Aventura eterna - Catherine George - E-Book

Aventura eterna E-Book

CATHERINE GEORGE

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Beschreibung

Aunque solo era una niña, el amor que Catrin sintió por el doctor Ashe Hope-Ellison era verdadero. Y, sin embargo, tuvo que aceptar que para él solo había sido una aventura de verano. Diez años después, Catrin tuvo que ser ingresada en el hospital de Pennington, quedándose al cuidado de un especialista que resultó ser el propio Ashe. Con el tiempo, la pasión que habían compartido en el pasado volvía a cercarlos. Catrin supo que nunca había dejado de amar a Ashe, a pesar de su traición. Pero ¿por qué intentaba seducirla ahora? ¿Quizá porque pensaba en las consecuencias de aquella aventura de verano?

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 1998 Catherine George

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Aventura eterna, n.º 1366 - enero 2022

Título original: The Forever Affair

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1105-571-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

VER la televisión con su hermano no había formado parte del plan original de Catrin para el sábado por la noche. A esa hora debería encontrarse en la fiesta organizada por su jefe George Duffield y su esposa, para celebrar sus bodas de plata. Y debería estar divirtiéndose con Julian, que también había recibido una invitación como acompañante suyo. Pero para las once de la noche, cuando resultó obvio que Julian no iba a presentarse, Catrin había tenido que deshacerse en excusas y agradecimientos para finalmente abandonar la fiesta y tomar un taxi de regreso a su casa. Allí se había instalado de manera provisional su hermano Liam, a causa de una epidemia de gripe que se había declarado en su escuela.

Su amiga Dinah, que se había ofrecido como voluntaria para cuidar a Liam durante la velada, estaba cómodamente instalada en el sofá, a su lado, y aparentemente tan absorta en el partido de fútbol como el chico. Pero, en realidad, sólo estaba dispuesta a soportar aquello hasta que Liam se acostara y ella pudiera pedirle explicaciones a Catrin sobre lo sucedido.

Al fin, el programa terminó y el reacio Liam recibió la orden de retirarse a la habitación de su hermana.

—Vamos, habla —le ordenó Dinah cuando se quedaron solas—. ¿Qué ha pasado?

—Que Julian no se ha presentado —respondió Catrin con amargura—. Y después de todo el dinero que me he gastado en ropa…

—Al menos los zapatos estaban en rebajas.

—¡Aun así me costaron una fortuna! —sonrió tristemente Catrin—. Y me gasté todo ese dinero en el vestido porque alguien me dijo alguna vez que el verde me sentaba muy bien y hacía juego con mis ojos…

—Y él tenía razón.

—No hace falta ser una pitonisa para adivinarlo —Dinah, que a sus cuarenta y pocos años seguía siendo una mujer de gran belleza, miró a Catrin con expresión pensativa—. Así que Julian no se ha presentado… Exactamente, ¿qué es lo que sientes por él?

—¡Ahora mismo, enfado! Pero creo que tal vez podría estar estar enamorada, si me detengo a reflexionar sobre ello…

—Entonces es que no lo estás —la aseguró Dinah.

—Lo cual no es algo tan negativo, dadas las circunstancias —de pronto Catrin frunció el ceño y se levantó—. ¿No hueles a humo?

—Desde luego —Dinah también se levantó—. Y Liam es demasiado joven para andar fumando…

Corrió al dormitorio para echar un vistazo a Liam mientras Catrin se dirigía apresurada a la cocina. Allí todo parecía estar en orden, pero para su alarma el olor a humo parecía intensificarse por momentos. Catrin abrió entonces una ventana y, cuando se asomó, se quedó horrorizada al ver las llamas que salían del piso inferior.

—¡Dinah! ¡Saca a Liam de la casa ahora mismo! —gritó—. ¡Voy a llamar a los bomberos! ¡El piso de abajo está ardiendo!

Dinah tuvo que levantar al pobre Liam de la cama, le puso unas zapatillas y lo sacó a toda prisa del dormitorio. De inmediato, salió con él al rellano de la escalera, que estaba lleno de humo, consolándolo mientras el chico le gritaba a su hermana que los siguiera.

