciendo–. Sin embargo, creo que una vez que hayáis visto el plan que está ya listo para implementar, nos daréis una segunda oportunidad.
Miró a los miembros del consejo rector, a los padres y a los miembros del comité estudiantil, que también habían asistido, con una sonrisa valiente en los labios. Su discurso no pareció conmover a la mayoría; y Malcolm no parecía muy dispuesto a escuchar con atención ningún plan para salvar el colegio.
–Hemos rescindido los contratos de Dawn O’Shea y Vernon Balder. En este colegio, la política sobre las relaciones extralaborales entre compañeros de trabajo es muy clara. Ambos profesores han entendido a la perfección las razones de su despido. Paralelamente, he dejado muy claro a todo el personal del centro que no hay excepciones a ninguna de las reglas.
–Es un buen paso, pero no es suficiente para variar la decisión del consejo, señorita Stephens –dijo Malcolm
Su comentario decepcionó a Grace, pero no había esperado otra cosa. Malcolm debía de haberse sentido humillado cuando se habían colgado las fotos de Dawn en Internet y después publicado en la prensa local. Estaba que rabiaba.
–Lo que quiere decir Malcolm es que también nos preocupa el estado financiero del colegio. Como sabes, el incidente ha provocado que muchas familias hayan sacado a sus hijos del colegio y que hayamos tenido que devolverles su dinero. El presupuesto de operaciones del resto del año académico se ha visto muy afectado –concluyó Adam.
Grace aspiró hondo. Siendo el mes de enero, acababa de iniciarse el segundo semestre; pero de momento sólo se habían matriculado la mitad de alumnos. Los padres no quería que sus futuros líderes mundiales se vieran manchados por ninguna clase de escándalo. Y como bien había dicho Adam, Grace sabía que el colegio apenas cubriría los gastos operativos que surgirían de ahí a final de curso.
–Lo sé. He estado trabajando con el contable del colegio, y tenemos un plan que creo que reducirá gastos hasta el final del año académico.
–Incluso aunque el colegio siga abierto hasta el final del segundo semestre, en otoño volveremos a estar aquí discutiendo la misma situación.
A Grace se le fue el alma a los pies. Aunque el consejo rector había accedido a reunirse con ella, sus miembros ya habían decidido que nada les haría cambiar de opinión. Pero darse por vencida sin intentarlo, sin pelear, no era su estilo.
–No estoy de acuerdo con ese punto de vista, señor Bowen –dijo Grace–. El grupo de estudiantes que aún nos queda quiere continuar el año próximo, y con la ayuda del comité de estudiantes, hemos empezado una dinámica campaña para que se matriculen alumnos nuevos.
Llevaba muchos años persiguiendo un único objetivo: llevar una vida correcta y trabajar en aquel colegio. Le gustaba la buena reputación de la que gozaba en el presente. Aunque no le importaría haber sido cualquier cosa salvo la hija pecadora del predicador reverendo Stephens.
No quería pensar en ello. Finalmente no iba a darle vueltas al tópico de que su madre se había largado con un representante. Jenny Stephens se había marchado mucho antes de que Grace hubiera tenido la edad suficiente como para poder elegir marcharse con su madre, y a partir de entonces el reverendo se había asegurado de que Jenny pasara poco tiempo con Grace. Sí que la había llevado al funeral de su madre, que había fallecido a causa de un aneurisma.
Se frotó la parte de atrás del cuello y trató de concentrarse, pero el aroma de la colonia de Adam la distrajo. Era un aroma a tierra y a madera, un olor que incitaba sus sentidos.
–Me gustaría tener la oportunidad de mostraros toda mi presentación antes de que el consejo se pronuncie en un voto –dijo ella.
–Por eso estamos aquí, señorita Stephens.
La agenda electrónica de Adam empezó a pitar, y Adam se la acercó sobre la mesa. Grace notó que tenía las manos grandes, los dedos largos y las uñas más bonitas que las suyas, teniendo en cuenta que ella se las mordía.
–Disculpen –dijo Adam–. Necesito hablar con la señorita Stephens a solas un minuto.
–Así Bruce y yo tendremos tiempo de ajustar la presentación de nuestro plan de recuperación fiscal. ¿Os parecen bien quince minutos?
–Perfecto –respondió Adam.
