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Si se casaba con ella conservaría la empresa… y a la mujer que deseaba con todas sus fuerzas El multimillonario Donovan Tolley lo tenía todo: dinero, inteligencia y atractivo, pero nada de eso le daba lo que más deseaba: que Cassidy Franzone, su antigua amante, volviera a su cama. Debía casarse para no perder la empresa familiar y Cassidy era la mujer que quería para el puesto. Pero cuando la encontró… descubrió que estaba embarazada de casi nueve meses. El bebé tenía que ser suyo. Sin embargo, convencer a Cassidy de que aceptara un matrimonio sin amor iba a ser una negociación muy complicada de la que el gran empresario podría no salir victorioso…
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Seitenzahl: 168
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56 28001 Madrid
© 2008 Katherine Garbera
Todos los derechos reservados.
AMOR CONCERTADO, N.º 1608 - octubre 2011
Título original: Baby Business
Publicada originalmente por Silhouette® Books
Publicado en español en 2008
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.
Todos los personajes de este libro son ficticios.
Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
I.S.B.N.: 978-84-9000-630-6
Editor responsable: Luis Pugni
Epub: Publidisa
–Me has salvado la vida –dijo Cassidy Franzone al abrir la puerta de su casa.
Embarazada de treinta y cuatro semanas, necesitaba satisfacer imperiosamente sus antojos. Estaba felizmente soltera, pues había tomado la decisión de criar a su hijo ella sola, pero odiaba salir por su sopa de cangrejo favorita bajo el calor infernal de Charleston.
Afortunadamente, su padre había puesto a todos sus empleados a su disposición. Si necesitaba algo, fuera la hora que fuera, siempre había alguien de Franzone Waste Management disponible.
–¿En serio?
El hombre que estaba en el umbral no era ningún empleado de su padre. De hecho, era el padre biológico de su hijo.
Cassidy miró boquiabierta a Donovan Tolley. Seguía siendo el hombre más atractivo que jamás había visto. Su espesa mata de pelo, en la que a ella tanto le había gustado entrelazar sus dedos, se agitaba ligeramente con la cálida brisa veraniega, y su ropa de diseño se ajustaba perfectamente a su figura… no por vanidad, sino porque a Donovan le gustaba vestir con la mejor calidad.
–¿Qué estás haciendo aquí? –le preguntó. Intentó aparentar una actitud despreocupada, como si la respuesta a su pregunta careciera de importancia, pero no pudo evitar llevarse una mano protectora al vientre.
¿Cómo había descubierto Donovan que estaba embarazada? ¿O no estaba allí por eso?
Tal vez fuera porque estaba hambrienta, o quizá porque habían pasado casi ocho meses desde la última vez que lo vio, pero los ojos casi se le llenaron de lágrimas mientras él le sonreía.
–¿Puedo pasar? No quiero hablar contigo en la puerta –dijo él. Parecía un poco aturdido, y cuando se levantó las gafas de sol a lo alto de la cabeza ella vio cómo escrutaba su embarazo.
–¿De qué quieres hablar? –le preguntó.
¿Y si no se creía que era el padre de su hijo? ¿Qué quería exactamente de ella? ¿Y por qué demonios se seguía sintiendo atraída por aquel hombre que le había roto el corazón al abandonarla ocho meses atrás?
Él observó su barriga con una ceja arqueada.
–Para empezar, de tu embarazo.
Cassidy no le había dicho a Donovan que estaba embarazada de su hijo, pero él había dejado muy claro lo que pensaba de los hijos cuando le hizo su propuesta formal, excesivamente formal, de matrimonio.
–Ya sé todo lo que necesito saber sobre tu opinión al respecto –replicó.
–Yo no estaría tan seguro. Déjame entrar, Cassidy. Tengo que hablar contigo y no voy a marcharme hasta que lo haya hecho.
Ella dudó. A cualquier otro hombre le habría cerrado la puerta en las narices, pero ningún otro hombre la había dejado embarazada. Donovan era el único hombre al que había amado en su vida. Aun así, no necesitaba esa clase de tensión en aquellos momentos.
Tenía hambre, el bebé se movía en su vientre y no estaba del todo segura de querer mandar a Donovan a paseo. No sería propio de ella. Siempre había sido una persona firme y decidida, pero últimamente no era ella misma.
