Dostoievski en 90 minutos - Paul Strathern - E-Book

Dostoievski en 90 minutos E-Book

Paul Strathern

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Beschreibung

Tras sobrevivir a un pelotón de fusilamiento a los 28 años, Dostoievski nunca se tomó las cosas a la ligera. Sus grandes novelas irrumpen en la escena literaria europea como una sucesión de tormentas y su entendimiento de los recovecos más oscuros y extremos de la mente humana arrojan mucha luz sobre la psicología y la pasión. Sus libros, clásicos de la literatura, inspiraron a escritores y pensadores tan dispares como Nietzsche y Kafka. En "Dostoievski en 90 minutos", Paul Strathern nos ofrece el relato conciso de un experto sobre la vida e ideas de Dostoievski y explica su influencia sobre la literatura y la lucha de los hombres por entender su lugar en el mundo. El libro también incluye una selección de textos de las obras de Dostoievski, una cronología de la vida y época del autor y una selección de lecturas recomendadas para quienes deseen seguir leyendo.

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Siglo XXI

Paul Strathern

Dostoievski

en 90 minutos

Traducción: Sandra Chaparro

Tras sobrevivir a un pelotón de fusilamiento a los 28 años, Dostoievski nunca se tomó las cosas a la ligera. Sus grandes novelas irrumpen en la escena literaria europea como una sucesión de tormentas y su entendimiento de los recovecos más oscuros y extremos de la mente humana arrojan mucha luz sobre la psicología y la pasión. Sus libros, clásicos de la literatura, inspiraron a escritores y pensadores tan dispares como Nietzsche y Kafka.

En Dostoievski en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece el relato conciso de un experto sobre la vida e ideas de Dostoievski y explica su influencia sobre la literatura y la lucha de los hombres por entender su lugar en el mundo. El libro también incluye una selección de textos de las obras de Dostoievski, una cronología de la vida y época del autor y una selección de lecturas recomendadas para quienes deseen seguir leyendo.

«90 minutos» es una colección compuesta por breves e iluminadoras introducciones a los más destacados filósofos, científicos y literatos de todos los tiempos. De lectura amena y accesible, permiten a cualquier lector interesado adentrarse tanto en el pensamiento, los descubrimientos y la obra de cada figura analizada como en su influencia posterior en el curso de la historia.

Diseño de portada

RAG

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Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Dostoevsky in 90 minutes

© Paul Strathern, 2004

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2016

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1805-4

Introducción

Al alba del 22 de diciembre de 1849 condujeron a Fiódor Dostoievski, de 28 años, a la plaza Semionovski de San Petersburgo junto a sus compañeros de prisión. Sobre la nieve había una fila de soldados con rifles frente a tres postes de madera gris cercanos a la pared. Se hizo formar a los conspiradores y se leyeron sus nombres seguidos de las palabras, «condenado a muerte por fusilamiento». Era la primera vez que escuchaban su condena y fue como un jarro de agua fría.

Obligaron a los prisioneros a arrodillarse en la nieve y un sacerdote leyó en voz alta, por encima de sus cabezas, las palabras que exigía el ritual, «[…] pues la muerte es el precio del pecado».

Años después Dostoievski describiría en tercera persona lo que sintió mientras esperaba que se cumpliera la condena:

Había una iglesia cerca con su tejado dorado brillando bajo el sol. Recordaba haber mirado con gran intensidad el tejado y los rayos de sol que brotaban de él. No podía apartar sus ojos de ellos; le parecían su nueva naturaleza y sintió que, en tres minutos, de alguna forma, se fundiría en ellos.

Hicieron avanzar a los tres primeros prisioneros y los ataron a los postes con cuerdas, los brazos firmemente inmovilizados tras la espalda y las cabezas envueltas en capuchas de lino. Dostoievski era uno de los tres siguientes. El oficial dio la orden y los soldados del pelotón de fusilamiento alzaron los rifles.

