Arquitectura militar del medievo - Ernesto Ballesteros Arranz - E-Book

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Ernesto Ballesteros Arranz

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Beschreibung

eBook Interactivo. Desde tiempos de los iberos y de los celtíberos, los lugares adecuados para la defensa o el ataque se vieron fortificados con construcciones acordes con las técnicas que estos pueblos dominaban. Pero al evolucionar la poliorcética, o arte militar, las construccio­nes militares fueron adquiriendo una nueva fisonomía. La palabra "castellum", de la que se deriva "castillo", es un diminutivo de "castrum", el asentamiento militar romano por excelencia. En principio tuvieron carácter temporal, y fueron instrumentos de ataque más que de defensa. Pero en su forma definitiva el castillo es producto de la Edad Media, como reducto y morada de los señores feudales.

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ÍNDICE

1. Castillo de Peñafiel. Valladolid

2. Castillo de Almansa. Albacete

3. Castillo de San Servando. Toledo

4. Castillo de Santa Catalina. Jaén

5. Castillo de Loarre. Huesca

6. Castillo de la Mota. Medina del Campo

7. Castillo de la Mota. Torre del Homenaje

8. Castillo de Ponferrada. León

9. Castillo de Javier. Navarra

10. Torre de Monforte de Lemos. Lugo

11. Castillo de Coca. Segovia

12. Castillo de Molina de Aragón. Guadalajara

13. Castillo de Belalcázar. Córdoba

14. Castillo de Torrelobatón. Valladolid

15. Castillo de Olite. Navarra

16. Castillo de Bellver. Mallorca

17. Castillo de Bellver. Patio interior

18. Castillo de Belmonte. Cuenca

19. Castillo de Cuéllar. Segovia

20. Castillo de Guadamur. Toledo

21. Castillo de Fuensaldaña. Valladolid

22. Castillo de Monterrey. Orense

23. Castillo de Manzanares el Real. Madrid

24. Castillo de Manzanares el Real

25. Alcázar de Segovia

26. Alcázar de Segovia. Torre del Homenaje

27. Alcázar de Segovia. Sala de las Piñas

28. Torre de Potes. Santander

29. Torre de Mendoza. Álava

30. Murallas de Ávila

31. Murallas de Ávila. Puerta de San Vicente

32. Murallas y castillo de Buitrago. Madrid

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Desde tiempos de los iberos y de los celtíberos, los lugares adecuados para la defensa o el ataque se vieron fortificados con construcciones acordes con las técnicas que estos pueblos dominaban. Pero al evolucionar la poliorcética, o arte militar, las construcciones militares fueron adquiriendo una nueva fisonomía. La palabra «castellum», de la que se deriva «castillo», es un diminutivo de «castrum», el asentamiento militar romano por excelencia. En principio tuvieron carácter temporal, y fueron instrumentos de ataque más que de defensa. Pero en su forma definitiva el castillo es producto de la Edad Media, como reducto y morada de los señores feudales. Durante esa época se conjugan en estas construcciones lo cultural, lo artístico y lo histórico.

La Península Ibérica, más que cualquier otra región de Europa, presenta su superficie sembrada por estas construcciones de carácter militar, debido al enfrentamiento entre los reinos peninsulares cristianos y los islámicos, que duró más de siete siglos. Cada modificación de las fronteras entre unos y otros fue acompañada por la edificación de fortalezas ofensivodefensivas sobre alturas que dominaban grandes zonas o en campos abiertos donde existían ruinas de fortificaciones anteriores.

Además, las luchas entre la monarquía y el poder nobiliario, y a veces entre los mismos nobles, fueron otro de los factores que motivaron la prolífica aparición de castillos en nuestro suelo. Según cálculos que parecen modestos, parece que no hubo poblado ni risco de valor estratégico que en la Edad Media no estuviera fortificado. Se evaluaron en más de diez mil los castillos que existieron a través de los siglos en la Península Ibérica. Pero castillos puros, dejando de lado las ciudades y pueblos amurallados, hay catalogados actualmente más de dos mil. La voz castillo, por su abundancia en nuestra Península, dio origen a las denominaciones geográficas de las dos Castillas e incluso de Cataluña.

El castillo parece tener su origen en la torre campesina, que fue en los azarosos tiempos de la Alta Edad Media un elemento imprescindible en las casas de campo y en las torres de carácter militar que servían de enlace y atalaya entre fortalezas distantes. Muchas de estas torres cayeron en desuso, pero otras tuvieron su legítimo sucesor en el castillo.

La Alta Edad Media no había conocido otras defensas militares que los reducidos recintos de las antiguas ciudadelas romanas, construidos a finales del siglo III al desencadenarse la primera oleada de las invasiones bárbaras. Pero, una vez que se recuperó la tranquilidad, estos reductos defensivos fueron utilizados como cantera para otras nuevas construcciones. No obstante, en algunos puntos estratégicos y en las fronteras de los condados y reinos se edificaron simples torres de madera para vigilancia; mas, dada su ligereza y combustibilidad, la mayor parte desaparecieron en el siglo X, a excepción de las situadas en los lugares más favorables, que se convirtieron en los castillos medievales.