Confucio en 90 minutos - Paul Strathern - E-Book

Confucio en 90 minutos E-Book

Paul Strathern

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Beschreibung

De la vida de Confucio, cuya filosofía ha conformado las vidas de millones de seres humanos durante más de dos milenios, lo desconocemos casi todo. Las reglas de conducta que nos legara perduran, pese a que apenas conservamos una breve compilación de aforismos y máximas llevada a cabo por sus discípulos directos, y algunas citas dispersas en textos posteriores. Y, sin embargo, sus enseñanzas acerca del gobierno y el desempeño de la función pública han dejado una impronta indeleble en la cultura y en la vida intelectual y moral de todo Extremo Oriente. En Confucio en 90 Minutos, Paul Strathern presenta un recuento preciso y experto de la vida e ideas de Confucio, y explica su influencia en la lucha del hombre por comprender su existencia en el mundo. El libro incluye una selección de escritos de Confucio, una breve lista de lecturas sugeridas para aquellos que deseen profundizar en su pensamiento, y cronologías que sitúan a Confucio en su época y en una sinopsis más amplia de la filosofía.

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Siglo XXI

Paul Strathern

Confucio

en 90 minutos

Traducción: Pilar Tutor

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Confucius in 90 minutes

© Paul Strathern, 1999

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2004, 2014

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1707-1

Introducción

Confucio lo sabía todo de la vida, y sin embargo sabemos muy poco de la suya. Esta circunstancia nos deja en desventaja cuando se le va a juzgar como persona. Nos ha dicho cómo comportarnos, pero acerca de su propia conducta poco es lo que podemos averiguar.

Confucio es el aspirante con más posibilidades de conseguir el título de hombre más influyente de la Historia, por tanto debemos sentirnos afortunados de que su filosofía sea nebulosa y bastante aburrida. Su colección de tópicos bienintencionados, máximas pintorescas y anécdotas cuasi-enigmáticas se combinan para producir una filosofía ideal para funcionarios. Y esta era precisamente la intención de Confucio. A diferencia de otros sabios, no deseaba ver a su discípulos convertidos en vagabundos sin un céntimo deambulando por los caminos en un estado de iluminación que no les daba para comer. Su objetivo era convertir a sus pupilos en excelentes funcionarios del gobierno y aquí radicó su éxito, que superó sus más optimistas expectativas. Durante más de dos mil años, sus enseñanzas proporcionaron reglas de conducta y alimento espiritual para administrativos, maestros, ministros y administradores que vivían en el seno del atrofiante conformismo del Imperio chino. Este era el imperio que nos regaló la maldición «Ojalá vivas momentos interesantes». En la China de Confucio, el aburrimiento era una bendición. Pero no resulta en absoluto sorprendente si se consideran las alternativas. Si alguien se salía de la línea marcada, si cometía incluso el más mínimo delito, debía sentirse afortunado si no acababa castrado. Las cortes de los irascibles gobernantes chinos parecían estar regidas a veces por una pandilla de niños en edad escolar.

Hasta la revolución comunista de 1949, el confucianismo era casi sinónimo de modo de vida chino. Durante la época de Mao, en la China continental, el confucianismo fue considerado con una profunda ambivalencia. El mismo Confucio fue vilipendiado porque se creía que había pertenecido a la clase de «terratenientes y capitalistas». (En realidad, no se encuadraba en ninguna de estas exaltadas categorías. Confucio pasó la mayor parte de su vida sin empleo, siempre andaba escaso de dinero y carecía de propiedades.) Durante la Revolución Cultural de la década de 1960, la Guardia Roja intentó purgar los últimos restos de confucianismo en el pensamiento chino. Aun así, el presidente Mao continuó en alguna ocasión alentando a sus camaradas con enseñanzas de Confucio. Estos últimos hechos indican una fuerte corriente subterránea de confucianismo en la filosofía china que persistió por debajo del barniz del marxismo.