—¡Ya voy! —le gritó Catrin en respuesta, un segundo antes de que la ventana de la cocina reventara en una nube de chispas y cristales rotos. Tosiendo, medio ahogándose, luchando por conservar la calma, bajó a ciegas la escalera, temiendo encontrarse en cualquier momento con un muro de llamas. El calor le chamuscaba la piel, pero la idea de reunirse con Liam y Dinah le daba fuerzas para continuar bajando. De pronto resbaló, perdió el equilibrio y cayó pesadamente por las escaleras, golpeándose con muros y barandillas hasta que un golpe que recibió en la cabeza la dejó inconsciente…

 

 

Catrin volvió poco a poco en sí, en medio de una sucesión de pesadillas. Alguien le preguntó su nombre. Como no lo recordaba, unas voces le dijeron que no se preocupara, que se mantuviera quieta. Cuando al fin se despertó del todo, se encontraba en una cama de hospital protegida por cortinas; era de día, y lucía el sol. Tosió convulsivamente. Le ardía el pecho, le costaba trabajo respirar y la cabeza le dolía terriblemete. ¿Y Liam? ¿Dónde estaba Liam?

Una enfermera asomó entonces la cabeza por entre las cortinas.

—Ah, ya está despierta.

—¡Mi hermano! —exclamó Catrin—. Liam… ¿se encuentra bien?

—¡Ya ha recuperado la memoria! Espléndido —comentó la enfermera, sonriendo—. No tiene que preocuparse por su hermano. Ahora mismo está en la sala de espera, con la señora Martin. Se encuentra perfectamente, al igual que ella. Dentro de unos momentos podrán venir a verla.

—¿Qué sucedió? —inquirió Catrin, tosiendo dolorosamente—. El fuego…

—No hable todavía. Aquí llega la enfermera jefe; quiere decirle algo.

La alegre enfermera desapareció detrás de las cortinas, para ser sustituida por una mujer joven, con un inequívoco y tranquilo aire de autoridad.

—Buenos días, soy la enfermera Lockwood. Entiendo que ya ha recuperado la memoria… Dígame su nombre completo, por favor.

—Catrin Julia Hughes.

—Magnífico. ¿Cómo se siente?

—Fatal —respondió Catrin, respirando con dificultad.

—Es lógico —asintió la enfermera jefe Lockwood—. Dentro de poco el médico la revisará, así que dejaremos las explicaciones para más tarde. Mientras tanto, la enfermera le dará un poco de agua y procurará que se sienta lo más cómoda posible. Luego podrá ver a su hermano y a la señora Martin. Pero sólo unos minutos.

Cuando Liam entró acompañado de Dinah, parecía triste y apagado. Sorprendió a su hermana, dándole un beso.

—Dios mío, sí que debo de estar enferma… —exclamó Catrin—. ¡Besos y todo!

Para su propia mortificación, las lágrimas empañaban los ojos de Liam.

—Creí que te habías muerto, Cat —sollozó.

—¿No sabías que tengo siete vidas, como los gatos? —inquirió Catrin, antes de que Dinah la besara cariñosamente, acercando una silla a la cama.

—Nos diste un susto tremendo. Aquí el pobre Liam pensó lo peor cuando te sacó uno de los bomberos —le comentó Dinah, estremeciéndose.

—La culpa fue de esos estúpidos zapatos —rezongó Catrin, compungida—. ¿Qué les sucedió a a los Morrison?

—No estaban en casa —le informó Liam—. Se dejaron encendido el vídeo, grabando una película. Los bomberos piensan que fue un problema de la instalación eléctrica.

—¿Se encuentran todos bien? —inquirió Catrin.

—Aparte del susto de volver para encontrarse con el piso hecho cenizas, sí, están bien —respondió Dinah—. Llegaron a tiempo de ver cómo te sacaban inconsciente del edificio. No necesito decirte que están terriblemente arrepentidos.

—Pobrecitos —comentó Catrin, y lanzó una mirada aprensiva a su amiga—. Dime lo peor. ¿Cómo está mi piso?

—Negro de humo —respondió Dinah—, pero los bomberos llegaron a tiempo para salvarlo.