Sintió que empezaba a marearse, seguramente debido al calor, y tomó la decisión de echar a Donovan. Ya se ocuparía de él cuando el bebé hubiera nacido y ella hubiese recuperado su personalidad.
Un Mercedes último modelo y con las ventanas tintadas aparcó en su camino de entrada. Cassidy sonrió. Al fin había llegado su comida.
–Aquí le traigo su sopa, señorita Cassidy.
–Gracias, Jimmy –le respondió al joven que le entregó una bolsa marrón. Él asintió y volvió a marcharse.
Donovan sonrió.
–¿De Crab Shack?
Ella asintió. Siempre había intentado ignorar el hecho de que su sopa favorita procedía del restaurante en el que Donovan y ella comían una vez a la semana cuando estaban juntos. El Crab Shack era uno de los establecimientos más famosos de Charleston.
–Te haré compañía mientras comes –dijo él.
–Creo que no. Podemos hablar otro día de esta semana. Llamaré a tu ayudante.
–No voy a marcharme, Cassidy.
–¿Vas a entrar en mi casa por la fuerza? –preguntó ella.
–No –respondió él, apoyando un brazo en el quicio de la puerta e inclinándose sobre ella–. Vas a invitarme a pasar.
Su colonia era única. Una exclusiva perfumería de Francia la preparaba especialmente para él, y en aquellos momentos Cassidy odiaba a esa perfumería, porque el exquisito olor de Donovan le recordaba las veces que ella se había acurrucado contra él, con la cabeza apoyada en su pecho.
–Cassidy… déjame pasar… por favor –susurró, inclinándose aún más.
Su voz profunda y sensual hizo estragos en los instintos femeninos de Cassidy. Los pechos se le hincharon y los pezones se le endurecieron contra la tela del sujetador. La sensibilidad de su piel aumentó y los labios se le secaron. Se los humedeció con la lengua y vio cómo él entornaba la mirada.
–¿Hay algo que pueda hacer para que te marches?
–No. Te he echado de menos, Cassidy. Marcharme es lo último que quiero hacer.
Odiando la emoción que le provocaron sus palabras, Cassidy intentó aparentar naturalidad al apartarse para que él pudiera entrar.
Donovan cerró la puerta tras ellos y ella volvió a dudar en el vestíbulo de su propia casa. No debería haberlo dejado entrar, pues sería imposible mantener la distancia entre ellos. Estando otra vez frente a Donovan, sólo podía pensar en el sexo. En la idea de volver a estar entre sus brazos una última vez. El embarazo le había revolucionado las hormonas, y en aquel momento se le dispararon frenéticamente. Deseaba a aquel hombre. No había tenido ni una sola cita en los últimos ocho meses, aunque varios valientes se habían atrevido a pedírselo. El único hombre al que deseaba era Donovan.
Lo condujo al porche acristalado con vistas al bosque que se extendía detrás de su casa. Con su techo alto y a la sombra de los robles y los magnolios, ofrecía un refugio fresco y agradable del calor de agosto.
–¿Te apetece una cerveza o un poco de té? –le preguntó ella.
–Una cerveza estaría bien.
Cassidy dejó la sopa en la mesa y fue a la nevera por la cerveza de Donovan. A los dos les gustaba la cerveza Heineken, y aunque ella no la había vuelto a probar desde que se quedó embarazada, siempre mantenía la nevera llena para las visitas de sus hermanos y amigos. Sacó una botella de Pellegrino para ella y volvió a la mesa. Donovan se levantó y le retiró caballerosamente la silla, igual que había hecho siempre. Aquel gesto de cortesía era una de las cosas que diferenciaban a Donovan de los otros hombres. Ella le dio las gracias y se sentó.
De repente, la comida dejó de tener importancia al darse cuenta de que el hombre al que amaba estaba sentado frente a ella. Tuvo que juntar las manos en su regazo para no alargar el brazo sobre la mesa y tocarlo, para asegurarse de que la imagen era real.
–¿Cómo estás, Cassidy? –le preguntó él.
–Bien. No he tenido ningún problema con el embarazo –respondió ella. Tenía veinticuatro años y estaba en una forma física excelente, gracias a una vida de ejercicio y comida sana. El bebé también estaba sano, y a ella le gustaba creer que era gracias a que había sido concebido en un acto de amor sin igual. A veces la imaginación la desbordaba…
–Me alegro.
