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Deseo 1671 ¿Qué iba a hacer con Angelina? Dominic Moretti sabía que podía despedir a su secretaria. Estaba seguro de que tenía derecho a hacerlo, pero se dio cuenta de que lo que realmente quería era hacerle pagar. Era consciente de que la venganza no era un sentimiento muy noble, pero aquella mujer le había robado y no sabía por qué. Había confiado en ella por completo y, durante todo el tiempo en el que había estado luchando contra su atracción por ella, Angelina había estado confabulada con su enemigo. Pero tenía la sartén por el mango y podía hacer con ella lo que quisiera, y lo que deseaba era conseguir que fuera totalmente suya.
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Seitenzahl: 150
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos 8B
Planta 18
28036 Madrid
© 2009 Katherine Garbera
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Completamente mía, n.º 1671 - octubre 2022
Título original: The Moretti Arrangement
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1141-315-2
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
–¿Va todo bien, señor Moretti? –le preguntó su secretaria, Angelina De Luca, cuando volvió al despacho.
Dominic no sabía qué haría sin ella. Aquella mujer era una diosa y la necesitaba más que nunca ahora que se había producido una fuga en la empresa.
–No, Angelina, no estoy bien. Necesito ver a Antonio inmediatamente. Dile que venga a mi despacho.
–Sí, señor Moretti.
–Angelina, te he dicho muchas veces que me puedes llamar Dominic.
–Sí, es cierto, pero cuando llega usted al despacho tan enfadado como hoy… creo que es mejor respetar el protocolo e intentar pasar desapercibida.
–¿Te he tratado alguna vez injustamente? –le preguntó Dominic.
–Claro que no –sonrió Angelina.
Dominic también sonrió. De no haber sido por la maldición que descansaba sobre su familia, le habría demostrado a aquella preciosa secretaria lo mucho que le interesaba.
La maldición en concreto profetizaba que todos los miembros de la familia Moretti tendrían suerte en el amor o en los negocios, pero nunca en ambas cosas.
Lorenzo Moretti, el abuelo de Dominic, había tenido mucha suerte en los negocios, pero había muerto solo y amargado. El padre de Dominic, Giovanni, había sido y seguía siendo un hombre muy afortunado en el amor y compartía una relación maravillosa con la madre de Dominic.
Y ahora sus hermanos lo estaban estropeando todo, estaban incumpliendo el pacto de sangre que habían hecho siendo adolescentes. Se habían prometido que conseguirían devolver el buen nombre a la familia tanto en los circuitos de Fórmula 1 como en su empresa, especializada en coches deportivos de lujo.
Dominic vivía en Milán, pero viajaba por todo el mundo para atender a los invitados que llegaban a los grandes premios de Fórmula 1. Como presidente de Moretti Motors, se estaba encargando en aquellos momentos del próximo lanzamiento del Vallerio Roadster, un clásico de los setenta, que llevaba el nombre de uno de los pilotos de Fórmula 1 más conocidos de la época, Pierre Henri Vallerio, gran amigo de Lorenzo Moretti.
–¿Puedo hacer algo por usted? –le preguntó Angelina.
–Seguir haciendo tu trabajo –contestó Dominic.
Cada vez confiaba más en su secretaria y, gracias a ella, las cosas iban bien. El año pasado, Dominic se había dado cuenta de que alguien estaba sacando secretos de Moretti. Al principio, había sido el diseño del motor y algunas modificaciones. Dominic, Antonio y Marco no habían tardado mucho tiempo en darse cuenta de que tenían un topo. Había dilucidado que el infiltrado tenía que estar en las oficinas de Milán, pero no habían conseguido avanzar más.
Marco estaba muy ocupado porque era el conductor de Fórmula 1 del equipo Moretti, así que no tenía tiempo de vigilar lo que sucedía en las oficinas, Antonio estaba ocupado con la familia Vallerio, asegurándose de que el uso que hacían del nombre del corredor cumpliese con lo que Pierre Henri había firmado.
Por tanto, el único que quedaba libre para averiguar quién era el infiltrado era él, que estaba decidido a demandar al espía por lo que estaba haciendo.
–Voy a avisar a Antonio para que venga cuanto antes –anunció su secretaria–. Lo ha llamado Ian Stark. Lo he pasado al contestador automático para que dejara un mensaje de voz.
–Gracias, Angelina.
