Cómo resistir la tentación - Fiona Brand - E-Book

Cómo resistir la tentación E-Book

Fiona Brand

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Beschreibung

¿Sobreviviría a la tentación? Nunca había tenido la menor dificultad en dejar a las mujeres, hasta que conoció a Allegra y, para poder recibir la herencia que le correspondía, le obligaron a vivir con la tentación. Para mantener el control de su empresa, Tobias Hunt debía aceptar las cláusulas del testamento de su abuela, lo que implicaba vivir con la otra heredera… su examante. Estaba convencido de que podría superar su intensa atracción hacia Allegra Mallory, especialmente después de que ella anunciara que estaba prometida. Pero cuando descubrió que el compromiso era falso, decidió imponer sus propias reglas.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2021 Fiona Gillibrand

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Cómo resistir la tentación, n.º 2155 - enero 2022

Título original: How to Live with Temptation

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1105-393-8

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

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Capítulo Uno

 

 

 

 

 

Allegra Mallory miró por el espejo retrovisor de su descapotable cuando tomó la calle Sixth y se le aceleró el corazón al ver que la ranchera negra, que estaba segura que pertenecía al millonario Tobias Hunt, giraba tras ella.

Tobias. Un metro noventa de puro músculo, ojos grises, pómulos altos y un marcado mentón. El hombre con el que había pasado una noche apasionada hacía dos años.

La tensión hizo que apretara el volante. La última vez que había visto a Tobias había sido en el funeral de su tía abuela, Esmae, dos días antes. Afortunadamente, había podido evitarlo gracias al gran número de gente que había acudido al servicio y a la posterior reunión en su mansión de la costa. Sin embargo, cuando el abogado de su tía le había llamado para que acudiera a la lectura de su testamento, a la que también estaba convocado Tobias, que era el nietastro de Esmae, supo que ya no podía seguir evitándolo.

Allegra se detuvo en un semáforo. Otra ojeada al retrovisor confirmó que seguía teniéndolo detrás y, súbitamente, la saltaron recuerdos indeseados.

Nunca se perdonaría haber incumplido la promesa que se había hecho a sí misma de no acostarse con un hombre con quien no mantuviera una relación. Y lo que era aún peor, con el último hombre con el que debía haberlo hecho.

Claro que ella no había pensado que sería solo una noche…

Por entonces, había sido lo bastante ingenua como para creer que, dado que llevaba cuatro años fascinada con él, Tobias era el hombre de su vida, y que aquella noche marcaba el comienzo de algo serio, una relación como la que habían tenido sus padres y que ella siempre había asumido que llegaría a tener.

La ranchera seguía pegada a ella, empequeñeciéndola y haciendo que se sintiera acosada. Allegra miró contrariada los cristales tintados que impedían ver al conductor, pero pudo leer la matrícula: Hunts, por Hunt Security, y vio el destello de unas gafas de sol mirándola directamente, lo que significaba que Tobias sabía que era ella a quien tenía delante.

Sintiéndose expuesta en el descapotable, miró hacia adelante y se concentró en el tráfico. La tensión y las descargas de adrenalina que la recorrían solo se debían a tener que tratar con Tobias cuando todavía estaba abatida por la pérdida de Esmae y por la aprensión que sentía ante la lectura de su testamento. En cualquier caso, no se debían a que Tobias la atrajera o excitara.

Tras la noche que habían pasado juntos y el hecho de que, unos días más tarde, Tobias hubiera sido fotografiado con la preciosa heredera Francesca Messena, su madre le había pagado una terapia. Para completar su sanación y liberarse de la rabia, Allegra se había apuntado además a varias terapias alternativas. Una de ellas, centrada en el perdón, consistía en escribir mensajes de perdón y quemarlos. La parte de escribir había sido difícil, pero la de quemar le había encantado. Para cuando la terapia había concluido, también había recopilado la información necesaria para poner en marcha un spa y había logrado su objetivo: dejar de sentirse atraída por Tobias.

El semáforo se puso verde y Allegra aceleró suavemente, concentrándose en las instrucciones de su navegador, cuya sexy voz a veces la distraía. Consiguió no pasarse el giro que debía tomar y, en unos segundos, se encontraba en el aparcamiento subterráneo del lujoso rascacielos donde el abogado de Esmae tenía su bufete.

