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Kristyn es una bailarina que sueña con ejecutar la danza perfecta. Siempre que se calza un par de puntas rosas mágicas, se ve arrastrada al universo de su ballet favorito. ¡Y se convierte en la primera bailarina! Sin embargo, la joven pronto se da cuenta de que su mundo de ensueño no es tan ideal como parece. ¿Será capaz de escapar de esta situación?
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Mattel
Translated by Juana Moreno García
Saga Kids
Barbie y las zapatillas mágicas
Translated by Juana Moreno García
Original title: Barbie in the Pink Shoes (2013)
Original language: English
Copyright ©2013, 2023 Mattel and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728527788
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
—Dakota, ¡los brazos! Casey, ¿qué estás mirando? Gabrielle, ¡sonríe!
Kristyn Faraday permanecía entre bambalinas en el escenario con su maillot negro, sus medias rosas y su tutú de los ensayos. Observaba cómo se movían sus compañeros bailarines mientras Madame Natasha, la profesora principal de la academia de ballet, los entrenaba en otro ensayo. «Espero que Madame no sea tan dura conmigo cuando llegue mi turno», pensaba preocupada.
Tampoco le sorprendería. Para Kristyn, las críticas de Madame no eran nada nuevo. Su profesora había sido así de estricta desde que Kristyn tenía memoria. Madame Natasha creía que solo había un modo de hacer las cosas bien en el mundo del ballet: a su manera. La práctica y la precisión lo eran todo. Incluso su aspecto transmitía
una disciplina absoluta, con su cabello plateado recogido atrás, en un moño tirante en la parte superior de su cabeza. Se movía adelante y atrás, con sus largas y estilizadas piernas de bailarina, mientras evaluaba cada movimiento de sus estudiantes.
—Y uno, dos, tres y cuatro... —Kristyn susurraba a la vez que Madame Natasha marcaba en voz alta el ritmo de la música clásica.
—Levanta la cabeza, Casey. Mira al público, ¡no te mires los pies! Ahora, al compás... ¡Perrrrfecto! —ronroneó Madama Natasha.
Tras el telón, Kristyn dirigió una mirada cómplice a su mejor amiga, Hailey. ¡Ambas habían visto esta rutina tantísimas veces que sabían lo que la profesora Natasha iba a decir antes incluso de que lo hiciera!
—¡Dirección, chicas! —susurraron—. ¡Permaneced juntas! ¡Quinta posición limpia! Ángulos perfectos, chicas. ¡Sed precisas! —Las amigas se partían de risa.
Justo entonces, se les unió Dillon Matthews. Dillon era el primer bailarín en la representación de El lago de los cisnes que preparaba la academia. Se apartó el cabello rubio de sus ojos y sonrió a Kristyn.
A Kristyn se le iluminó la cara. ¿Era solo cosa suya o Dillon
estaba cada día más guapo? No le disgustaba nada que su forma de bailar fuera la mejor que había visto en su vida.
Pero Hailey miró el traje de Dillon y torció el gesto. Metió la mano en el bolsillo del delantal que siempre llevaba puesto y sacó un alfiletero y unas gafas. Le sujetó el brazo a Dillon y se puso a trabajar ajustando uno de los hombros de su chaqueta.
Kristyn sonrió al ver la mirada de concentración de su mejor amiga. «¡Es tan perfeccionista!», pensó.
Hailey no era bailarina como Kristyn y Dillon. Su pasión era el diseño de vestuario. Le gustaría tener algún día su propia tienda. Pero, por ahora, ayudar a Madame Katerina con el vestuario de toda la compañía de ballet ya era un sueño hecho realidad. Hailey podía practicar sus técnicas de costura, y Madame Katerina incluso le dejaba aportar a veces diseños propios.
—Y uno, dos, tres y cuatro...
Kristyn hacía piruetas alrededor de Dillon y Hailey trabajaba al ritmo del sonido de Madame Natasha, que iba contando en el escenario.
—¡No me puedo creer que recuerde
todos y cada uno de los movimientos de esta pieza! —exclamó.
