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eBook Interactivo. Durante los siglos XVII y XVIII las naciones europeas tienden a sobresalir sobre sus vecinas y a buscar expresiones barrocas típicas de cada país. Para conseguirlo, este estilo recurre a sofisticadas ornamentaciones que le convierten en un estilo recargado y a veces violento. Francia y Flandes, igual que las otras naciones europeas se preocupan de destacar, como hacen todos los demás con un estilo demasiado teatral a veces.
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ÍNDICE
EL ARTE BARROCO EN FRANCIA. ARQUITECTURA
ESCULTURA FRANCESA
PINTURA FRANCESA
EL ARTE BARROCO EN FLANDES PINTURA FLAMENCA DEL SIGLO XVII
OTRAS PUBLICACIONES
Ya anticipábamos en el tema anterior que el barroco no es un estilo homogéneo. Existen grandes diferencias entre las distintas zonas europeas. La mayor diferencia que podemos encontrar es la que existe entre el barroco protestante (Países Bajos, Alemania) y el barroco católico (Francia, Italia, España, Flandes). Vamos a dejar para el tema siguiente el barroco en las naciones protestantes. Nos hemos propuesto aquí tratar del barroco católico de Fran-cia y Flandes, puesto que a Italia le hemos dedicado un capitulo completo por la importancia capital de sus artistas, y España queda fuera de nuestro propósito por existir una colección de Historia del Arte Español, publicada por esta misma editorial, donde se tratan con gran detalle los temas españoles.
Francia no tuvo importancia artística durante el Renacimiento. Tras la construcción de las grandes catedrales góticas, algunas de las cuales se concluyeron en el siglo XVI, los franceses se limitaron a imitar a los italianos y los flamencos, sin aportar soluciones o artistas de valor universal. En el siglo XVII, Francia se remonta de su anterior apatía cultural y se coloca en algunos aspectos sobre las demás naciones (recordemos la filosofía y la matemática). Sin embargo, el genio francés no está llamado tampoco a producir en este siglo un gran movimiento artístico diferencial. Si en las matemáticas y en la filosofía los franceses provocaron una revolución como no podemos encontrar otra desde el cristianismo del siglo I, en arte siguieron aceptando la moda italiana. Ya hemos visto, en el tema anterior, que el estilo predominante en los siglos XVII y XVIII es el barroco y que el barroco, como el renacimiento, tiene su origen en Italia. Bernini, Borromini y Caravaggio son los artistas pioneros del barroco. Pero Francia, aunque incorporada al estilo barroco, muestra una personalidad mucho más intensa y el barroco francés es un estilo genuino, aunque no podamos decir que plenamente original. El barroco francés tiene mucha mayor personalidad que el Renacimiento francés. Las razones vamos a estudiarlas detenidamente, desde el punto de vista económico y social, para entrar luego con detalle en la descripción de las obras y las firmas más importantes.
El siglo XVII es un siglo de absolutismo total para Francia con sus dos monarcas, Luis XIII y Luis XIV, y sus grandes ministros, Richelieu, Mazzarino Y Colbert. El absolutismo francés fue provocado por las guerras de religión que habían sumido a Francia en la miseria y en el caos. Este periodo de desorden sangriento cansó sobremanera a los franceses, que pidieron un gobierno de mano dura que garantizara unos años de tranquilidad. Los monarcas se aprovecharon de este cansancio popular para acabar con la nobleza, siempre arisca y revolucionaria. La burguesía apoyó con todas sus fuerzas la política absolutista porque sólo podía aumentar sus ganancias comerciales en un país en paz y orden estables. Por otro lado, los burgueses tuvieron franco acceso a la nobleza desde el siglo XVII. Francisco I, en el siglo XVI, suele dar títulos nobiliarios por servicios civiles y negocia con ellos, como luego harán Felipe II y Felipe IV, en España, por las mismas razones económicas. Las antiguas familias nobles han sido diezmadas por la guerra y la nueva aristocracia burguesa se adueña del Poder y se lo entrega al rey, que sólo tiene que dictar leyes para verlas cumplidas al instante. Los cargos públicos sistemáticamente son ocupados por elementos burgueses y .se crea un ejército permanente para contrarrestar el poder de las huestes aristócratas.