Le hizo un gesto para que pasara delante. Grace notó su presencia justo detrás de ella hasta llegar a la intimidad relativa del pasillo del edificio donde estaban las oficinas. Él le tenía la mano colocada al final de la espalda, casi en la cintura; y a través de la ropa Grace notó el calor que le daba su mano.
Al menos esperaba que no se le notara en la cara el nerviosismo que sentía por lo que había estado pensando antes. Intentó respirar con normalidad, mientras se decía que estaba en el trabajo, y que aquél no era el mejor sitio para pensar en el deseo que sentía.
–¿Qué puedo hacer por usted, señor Bowen?
Grace trataba de centrarse en el trabajo, y no en cómo le quedaba la americana.
–Te he pedido que me llames Adam cuando no estemos delante de los demás miembros del consejo rector –dijo él.
–No sería correcto –se limitó a decir Grace, que en ese momento se estaba fijando en lo bien que le iba el azul marino del traje con el color de sus ojos.
–¿Y siempre eres correcta, Grace?
Tristemente, así era; y Grace sintió. Qué lástima que otros miembros del consejo no fueran tan circunspectos.
–Creo que a lo mejor eso es bueno, teniendo en cuenta los problemas a los que se enfrenta nuestro colegio ahora.
Él sonrió con pesar.
–Necesito utilizar el ordenador de tu despacho para imprimir un correo electrónico que acabo de recibir y para enviar la respuesta por fax.
Ella lo llevó por el pasillo hasta llegar a la puerta de un pequeño despacho, donde le dejó para que hiciera su trabajo.
–Estaré fuera si necesita algo.
Adam accedió a la página de Internet y leyó el correo electrónico que Lana, su secretaria, le había enviado. Cada negocio tenía sus problemas, pero últimamente dirigir AXOM había dejado de ser una aventura apasionada, sobre todo con el grupo Viper.
Viper había sido uno de los primeros grupos que habían firmado con su compañía discográfica, y Adam sentía una gran lealtad hacia ellos. Ese último año y medio había sido muy duro tanto para el grupo como para la discográfica. La madre del solista Stevie Taylor había estado enferma y en la fase terminal de un cáncer. La reacción de Stevie había sido salir de fiesta todavía más y ponerse a beber descontroladamente. En el último episodio que había protagonizado Stevie también se habían visto implicados tres empleados de un hotel de París y algunos policías locales.
Adam se llevó la mano a la frente al ver que aumentaba la lista de personas con las que tenía que hablar. Tenía que hacer una videoconferencia a Mitch Hollaran, el abogado de Stevie, y a Nico De Trio, el abogado de AXOM.
Descolgó el teléfono, llamó a Lana y le dio instrucciones específicas para ocuparse de Stevie, que en el fondo causaba más problemas que otra cosa. Pero como con Viper había ganado su primer millón aparte de su herencia, a ellos les aguantaba más tonterías que a cualquier otro grupo de la discográfica. Hizo clic sobre el icono de la impresora y esperó a que saliera su documento.
Cuando se dio la vuelta se dio contra la mesa de despacho de Grace y sin querer tiró al suelo dos carpetas de las que se salieron algunos papeles.
Cuando Adam se agachó para recogerlos, algo de lo que estaba escrito en esas hojas le llamó la atención. Al ver las palabras «boca» y «pecho» sacó un poco más la página para leerla. Le sorprendió leer una historia bastante picante que empezaba con la secretaria y el jefe abrazados apasionadamente sobre la mesa de la sala de juntas de una oficina. Se titulaba La amante de Adam, y la supuesta autora era Stephanie Grace. No había que ser un lince para darse cuenta de que aquél era un sobrenombre que se había puesto Grace.
Pero lo que resultaba más intrigante era el hecho de que el Adam del relato se pareciera a él; y no sólo físicamente, sino en todo lo demás. Para colmo, el nombre de la protagonista era Grace.
Cuando terminó de leer la primera escena estaba no poco excitado con las sensuales imágenes que supuestamente Grace había plasmado sobre el papel; allí había casi cinco páginas de fantasía en primera persona.
En ese momento llamaron a la puerta. Adam metió las hojas en la carpeta rápidamente, y guardó ésta debajo de sus papeles.
–Pasa.