—¡Son unos tipos fabulosos! —exclamó Liam, radiante—. Tuvieron que romper la puerta y…

—Maravilloso —comentó Catrin, irónica.

—No te preocupes —la consoló Dinah—; ya ha sido reparada. Y las ventanas también. Una vez que nos aseguramos de que te encontrabas bien, me llevé a Liam a mi casa para que descansara y durmiera tranquilamente, y luego fuimos a comprarle un chándal antes de venir a verte. Supongo que te tendrán bajo observación durante un tiempo, Catrin. No te preocupes por Liam. Se quedará conmigo. ¿Quieres que llame a tus padres?

—No. Sería una pena fastidiarles las vacaciones —Catrin miró a su hermano—. ¿O quieres tú que los llamemos, Liam?

—No —repuso el chico, desdeñoso—. Estaré perfectamente con Dinah. Y, de todas formas, la semana que viene volveré a la escuela. Si les contara a mamá y a papá lo del fuego, me mandarían a su casa en el próximo avión…

—Eso es cierto.

Para entonces, Catrin ya se estaba sintiendo muy cansada y Dinah, advirtiéndolo, se levantó.

—Venga, Liam, Vámonos a casa. Ya regresaremos más tarde.

Para sorpresa de Catrin, Liam se inclinó y le dio otro beso. En ese momento entró un hombre alto y moreno, vestido con un traje muy elegante, seguido de la enfermera jefe y de un trío de jóvenes de aspecto cansado ataviados con batas blancas. Cerraba el grupo la joven enfermera que había sido la primera en atender a Catrin.

—El doctor Hoper-Ellison —le informó la enfermera jefe, como si estuviera anunciando la entrada de un personaje real.

El médico especialista sonrió cortésmente a Liam y a Dinah

—Siento tener que pedirles que se retiren. Vuelvan a la hora de las visitas y les prometo que no les molestaré más.

Liam le dio las gracias tímidamente y, después de despedirse de su hermana, salió con Dinah.

—¿Cómo se encuentra?

Catrin, que tras un primer momento había mantenido los ojos firmemente cerrados, volvió a abrirlos, reacia, esperando en vano que se hubiera equivocado.

—No muy bien —respondió.

El doctor Hope-Ellison la contemplaba fascinado. Como si el tiempo se hubiera detenido de pronto, médico y paciente se miraban reconociéndose en silencio, olvidados de la gente que los rodeaba. Conforme el silencio se iba alargando, los jóvenes médicos empezaron a intercambiar miradas de curiosidad, mientras que la enfermera jefe Lockwood tosió ligeramente para llamar la atención del especialista.

El médico esbozó una sonrisa impersonal mientras sujetaba la muñeca de Catrin para tomarle el pulso, mirando al mismo tiempo su gráfico.

—El doctor Hawkins me ha dicho que anoche ingresó usted en urgencias con síntomas de intoxicación por humo y una herida en la cabeza, señorita Hughes, más diversas contusiones de resultas de una caída mientras intentaba escapar.

—Entonces, el techo no se me cayó encima —musitó Catrin, haciendo un esfuerzo por dominar el pulso que se le había acelerado al contacto de su mano.

—¿Es eso lo que creyó que le había sucedido? —le preguntó él, con la mirada fija en su reloj.

—Desde luego, es la descripción que más se acerca a mi estado en este mismo momento —«en más de un sentido», añadió para sí, desesperada, y empezó a toser.

La enfermera se apresuró a darle un poco de agua antes de que el médico prosiguiera con el examen de la paciente. Luego, la ayudó a incorporarse mientras el especialista le auscultaba la espalda con el estetoscopio y escuchaba con atención. Cuando terminó, Catrin se tumbó de nuevo, estremecida y sin aliento, presa de terribles sensaciones.

—Se le ha facilitado respiración asistida y se le han hecho análisis de sangre —le informó el doctor Hope-Ellison—. Se recuperará muy pronto. ¿Tiene alguna pregunta que hacerme?

«Sí», pensó Catrin. «Para empezar, tu nombre. La última vez que te vi te llamabas Ashe. Segunda pregunta: ¿por qué me rompiste el corazón hace años? Ya me he repuesto, claro está, pero no gracias a ti».