Pero no debemos pensar que el absolutismo cambió el orden estamental, sino que las clases siguieron existiendo tal como lo habían hecho anteriormente. Lo que cambió fue la relación de la clase nobiliaria con el rey: los nobles conservaron todos sus derechos menos sus privilegios políticos. La nobleza se bifurca ahora en dos clases distintas: la hereditaria y la que ha conseguido cargos recientemente. Los nobles hereditarios desentierran una vida caballeresca e irreal en las Cortes y los salones que los reyes se apresuran a fomentar, aunque saben que no tiene ninguna eficacia; es como un nuevo resurgir del sentimiento caballeresco del honor. Los nobles recién llegados de la burguesía son los que activan la marcha del Estado, los que progresan y dirigen la nación como instrumentos del monarca; los otros quedan en Versalles, Madrid o Roma, seducidos por las veladas aristocráticas, las fiestas reales y la poesía intrascendente. Es el momento del Rococó, del arte conscientemente inútil y pequeño, propio de un mundo sin ambiciones fuertes y con un gran coeficiente de melancolía, como lo demuestran las obras del gran Watteau. Se levanta toda una propaganda poética, cuyo principal inspirador es el rey, revalorizando la fidelidad y el honor de los nobles. El heroísmo es una palabra frecuente en el vocabulario poético, sobre todo en las obras de Racine, el poeta más representativo del siglo. Pero el noble cuenta cada día con menos posibilidades y tiene que ahorrar, quiéralo o no. Es la época que aparecen en España los hidalgos arruinados, tipo don Quijote o el Buscón, la época de la picaresca española.
La contención es otra de las virtudes de los nobles del siglo XVII. El noble no debe demostrar emociones ni pesadumbres, por muy mal que lo pase. La etiqueta cortesana alcanza grados de complicación superlativos, pero es necesario cumplirla como si fuera un rito, si el noble quiere mantenerse dentro de los convencionalismos cortesanos.
La familiaridad entre los nobles y el rey, que todavía era corriente con Luis XIII, desaparece casi radicalmente con su sucesor, Luis XIV. El orgulloso noble renacentista se convierte en cortesano domesticado en la Corte del Rey Sol. El monarca crece en importancia: Felipe III o Luis XIV tienen mucho más poder y recursos que Francisco I o Fernando el Católico. Los nobles, en cambio, bajan de importancia y quedan reducidos a una categoría uniforme. El monarca se convierte en el árbitro de los gustos e impone las modas en todos los campos, desde el vestido o la caza hasta la filosofía y el arte. Por eso, el barroco no es una época homogénea, sino diversa y cambiante. El barroco de la primera mitad del siglo XVII es mucho más libre que el de la segunda mitad. El barroco-romano es menos autoritario que el francés de Versalles. El barroco español es mucho más clerical que el francés, porque los clientes en España eran las comunidades religiosas, además del rey, por supuesto, mientras que en Francia la Corte real consumía casi la totalidad de la producción artística.
El arte barroco de las Cortes católicas -España, Francia, Roma- es muy formal, solemne, protocolario, academicista. No se permiten al artista libertades formales que puedan alterar la comprensión de la obra. Por eso es tan mal aceptado el Caravaggio y tan bien acogidos los Carracci, según hemos visto en el tema anterior. De todas estas Cortes sobresale, en la segunda mitad del siglo XVII, la de Francia, hasta el punto que se ha llamado a esta época el siglo de Luis XIV. Los franceses se sienten dueños del gusto y la política europea. La obra de Corneille, Descartes, Poussin, Pascal, Racine, Moliere, Boileau, Bossuet, etc., ha marcado todo un siglo del pensamiento europeo.