Consciente de que tenía el morro de Tobias prácticamente pegado a su parachoques, aceleró nada más pasar la barrera para buscar un espacio libre, lo que no iba a ser sencillo dado que, por estar en pleno centro de la ciudad, era un aparcamiento muy frecuentado.

Allegra percibió de reojo un movimiento, y aunque no estuvo segura de si un vehículo había salido o acababa de aparcar, giró a la derecha. Lo bueno fue que Tobias pasó de largo; lo malo, ver que del coche bajaban una mujer y su hija, vestida de rosa y con el cabello salpicado de purpurina.

Al entrar en el aparcamiento, Allegra había visto carteles anunciando que en el edificio se celebraba un desfile de belleza infantil, así que dedujo que la niña era una de las participantes. Verla la devolvió a los años de su infancia en los que ella hacía el circuito de desfiles, que había abandonado a los dieciséis años cuando había jurado no volver a vestirse de rosa ni llevar diamantes de bisutería. Pero entonces su madre la había tentado con un último desfile, que tenía por premio una sustanciosa cantidad de dinero con la que podría sufragarse sus estudios y Allegra no había dudado en aceptarlo. Finalmente, había conseguido el dinero, el coche y los diamantes.

Frustrada, pero manteniendo la confianza en que encontraría un sitio para aparcar, siguió buscando. Si su madre la hubiera acompañado, habría rezado para conseguirlo, pero Allegra no coincidía con ella. Paige Mallory era la consentida hija única de una antigua familia de Luisiana, ex Miss Luisiana y todo un personaje. En opinión de Allegra, Dios estaba demasiado ocupado resolviendo los problemas creados por la humanidad como para preocuparse por su aparcamiento, así que el trabajo le tocaba a ella. Si la máquina de entrada había expendido un ticket, tenía que haber un espacio. La cuestión era encontrarlo antes que Tobias.

Cuando vio las luces traseras de un coche que giraba hacia la izquierda, asumió que tenía que ser alguien saliendo. Al mismo tiempo, atisbó el movimiento de otro coche, que aceleraba en el carril lateral. Tobias había visto también el coche que se marchaba y pretendía aparcar en el espacio vacante.

Allegra se enfureció. Ella procedía de una familia en la que los buenos modales eran primordiales. Su padre y sus cuatro hermanos mayores abrían las puertas a las mujeres; las invitaciones se enviaban por correo convencional, no con mensajes de texto; se cenaba en la mesa, con servilletas de tela, y las conversaciones importantes se mantenían cara a cara.

Lo educado sería dejar a Tobias aparcar, puesto que estaba más cerca. Pero dos años antes, Tobias no había sido precisamente considerado con ella. Había convertido su apasionada noche en un encuentro banal y, dos días más tarde, había roto con ella por teléfono.

Allegra apretó los dientes y, sin pensárselo, aceleró.

 

 

Tobias Hunt frenó en seco cuando un descapotable blanco con el logo lateral Madison Spas giró bruscamente delante de él para quitarle un aparcamiento.

Aun si no hubiera reconocido el coche, habría tenido que estar ciego para no reconocer el sedoso cabello castaño recogido en un moño despeinado, los delicados pómulos y la elegante nariz medio oculta por unas enormes gafas de sol.

Allegra Mallory.

Una antigua reina de la belleza que, de acuerdo a la famosa influencer, Buffy Hamilton, ocupaba el segundo lugar, ella se otorgaba el primero a sí misma en la lista: «Quién va a casarse con un millonario».

«Puede que ese no sea el tipo de información que un oficial de las Fuerzas Especiales reconvertido en presidente de una empresa multinacional de seguridad debiera saber», se dijo Tobias. Pero lo cierto era que había tenido relación con ambas mujeres.

Buffy, evidentemente intrigada por su ascenso a millonario seis meses atrás, cuando su fideicomiso familiar había liberado finalmente su herencia, lo había invitado al lujoso yate de su padre. Pero él había declinado el fin de semana para dos.

En contraste, Allegra, que había irrumpido en su vida seis años atrás, no lo había invitado nunca a nada. Le había bastado llegar a Miami con sus ojos oscuros y su mirada ensoñadora, su sofisticado estilo y su acento sureño para poner su vida boca abajo.