Grace estaba a la puerta con el aspecto de siempre; pero por primera vez Adam se fijó bien en ella, como se fijaría un hombre en una mujer. Se dijo que la blusa de seda que llevaba era como la de la protagonista de la escena que acababa de leer. Sin embargo, encima de la blusa Grace llevaba una chaqueta corta.
–Siento mucho interrumpir, pero el señor O’Shea está impaciente por continuar con la reunión. ¿Necesita unos minutos más, o la volvemos a convocar para después de comer?
No tenía prisa por volver a la reunión, y le apetecía mucho más pensar en lo que acababa de leer en las hojas que había encontrado en esa carpeta. Pero sabía que la situación con el colegio tenía que quedar resuelta, así que siguió a Grace por el pasillo, intentando no pensar más en lo que había leído. Adam seguía viendo en Grace aquella fachada profesional que ella presentaba delante de él y del resto de los miembros del consejo; pero la imagen de Grace empezó a matizarse y Adam empezó a ver más.
Había un rastro de vulnerabilidad en su mirada cuando se quedó de pie delante de todos, allí estirándose los dedos mientras esperaba a que los otros le prestaran atención. Cuando finalmente empezó a hablar, lo hizo con voz suave pero firme.
Parecía que esa mujer tenía muchas cosas de las cuales él jamás se había dado cuenta.
Entonces ella miró al presidente del comité de estudiantes y sus modales cambiaron completamente; una chispa iluminó su mirada.
–No estamos dispuestos a permitir que se cierre nuestro colegio por culpa de un error. Me he pasado todo el fin de semana reunida con nuestros profesores y otros empleados, y con el comité de estudiantes, y todos nos hemos comprometido a mantener abierto Tremmel-Bowen. El plan que hemos ideado es polifacético.
–Eso es admirable, señorita Stephens, pero…
–Déjala terminar, Malcolm –intervino Adam–. Cuando haya acabado, podremos analizar su plan.
–No es en realidad mi plan; todos hemos tomado parte en ello.
–¿Incluso el APA? –preguntó Malcolm.
–Hemos negociado algunas cosas con el APA para conseguir que participaran de este plan, Malcolm.
–Deja que Sue Ellen responda por el APA.
–Estamos dispuestos a trabajar con los profesores en este nuevo plan –reconoció Sue Ellen algo reacia.
Adam se recostó en el asiento y escuchó a Grace, que habló de la responsabilidad fiscal, de los servicios a la comunidad y de las directrices y pautas del profesorado. Cuando habló del colegio en general, quedó claro lo mucho que le apasionaba su trabajo.
–Gracias, Grace –dijo Adam cuando ella terminó su presentación.
–Sí, gracias –añadió Malcolm–. Me parece, sin embargo, que esto llega un poco tarde.
–¿Malcolm, por qué no posponemos esta discusión hasta la próxima reunión? –sugirió Adam.
–Me parece una idea estupenda –corroboró Grace.
Adam pidió una votación, y sólo Malcolm votó en contra de su sugerencia. Poco a poco la sala de conferencias se quedó vacía; y Adam se entretuvo, esperando hasta que sólo quedaron Grace y él.
–Hasta luego –se despidió Grace al pasar junto a él para volver a su despacho.
Adam sabía que lo más prudente era dejar que se marchara sin más; y sabía que leer el resto de la historia que había leído en su oficina era mala idea.
Pero esa mujer le había picado la curiosidad; y no sólo por su empeño de subsanar la situación del centro.
Se dio la vuelta para salir de la sala, y él la miró bien por primera vez. Se fijó en el cuerpo femenino que se ocultaba bajo el traje formal y aburrido, que además le quedaba grande. Observó la curva de la pantorrilla y el bamboleo de las caderas. Era pura tentación. Su movimientos eran relajados y discretos, y cada paso que daba resultaba provocativo. A Grace le gustaban las faldas por la rodilla y los tacones altos.
Cuando llegó a su despacho la encontró charlando con su ayudante, Bruce.
–¿Grace, podemos hablar un momento?
Ella se mordió el labio inferior y asintió. Cuando Bruce salió, Grace cerró la puerta.
–¿Qué ocurre?
Grace se sentó en una de las sillas para las visitas, y al cruzar las piernas se le subió un poco el dobladillo de la falda. Fue entonces cuando Adam se fijó en que iba sin medias, y pensó que su piel tenía un aspecto suave y satinado.
