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eBook Interactivo. La denominación de arte gótico para clasificar al estilo artístico que floreció desde el siglo XIII al XV en toda Europa parece la debemos al Vasari, que en su libro critico e histórico del arte europeo le define con este nombre por sospechar su procedencia germánica. Nada más lejos de la realidad, pues el estilo gótico sólo es una evolución del románico anterior.
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ÍNDICE
1. Mapa de la arquitectura gótica en Castilla, Aragón y Navarra
2. Arbotantes
3. Fachada de la Catedral de Burgos
4. Interior y planta de la Catedral de Burgos
5. Fachada sur de la Catedral de Burgos
6. Portada de la fachada sur de la Catedral de Burgos
7. Fachada de la Catedral de Toledo
8. Interior de la Catedral de Toledo
9. Bóvedas de la Girola de la Catedral de Toledo
10. Altar mayor de la Catedral de Toledo
11. Claustro de la Catedral de Toledo
12. Fachada de la Catedral de León
13. Interior de la Catedral de León
14. Triforio de la Catedral de León
15. Exterior de la Catedral de Cuenca
16. Interior y planta de la Catedral de Cuenca
17. Catedral de Sigüenza
18. Claustro de la Catedral de Pamplona
19. Catedral de Palencia
20. Catedral de Oviedo
21. Exterior de la Catedral de Sevilla
22. Planta y sección de la Catedral de Sevilla
23. Exterior de la Catedral de Segovia
24. Interior de la Catedral de Segovia
25. Interior de la Catedral de Salamanca
26. Monasterio de Guadalupe. Cáceres
27. Villalcázar de Sirga. Palencia
28. Iglesia de Villacastín. Segovia
29. Catedral de Astorga. León
30. Catedral vieja de Vitoria
31. Casa del Cordón. Burgos
32. Casa de los Momos. Zamora
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La denominación de arte gótico para clasificar al estilo artístico que floreció desde el siglo XIII al XV en toda Europa parece la debemos al Vasari, que en su libro critico e histórico del arte europeo le define con este nombre por sospechar su procedencia germánica. Nada más lejos de la realidad, pues el estilo gótico sólo es una evolución del románico anterior.
Tiene una difusión más amplia en el tiempo y en el espacio. En los primeros años del siglo XVI aún encontramos edificios construidos en estilo gótico, si bien muy evolucionado y recargado.
El fenómeno de evolución del arte románico al gótico no es tan sólo un cambio de gusto, sino más bien el reflejo de un cambio de mentalidad que separa, como un hondo precipicio, la Alta Edad Media y la Baja Edad Media. Alguien ha dicho que es más clara la separación entre estas dos épocas que entre la Baja Edad Media y el Renacimiento. Así lo creemos nosotros, pues el gótico es el despertar del espíritu burgués e individualista en Occidente, mientras que el Renacimiento sólo es su reafirmación. El espíritu cristiano da un giro de muchos grados del románico al gótico y nada lo evidencia tan claramente como las artes plásticas. La atención de los artistas comienza a desplazarse de los grandes símbolos y representaciones metafísicas a la representación de lo cotidiano, lo individual, visible y experimental. Las cosas corrientes que rodean al hombre en su rutinaria existencia, animales, árboles, objetos, ya no necesitan un realce sobrenatural para merecer el honor de ser representadas por los artistas. Dice Hauser que nada mejor para ilustrar el cambio que las palabras de Santo Tomás de Aquino: «Dios se alegra con todas las cosas, porque todas y cada una están en armonía con su esencia». Estas palabras son como la justificación teológica del naturalismo artístico.
La arquitectura gótica presenta un prurito de grandeza y amplitud nunca superadas. Sus obras dan la sensación de no estar finalizadas porque no pueden abarcase con la mirada y el espectador siente frente a ellas la inquietud de lo gigantesco y exótico. El siglo XIX intentó explicar esta arquitectura con sus esquemas racionalistas y confundió ciertamente a los observadores posteriores. Gotfried Semper decía del arte gótico que era una «mera traducción a la piedra de la filosofía escolástica». Viollet le Duc, el gran tratadista estético, veía en la arquitectura gótica la aplicación exacta de unas leyes matemáticas rigurosamente concebidas. El siglo XIX, en general, pensó en el gótico más como ingeniería técnica que como un arte, con todo lo que esta palabra encierra de caprichoso e irracional. Partiendo de estas bases se intentó explicar la arquitectura gótica como resultado de unas conquistas técnicas que permitían elevar la altura de las bóvedas con un sistema de empujes y contrarrestos muy ingenioso. Para Dehio y otros muchos tratadistas la clave del estilo gótico fue el descubrimiento de la bóveda de crucería que determinó el cambio de los soportes, los arcos y todo lo demás. Gall fue el primero en invertir los términos y señalar acertadamente que lo auténticamente primario en la inspiración gótica es su sentido de verticalidad incontenible y que la bóveda de crucería y todas las soluciones técnicas no son más que una solución brindada a ese deseo de altura. Otros estudiosos han llegado a sostener que las conclusiones sobre la destreza técnica de los arquitectos góticos son muy exageradas y que todo el sistema de contrafuertes, estribos y arbotantes cumplen una función decorativa más que constructiva en los nuevos edificios. Esto quizá sea exagerar un poco la nota.
Desde un punto de vista objetivo el arquitecto gótico concibe sus templos con unos muros menos espesos que el románico. No encontramos otro estilo que prescinda tanto de soportes gruesos hasta el descubrimiento del hierro y el cemento en sus aplicaciones arquitectónicas. En el gótico el muro pierde el carácter de soporte que había tenido en el románico y pasa a convertirse en un elemento de cerramiento que, muchas veces, se sustituye por vidrieras.