—¿Cuándo podré volver a casa?

—Una vez que quedemos satisfechos con la recuperación de las contusiones que ha recibido —esbozó una sonrisa que no llegó hasta sus ojos azules, los mismos que una vez habían alimentado sus sueños—. No se preocupe, señorita Hughes, el doctor Hawkins se encargará de hacerle el seguimiento. No la retendremos aquí ni un minuto más de lo necesario —se interrumpió como si estuviera a punto de añadir algo, pero después pareció pensárselo mejor y optó por retirarse, seguido de su séquito.

Catrin permaneció tumbada sin moverse, aturdida y mareada, con la cabeza latiéndole como un tambor y todo su mundo trastornado. Apenas el día anterior había salido de compras con Liam y Dinah, antes de la fiesta… Desde entonces, no sólo se había librado de perecer abrasada en un incendio, sino que había vuelto a encontrarse con Ashe… que, además, ahora se llamaba doctor Hope-Ellison y era médico especialista del hospital general.

Había cambiado mucho, al igual que ella misma. Algunas veces, cuando pensaba en lo sucedido diez años atrás, había llegado a preguntarse si volverían a encontrarse de nuevo. Pero nunca, ni en sus más descabellados sueños, se había imaginado que lo haría en semejantes circunstancias.

Diez años atrás, Ashe había sido un joven guapísimo, pero ahora sus hermosos rasgos habían madurado, se habían endurecido; su pelo oscuro estaba salpicado de plata en las sienes. Sus ojos de color gris oscuro seguían siendo fascinantes, pero ahora tenían una expresión fría muy distinta del cálido encanto de antaño.

Para cuando Liam y Dinah llegaron más tarde, Catrin ya se había lavado y peinado, y charlaba amigablemente con los otros pacientes de la sala.

—¡Dios mío, Cat, vaya moretón que tienes en el ojo! Ahora se te ha puesto de color púrpura —exclamó Liam, sonriente, dejando una bolsa con uvas y un fajo de revistas sobre la mesilla.

—Lo sé —repuso apenada—. Creo que mamá no podría reconocerme.

—Mejor eso que lo que pudo haberte sucedido —declaró Dinah con firmeza—. A propósito, todo marcha con normalidad en tu piso. En el contestador tienes un mensaje de Julian Fellowes. Debido a un imprevisto, aún se encuentra en Alemania, y te ha dejado este número para que lo llames allí.

Catrin miró con desinterés la nota que le enseñó su amiga. Julian y la fiesta le parecían tan distantes… Como si todo aquello perteneciera a otra vida, a una vida anterior a aquel incendio.

—Me harías un favor si lo llamaras para explicárselo…

—Por supuesto que lo haré —Dinah volvió a guardarse la nota en el bolso—. Te he comprado una nueva bolsa de aseo, donde he metido tus cosas y, además, te he traído dos toallas mías y un camisón muy sexy que Harry me compró una vez, en un momento de pasión y de arrebato…

Liam silbó de admiración al ver la prenda de satén azul .

—Caramba, Cat, yo nunca te he visto con una de estas cosas…

—Cierto —sonrió Catrin—. Los viejos camisones blancos son más mi estilo…

—Dirás los viejos camisones negros, ya que ahora están ahumados —repuso el chico—. ¿Puedo probar las uvas, por favor?

Catrin se echó a reír y le dio las gracias a Dinah. Una vez que terminó la visita se sentía agotada. Le dolía todo el cuerpo y todavía le costaba trabajo respirar, además de que aún seguía muy afectada por su reencuentro con Ashe.

Poco después, apareció la enfermera del turno de noche y charló con Catrin durante unos minutos antes de proseguir con su ronda.

—No se preocupe, enfermera, no la necesito —dijo una voz familiar al otro lado de las cortinas que aislaban la cama de Catrin del resto de la sala—. Tenía intención de revisar a la señorita Hughes antes de marcharme.

Catrin se sintió súbitamente invadida por el pánico. Los otros pacientes se habían retirado para ver la televisión en la sala común, y en aquel momento se encontraba sola mientras Ashe Hope-Ellison se acercaba a su cama.

