Clovis Dardentor - Julio Verne - E-Book

Clovis Dardentor E-Book

Julio Verne

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Beschreibung

"Clovis Dardentor" o "Los viajes de Clovis Dardentor" es una novela del escritor frances Jules Verne aparecida de manera seriada en la "Magazine de ilustracion y recreo" ("Magasin dEducation et de Recreation") desde el 1 de julio hasta el 15 de diciembre de 1896, y como libro en un solo tomo de dos volumenes junto a "Ante la bandera" el 30 de noviembre de ese mismo año.

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JULIO VERNE

CLOVIS DARDENTOR

I

EN EL QUE EL PRINCIPAL PERSONAJE DE ESTA HISTORIA NO ES PRESENTADO AL LECTOR

Cuando los dos se apearon en la estación de Cette, del tren de París al Mediterráneo, Marcel Lornans, dirigiéndose a Juan Taconnat, le dijo:

-¿Qué vamos a hacer mientras esperamos la partida del paquebote?

-Nada- respondió Juan Taconnat.

-Sin embargo, según la Guía del viajero, Cette, aunque no antigua, es una ciudad curiosa. Es posterior a la creación de su puerto, el término del canal Languedoc, debido a Luis XIV.

-¡Y tal vez lo más útil que Luis XIV ha hecho durante su reinado!- respondió Juan Taconnat.- Sin duda el Gran Rey preveía que acudiríamos a embarcarnos aquí hoy 27 de Abril de 1895.

-Ten formalidad, y no olvides que el Mediodía puede oírnos. Me parece lo más sabio que visitemos a Cette, puesto que en Cette estamos, sus canales, su estación marítima, sus doce kilómetros de muelles, su paseo regado por las límpidas aguas de un acueducto…

-¿Has concluido?…

-Una ciudad- continuó Marcel Lornans-que hubiera po

dido ser otra Venecia.

-¡Y que se ha contentado con ser una Marsella en pe

queño!- respondió Juan Taconnat.

-Como tú dices, mi querido Juan, la rival de la soberbia ciudad provenzal; después de ella, el primer puerto franco del Mediterráneo que exporta vinos, sal, aguardien-tes, aceites, productos químicos…

-Y que importa pesados como tú- respondió Juan Ta connat volviendo la cabeza.

-Y también pieles, lanas de la Plata, harinas, frutas, ba calao, maderas, metales…

-¡Basta! ¡Basta!- exclamó el joven, deseoso de escapar a aquella catarata de detalles que caía de los labios de su amigo.

-Doscientas setenta y tres mil toneladas de entrada y doscientas treinta y cinco mil de salida- añadió el despiadado Marcel Lornans-, sin hablar de sus talleres de salazón de anchoas y sardinas; de sus salinas, que producen anualmente, de doce a catorce mil toneladas; de su fábrica de toneles, tan importante que ocupa a dos mil obreros y fabrica doscientos mil barriles.

-En los que yo desearía fueses doscientas mil veces en cerrado, amigo parlanchín.

Y hablando en serio, Marcel, ¿qué puede interesar esa superioridad industrial y comercial a dos jóvenes que se dirigen a Orán con la intención de incorporarse al 5º

de cazadores de África?

-Todo es interesante en viaje- afirmó Marcel Lornans.

-¿Y hay en Cette bastante algodón para que pueda uno

taparse las orejas?

- Paseando lo preguntaremos.

-El Argelés parte dentro de dos horas-dijo Juan Taconnat-, y en mi opinión lo mejor es ir directamente a bordo del Argelés.

Y tal vez tenía razón. ¿Cómo visitar con algún provecho en dos horas aquella ciudad siempre en auge? Preciso hubiera sido ir a la balsa de Thau junto al canal, al fin del cual está construida; subir por la montaña calcárea, solitaria entre la balsa y el mar, ese pilar de Santa Clara, ese flanco en el que la ciudad está dispuesta en forma de anfiteatro, y que las plantaciones de pino convertirán en bosque en un próximo porvenir. ¿No merece detener al turista durante algunos días aquella capital marítima sud-occidental que comunica con el Océano por el canal del Mediodía, con el interior por el canal de Beaucaire, y a la que dos líneas férreas, la una por Burdeos, la otra por el centro, unen al corazón de Francia?

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