Al pasar de largo vio de reojo las esbeltas piernas y los tacones de Allegra. El aspecto que presentaba, con un vestido color esmeralda y una chaqueta corta que ceñía su figura, aumentó su frustración por llegar tarde a la lectura del testamento de Esmae.

Durante media docena de años se había esforzado por reprimir la poderosa atracción que había despertado en él la sobrina de Esmae cuando había llegado a Miami, apenas unas semanas después de que se hubiera mudado a vivir con su novia de entonces, Lindsay. Esa atracción había sido igualmente intensa dos años atrás cuando, después de romper con Lindsay precisamente porque no podía quitarse a Allegra de la cabeza, había sucumbido a la tentación y había pasado una apasionada noche con ella.

Al hacerlo, había sido consciente de haber cruzado una línea: la que lo convertía en el padre que llevaba toda su vida intentando olvidar.

James Hunt no había sido capaz de conformarse ni con un buen matrimonio ni con un mal affaire. Había abandonado a la madre de Tobias y había pasado a tener una sucesión de relaciones con modelos de primera fila. Quince años atrás había muerto en un accidente de coche, mientras que su madre, Alicia Hunt, que había desarrollado una enfermedad del corazón, había fallecido solo seis meses más tarde.

Aunque Tobias había leído los informes médicos, tenía la certeza de que la muerte de su madre se debía a que su padre le había roto el corazón… literalmente.

Siguió conduciendo, pero los recuerdos de la noche con Allegra le impedían concentrarse en encontrar una plaza de aparcamiento.

Una noche despejada, calurosa, el cielo estrellado; las puertas de cristal de la cabaña de la playa de Esmae abiertas de par en par para dejar entrar la brisa. El sonido de las olas rompiendo en la orilla y Allegra Mallory, aún más hermosa desnuda, durmiendo como un bebé en la cama que compartían.

Apretando el volante intentó ahuyentar las vívidas imágenes que le recordaban que había cometido el error que se había jurado evitar: entrar a formar parte de la larga tradición de hombres Hunt, que eran capaces de dejar una relación sólida por una mujer espectacular.

Y ese error había tenido repercusiones que todavía lo torturaban, porque Lindsay, aunque entonces ninguno de los dos lo supiera, estaba embarazada y perdió el bebé el día siguiente a que él se acostara con Allegra. Y aunque Lindsay insistió en que no era su culpa, Tobias estaba convencido que, de haber permanecido con ella, el bebé, su bebé, habría vivido.

Corroído por la culpa por el daño que había causado, había conseguido controlar el deseo de sumergirse en una relación con Allegra convenciéndose de que parte de su interés en él se debía a su fortuna, y había cortado todo contacto con ella. La noche juntos formaba parte del pasado. En aquel momento, lo que le inquietaba era que acudiera a la lectura del testamento. Es decir, que estuviera allí para recaudar.

Una llamada lo distrajo de las especulaciones sobre cuál de las posesiones de los Hunt le habría dejado Esmae a su única sobrina. Tocó la pantalla del ordenador del salpicadero para contestar a su excompañero del ejército, J.T.

–Ya sé que llego tarde –dijo con impaciencia–. El vuelo se ha retrasado. Entretén a Phillips hasta que llegue.

No quería perderse ni un minuto de la reunión. Esmae tenía acciones de Hunt Security. Con un cinco por ciento del multimillonario negocio que su familia había construido desde la nada, y con el historial de engaños y manipulaciones a las que la aristocrática familia Mallory había sometido a su familia cuando eran pobres, tenía claro que no podía dejar nada al azar.

J.T. replicó en el mismo tono:

–¿De verdad crees que Esmae es capaz de haber dejado a Allegra las acciones? Al fin y al cabo, son de los Hunt.

–Pero pasaron a ser suyas porque mi abuelo no se molestó en redactar un nuevo testamento cuando se casó con ella, y luego tuvo la mala suerte de morir en un accidente de yate.

