Barbie - La princesa y la estrella del pop - Mattel - E-Book

Barbie - La princesa y la estrella del pop E-Book

Mattel

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Beschreibung

Tori es una princesa que sueña en secreto con ser una cantante famosa y Keira es una estrella del pop que sueña con una vida junto a la familia real. Cuando las dos chicas se conocen, deciden intercambiarse y hacer realidad sus sueños. Tori podrá cumplir su sueño de ser cantante y Keira podrá ser por fín una princesa como siempre había querido. Pero cuando el reino se ve repentinamente en peligro, Tori y Keira deben decidir quién quieren ser realmente y qué responsabilidad debe recaer sobre sus hombros.

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Barbie - La princesa y la estrella del pop

Translated by Juana Moreno García

Original title: Princess & Popstar (2012)

Original language: English

BARBIE™ and associated trademarks and trade dress are owned by, and used under license from, Mattel. ©2024 Mattel.

Copyright © 2024 Mattel and SAGA Egmont

All rights reserved

ISBN: 9788728527795

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

Novelización júnior

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Capítulo 1

Era una cálida noche de verano en el reino de Meribella y una ingente multitud abarrotaba el anfiteatro real. El escenario estaba a oscuras. La gente se estaba animando y a ratos parecía enloquecida, a la espera de que comenzara el espectáculo. Entonces, desde la oscuridad, una voz gritó:

—¡Hola, Meribella! Demos una calurosa bienvenida a la princesa del pop... la única, la inigualable, la fabulosa... ¡Keira!

El público rugía. De repente, las luces de neón del anfiteatro se encendieron. Pantallas gigantes mostraron tres vídeos en primer plano de Keira, todos ellos moviéndose a cámara lenta al son de un ritmo potente e intenso. Las luces empezaron a parpadear más rápido a medida que la música iba sonando más fuerte.

Focos procedentes de todas direcciones convergieron en un punto del escenario. La multitud aulló de emoción cuando Keira emergió

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del suelo subida en un ascensor hidráulico. Vestía una llamativa falda morada con unas botas hasta la rodilla a juego. ¡Incluso su pelo y el micrófono eran morados! Sintiéndose poderosa y con la situación bajo control, la estrella del pop de diecisiete años miró a toda esa multitud que gritaba. Cuatro bailarinas se unieron a ella en el escenario. Luego, justo cuando empezaban a estallar los fuegos artificiales, Keira irrumpió con su éxito Aquí estoy.

Aquí estoy,

soy lo que quiero,

doy lo que tengo.

Ya no hay duda.

Allá voy,

ardiendo como una chispa

que ilumina la oscuridad

de nuevo.

Los fans bailaban en los pasillos mientras Keira ofrecía un espectáculo extraordinario.

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Al mismo tiempo, en un precioso castillo con vistas al anfiteatro, se celebraba una recepción real. La música en este evento era mucho más relajada.

De fondo sonaban delicados violines mientras los dignatarios, formalmente vestidos, hacían su entrada en el Gran Salón del castillo. Una escultura de hielo con forma de gardenia, la flor oficial del reino, adornaba el centro de la deslumbrante sala.

La familia real permanecía a los pies de la escalera de mármol formando una elegante línea de recepción. La princesa Tori, de diecisiete años, se encontraba al final de esa fila. Estaba preciosa con su vestido de fiesta y con una tiara que sujetaba su larga melena rubia. Parecía la princesa perfecta. Extendía su mano gentilmente a los invitados a medida que estos iban desplazándose poco a poco por la fila.

Tori trataba de no parecer inquieta y distraída, pero hubiera preferido estar en otro lugar. Observaba todo a su alrededor con mirada traviesa y, entretanto, iba estrechando la mano de un invitado tras otro. Orientó a una mujer que andaba algo perdida para que ocupase su lugar en la cola.

—Solo sonría y asienta con la cabeza —le susurró Tori.