De repente se oyó el sonido de cascos a galope. El jinete detuvo su caballo junto al oficial y le entregó un paquete sellado. El oficial rompió el sello y leyó el mensaje: «Por la infinita clemencia de su majestad, el zar Nicolás I […]». Se habían conmutado las condenas de los prisioneros. Más tarde Dostoievski escribiría: «No recuerdo día más feliz en mi vida». Tuvo suerte: otro de los conspiradores se había vuelto loco tras la experiencia, que en el fondo no había sido más que una cruel farsa desde el principio, ideada por el zar mismo para enseñar a Dostoievski y los demás prisioneros una lección que no olvidarían nunca. Dostoievski siempre recordaría esta experiencia, pues más tarde escribiría: «¿Sabéis lo que es una sentencia de muerte? Quien nunca ha mirado a la muerte a la cara no lo puede entender».

Una persona que ha pasado por tales experiencias no suele tomarse las cosas a la ligera; lo que sin duda se aplica a Dostoievski, a su vida y a su obra.

Vida y obra de Dostoievski

Fiódor Mijáilovich Dostoievski nació en Moscú en 1821, un domingo, 30 de octubre u 11 de noviembre según el calendario moderno. Por entonces Rusia iba doce días por detrás de Europa occidental, pero en muchos aspectos, como la vida de los campesinos en las zonas rurales, Rusia estaba siglos por detrás de Europa occidental. La vida en las dos grandes ciudades, San Petersburgo, la capital «europea», y Moscú, la ciudad de la «Santa Rusia», tampoco tenía nada que ver con Europa o la costa atlántica de Norteamérica. En Rusia aún gobernaba un zar autocrático (zar tiene la misma raíz que Kaiser en alemán o césar en latín). Gobernaba por derecho divino con la ayuda de la Iglesia ortodoxa, que descendía directamente de la Iglesia oriental de Constantinopla, no de Roma, y al contrario que la cristiandad occidental no había pasado por Reforma alguna. La civilización rusa tampoco había vivido un Renacimiento. Hasta el siglo anterior los rusos no habían empezado a adoptar los modos europeos y Pedro «el Grande» hubo de obligarles a ello. Matemáticos y científicos habían empezado a prosperar en la Corte, pero la gente no se acostumbraba a la patata.

Por lo demás, Rusia era uno de los mayores y más poderosos imperios del mundo, a la altura del francés o el británico de la época, así como de otros imperios vecinos, como el austrohúngaro o el otomano. La sociedad rusa estaba muy militarizada. Hasta los funcionarios llevaban uniformes que denotaban su rango. Pero lo que más abundaba en Rusia eran personas y territorio. Su enorme población estaba compuesta por decenas de millones (la cifra exacta era un secreto de Estado), pero nadie sabía a ciencia cierta la cifra porque carecían de censos sistemáticos, una anomalía típica de Rusia, donde lo único sistemático eran las conjeturas. Su territorio, que abarcaba Finlandia, Polonia y los estados bálticos hacia el oeste, se extendía por el este desde el mar Caspio hasta Kazajistán, Persia y la India. Ya habían cruzado el estrecho de Bering y llegado a América, donde habían ocupado Alaska. De este a oeste, el Imperio ruso se extendía por medio mundo.

El padre de Dostoievski, Mijaíl (de quien Fiódor heredó su segundo nombre, Mijaílovich, «hijo de Mijaíl» según la tradición rusa), descendía de una familia de nobles en decadencia cuyos orígenes se remontaban a varios siglos atrás. Mijaíl Andreievich Dostoievski era cirujano militar, pero había dejado el ejército recientemente y ejercía la medicina en el Hospital Mariinski para los pobres de Moscú. Era un hombre dado a violentos ataques de ira y graves e introspectivas depresiones. La madre de Dostoievski, María Nechaeva, era hija de un rico comerciante algo venido a menos. Según una de las fantasiosas fábulas de María, su padre había perdido la mayor parte de su fortuna al huir de Moscú ante la inminente llegada de las tropas de Napoleón. Cuando cruzaba un río helado en su carruaje, el hielo se rompió y sus pertenencias cayeron al agua, siendo así que los fajos de billetes que llevaba se habían mojado tanto que no pudieron separarlos. María era una mujer amable y culta, de mala salud, muy religiosa y extremadamente supersticiosa. Estas cualidades tan diferentes de sus padres se fusionarían en el carácter de Dostoievski dotándole de una personalidad altamente impredecible y compulsiva, tendente tanto a impulsos autodestructivos como a veleidades religiosas.