–¿Y tú, lo estás? –le preguntó ella.
Intentó adoptar un tono sarcástico, pero supuso que parecía demasiado complacida por la preocupación que él mostraba por su salud.
–Sí –respondió él, recostándose en la silla–. ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada? Supongo que el bebé será mío…
Debía de saber que no había estado interesada en ningún otro hombre, pensó ella. Al fin y al cabo, nunca le había ocultado lo que sentía por él cuando estaban juntos.
–Sí, es tuyo. No te lo dije porque no me pareció el tipo de información que te interesaría saber.
–¿Qué quieres decir con eso?
–Que todo lo que no tenga que ver con Tolley-Patterson Manufacturing o cualquiera de tus otros negocios no suele tener mucho interés para ti.
–Tú sí lo tenías –replicó él.
–Sí, siempre que no hubiera una crisis en alguna de tus empresas.
Siempre había sido amargamente consciente de que la posición de Donovan como vicepresidente ejecutivo de Tolley-Patterson era lo más importante para él, al igual que las acciones que poseía en otras muchas empresas. Junto a su antiguo compañero de habitación en la universidad poseía un negocio de artículos deportivos, y tenía acciones en un complejo turístico de Tobago con un amigo del colegio. Durante un tiempo su preocupación constante por los negocios no le había importado a Cassidy, pero en los últimos meses de soledad se había dado cuenta de que podría haber aspirado a mucho más en su relación.
Donovan siempre había estado obsesionado con demostrar que podía labrarse su propia fortuna, y Cassidy no quería volver a competir por su atención. Separarse de él había sido muy duro. Lo más difícil que había hecho en su vida. Al principio pensó que nunca lo superaría, pero cuando le confirmaron que estaba embarazada decidió que el bebé era la única razón por la que su destino y el de Donovan se habían cruzado. Su hijo sería la persona en quien ella volcaría todo el amor que Donovan nunca había querido.
Pero ahora Donovan había regresado, y un hormigueo en la boca del estómago le hacía desear que esa vez fuera para siempre.
Aunque esa posibilidad la asustaba aún más que un futuro sin él.
–¿Qué significa ese comentario? Nunca te ignoré cuando estábamos juntos.
Donovan seguía intentando asimilar el embarazo. No podía creerse su buena suerte al encontrársela embarazada de un hijo suyo. Había ido a verla para volver a pedirle que se casara con él y convencerla de que había cambiado de opinión respecto a los hijos y la familia. Y tenía que hacerlo sin revelar las circunstancias que lo habían llevado aquel día a llamar a su puerta.
Había olvidado lo hermosa que era, con su exquisita piel de porcelana, su exuberante melena y aquellos labios carnosos de un color tan rosado como sus pezones. Dios, cuánto había echado de menos aquella boca…
El cuerpo se le endureció y tuvo que mover las piernas para intentar sofocar su erección. Nunca había creído que una mujer embarazada pudiera ser tan sensual y atractiva, pero la imagen de Cassidy embarazada de su hijo irradiaba una belleza especial.
–Yo sabía y aceptaba que tenías que trabajar doce horas al día y los fines de semana… por eso no te pedí nada –dijo ella.
A Donovan le costó un momento asimilar sus palabras, porque se había quedado ensimismado con sus labios mientras se preguntaba qué pasaría si se atrevía a besarla.
Pero cuando las palabras alcanzaron su cerebro se dio cuenta de que Cassidy no estaba de humor para los besos. Estaba obsesionada con las razones que los habían separado. Y él tenía que hacerle ver las razones por las que podían estar juntos de nuevo.
Si había algo que se le diera especialmente bien era lograr sus objetivos… Y conquistar a Cassidy era su objetivo prioritario en esos momentos de su vida. Su carácter emprendedor y competitivo no se limitaba a los prósperos negocios con los que había hecho su fortuna. Tenía tanto dinero que podría dejar de trabajar el resto de sus días, y las inversiones que había realizado en los arriesgados negocios de sus amigos habían merecido la pena con creces. Pero quería más. Quería su derecho de nacimiento… el puesto de director general de Tolley-Patterson.
Al contemplar a Cassidy con su hermosa melena rizada enmarcándole su precioso rostro, se dio cuenta de que la había añorado mucho más de lo que creía posible. No habría vuelto a buscarla si no necesitara imperiosamente una esposa y un hijo, pero al estar ahora frente a ella supo que había hecho lo correcto. El embarazo de Cassidy hacía que fuese mucho más fácil alcanzar su objetivo.