No sabía cómo sacar el tema del relato erótico que había leído antes. La fantasía escrita revelaba una vulnerabilidad en la mujer que tenía enfrente; una expresión que ella querría mantener en secreto.
Su relato era picante, pero también muy dulce; y revelaba mucho más de sí misma de lo que sin duda Grace se había dado cuenta cuando lo había escrito.
Pero enseguida se convenció de que no podría enfrentarla a la historia escrita en las hojas que se había guardado en el maletín; y sin más se sentó en la otra silla y se limitó a observarla.
Grace, que no era ajena a sus mirada, se puso colorada y empezó a retorcerse las manos con nerviosismo mientras aspiraba hondo.
Adam pensaba en lo que había pasado. Su deseo había sido que concluyera la reunión para poder cerrar oficialmente el colegio: el último vínculo con la mentira que era su legado.
Sin embargo, de pronto deseaba quedarse un poco más en la ciudad, en el despacho de Grace Stephens, y averiguar lo que acarreaban esas aguas mansas de la señorita Grace Stephens.
–Creo que si trabajamos juntos tal vez podamos convencer a Malcolm y al resto de los miembros del consejo rector para que os den a ti y al colegio una segunda oportunidad.
Ella abrió mucho los ojos.
–¿Cómo? Pensaba que estaban…
Él le sonrió.
–Cierta información nueva ha venido a ilustrar el asunto, y creo que con un poco de atención tanto tú como el colegio podréis beneficiaros.
–Usted no suele ser tan misterioso, señor Bowen.
–No, es cierto. Podemos hablarlo mientras comemos juntos, Grace.
Ella ladeó la cabeza para estudiarlo y se quedó pensativa.
–Seamos sinceros. ¿Por qué estás tan interesado en ayudarme?
Tenía las mejillas sonrosadas, y con aquel mechón de pelo que se le había escapado del pasador, Grace tenía un aspecto tentador.
Después de ver los provocativos atisbos de la mujer que se escondía bajo la recatada imagen de directora, Adam no podía negar que le interesaba conocer mejor a esa mujer.
–¿Adam, está atendiendo a lo que le estoy diciendo?
–Por supuesto –dijo él–. Podemos hablarlo mejor durante la comida –dijo, repitiendo la invitación, aunque sabía que más que como una invitación, había sonado como una orden.
Sabía que aquello implicaba un riesgo, para empezar porque Malcolm estaba empeñado en mantener a todos en su sitio; pero Adam no era un empleado del colegio.
En ese momento lo que quería era conocer mejor a Grace; y él siempre conseguía lo que quería. A veces había pagado un alto precio para conseguirlo; pero normalmente ese precio siempre había merecido la pena.
Podría supervisar la vuelta a la normalidad del colegio en el plano económico, ya que hacer dinero era algo que se le daba muy bien. Y de paso aprovecharía para conocer a la verdadera Grace Stephens; a la que ella escondía del resto del mundo.
–¿Por qué me está mirando así? –le preguntó mientras se cruzaba de brazos.
El paisaje lo distrajo de momento.
–Acabo de darme cuenta de lo bonita que eres.
Ella se retiró el mechón de la cara, ladeó la cabeza un poco y lo observó. Al verla, Adam deseó que al menos ella viera en su expresión lo que fuera que estuviera buscando, tal vez sinceridad; de esa clase de cosa que nunca estaba seguro de poseer.
–¿Señor Bowen, se siente bien?
–Más que bien. Le voy a pedir a mi chófer que nos venga a buscar a la puerta del colegio. Así podremos hablar de tus planes para Tremmel-Bowen y de otras cosas.
–¿Qué otras cosas? –le preguntó ella con cierto pánico–. ¿Quiere que dimita? No creo que sea lo mejor para el colegio. Soy una buena directora, Adam.
–No, Grace. No quiero que dimitas –dijo él.
A Adam le agradó su manera de pronunciar su nombre; aunque sólo fuera porque el tema la apasionaba. Se había dado cuenta de que cuando hablaba del colegio, Grace se olvidaba de los nervios aunque estuviera él delante.
¿Qué pasaría si se olvidara de sí misma un poco más?
–¿Y entonces qué quiere?
–A ti.