El joven Fiódor creció con su hermano mayor y sus hermanas pequeñas en los sótanos del Hospital Mariinski, en un anexo del edificio principal. Originalmente había sido la grandiosa residencia de un exitoso arquitecto italiano, que había incorporado cosas como un frontón con columnas dóricas. Sin embargo, el barrio en el que se encontraba la «Casa de los Pobres» era uno de los peores suburbios de Moscú, repleto de delincuentes y obreros empobrecidos, famoso por el alcoholismo, los asesinatos y la enfermedad. Los habitantes de sus estrechas calles y destartaladas viviendas proveían al hospital de pacientes.

El padre de Dostoievski no recibía visitas en su residencia y sus hijos crecieron aislados del mundo. Recibían educación en casa, tiranizados por un padre cada vez más alcoholizado y sin que su madre, con quien Fiódor tenía un estrecho vínculo, fuera capaz de protegerles. A veces, Fiódor y su hermano se aventuraban por zonas del hospital donde paseaban los temblorosos y encogidos pacientes en sus anchas camisolas de hospital hechas de tela gris. Por aquella época, Fiódor cayó enfermo y perdió su voz. Cuando la recuperó tenía cierto tono bajo «artificial», que hacía sentirse extrañamente incómodos a quienes le escuchaban; una peculiaridad que nunca perdería. No había normalidad ni frescura en casa de los Dostoievski; como diría uno de los últimos personajes que creó el escritor: «Ninguno nos acostumbramos a la vida».

En 1827 ascendieron al padre de Fiódor a un rango funcionarial que le daba acceso a privilegios de terrateniente. Gracias a ello pudo comprar cuatro años después una propiedad en Darovoe, en la campiña de la región de Tula, 160 kilómetros al sur de Moscú. Los terrenos de la propiedad medían unos 12 kilómetros de largo por 5 de ancho e incluían dos aldeas con un total de «cien almas», es decir, de siervos, que eran literalmente parte de la propiedad. (Gran Bretaña aboliría la esclavitud dos años después; Rusia no lo haría hasta 1861; cuatro años antes Estados Unidos había aprobado la Decimotercera Enmienda a la Constitución que abolía la esclavitud tras la Guerra Civil.) La propiedad de Daravoe no era próspera. No tenía ríos ni bosques y consistía mayoritariamente en tierras de matorral y suelos poco fértiles hendidos de barrancos. Los siervos se hundían en la pobreza viviendo en chozas con tejados de paja (que se utilizaban en los años malos para alimentar al ganado). La residencia principal era una casa solariega de ladrillo rojo, también con tejado de paja. En las largas vacaciones de verano que los Dostoievski pasaban allí, la vida familiar era más solitaria y triste que de costumbre.

A los 13 años, Fiódor se reunió con su hermano en un colegio privado de Moscú, y a los 16 le enviaron a la Academia de Ingeniería Militar de San Petersburgo. Por entonces su madre estaba tan débil y enferma, que se veía confinada a la cama en una habitación oscura, donde murió en 1837.

La madre de Fiódor siempre le había animado a leer, y desde que aprendió a hacerlo literalmente se perdía en sus libros; llegó incluso a empezar una novela en Viena. Por entonces su padre se había jubilado del Hospital Mariinski y vivía en la casa de Darovoe sumido en el alcoholismo y la degeneración. En sus peores ataques de rabia, pegaba a los siervos sin piedad y se portaba como un auténtico libertino con sus jóvenes hijas. Llegó un momento en el que los siervos no pudieron aguantarlo más. Una mañana de verano, cuando se dirigía a Darovoe en su carruaje, un grupo de siervos le tendieron una emboscada en un camino desierto, le aplastaron los testículos con sus propias manos y le hicieron beber vodka hasta que se asfixió. Cuando Fiódor se enteró en San Petersburgo, experimentó tal aluvión de sentimientos contradictorios que cayó al suelo entre convulsiones antes de desmayarse. Se cree que esta fue la primera manifestación de la epilepsia que atormentaría a Dostoievski el resto de su vida.