–Lo siento –se disculpó, y una parte de él lo decía en serio.
Otra parte, el hombre que siempre había buscado la manera de aprovecharse de la situación, sabía que la humildad lo ayudaría a recuperar a Cassidy. La había herido, pero en sus ojos brillaba un atisbo de esperanza.
–¿Por qué?
–Por hacerte sentir que no eras lo primero y más importante en mi vida.
Ella hurgó en la bolsa de la comida y sacó un recipiente de plástico que debía de contener sopa de cangrejo.
–No juegues conmigo, Donovan.
–No lo hago.
–Sí, sí lo haces. Sabes jugar como nadie, y todo lo que haces es por un propósito específico.
Lo conocía demasiado bien. De hecho, aquélla era la única razón por la que él le había permitido alejarse de su lado. Lo conocía mejor de lo que él quería que lo conocieran. Pero Cassidy era la llave para conseguir lo que tanto necesitaba, y no iba a dejarla escapar otra vez. En aquella ocasión iba a incluir a Cassidy en su vida.
–¿Y bien? ¿Dónde está esa réplica cortante y mordaz? –lo provocó ella.
–¿Sabes que el sarcasmo no te sienta nada bien?
Ella se encogió de hombros.
–Es normal estando embarazada. Continuamente estoy oyendo comentarios sarcásticos.
–¿En serio?
–Sí.
–¿De quién?
–De todo el mundo –respondió ella con una pícara sonrisa. Cassidy conocía su atractivo sexual y el efecto que provocaba en todos los hombres que conocía.
Una inquietante posibilidad asaltó bruscamente a Donovan.
–¿Hay algún hombre en tu vida? –preguntó él, aunque sabía que el bebé era suyo. No sólo porque ella se lo había confirmado, sino porque conocía bien a Cassidy. Le había dicho que lo amaba, y para ella eso significaba algo más que palabras.
–Mi padre y mis hermanos –murmuró ella, bajando la mirada a la mesa. El regocijo que había exhibido un momento antes se había extinguido por completo.
–Me refiero a un novio –dijo él.
–Oh, claro… Estoy embarazada de un hijo tuyo, ¿por qué no iba a estar con otra persona? –espetó ella, mirándolo con sus brillantes ojos marrones.
–¿Hasta cuándo vamos a estar con el sarcasmo? No sabía que estabas embarazada.
–No pensé que te importara saberlo.
–Pues sí, me importa. Entonces, ¿no estás saliendo con nadie? –le volvió a preguntar, complacido al pensar que Cassidy había estado sola durante todo ese tiempo.
–No. No me pareció justo estar con otro hombre en estos momentos. ¿Y tú, estás saliendo con alguien?
–¿Crees que estaría aquí si así fuera? –preguntó él.
Después de su separación se había refugiado aún más en el trabajo. Gracias a eso le había ganado ventaja a su primo Sam, su rival para el puesto de director general. Sam llevaba casado más de cuatro años y dividía su tiempo entre la oficina y su casa. Pero el testamento de su abuelo había equilibrado la balanza.
–¿Por qué estás aquí? –le preguntó ella.
Donovan se rascó la nuca. Sabía lo que tenía que decir, pero mientras la miraba empezó a pensar en las consecuencias. Mentirle a Cassidy le resultaba muy difícil, pero si le decía la verdad… que el testamento de su abuelo lo obligaba a casarse y tener un hijo antes de un año si quería ser director de Tolley-Patterson, además de conseguir el voto afirmativo del comité… lo echaría a patadas de su casa.
–¿Donovan?
–Te he echado de menos, Cassidy.
–No me he movido de aquí –dijo ella.
–No sabía si me aceptarías de nuevo.
–¿Quieres que volvamos a intentarlo? –preguntó ella–. Será bastante difícil cuando nazca el bebé.
–No te estoy pidiendo una cita. Quiero casarme contigo. En los últimos ocho meses me he dado cuenta de lo mucho que deseo que seas mi esposa. He venido para decirte que he cambiado de opinión y que estoy dispuesto a tener una familia.
Oyó cómo ella ahogaba un gemido y vio el brillo de las lágrimas asomando a sus ojos.