Dominic entró en su despacho, el despacho que habían ocupado todos los presidentes de Moretti Motors desde que su abuelo había comprado aquel edificio en 1964. En aquel entonces, su abuelo no había escatimado en gastos porque había querido que todo aquél que entrara en aquella estancia tuviera muy claro que el hombre que la ocupaba tenía mucho poder, quería que supieran que se trataba de un hombre que podía hacer cosas importantes.
Dominic se acercó a la pared en la que estaba colgado el retrato de su abuelo junto a su primer coche de Fórmula 1, el primer coche de Moretti Motors, que él mismo había diseñado y conducido en el Gran Premio de Lemans.
Al mirar a su abuelo, recordó las promesas que Antonio, Marco y él se habían hecho. Tenía muy claro que sus hermanos estaban convencidos de que el sueño de reconstruir la empresa era ya una realidad, pero él quería más, quería que el legado que les había dejado su abuelo continuara, quería que la empresa fuera sinónimo de lujo, velocidad y esplendor.
Y no lo conseguiría mientras en las oficinas de Milán hubiera un espía que estaba vendiendo los secretos que ellos habían tardado tres años en desarrollar.
Angelina llamó a Antonio y lo saludó educadamente cuando llegó al despacho de Dominic. En cuanto el hermano de su jefe hubo entrado en su despacho, se le borró la sonrisa de la cara.
Le encantaba el trabajo que hacía en Moretti Motors, pero no creía que le fuera a durar mucho. Estaba en una situación comprometida. Había permitido que la manipularan, pero tampoco podía echar la culpa a otros, era responsable de sus acciones y sabía que, le dijera lo que le dijera a Dominic Moretti para intentar justificar lo que había hecho, no le iba a servir de nada.
Estaba medio enamorada de él, de aquel hombre alto, fuerte y guapo que resultaba de lo más sensual con sus ojos oscuros de mirada penetrante. A veces, cuando la miraba, Angelina tenía la sensación de que le estaba leyendo el pensamiento. Menos mal que sabía que eso no era posible, que Dominic no podía ver las mentiras que Angelina ocultaba con tanto cuidado.
–Angelina –le dijo Dominic por el interfono.
–¿Sí?
–Por favor, resérvame mesa para cenar con mis padres el viernes en el Cracco-Peck.
–¿A las nueve está bien?
–Sí.
Angelina hizo la reserva y, a continuación, le mandó un correo electrónico a Dominic y otro a sus padres para confirmar la información. Angelina estaba al corriente de todos los detalles de la vida de Dominic, que vivía entregado a su empresa.
Aquel hombre no era el presidente de Moretti Motors, era Moretti Motors en persona. Sus hermanos también tenían responsabilidades en la empresa, pero Dominic vivía por y para ella.
Y Angelina estaba robando los secretos que tanto le había costado desarrollar. De hecho, hacía dos días que había ido a Londres para encontrarse con Barty Eastburn, de ESP Motors, para darle los últimos planes de la empresa.
En aquel momento, sonó su teléfono móvil. Al mirar la pantalla, comprobó que se trataba de su hermano.
–Renaldo, ahora no puedo hablar.
–Es importante, Ange. Necesito que me hagas otro favor. Eastburn no está satisfecho con lo que le has dado.
–Renni, no puedo hablar ahora, de verdad. Estamos todos vigilados.
–Me van a matar, Ange. Ya sé que no es justo pedirte que me vuelvas a ayudar, pero no tengo otra persona a la que recurrir.
A Angelina le entraron ganas de llorar. Su hermano era el único pariente que tenía en el mundo, pero no podía confiar en él. A pesar de que sólo le sacaba quince meses, se sentía mucho mayor que él.
–Veré lo que puedo hacer. ¿Qué quiere?
–Vas a tener que venir a Londres. Ya te ha sacado el billete de avión.
Angelina no sabía si iba a ser capaz de seguir adelante con todo aquello. No quería que mataran a su hermano y sabía que Renaldo no estaba exagerando. Había jugado y había perdido mucho dinero y, por lo visto, la única manera que tenía de pagar sus deudas era que su hermana traicionara a su jefe.
–Ahora mismo no te puedo prometer nada. La verdad es que no me gusta nada hacer esto, Renni.
Su hermano no contestó inmediatamente. Angelina oyó el ruido del mar por detrás y se preguntó cómo había llegado su hermano a perderse de aquella manera.
–Lo entiendo perfectamente, Ange. Has hecho mucho más de lo que cualquier hermana debería tener que hacer por su hermano.