—¿Cómo se siente? —le preguntó, tomándole la muñeca—. Sea sincera.

—Fatal —Catrin giró la cabeza, sorprendida por su propia reacción ante aquel contacto.

—Catrin —le dijo con tono suave haciendo que la joven se volviera bruscamente hacia él, sorprendida.

—¿Me habías reconocido, entonces?

—¡Por supuesto que sí! —miró por encima de su hombro, pero no había nadie más en la sala. Luego, se volvió hacia ella, arqueando una ceja—. De todos los hospitales del país, es como una señal del destino que hayas venido a parar al mío.

—No tanto. Yo vivo aquí…

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí? —le preguntó, incrédulo.

—Cerca de un año. ¿Y tú?

—Seis meses.

Catrin desvió la mirada con gesto cansado.

—¿No sientes nada de curiosidad por los diez años que han transcurrido desde entonces? —le preguntó él con tono suave, estudiando su gráfico.

—No —mintió en un susurro, ansiando que se marchara y la dejara en paz de una vez. Normalmente lo habría acribillado a preguntas, tanto si quisiera contestarlas como si no, pero en aquel instante estaba a punto de vomitar de puro nerviosismo. Y hacer algo semejante delante de Ashe sería como la máxima humillación. Se estremecía de sólo pensarlo.

—¿Qué te pasa? —le preguntó—. Vamos, dímelo

Catrin aspiró profundamente y luego empezó a toser, de manera que él la hizo incorporarse para darle un poco de agua .

—Dime lo que molesta, Catrin —le ordenó.

—En realidad son tonterías. Bueno, me duele la cabeza, el pecho.. y también los codos y las rodillas.Y otros lugares que preferiría no mencionar.

—Todo eso es consecuencia de la caída por las escaleras. Y al parecer, tuviste suerte de que no fuera peor —comentó Ashe con tono práctico—. ¿Qué es lo que recuerdas?

Catrin reflexionó durante unos minutos, esforzándose por concentrarse.

—Olía a humo en el piso —explicó con voz ronca—. Mi amiga Dinah sacó a Liam mientras yo llamaba a los bomberos. Luego, reventó la ventana de la cocina y yo me apresuré a salir también, pero en la escalera no podía ver nada con el humo… Intenté correr, pero resbalé y caí rodando, golpeándome en la cabeza. No recuerdo nada más.

Ashe tensó la mandíbula, y volvió a tomarle la mano.

—Es un verdadero milagro que no te fracturases el cráneo. Pudo haber sido mucho peor.

—Sí —repuso ella—. Ya me lo dijeron. La verdad es que me he quejado demasiado y…

—No, Catrin. Has pasado por una experiencia terrible, y todavía estás bajo sus efectos.

—Sufría mucho por Liam y… —se interrumpió cuando la enfermera jefe Lockwood se reunió con ellos.

—¿Algún problema, doctor Hope- Ellison? —preguntó la recién llegada.

—La señorita Hughes está empezando a tomar conciencia de la gravedad de sus heridas, señora Lockwood —se volvió por un momento hacia Catrin, le sonrió deseándole que pasara una buena noche y salió con la enfermera.

Catrin se alegró mucho de que Ashe se hubiera marchado, pero su alivio duró poco. Después de sostener una breve conversación con la enfermera jefe en el pasillo, Ashe no tardó en volver a reunirse con ella.

—Catrin… ¿quién es Liam?

—Mi hermano —lo miró sorprendida.

—Tu hermano —repitió con tono inexpresivo. La miró fijamente durante unos segundos, antes de esbozar una leve sonrisa de indecisión—. Claro. Buenas noches.

Catrin sentía tantos dolores y estaba tan inquieta por su reencuentro con Ashe que apenas logró conciliar el sueño. A media mañana se vio rodeada de flores y regalos de sus amigos de la oficina. Aunque pasó una tensa y expectante media hora esperando a Ashe, fue el doctor Hawkins, el médico jefe de la sección, quien se encargó de revisar su estado.