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Los invitados continuaron haciendo reverencias ante la sustituta de Tori sin apenas inmutarse mientras ella se escabullía a la balconada. En cuanto salió al aire libre, pudo oír la música del concierto de Keira procedente del anfiteatro. Tori se inclinó sobre la barandilla con entusiasmo y comenzó a cantar.

En el escenario, Keira cantaba y bailaba en medio de láseres de barrido, pirotecnia y luces estroboscópicas. Luego se dirigió al backstage y susurró algo a su micrófono de mano. Entre una oleada de destellos, el micrófono cambió mágicamente el vestuario de Keira, que volvió a salir al escenario vistiendo un nuevo e impresionante traje azul y rosa.

Tori miraba hacia el anfiteatro mientras cantaba en voz baja. De repente, inspirada, se subió a una silla. Usando un candelabro como guitarra, empezó a cantar Aquí estoy tan alto como pudo.

Aquí estoy,

soy lo que quiero,

doy lo que tengo.

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Ya no hay duda.

Allá voy,

ardiendo como una chispa

que ilumina la oscuridad

de nuevo.

Una vez, y otra vez, otra vez, otra vez, otra vez y otra vez...

—¡Princesa Tori! —dijo una voz grave—. ¿Qué se supone que estás haciendo aquí fuera?

Tori giró sobre sí misma y casi perdió el equilibrio. Se encontró con la mirada férrea de su tía, la duquesa Amelia, que estaba de pie en la puerta con los brazos cruzados. Tori contuvo un grito y se bajó de la silla.

—¡Tía Amelia! —dijo Tori mientras devolvía el candelabro a la mesa—. ¿Podría ir al concierto solo un ratito? Por favor…

—Rotundamente no. Tenemos invitados. Venga, entra. ¡Y, por favor, haz algo con ese pelo! ¡Es completamente inapropiado!

La duquesa se dio la vuelta y caminó hacia el interior.

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Tori suspiró y sacó un cepillo de pelo de su bolsillo.

—Recepción real número nueve —dijo al cepillo. En un instante, el cepillo de pelo envió una nube de destellos alrededor de su cabeza y transformó su larga melena en un recogido formal. Echó un último y nostálgico vistazo al concierto que se celebraba abajo a lo lejos; luego, se dirigió otra vez adentro.

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Capítulo 2

La música de cámara seguía sonando mientras los invitados se entremezclaban en el Gran Salón de palacio. Tori se reincorporó a la fila de recepción de la familia real. Su padre, el rey Frederic, un hombre amable de cabello gris, saludaba efusivamente a los dignatarios. Las hermanas pequeñas de Tori, las princesas Meredith y Trevi, hacían corteses reverencias. La duquesa Amelia estaba enfrente de todos ellos, controlando atentamente y con ojo crítico a las princesas.

Una aristócrata llamada Lady Hamilton avanzó en la fila y se colocó frente al rey.

—Su Majestad —dijo mientras se inclinaba ante él.

—Me alegra que hayas podido asistir, Monika —le dijo el rey Frederic sonriendo.

Tori también la sonrió amablemente y le extendió su mano. Las otras dos jóvenes

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princesas le hicieron una reverencia y dijeron al unísono:

—Encantada de conocerla, Lady Hamilton.

—Queridas mías, ¡cómo habéis crecido! —exclamó Lady Hamilton. Después, comenzó a charlar amistosamente con el rey.

Tori miró a Trevi y la vio erguida y quieta. Sin poder resistirse, Tori se acercó a Trevi por detrás y empezó a hacerle cosquillas. La joven reprimió una risita y luego, sigilosamente, se las devolvió a Tori. Las dos sonrieron y chocaron sus caderas justo cuando un criado pasaba con una bandeja llena de entremeses de gambas. Las tres hermanas vieron con horror cómo un trozo de gamba salía disparado de la bandeja e iba a parar a la parte delantera del vestido de Lady Hamilton.

