El castillo de los Cárpatos - Julio Verne - E-Book

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Julio Verne

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Beschreibung

En 1836 ingresó con su hermano Paul en el seminario Saint-Donatien. Más tarde estudió filosofía y retórica en el liceo de Nantes y viajó a París, cumpliendo los deseos de su padre, para seguir la carrera de leyes. En 1848 comenzó a escribir algunos sonetos y textos de teatro, y dos años más tarde aprobó su tesis doctoral de derecho y optó por la carrera de letras.

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Julio Verne

EL CASTILLO DE LOS CÁRPATOS

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO PRIMERO

Esto no es una narración fantástica; es tan sólo una narración novelesca. ¿Es preciso deducir que, dada su inverosimilitud, no sea verdadera? Suponer esto sería un error. Pertenecemos a una época donde todo puede suceder. Casi tenemos el derecho de decir que todo acontece. Si nuestra narración no es verosímil hoy, puede serio mañana, gracias a los elementos científicos, lote del porvenir, y nadie opinará que sea considerada como leyenda. Por otra parte, no se inventan leyendas a la terminación de este práctico y positivo siglo XIX; ni en Bretaña, la comarca de los montaraces korrigans. ni en Escocia, la tierra de los browNics y de los gnomos, ni en Noruega, la patria de los ases, de los elfos, de los silfos y de lis valquirias, ni aun en Transilvania, donde el aspecto de los Cárpatos se presta por sí a todas las evocaciones fantásticas. No obstante, conviene hacer notar que el país transilvano está todavia muy apegado a las supersticiones de los antiguos tiempos.

M. de Gérando ha descrito estas provincias de la extrema Europa. Eliseo Reclus las ha visitado, pero ninguno de los dos ha dicho nada que se relacione con la curiosa narración objeto de este libro. ¿La conocieron? Tal vez, pero acaso no han querido dar fe a la leyenda. Esto es sensible, pues la hubieran referido, el uno con la precisión del historiador, el otro con aquella poesía natural en él y derramada en sus relaciones de viaje.

Puesto que ni uno ni otro lo han hecho, voy yo a intentarlo.

El 19 de mayo de aquel año, un pastor apacentaba su rebaño a la orilla de un verde prado, al pie del Retyezat, que domina un valle fértil, cubierto de árboles de ramaje recto y enriquecido con bellas plantaciones. Las galernas que vienen del N.O. arrasan durante el invierno este terreno descubierto y sin abrigo. Entonces, según la frase del país, se le hace la barba, y algunas veces muy al rape.

Aquel pastor no tenía nada de los de la Arcadia en su traje, ni nada de bucólico en su actitud. No era un Dafnis, ni un Amintas, ni un Tityre, ni un Licidas, ni un Melibeo. El Lignon no murmuraba a sus pies, encerrados en gruesos zuecos de madera. Estaba junto al río de Valaquia, cuyas aguas frescas hubieran sido dignas de correr por entre las sinuosidades de que se habla en la novela Astrea.

FrikFrik, natural de Werst (así se llamaba el rústico pastor), tan descuidado de su persona como las bestias; bueno para habitar en aquella zahurda construida a la entrada de la aldea, y donde sus cameros y sus puercos vivían en revuelta prouacrerie, única voz tomada del antiguo idioma que conviene a los piojosos apriscos del distrito.

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