Pero el verdadero conflicto entre las familias se retrotraía a una generación anterior. A su bisabuelo, Jebediah, quien había trabajado en el rancho de Alexandra Mallory hasta que habían comprado una propiedad a medias. Tres años más tarde, durante un periodo de sequía y un tórrido affaire entre ellos, Alexandra había desparecido. El abogado que había hecho el reparto de tierra había otorgado en propiedad a Alexandra la mitad en la que, al poco tiempo, se descubrió uno de los pozos petrolíferos más importantes de Texas. Por contraste, la familia de Tobias se había quedado con un secarral que prácticamente los había llevado a la ruina.

Aunque J.T. era astuto y un viejo amigo, era nuevo en la compañía y no había tenido tiempo de aprender los sutiles detalles de la saga Hunt-Mallory.

–Si Esmae fuera a cederme las acciones, habría aceptado la oferta de compra que mi padre le hizo hace veinte años. Afortunadamente, mi abuelo tuvo la visión de cederle a mi padre el noventa y cinco por ciento de la empresa un par de años antes de morir. De otra manera, Hunt Security llevaría el nombre de Mallory Security.

–Pero Esmae te aseguró…

–Eso fue cuando yo era el único beneficiario de su testamento. Pero hace dos años, cuando Allegra se mudó a Miami, Esmae lo cambió y no desveló en qué términos –Tobias buscó con impaciencia un espacio vació–. Es evidente que el testamento nuevo no me beneficia, Si no, por qué iba a ocultármelo.

El pulso se le aceleró al ver a Allegra entrando en el ascensor. Durante una fracción de segundo, cuando ella se volvió, sus miradas se encontraron, pero la puerta se cerró. Tobias bajó la rampa al siguiente nivel, que también estaba lleno.

–Yo debería heredar las acciones –añadió en tono sombrío–, pero lo cierto es que no tenía relación de sangre con Esmae y Allegra sí. Y siempre que hay un Mallory implicado, es en perjuicio de un Hunt –su bisabuelo Jebediah lo sabía mejor que nadie–. No olvides que Esmae avaló el negocio de spa de Allegra, y que esta la ha atendido estos últimos meses de enfermedad.

Se produjo un silencio.

–¿De verdad crees que Allegra haría algo así? He leído lo que se ha escrito sobre ella online, pero viniendo de Buffy Hamilton no puede tomarse en serio.

Tobias tuvo que controlar su irritación, cuando no solía perder la calma, y menos con J.T., con el que había servido durante años en Afganistán. Era la persona en la que más confiaba del mundo.

–Tú saliste con ella, así que deberías saberlo.

–Empiezas a sonar como Julia. Solo pasé un fin de semana en el yate de su padre –masculló J.T.

Julia era la novia con la que J.T. acababa de romper. Tobias frunció el ceño.

–No sabía que ese fuera el motivo de vuestra ruptura.

–No lo ha sido. Digamos que había otros… motivos, pero Julia insistía en mencionar a Buffy.

–¿Quieres decir que sí había alguien más?

No era de extrañar. J.T. era alto, rubio, de piel cetrina, con el tipo de constitución que atraía todas las miradas femeninas. Además era un empresario multimillonario.

–No exactamente. Lo que quiero decir es que esa supuesta persona no era Buffy.

–Volviendo al testamento –dijo Tobias–. Hace seis meses Esmae incluyó a Allegra como beneficiaria. Sea lo que sea lo que decidió, Allegra lo sabe y no me va a gustar.

–Me cuesta pensar que Allegra haya intentado aprovecharse de una tía moribunda.

Tobias se tensó, La última vez que habían hablado del tema, J.T. estaba de acuerdo con él, pero en aquel momento, tuvo la sensación de que se había unido al club de fans de Allegra.

–No sabía que la conocieras –comentó.

Tras un breve silencio, J.T. contestó:

–Nos hemos visto un par de veces. Julia acudía a su spa y la invitó a varias cenas con amigos.

Tobias apretó los dientes. J.T. había caído bajo el hechizo de Allegra. Volvió al piso superior y finalmente vio que un coche dejaba una plaza vacante.

–Supongo que eso fue antes de que rompieras con Julia.

–De otra manera, no la habría invitado a cenar a casa –dijo J.T. ofendido.

–No, claro.

J.T. había roto hacía un mes y Tobias se preguntó si Alegra podía ser esa «otra persona» a la que se había referido. Si la información de Internet era cierta, tenía sentido que J.T. fuera el siguiente millonario al que Allegra quisiera seducir.