Lo había dicho con aquel tono de voz que denotaba que estaba a punto de hacer algo estúpido y peligroso y Angelina no quería tener que volver a ir a verlo al hospital.
–Iré a Londres –accedió.
–Gracias, Ange.
–Es la última vez, Renni. Quiero que vuelvas a Milán conmigo. Se acabó el juego.
–Está bien, te lo prometo.
Angelina colgó el teléfono y se masajeó las sienes. Sabía que las promesas de su hermano no valían nada. Sabía que su hermano era sincero en aquellos momentos, que realmente quería dejar el juego, pero una cosa era querer y otra poder.
En aquel momento, se abrió la puerta del despacho de Dominic y su jefe salió con su hermano. A Angelina le entraron ganas de decirle que dejaba el trabajo y salir corriendo, pero, lejos de hacerlo, se quedó escuchando la conversación.
Antonio le estaba diciendo a su hermano que tenía terminado el diseño del Vallerio Roadster y que el boceto del nuevo motor estaba encima de su mesa.
–Angelina, ¿podrías venir a mi despacho un momento, por favor? –le pidió Dominic cuando su hermano se hubo ido.
–Sí, ¿me llevo cuaderno?
–No.
Angelina se puso en pie y Dominic la dejó pasar primero. Una vez en su despacho, se sentó mientras su jefe cerraba la puerta. A continuación, se quedó mirándola y Angelina tuvo la sensación de que la había descubierto.
Dominic había descubierto que había estado robando información secreta y entregándosela a ESP Motors. Aunque no le hacía ninguna gracia ir a la cárcel, se sentía muy aliviada, pues no había nacido para robar y ya lo llevaba haciendo un año.
–Te he llamado porque quiero que me ayudes a tender una trampa.
Angelina palideció.
–¿Una trampa?
–He mandado que me hicieran dos juegos de copias con la configuración del nuevo motor y quiero que le mandes una a Emmanuel y otra a Stephan.
–¿Y no sería mejor llamarlos a su despacho y hablar con ellos? –sugirió Angelina.
No quería que Dominic sospechara de aquellos dos directivos, pues los dos eran buenos hombres y tenían familia.
Dominic negó con la cabeza.
–He contratado a una empresa de investigadores privados y me han dicho que tenemos que pillar al espía con las manos en la masa. De lo contrario, no podremos demostrar que ha sido él y no quiero que ese hombre se vaya de rositas después de haberme robado.
Angelina asintió dándose cuenta de que el momento de la verdad estaba muy cerca.
Evidentemente, tarde o temprano, la iban a descubrir.
Al día siguiente por la tarde, Dominic estaba muy satisfecho. Todo estaba en marcha para atrapar al espía. Había contratado a Ian Stark, de Stark Security, un compañero de la universidad que se había hecho cargo, al igual que él, de la empresa de su familia.
Stark Security llevaba más de cien años protegiendo a los ricos y famosos, pero no a través de la contratación de guardaespaldas sino protegiendo la propiedad intelectual y lo hacían muy bien.
Lo había contratado para que atrapara al espía que se había colado en su empresa y, en aquellos momentos, iba para allá, motivo más que suficiente de celebración.
Sus hermanos estaban ocupados en aquellos momentos y, aunque iba a cenar con sus padres aquella noche, quería celebrarlo inmediatamente.
¿O sería que se estaba buscando cualquier excusa para invitar a su guapísima secretaria a tomar una copa?
Sí, era eso.
Dominic salió de su despacho y comprobó que la mesa de Angelina estaba vacía. Se había sentado en su silla y estaba dejándole una nota cuando volvió.
–Ah, estás aquí –le dijo.
–Sí, ¿necesita algo? –contestó ella.
–Sí, que te pongas el abrigo porque nos vamos a ir a tomar una copa para celebrar.
Angelina le sonrió con aquella sonrisa suya tan tímida que a Dominic le hacía tener unas fantasías de lo más eróticas.
–¿Y qué vamos a celebrar?
–Que todo ha salido bien.
–Excelente.
Al ponerse en pie, Dominic se dio cuenta de lo pequeña y femenina que era su secretaria. Aquel día llevaba un vestido ajustado de escote abierto. Tenía el pelo rizado y lo llevaba cortado a la altura del mentón, de manera que, cuando se movía, ondulaba alrededor de su rostro de piel de porcelana.