Dillon se rio.
—También están grabados en mi cerebro. Tú lo hiciste algo así como seis años consecutivos, ¿no? —le preguntó a Kristyn.
—Siete —le corrigió Hailey, que seguía luchando con su traje.
Dillon se escabulló de Hailey y ensayó un par de pasos por su cuenta.
—¡Dillon! —le reprendió Hailey—. ¡Estate quieto!
Paró de bailar y sonrió.
Kristyn se rio entre dientes cuando Hailey puso los ojos en blanco y trató de parecer seria. Era difícil enfadarse con alguien tan divertido como Dillon.
Hailey le quitó la chaqueta del traje y la colgó en un perchero cercano.
—Por la presente, se le ordena que no crezca más —exigió con su tono de voz más severo, devolviendo con cuidado sus gafas de coser al bolsillo del delantal—. Estas mangas te quedaban bien la semana pasada.
Los tres amigos se desternillaron de risa.
De repente, Kristyn escuchó un brusco y cortante «¡chsss!».
Miró por encima de su hombro y vio a Tara Pennington, la prima ballerina de la compañía,
acercándose a Kristyn, Hailey y Dillon.
—¡Chsss! —Tara les hizo callar de nuevo.
—Perdón —masculló Kristyn. ¿Por qué Tara tenía que ser siempre tan mandona?
Tara se les puso delante para tener una mejor panorámica del ensayo.
«No es que lo necesite», pensó Kristyn. Con tres solos, Tara era la protagonista y principal bailarina de la compañía. Madame Natasha siempre reservaba las mejores partes para ella. Y no cabía ninguna duda: Tara tenía mucho talento. Aunque, a veces, este hecho ponía celosa a Kristyn. La actitud mocosa de Tara tampoco ayudaba.
Tara le hizo señas a Dillon.
—Dillon, ya casi nos toca —anunció.
—¿Desde cuando eres la encargada de hacer callar? —preguntó Dillon mientras le guiñaba un ojo a Kristyn.
Tara empezó a fruncir el ceño, pero luego se lo pensó mejor. Dedicó una sonrisa coqueta a Dillon y se apoyó en su hombro.
—Lo siento, chicos —se quejó de manera exagerada—. No quiero ser una aguafiestas, pero tengo tres solos en los que pensar.
Así que ¿podríamos centrarnos un poquito, por favor?
Kristyn sentía cómo iba aumentando su cabreo al ver a Tara restregándole su éxito en la cara.
En ese momento, la directora de escena corrió hacia ellos. Se llevó a Dillon y Tara para que pudieran prepararse. Eran los siguientes.
Kristyn suspiró profundamente. «¿Tiene tres solos?», murmulló hablando más bien consigo misma que con los demás. Kristyn sabía que su forma de bailar era tan poderosa como la de Tara, aunque resultara algo distinta. Tara era una bailarina clásica. Ejecutaba con precisión, exactamente de la manera en que Madame Natasha les instruía. Sin embargo, a Kristyn le gustaba añadir su propio toque a los bailes. No lo podía evitar. Una vez que comenzaba la música, era como si su cuerpo se apoderara de ella por completo. En sus interpretaciones se dejaba llevar; a veces, dejaba incluso de seguir la coreografía. Esa es la razón por la que Tara (y no Kristyn) siempre sería la favorita de Madame Natasha.
Kristyn se obligó a centrarse de nuevo en el ensayo. Aunque su parte fuera hacia el final de la obra, era importante prestar atención
al ritmo de todo el espectáculo.
En el escenario, un grupo de bailarines más jóvenes estaba ensayando un número complicado. Una de las bailarinas, Hannah, se mareó por los giros y perdió el equilibrio. Chocó con la compañera de al lado, amenazando con provocar una reacción en cadena. Kristyn contuvo la respiración. A Madame Natasha seguro que no le iba a gustar nada tener que empezar de nuevo todo el número desde el principio. Pero las bailarinas mantuvieron el tipo y se recuperaron. Kristyn suspiró aliviada cuando la música paró. «Ha estado muy cerca», pensó.
