El infame - Enzo Romero - E-Book

El infame E-Book

Enzo Romero

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Beschreibung

Tres personajes: dos Hermanos Maristas y un seminarista se ven involucrados en un intento de asesinato a Juan Pablo Segundo, en su visita a Chile en el parque O'Higgins en 1987, una delirante historia sobre la Iglesia Católica, sus miserias, sus virtudes, la educación chilena y la amistad en el marco de la dictadura cívico-militar chilena. Una novela imperdible, ágil y con una narración que sorprende en todo momento a través de un registro que deja ver con claridad un momento clave del Chile de finales de la década del ochenta.

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EL INFAME ©Enzo Romero L. Primera edición: enero 2020 © MAGO Editores Director: Máximo G. Sá[email protected] Registro de Propiedad Intelectual Nº 228.939 ISBN: 978-956-317-573-8 Diseño y diagramación: Sergio Cruz Edición electrónica: Sergio Cruz Lectura y revisión: MAGO Editores Impreso en Chile / Printed in Chile Derechos Reservados

A mis hijas, Aurora y María.

Mezclada anda la risa con el llanto:el término del gozo es el dolor.Libro de los proverbios

1

Sonaba el timbre y corrían a la fila empapados, a la segunda llamada todos formados y callados; se terminó la pichanga, hasta el otro recreo. Cuando tocaba clases con el hermano Teófilo, había que entrar en silencio y quedarse de pie, Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre… el crucifijo en el medio de la sala y la figura del Beato Marcelino, ruega por nosotros. Luego la clase de Castellano con el hermano Fernando, que representaba su monólogo sobre un payaso triste, contaba de su España y les explicaba que su actitud en la vida debía parecerse a la del Cid en la suya, jamás a la de un Infante de Carrión. Después más clases, a pensar en otra cosa hasta que llegara de nuevo el recreo: niños corriendo y gritando, robando la colación de otro, jugando al macha voleo, los más grandes al baby-fútbol. A las dos se almorzaba en casa, rapidito porque a las tres era la clase de Educación Física en el Estadio Marista, a las seis estaban de vuelta en sus casas viendo la tele, comían, una pasadita por aquella idiosincrasia de Onán y a dormir.

Buenos días, alumnos, decía el Mono Velásquez; buenos días, profesor. El Mono era profesor de Matemáticas y el tutor en tercero medio, debe haber sido el año 1984, moreno, enanito y regordete, pantalones y reloj caros. Hoy día, empezó, vamos a hablar de la amistad, de la verdadera amistad, esa que se ve en los momentos difíciles, cuando te va mal. Mis mejores amigos son mis padres, dijo el Negro Ramírez, ya que son los únicos que están conmigo en todo momento, los amigos del carrete pasan y no nos llevan a ninguna parte; ¡estai más loco!, nadie le dice a sus padres todo lo que piensa, hay que tener amigos de verdad para poder recibir consejos útiles, es bueno el compañerismo, opinaba Sotito; los amigos sirven para conocer a sus hermanas y a sus amigas, y para tomar antes de los carretes, decía el Enfermo, y el Chupao, hay amigos y amigos; es importante diferenciar los buenos de los malos amigos, opinaba el Mono; ¡los buenos son los con hermana rica!, interrumpió el Enfermo; no, en serio, ¿que no se dan cuenta de la diferencia entre unos y otros?, el Mono de nuevo; ¡claro, la hermana del Negro Ramírez y la del Chupao!, lanzaba el Pescado; ¡ja, ja!, bueno, es que tu hermana, Negro… dijo el Mono; ¿qué pasa con mi hermana?; tu hermana es otra cosa; ¡que está entera rica la negra!; ¡qué les pasa con mi hermana a los hueones!, gritó el Negro y se puso morado; tranquilo, Negro, tranquilo, son bromas no más, volvamos al tema que importa, que es la amistad, no estamos hablando de las hermanas; mejor hablemos de las mujeres, soy el que más experiencia tiene en eso, opinaba el Mosca Álvarez, que se peinaba con gel a lo Elvis Presley; ¡claro, Mosca, como cuando te comiste a la Cara de Nutria!, le enrostró Montenegro; ¡ya, ya!, está bueno, volvamos al tema, mejor preguntémosle su opinión al señor Cordero, que es mucho más maduro que todos ustedes, que solo piensan en las mujeres como objetos, ya hablaremos otra clase sobre el amor y el respeto a la mujer, recuerden que todos ustedes nacieron de una, y no porque este sea un colegio de hombres vamos a andar difamándolas; ¡se me había olvidado tu mamá, Mosca, que está hasta más rica que la hermana del Negro!, dijo el Enfermo, pero el Mono Velásquez se enojó y lo echó de la sala, castigado al sol, con chaleco, chaqueta y hasta el recreo, y patá en el poto al salir. Me parece que el tema de la amistad pasa primero por el respeto al otro, en ver en el rostro del otro mi propio rostro, sé que no tengo muchos amigos en este curso, ya que no carreteo tanto, pero los respeto mucho y tengan por seguro que pueden contar conmigo en el futuro para lo que sea, y para eso espero acercarme algo a ustedes en estos años que nos quedan de colegio, dijo el Mono y sintió la aprobación sincera del resto de la clase. En aquel tiempo ya era hábil hablando en público.