Angelina se había acercado a su mesa, pero Dominic no se había apartado. Desde su posición, se fijó en sus labios, aquellos labios que soñaba con besar. Al hacerlo, se dio cuenta de que el labio inferior era más voluminoso que el superior y, sin saber lo que hacía, comenzó a inclinarse sobre ella.
–Dominic.
–¿Mmm?
–¿En qué está pensando? –le preguntó Angelina.
Parecía nerviosa y eso la llevó a mojarse los labios.
Cuánto deseaba besarla, quería percibir el sabor de su boca y tenerla entre sus brazos. Ahora que estaba a punto de atrapar al espía, tendría todo el tiempo del mundo para dedicarse a aquella encantadora mujer.
Dominic necesitaba una aventura y quería tenerla con Angelina.
–Estaba pensando en ti.
–¿En qué sentido?
Sí, estaba nerviosa. Normalmente, a Dominic le gustaban las mujeres más sofisticadas, las mujeres que sabían a lo que iban y que no se enamoraban y, después de dos años trabajando junto a Angelina, sabía que ella no era así.
A lo mejor lo más inteligente por su parte sería olvidarse de ella, pero no podía. Había intentado ignorarla desde el principio. Entonces, le había resultado relativamente fácil, pues se había visto obligado a concentrar todas sus energías en recuperar la empresa, pero últimamente no podía parar de pensar en lo atractiva que era aquella mujer.
–En el sentido de besarte –contestó Dominic.
–¿Por qué? –contestó Angelina tapándose la boca.
–¿Y por qué no?
–Porque trabajamos juntos.
–¿Te supone eso algún problema?
Angelina ladeó la cabeza. Al hacerlo, se le escapó un rizo, que le fue a caer sobre la cara. Dominic se apresuró a apartárselo antes de que a ella le diera tiempo de reaccionar. Le pareció que tenía la piel muy suave. Claro que nunca lo había dudado.
Angelina apoyó la mejilla contra la palma de su mano y cerró los ojos brevemente, lo que lo sorprendió.
–Sí, creo que me supone un problema porque me gusta mucho mi trabajo –le dijo.
Dominic apartó la mano y dio un paso atrás con profundo respeto.
–Eres una secretaria maravillosa y me sería muy difícil encontrar una sustituta.
–Entonces, ¿me despediría?
–No, sólo te mandaría a otro departamento para que no te sintieras presionada… últimamente, no puedo parar de pensar en ti.
–Yo también he pensado en ti –confesó Angelina, tuteándolo.
Dominic enarcó una ceja.
–¿De verdad? ¿Y qué has pensado?
–No te lo voy a decir, pero acepto salir a tomar una copa contigo. ¿Qué celebramos?
–Que Stark Security ha encontrado al espía. Mañana por la mañana esa persona pasará a disposición policial y nosotros seguiremos adelante con nuestras vidas.
Angelina se sonrojó.
–¿Ya tienes el nombre?
–No, todavía no. A Ian no le gusta dar ese tipo de información por teléfono.
–¿Cómo ha averiguado de quién se trataba?
–Te lo cuento mientras nos tomamos esa copa.
–Vaya, se me había olvidado que es miércoles.
–¿Y qué pasa los miércoles?
–Que voy a una tertulia literaria. Esta semana me toca moderarla a mí, así que no puedo faltar. Lo siento, Dominic. Enhorabuena por lo del espía –se despidió colgándose el bolso del hombro.
Dominic se quedó observándola mientras se iba. Le hubiera gustado pasar aquella noche con ella, pero sabía que, si quería que Moretti Motors fuera bien, le interesaba que Angelina siguiera trabajando para él.
Angelina no se lo pensó dos veces. Tenía que realizar aquella llamada. Ya no podía más, no podía continuar trabajando para Dominic y vendiendo sus secretos a ESP Motors.
Por supuesto, le preocupaba la seguridad de su hermano. De hecho, eso era lo único que la había motivado a hacer lo que había hecho, pero había ido demasiado lejos.
No podía seguir haciendo lo que estaba haciendo. No había excusa.
Al salir del trabajo, en lugar de irse a casa, había estado paseando por Milán y había terminado en la Plaza del Domo. Una vez allí, se había sentado en un pequeño café y había pedido una copa de vino.
Allí estaba, viendo pasar a la gente. Qué sencillas parecían sus vidas comparadas con la suya, tan complicada. ¿Cómo había sucedido todo aquello? ¿Cuánto tiempo tardarían en detenerla y en mandarla a la cárcel?