Mientras aparcaba, dijo ásperamente:

–Si te he hecho venir a la lectura del testamento es porque estoy seguro de que hay algo raro. Nos vemos enseguida.

Colgó.

J.T. y Allegra. No se le había pasado por la cabeza. Y no estaba dispuesto a que sucediera.

El destino quiso que aparcara a dos coches del elegante descapotable de Allegra.

Tobias miró la hora y comprobó que llegaba diez minutos tarde. Mientras subía en el ascensor, se acordó de su último encuentro con Esmae que, a los noventa y dos años, seguía siendo testaruda, arrogante y levemente manipuladora. Todas ellas características de los Mallory.

Por algunos comentarios que su abuelastra había hecho, Tobias supo que había dispuesto algo peculiar en su testamento, y lo había visto confirmado cuando Esmae no le había dejado ver una copia. Que Allegra acudiera a la lectura significaba que los cambios incluían a su bisnieta.

Las puertas se abrieron en la planta de las exclusivas oficinas de bufete de abogados de Esmae, dirigido por Phillips. La mirada de Tobias localizó al instante a Allegra, y aunque se había preparado para el encuentro, en cuanto sus ojos se encontraron sintió que todos sus músculos se tensaban. Era la única mujer con la que reaccionaba de esa manera.

Ni el tiempo ni la distancia ni la culpabilidad habían conseguido que la olvidara. A pesar de salir con montones de mujeres que debían haber sido perfectas para él, como lo era su ex, Lindsay, seguía deseando a Allegra Mallory.

Se obligó a recordar las relaciones entre los Mallory y los Hunt.

El primer golpe lo había asestado Alexandra Mallory, acostándose con Jebediah, engañándolo y enriqueciéndose en el proceso.

Hacía setenta años, Esmae había evitado la quiebra financiera en la que habían caído los Mallory al casarse con el abuelo de Tobias, Michael Hunt. Ese había sido el segundo golpe.

Esmae había sido hermosa, pero Allegra, con su sedoso cabello, sus delicadas facciones y sus voluptuosos labios, era espectacular. Pero él no iba a permitir que la tradición familiar se prolongara.

No habría un tercer golpe.

 

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Allegra desvió la mirada de la magnética presencia de Tobias, que la observaba como si, por haberle quitado la plaza de aparcamiento, lo hubiera retado, tirándole un guante que él había recogido.

La culpabilidad por haber sido tan agresiva y otras sensaciones mucho más perturbadoras que se concentraron en la boca de su estómago fueron reemplazadas por una profunda irritación.

Tomó aire para suavizar su semblante, pero fue difícil recuperar la calma cuando la entrada de Tobias, con sus anchos hombros y su característico aplomo, consumió el oxígeno de la habitación.

Allegra se llevó la mano instintivamente al sencillo brazalete de diamantes, uno de los premios incluidos en su último concurso de belleza. Se lo había puesto exprofeso, como una manera de recordar que era una mujer de éxito y con objetivos claros, cuya vida no se definía por los errores ajenos.

Y lo cierto era que en los dos últimos años, tras un escándalo falso que había acabado con la carrera profesional en San Francisco por la que se había dejado la piel, tenía que perdonar muchos de esos errores.

Decidida a ignorar a Tobias y a su abogado, J.T., se dirigió a Phillips:

–¿Podemos empezar? Tengo una cita a las doce.

La cita era con un una cafetería que servía su ensalada favorita, pero nadie tenía por qué saberlo.

–Y no querríamos que te retrasaras –dijo Tobias sarcástico.

Allegra ignoró el calor que le subió a las mejillas y mantuvo la vista fija en Phillips, quien, mirándola con escepticismo, le pasó una copia del testamento. Tras seis meses en una empresa financiera rodeada de hombres que no parecían concebir que una mujer fuera atractiva y tuviera prioridades y planes en los que ellos no estaban incluidos, Allegra se había acostumbrado a recibir ese tipo de trato.

Aparentemente, puesto que había heredado el cabello castaño Mallory, y los ojos oscuros y la figura despampanante de su madre, los hombres no conseguían tomarla en serio. Aunque el problema lo tuvieran ellos, Allegra se esforzaba por presentar el aspecto más discreto posible.