Se ha hablado mucho del ansia de elevación arquitectónica que caracteriza al gótico y no vamos a insistir aquí sobre ese detalle. Las columnas adosadas son mucho más estilizadas en sus proporciones y se convierten en sencillos baquetones que como haces de nervios recorren el pilar de arriba abajo, pero se detienen antes de llegar al suelo, en un gesto característicos del estilo. Las torres se elevan y agudizan asimismo e intentan estirar las proporciones del edificio.
Si el arte románico se había empleado en la construcción de iglesias y monasterios, el gótico tiene su más cumplida interpretación en la erección de catedrales ciudadanas. Es un detalle muy significativo, pues hemos anticipado que el gótico es el estilo de la Baja Edad Media y como tal un estilo ciudadano y burgués. Las nuevas órdenes monásticas ya no viven en los espacios rurales, como los benedictinos, sino en las grandes urbes, como los franciscanos y los dominicos. El arte románico es un arte feudal que tiene su más característica expresión artística en el monasterio, mientras el gótico es el arte del nuevo público ciudadano y burgués, que tiene su típica expresión en la Catedral. Este monumento es de enormes proporciones, no sólo por la dinámica tensión que mueve los espíritus bajomedievales, sino por las mismas necesidades de la urbe, puesto que la Catedral debe albergar a varios miles de fieles en los oficios y fiestas religiosas de rigor.
El germen de la evolución del gótico está en la bóveda que abandona los modelos de medio cañón y de artistas para crear el de crucería, sobre un sistema de arcos apuntados que ya se utilizaba en Borgoña desde tiempos románicos muy antiguos. El arco apuntado presenta una especie de ímpetu ascensional con respecto a la sencilla curva del medio punto. Arcos y bóvedas góticas evolucionan rápidamente a lo largo de los siglos, complicando su sección y perfil de mil formas diferentes, y así surgen los arcos conopial, carpanel, Tudor, etc., y la bóveda estrellada, sexpartita, de terceletes, de abanicos, etc. La teoría de la exactitud y perfección técnica de los arquitectos góticos, que con los nervios de la bóveda de crucería sostenían los espacios interiores o de plementería, que puso en vigor Viollet le Duc, ha caído por su base en todos los aspectos fundamentales. No es cierto que los nervios de la crucería sostengan el peso de la bóveda ni que los plementos sean un espacio arquitectónico neutro, como ha quedado de relieve en las guerras mundiales cuando las granadas alemanas destruían las catedrales francesas y las bóvedas góticas resistían su ruina pese a haberse dislocado todo su sistema de nervios sustentadores. A ello nos referíamos anteriormente al decir que los tratadistas del siglo XIX habían sobrevalorado el carácter técnico del gótico sin pensar que también estaba movido por un ímpetu irracional y caprichoso que existe en el fondo de todo estilo. De un modo u otro la bóveda de crucería y los arcos ojivales apuntados se extienden sin rival por toda Europa y, a su vez, determinan un cambio en los pilares cruciformes. Las columnas adosadas tienden a multiplicarse y adelgazar para recibir los nervios que sostiene la bóveda y que sufren un continuo proceso de estilización y multiplicación decorativa. De este modo la antigua columna adosada del pilar románico se transforma en los delgados baquetones góticos que pueden admirarse en cualquier Catedral del estilo. Mayor originalidad presenta el sistema de empujes exteriores. Para contrarrestar el enorme peso de las altas bóvedas góticas no se recurre, como en el romántico, a los estribos adosados, sino que, siguiendo el camino de los arquitectos franceses que oponían una bóveda de cuarto de esfera a ambos lados de la nave central, llegan a la solución típica de contrarrestar el empuje mediante arcos laterales, llamados arbotantes, que terminan en un pináculo de crestería decorativa. El problema del arbotante lo estudiaremos gráficamente en esta colección.
Gran evolución sufren también las portadas y ventanas, así como la decoración de jambas, capiteles, tribunas y gabletes. Abundan los temas geométricos, aunque no se olvidan los vegetales (cardina) y animales. Las portadas presentan arquivoltas abocinadas como el románico, pero suelen emplear el arco apuntado y se decoran con figurillas colocadas longitudinalmente, a diferencia del románico, en que se disponían radialmente. En el tímpano se separa la escena en franjas transversales por lo general. La ventana aumenta en tamaño y cantidad y se decora con columnillas y arcos interiores o se cierra con vidrieras de hermosos colores sujetos por tiras de plomo. Sobre los arcos interiores se traza un adorno de piedra calada, llamado comúnmente tracería, que primero sólo son unos motivos circulares tangentes para complicarse sucesivamente hasta convertirse en la curiosa tracería flamígera.
La planta del templo gótico también sufre modificaciones. Ante todo desaparecen las plantas curvas y aparecen las capillas poligonales típicas de este estilo. La girola también se hace poligonal y toma unas dimensiones enormes y se hace muy frecuente. Para cubrir la girola se idea un despiece de tramos trapezoidales, salvo en algún caso que se descompone en tramos rectangulares y triangulares alternos, como ocurre en la Catedral de Toledo y otras. La nave central se eleva mucho sobre las laterales. La tribuna o segundo piso de las catedrales, que el artista románico utilizaba para contrarrestar el empuje de la central, pierde ahora importancia y es sustituida por los arbotantes y una especie de galería muy iluminada llamada triforio. El triforio se continúa a veces en la fachada principal, decorándose con una galería de estatuas integradas en típica columnata. La torre abandona la planta única, cuadrada o circular del románico, y se descompone en secciones diferentes a lo largo de sus muchos pisos de altura. En el primero suele ser cuadrada, pero luego se convierte en hexagonal u octogonal y se remata con un airoso elemento de cobertura, muy apuntado, que suele llamarse chapitel.