Se levantó rápidamente y se acercó a ella para apartarla de la mesa y girarla hacia él. Se inclinó hasta casi rozarle los labios con los suyos y le tomó el rostro entre las manos. De repente supo que no quería fastidiarlo todo, y no sólo porque quisiera arrebatarle a Sam el puesto de director general; quería hacerlo bien porque Cassidy era la llave a una vida que hasta ese momento nunca había deseado.
–Quiero casarme contigo, Cassidy Franzone. Quiero ser un padre para nuestro hijo y tener esa familia con la que siempre soñaste.
Teniendo a Donovan tan cerca de ella, lo único que Cassidy quería era abrazarse a su cuello, besarlo y apoyar la cabeza en su pecho mientras él la estrechaba entre sus brazos. El mismo anhelo desesperado que la hacía despertarse en mitad de la noche.
Pero Donovan siempre se había mostrado inflexible en su rechazo a la posibilidad de formar una familia, por lo que aquel cambio resultaba demasiado drástico, incluso después de ocho meses.
–¿Por qué? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
–Te he echado de menos.
Pero eso ya se lo había dicho, y no explicaba su repentino deseo de querer tener hijos.
–No es ésa la razón por la que deseas tener una familia –le dijo, temerosa de confiar en su sospechoso cambio de actitud.
Él dejó caer las manos y se irguió. Agarró la cerveza de la mesa y caminó hasta el extremo del porche, donde apoyó la cadera contra la barandilla de madera y echó la cabeza hacia atrás para beber de la botella.
–¿Qué quieres que diga, Cassidy?
Ella no tenía ni idea. Ocho meses antes, cuando él le propuso matrimonio por primera vez, ella había sospechado que estaba embarazada y se había apartado de su lado cuando él dejó bien clara su opinión sobre la familia y los hijos. Se había alejado porque sabía que Donovan era el tipo de hombre que se casaría con una mujer a la que había dejado embarazada… y no era ésa la razón por la que ella quería casarse. Quería que Donovan se casara con ella por amor, porque no pudiera vivir sin ella, igual que ella no podía vivir sin él.
–Quiero saber por qué has cambiado de opinión. Decías que los hijos eran la principal fuente de discusiones en las parejas casadas. Decías que habías visto muchas relaciones destrozadas por culpa de los hijos. Decías que…
–Sí, ya sé lo que decía –la interrumpió él, irritado.
–¿Y?
–He tenido mucho tiempo para pensar en ti y en mí, Cassidy. En cómo éramos el uno con el otro, en cómo fuimos educados… Creo que podemos formar una familia sin perder la esencia de lo que somos como pareja.
Estaba diciendo las cosas que ella siempre había deseado oír. Tan desesperada estaba por creerlo que una parte de ella estuvo a punto de aceptarlo. Pero la soledad de los últimos meses le había enseñado que no bastaba con estar enamorada para que una relación funcionara. Y no tendría fuerzas para volver a superar un fracaso.
–¿Quieres casarte conmigo porque estoy embarazada? No quiero que lo hagas sólo porque te sientas obligado.
Donovan volvió junto a ella, dejó la botella en la mesa y la hizo ponerse en pie.
–Cassidy, jamás nos faltaría al respeto de esa manera. Estoy aquí porque te necesito. Hoy venía con la intención de suplicarte que me aceptaras de nuevo en tu vida.
–¿Todo esto tiene algo que ver con la muerte de tu abuelo? –le preguntó ella–. Lamenté enterarme de que había fallecido –le había enviado flores a la familia y se había sentido fatal por no haber asistido al funeral.
Donovan no podía creerse lo cerca que había estado Cassidy de la verdad con aquel inocente comentario.
–Perder a mi abuelo me hizo darme cuenta de lo rápido que puede cambiar la vida, y pensé en lo mucho que él siempre quiso verme teniendo a mis propios hijos. Pero yo siempre creí que teníamos tiempo…
Cassidy le rodeó el hombro con un brazo y lo abrazó brevemente antes de apartarse.
–¿Te hizo darte cuenta de que la vida es algo más que trabajo?
Ella sabía lo difícil que era para Donovan hablar de sus sentimientos. Pero si iba a darle otra oportunidad, si iba a permitirse amarlo y criar a su hijo con él, antes tenía que saber a qué atenerse.