Le dijeron que el doctor Hope-Ellison la atendería posteriormente para decidir si darle el alta o no, pero que por el momento podía descansar tranquila. Al parecer, era una paciente demasiado insignificante para exigir la atención personal del especialista… algo que a Catrin no le importaba en absoluto. Tenía mucha otra gente en que pensar. Aparte de recibir después de mediodía la visita de Liam y de Dinah, fueron a visitarla algunos compañeros de la empresa a la salida del trabajo, y su jefe George Duffield también se presentó por la tarde, acompañado de su esposa. Después de que la pareja se hubo marchado, apareció Julian Fellowes con un enorme ramo de orquídeas que causó una gran sensación entre los demás pacientes.

—Dios mío, Catrin, no sé cómo disculparme… —le dijo con tono arrepentido; al parecer se había quedado horrorizado al verla—. Se me presentó la oportunidad de firmar otro contrato y… Si hubiera llegado a tiempo a la fiesta no te habrías vuelto a casa tan temprano y todo esto no habría sucedido…

—Muy al contrario, me alegro mucho de haberlo hecho —le espetó ella—. Liam y Dinah también estaban en el piso, ¿recuerdas?

Pero Julian no parecía muy interesado por su hermano menor, y tampoco por su vieja amiga. Según pudo observar Catrin, estaba muy impresionado por el aspecto que ofrecía su ojo morado, y demasiado dispuesto a marcharse lo antes posible.

—Nos hemos tropezado con Julian cuando salía corriendo por el pasillo —le informó Dinah a la joven cuando se presentó con Liam.

—A pesar de tu espectacular camisón, creo que lo ha impresionado profundamente mi apariencia. La visita de Julian apenas ha durado un par de minutos… supongo que también porque se sentía un poquito culpable…

—Ese hombre es idiota —declaró Dinah con tono desdeñoso—. Esa enfermera de aspecto tan aterrador que tienes dice que mañana después de mediodía podrás regresar a casa, una vez que te den el alta. La agencia ha hecho maravillas con el piso; está tan limpio como una patena. Pero te sugiero a ti y a Liam que os quedéis en mi casa durante un tiempo, para que la vuelta al lugar del suceso no sea tan brusca.

—Eres muy amable, pero nos las arreglaremos bien. Ya te hemos causado bastantes molestias —dijo Catrin con tono firme.

—Y yo espero no haberte fastidiado mucho —miró Liam a Dinah con expresión expectante.

—Para nada, cariño —respondió ella, mirándolo con cariño—. Puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que quieras. Ha sido un verdadero placer.

—El jueves tengo que volver a la escuela —le informó Liam, algo abatido—. La plantilla de profesores ya se ha recuperado de la gripe.

—Qué mala suerte —exclamó Catrin, irónica—. De todas formas, mamá y papá regresarán a casa la semana que viene, y poco después te darán las vacaciones de mitad de trimestre.

—Además —intervino Dinah, mirándolo con expresión maliciosa—, tu reputación subirá un montón de puntos cuando les cuentes a tus compañeros que has sobrevivido a un incendio.

El rostro de Liam resplandeció de alegría.

—¡Desde luego que se lo contaré! ¿Puedo comerme uno de tus bombones, Cat?

—Te juro que le doy de comer —comentó Dinah, resignada.

—Yo también —rió Catrin—, pero es lo mismo. Su estómago es como un pozo sin fondo.

—Estoy creciendo —se disculpó Liam.

—Más de dos centímetros por día, por lo menos —repuso Dinah.

—Y, sobre todo, te crecen los pies. Me temo que necesitaremos hacer una nueva visita la zapatería —añadió Catrin. Buscó su cartera en la mesilla, y le tendió su tarjeta de crédito—. Liam, ya sabes el número secreto.

—¿Podría gastar algo más de dinero en invitar a Dinah a comer? —le preguntó su hermano, esperanzado.

—Buena idea —aprobó Catrin, y se tensó de repente al advertir que al alto y elegante doctor Hope-Ellison entraba en aquel instante en la sala.

—Hola —saludó sonriente a los visitantes de Catrin—, me alegro de que nos volvamos a ver. Me llamo Hope-Ellison.

—Ésta es mi amiga, la señorita Martin, y mi hermano Liam —les presentó la joven, tensa.

Después del intercambio de saludos, resultó obvio que Liam estaba impaciente por marcharse.