Por otro lado, el confucianismo permaneció y permanece muy vivo en toda la diáspora china, desde Taiwán a los chinatowns de todo el mundo. Los pensamientos de Confucio han sobrevivido con éxito de generación en generación, y su nombre ha logrado una centralidad cultural similar a la de Shakespeare para los ingleses o Goethe para los alemanes.

Sorprendentemente, Confucio como persona fue un fracaso. O eso creía él (y quiénes somos nosotros para contradecir a un hombre tan sabio). Confucio consideraba que no había tenido éxito en su vida, y murió sintiéndose profundamente decepcionado.

Vida y obra de Confucio

Confucio es la forma latinizada de Kung-fu-tzu (que significa «el maestro Kung»). Nació en el siglo vi a.C. y vivió durante la mayor parte de su vida en la región costera septentrional de China. El siglo vi a.C. fue, quizá, el más relevante de toda la evolución humana desde el primer hombre de las cavernas que, inadvertidamente, prendiera fuego a su hogar. Además de ser testigo del nacimiento de Confucio, este siglo también vio la fundación del taoísmo, el nacimiento de Buda y el inicio de la filosofía griega. Sigue siendo un misterio por qué estos acontecimientos cruciales tuvieron lugar en ese preciso momento, cuando la mayor parte de las civilizaciones se encontraban en distintos estados de desarrollo y máxime cuando no tenían contacto entre ellas. (Alguna de las soluciones que se esgrimieron para explicarlo, como visitas de extraterrestres, actividad excepcional en la superficie del Sol, enfermedades cerebrales, etc., tal vez indican que nuestro desarrollo mental no ha progresado mucho desde entonces.)

Confucio nació el 551 a.C. en el estado feudal de Lu, que ahora forma parte de la provincia costera septentrional de Shantung. Procedía de una larga línea de nobleza empobrecida y se dice que descendía directamente de los gobernantes de la dinastía Shang.

Había sido esta la primera dinastía china, y duró más de seiscientos años, desde el siglo xviii al xii a.C. Se decía que el pueblo chino realizaba por aquel entonces una cerámica de color azul pintada con hermosas flores, y que utilizaba conchas de caurí rosa como moneda. Según la leyenda, a sus habitantes se les atribuye haber inventado la escritura china para poderse comunicar con sus antepasados por medio de mensajes grabados en los caparazones de las tortugas. Naturalmente todas estas encantadoras tonterías fueron rechazadas por los historiadores más rigurosos, hasta que posteriores descubrimientos arqueológicos confirmaron la existencia y un estilo de vida similar en una dinastía del segundo milenio a.C. Pero, por desgracia, entre los mamotretos que se conservan de caparazones de tortuga no se ha descubierto ningún mensaje de los primeros miembros de la familia de Confucio.

Lo que sabemos es que el padre de Confucio era un oficial militar de baja categoría y que tenía setenta años cuando nació Confucio. Cuando el filósofo tenía tres años, su padre murió y fue educado por su madre. (Curiosamente, de la docena más o menos de personajes que fundaron las filosofías y religiones más grandes del mundo una gran mayoría fueron educados en familias monoparentales.)

Años después, Confucio recordaría: «Cuando tenía quince años, solo estaba interesado en estudiar». Esta fue la base de su vida, que posteriormente la dividiría en claras etapas: «…Cuando tenía treinta años comencé mi vida; a los cuarenta estaba seguro de mí mismo; a los cincuenta comprendí mi lugar en el vasto esquema de las cosas; a los sesenta aprendí a dejar de discutir; y ahora a los setenta puedo hacer lo que quiero sin perturbar el desarrollo de mi vida». Es difícil separar lo que es auténtica autobiografía espiritual, y lo que es una variante de Confucio sobre la sabiduría tradicional concerniente a las «edades del hombre». De cualquier forma, contiene muy pocas notas personales o, lo que consideraría un lector moderno, muy poca «vida».