El arte de perder y ganar - Pedro Juan Gutiérrez - E-Book

El arte de perder y ganar E-Book

Pedro Juan Gutiérrez

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Beschreibung

Poemas en una prosa reflexiva de gran intensidad lirica. El poeta se emplea a fondo en un discurso que se desplaza desde la impronta narrativa hasta la reflexión metafísica y ética. Poesía intensa abierta a los temas más trascendentes de nuestro tiempo. Poesía cruda, descarnada, económica en términos verbales donde el nihilismo, y el desencanto son sometidos a una operación sobre la desnudez y lo autorreferencial como un mecanismo para iluminar sin piedad la noción establecida de lo trascendente. Libro de la más alta calidad de un escritor en la plenitud de su oficio de escritor.

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edición auspiciada por

el festival internacional de poesía de la habana,

el instituto cubano del libro

y el movimiento poético mundial

Diseño de cubierta: Elisa Vera Grillo

Diseño interior y diagramación: Onelia Silva Martínez

Coordinación editorial: Yanixa Díaz / Katy D’Alfonso / Gladys Martínez

© Pedro Juan Gutiérrez, 2022

© Colección Sureditores, 2022

ISBN: 9789593023184

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Centro Cultural CubaPoesía

Casa del Alba Cultural

Línea No. 556 esq. a D

El Vedado, 10400 La Habana, Cuba

colección sur

dirigida por alex pausides

http//www.cubapoesia.cult.cu

http//www.palabradelmundo.cult.cu

http//www.festivaldepoesiadelahabana.com

[email protected]

Primera parte:

EL ARTE DE GANAR Y PERDER

The art of losing isn’t hard to master;

so many things seem filled with the intent

to be lost that their loss is no disaster.

(No es difícil dominar el arte de perder;

tantas cosas se empeñan en perderse

que su pérdida no es ningún desastre.)

Elizabeth Bishop

One Art

Lo imposible

Quisiera incluir en mis poemas las pequeñas flores amarillas de la mostaza. La eternidad infinita, un rasgo apenas, como hace William Carlos Williams. Bueno, quiero decir, incluir todo. No sólo la furia y las tormentas y los rayos. Los hierros de Ogún y el sexo desenfrenado con mujeres ansiosas. La ternura que invade el mundo con tibieza. El suave rasgar de este lápiz sobre el papel, el leve rumor de la televisión que oigo a lo lejos. Preparo un té en la cocina. Escribo un poema leve que se disuelve mientras una partícula atómica viaja en una millonésima de segundo de un extremo a otro de la galaxia. Y de este modo lo imposible es el misterio. Las flores amarillas de la mostaza siguen su vida equilibrada y fructífera en el jardín.

Aunque no tengo prisa

Miro a través de la ventana. Llueve y siento frío y humedad. El desasosiego crece mientras esta señora parlotea sobre sus vecinos enfermos. Estafilococos dorados. Su marido la dejó viuda hace poco, murió en el quirófano. Paro cardíaco. Las tres vecinas que han muerto recientemente (con todos los detalles morbosos) y el agua contaminada, los huevos, los embutidos de pésima calidad. Salmonelosis. Es una secuencia incesante de desgracias. Malicia, suciedad tropical, médicos que no saben qué hacer. La miro bien. Pienso en lo que podríamos intentar en una cama. Si se callara un poco. Abro la ventana y entra una ráfaga de aire y de lluvia. Todo se repite una y otra vez. Me voy, aunque no tengo prisa. Ya esta tarde no hay nada que hacer. Y camino bajo la lluvia mientras pienso qué trágicos. ¿Por qué? No entiendo.

Esas extrañas luces

Hacer algo inútil. Algo que no sirva para nada. Ir en sentido contrario. Perder el tiempo. Tomar una cerveza y un poco de ron. Salir por la noche a la terraza. Mirar al cielo y sacar cuentas. Sí, hace mucho que no veo esas extrañas luces que se mueven a gran velocidad y altura. Y el miedo a que de nuevo se acerquen y entren en la casa.

La soprano

Las pequeñas flores secas de las acacias caen y forman remolinos en el aire. Dentro tienen semillas minúsculas. Diseminan su historia sobre la tierra. Entro al edificio y asciendo una escalera, tres pisos. Oigo a una soprano. Un canto amortiguado tras una puerta apenas entornada. No resisto la tentación y abro con cuidado. Hay cuatro personas sentadas a una mesa, es una audición. Y la soprano, alta, corpulenta, con grandes pechos. Su voz ocupa todo el espacio. Es agradable esa mujer y canta algo hermoso aunque, claro, no sé qué es. Cierro la puerta y sigo en busca del baño. Al fondo del pasillo me han dicho. Mientras orino veo las acacias a través de una ventana y oigo muy lejos a la soprano.

Gente mirando al vacío

Me han regalado un libro esta tarde. Una serie de fotos que Walker Evans tomó en La Habana en 1933. Exactamente 85 años. Y nada. Todo sigue igual. O casi. Mendigos, putas, gente mal vestida, edificios cubiertos de moho y suciedad. Gente mirando al vacío. Gente detenida. Gente que no sabe qué pasa. Gente en una esquina, arraigados en una losa de cemento. Se respira con dificultad por la humedad y el calor. Nada. No pasa el tiempo. Vamos a tomar una cerveza me dice el amigo que me regaló el libro. Tomamos una cerveza y hay silencio. Presiento que se despide.

Y así fue. Pasó un año y no supe nada más. Un día lo encontré en la calle. Sucio. Caminaba lentamente, ido del mundo. Le costó recordar mi nombre. Bueno, yo se lo dije. Después me enteré que sufre Alzheimer y camina por las calles sin rumbo. Vive solo, y se pierde, alucinado, como esos personajes en las fotos de Walker Evans.

Feroz

Todo podría seguir en línea recta y ser aburrido y repetitivo día tras día. Pero la impermanencia es lo único constante. La ferocidad irrumpe como el vértigo y trastorna el suave olor de tu piel. Y yo feroz, como un potro joven. Feroz como si todo se destrozara en un minuto. Cristales, el fuego, una piedra, algo más que se rompe, no sé.

El secreto último

Miro con el rabillo del ojo a esa mujer que fuma despreocupada, y se concentra en el mar, mientras su hijo pequeño duerme sobre una toalla, en la arena. Escucha los consejos, me dijo anoche el oráculo. No sigas obstinado porque el camino se oscurece. Y si continuas sordo y ciego llegarás al infierno. Pasó el tiempo de la venganza y la ferocidad.

Cierro los ojos y descanso un poco mientras recuerdo la profecía, el enigma de anoche. ¿Olvidar todo lo retorcido? Apenas respiro y sólo quiero comprender el secreto último de mi vida. Comprender y olvidar. Es el único camino. Renacer. Inciertos lugares donde oro humildemente y pensar que sí es posible la salvación y el silencio. Entonces respiro profundo y entro en el agua. Nadar y olvidar.

Sonríe, dice Ogún

Ahora parece un fragmento de la pulcritud perfecta. Un destello blanco que resplandece, enigmático. Como una máscara, resbala, confunde. Y me provoca. Pero no siempre fue así. Debajo está la verdad del origen.