—Casi lo tenéis, chicas —dijo Madame Natasha con el ceño fruncido—. Pero continuad practicando abajo. Hacedlo veinte o treinta veces más.
Madame Natasha se acercó a la chica que se había tropezado durante el número.
—Debes enfocarte en cada uno de los pasos, Holly —le dijo a la chica pellizcándole la mejilla.
—Soy Hannah —susurró la joven. Se restregó la mejilla, que ahora estaba tan rosa como sus medias.
—Cierto, querida —dijo Madame Natasha distraída, mirando por encima del hombro de Hannah—. Cada movimiento debe ser preciso, exacto y controlado.
Lo harás perfecto.
A Hannah le tembló el labio.
Kristyn se estremeció. El resto de las bailarinas también. «Pobre Hannah», se dijo por dentro. A nadie le gusta que le llame la atención un profesor exigente. Kristyn pensó que luego debería ayudar a Hannah con esa sección del baile.
Madame Natasha dio unas palmadas.
—Bien, bueno… —anunció con vehemencia—. ¿Quién va ahora?
—Último ensayo antes del espectáculo, Dillon. ¡Hagamos magia! —proclamó Tara mientras le agarraba de la mano para salir a escena.
Kristyn respiró y trató de calmar las mariposas que sentía en el estómago. ¡Esa noche era la gran noche! Los bailarines de la compañía de Madame Natasha interpretarían una muestra de sus mejores números frente a los cazatalentos de una compañía de ballet internacional. Estos cazatalentos habían descubierto a las bailarinas más famosas del mundo. Si les gustaba lo que vieran hoy, quizá podrían considerar a algunos de los bailarines para hacer un casting en su compañía. ¡A lo mejor, hasta podrían seleccionarla a ella! Kristyn ya se imaginaba viajando por el mundo, bailando noche tras noche en espléndidos teatros, con un público entregado,
que le arrojaba rosas a sus pies mientras ella danzaba. ¡Sería maravilloso!
Justo entonces, la música de El lago de los cisnes subió de intensidad, devolviendo a Kristyn a la realidad. «No te adelantes a los acontecimientos», pensó mientras Tara y Dillon pasaban con elegancia delante de ella y tomaban sus posiciones en el escenario.
De pronto, Hailey apareció detrás de Kristyn y puso una mano tranquilizadora sobre su hombro.
—¡Se cree taaan diva! —dijo Hailey, observando el baile de Tara en el escenario.
—¡Y es taaan buena! —dijo Kristyn, perdida en la magia de la danza.
Dillon y Tara se movían en sincronía en un pas de deux o paso a dos, en el segundo acto de El lago de los cisnes. Dillon bailaba la parte de Sigfrido, el príncipe, y Tara, la parte correspondiente a la princesa Odette. En la obra, Odette sufre el maleficio de un malvado hechicero. Durante el día, vive atrapada en un lago transformada en cisne, y solo puede volver a su forma humana al caer el sol. A no ser que el príncipe Sigfrido le prometa amor eterno, Odette quedará atrapada para siempre en el lago en un cuerpo de cisne.
Kristyn pensó que era una bella historia de amor.
Kristyn no podía dejar de mirar a Tara y Dillon. Las luces del escenario jugaban con sus caras mientras se movían al compás de la música. Kristyn soltó un suspiro. «Solo una vez», pensó, «me gustaría tener la oportunidad».
Mientras Tara y Dillon se desplazaban por el escenario, Kristyn dejó que sus ojos se perdieran entre el público. Vio al padre de Tara sentado en primera fila, observando cada movimiento de su hija. Llevaba puesto un traje elegante y un reloj de oro macizo. Kristyn sabía que el Sr. Pennington venía a todos los ensayos. Parecía que siempre tenía algo que decir de las interpretaciones de Tara. Kristyn se preguntaba si eso alguna vez habría puesto nerviosa a su hija. Desde luego, parecía mucha presión.