Lady Hamilton chilló. La duquesa Amelia miró fijamente a las chicas y Tori sonrió con inocencia.

Conforme Tori iba saludando a más invitados, sus pensamientos empezaban a trasladarla al concierto, intentando imaginar todo lo que se estaba perdiendo.

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A medida que transcurría la noche en el castillo, la fila de recepción real fue desvaneciéndose. La escultura de hielo en forma de gardenia situada en el Gran Salón prácticamente se había derretido y los invitados pululaban alrededor, conversando y comiendo entremeses. Tori siguió dirigiendo miradas furtivas a través de las ventanas al anfiteatro, donde aún continuaba el concierto de Keira.

Poco después, la duquesa Amelia dio tres palmadas.

—¡Atención! ¡Atención todo el mundo! Su Majestad quiere decir unas palabras.

Los invitados se callaron. El rey Frederic sonrió y se aclaró la garganta.

—Gracias, duquesa Amelia. Quisiera dar las gracias a nuestros distinguidos invitados, en especial a aquellos que han viajado desde distintos rincones del mundo para poder asistir a este hito histórico: el quingentésimo aniversario de Meribella.

Los invitados aplaudieron en señal de respeto y el rey Frederic continuó con su discurso:

—Para celebrar esta ocasión tan especial, hemos organizado esta semana toda una serie de eventos, que culminarán el sábado con la gala del Festival de las Gardenias. Quizá mi hermana pueda dar más información sobre esta gala.

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—Con sumo gusto, Su Majestad —dijo la duquesa Amelia asintiendo con la cabeza. Se volvió hacia los invitados—. Esta semana, nuestro programa incluye un espléndido espectáculo floral, un desfile medieval, un desfile de los guardias de palacio, una procesión de grandes barcos…

—¡No olvides los conciertos de Keira! —interrumpió Tori. La multitud aplaudió y ovaciones aisladas brotaron de entre algunos invitados elegantemente vestidos. La duquesa los miró con desaprobación y lanzó a Tori una mirada fulminante.

—Ah, sí —dijo la duquesa con cierto desdén—, y una serie de conciertos de esa tal Keira. Entonces, su rostro se iluminó—. Y ahora tengo una pequeña aunque encantadora sorpresa para todos.

Se dirigió a un caballete cercano que estaba cubierto por una tela.

Las tres princesas intercambiaron miradas cómplices; luego, retrocedieron con cautela hacia una cortina que colgaba de la pared trasera.

La duquesa Amelia estaba radiante.

—Es un honor poder mostrar el retrato que el reconocido artista Monsieur Pierre ha hecho de una humilde servidora para conmemorar esta ocasión histórica. Creo que convendrán conmigo en que ha logrado capturar mi verdadera esencia.

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Con enorme floritura, retiró el paño del caballete ¡y reveló la pintura de un burro con un sombrero de fiesta!

Los invitados se echaron a reír. Incluso el propio rey procuraba no reírse. Pero la duquesa Amelia estaba furiosa.

—¡Tori! —aulló mientras su rostro iba adquiriendo un tono morado oscuro.

Tori y sus hermanas desaparecieron detrás de la cortina, donde un panel oculto en la pared se deslizaba y abría revelando la existencia de un pasaje secreto. Las tres princesas se escabulleron a través de las curvas y recovecos del pasadizo secreto, riendo histéricamente.

—Será mejor que os vayáis a vuestras habitaciones —dijo Tori a sus hermanas—. ¡La tía A estará en pie de guerra!

Las dos pequeñas se fueron en una dirección y Tori tomó otra.

Cuando llegó al final del pasadizo, Tori entró en su cuarto a través de un panel oculto en una de las paredes, que tenía un póster de Keira encima. ¡Esa puerta secreta la había sacado de apuros incontables veces!

En una habitación decorada con elegancia, los pósteres de Keira cubrían casi todas las paredes.