—Esta noche retransmiten en la tele un partido de fútbol… Manchester United contra Everton —comentó encantado, y de pronto añadió con tono arrepentido—. No es muy tarde, Cat.

—Anda, vete —le sonrió Catrin—. Aprovecha, que el jueves vuelves a la escuela…

Capítulo 2

 

 

 

 

 

DESPUÉS de que se hubieran ido, Ashe estudió el gráfico de evolución de Catrin y luego, le hizo algunas preguntas de rutina.

—No esperaba verte hoy —les espetó ella de repente—. Me dijeron que mañana te pasarías por aquí para decidir sobre mi alta.

—Hoy tenía trabajo en mi clínica privada. Pero esta noche debía volver al hospital, así que pensé en darme una vuelta por aquí para ver cómo estabas. Después de todo, antes éramos amigos, Catrin… en realidad, éramos mucho más que amigos —le sostuvo la mirada, desafiándola con los ojos—. Pero me marcharé si tienes algo que objetar.

—No estoy en condiciones de objetar nada —repuso ella, encogiéndose de hombros.

Siguió a sus palabras un tenso silencio, que finalmente rompió Ashe, para alivio de Catrin.

—Dijiste que tu hermano iba a volver a la escuela. ¿Es que ha estado enfermo?

Catrin desvió la vista, incapaz de soportar la intensidad de su mirada.

—No, Liam se encuentra bien, pero en su colegio se declaró una epidemia de gripe que afectó a la plantilla de profesores. Tuvieron que cerrar la escuela por una temporada, así que se quedó en mi casa.

—¿Vive contigo?

Normalmente no. Pero mi madre se encuentra fuera, de vacaciones.

—¿Ha sido informada de tu accidente?

—No —Catrin se obligó a mirarlo—. La semana que viene, cuando vuelva mi madre, seguro que me echará un sermón. Pero, en realidad, no he corrido verdadero peligro y…

—Solamente has estado a punto de romperte el cuello en medio de un incendio —señaló él con tono cáustico.

—Fue por culpa de los zapatos… —explicó, abatida.

—¿Los zapatos? —la miró frunciendo el ceño.

—De tacón alto —sonrió, irónica—. Los compré en las rebajas, pero aun así me costaron un ojo de la cara.

—¡Pudieron haberte costado mucho más que eso! —exclamó furioso; de repente, su aire de fría profesionalidad había desaparecido—. ¿No se te ocurrió quitarte esos malditos zapatos?

—Mi primer pensamiento fue sacar a Liam y a Dinah de allí —le espetó, acalorada—. Los zapatos eran la última de mis preocupaciones, doctor Hope-Ellison.

—Entiendo. Cuando mañana te marches de aquí, ¿a dónde irás?

—A mi piso. La señora Martin se ha encargado de que lo limpiaran.

—Cat —le dijo Ashe, acercándose más a ella—. ¿Estás segura de que quieres enfrentarte a esto sola?

Catrin se mordió el labio; el corazón le había dado un vuelco al oír que la llamaba por su diminutivo.

—No estoy sola. Dinah… la señora Martin… vive en el piso de arriba. Quiere que nos quedemos con ella durante una temporada, pero yo creo que es mejor que vuelva cuanto antes al piso.

—Porque de otra manera… —adivinó Ashe—… tal vez podrías no querer volver nunca.

—Exactamente —Catrin desvió la mirada durante el tenso silencio que siguió a sus palabras. Quería que Ashe se marchara, que la dejara en paz, pero al mismo tiempo ansiaba que se quedara con ella, que la estrechara entre sus brazos y la besara…

Como si hubiera adivinado sus pensamientos, Ashe le sujetó de nuevo la mano para tomarle el pulso… y ella tembló bajo su contacto y se aclaró la garganta, desesperada por encontrar algo que decirle.

—Mi jefe ha insistido en que me tome todo el tiempo necesario para recuperarme —dijo con voz vacilante—, así que supongo que descansaré durante unos días antes de volver al trabajo.

—¿Qué es lo que haces? —inquirió Ashe, acariciándole con un dedo una vena de la muñeca.

—Soy contable.