Entró al grupo religioso en octavo básico, casi obligado por su mamá, a la que no le agradaba que se la pasara viendo tele todas las tardes, aunque le gustaba quedarse en casa y ver los monos, la gente no le molestaba particularmente. Cuando entró le gustaron algunas de las niñas, pero no lo pescaban mucho, era tímido y se la pasaba con sueño, dormía durante las misas y no se sabía ni la mitad de los rezos, hubiera preferido jugar fútbol toda la tarde, pero era malo y no lo invitaban. El papá había muerto cuando era muy chico, no se acordaba de él. La mamá tenía su uniforme de carabinero colgado en la pared de la pieza y una foto enmarcada en la cómoda. La mamá no era católica ni creía en Dios, a él le gustaban las capillas y las iglesias porque eran los únicos lugares frescos en la casi siempre sofocante ciudad de Los Andes, también por las niñas lindas que entraban a rezar a veces, pero sobre todo por el calor. En la cómoda de la madre estaba el arma de servicio de papá, jugaba con ella hasta que un día se le escapó un balazo y mató al gato, la mamá lo retó y se asustó tanto que le pegó con lo primero que pilló, el gato muerto; después lo enterraron en el patio, que cómo se le ocurría jugar con la pistola, y que las armas las cargaba el diablo. Lo había matriculado en el Instituto Chacabuco de los Hermanos Maristas porque le habían dicho que era el mejor, y por la beca de los Carabineros que pagaba la mitad de la colegiatura. A él le gustaba porque tenía una capilla grande y fresca, y en los recreos todo el mundo podía jugar fútbol, bastaba correr tras la pelota e intentar chutearla alguna vez. Las pichangas eran de cien por lado y la pelota de plástico con papeles adentro, no dejaban usar de cuero: rompían las ventanas. Tampoco se podía correr por los pasillos, ni silbar o andar con la camisa afuera. El hermano Calixto era el inspector, andaba con un pito de árbitro que usaba como silbato para detener los actos de indisciplina, o de huasca para hacer la fila después del timbre de entrada; Puro Chile es tu cielo azulado, puras brisas te cruzan también, cantaban a coro al comenzar el año o para el 21 de mayo: Vuestros nombres, valientes soldados, que habéis sido de Chile el sostén, desfilaban con paso regular y eran el único colegio con banda de guerra, a Pablo le gustaban la banda y los desfiles, además que perdían muchas clases ensayando. Los niños de los liceos públicos los odiaban; te las voy a dar, mocho culiao, y a veces se las daban; te voy a dar la chanca, mocho culiao; salpica, cuma conchetumadre, te lavái el pelo con Omo, tu mamá es puta y lo pasa por luca, uno más choro. Los niños de los liceos públicos no tenían banda de guerra, ni estadio, ni chaqueta con solapa, ni profesores con reloj caro; no tienen futuro, dijo el Mono Velásquez; están cagados, no como ustedes que serán profesionales, buenos cristianos y virtuosos ciudadanos, sentenció el hermano Teófilo.

2

Pitihue y Montenegro eran del Centro de Alumnos, y el Matus y Catafirtol y el Gato, la junta fue a la salida del colegio en la avenida Argentina al lado de los camioneros, y el Chupao advertía que mejor se fueran para su casa en Independencia, porque el Mono sabía algo y a las dos salían los profesores en auto y los podían ver; no le creo al Chupao, que es sapo del Mono, reclamaba Tapón González, pero Montenegro lo calló, que mejor le hacían caso y se iban para su casa que era grande y cabían los de tercero y los de cuarto. La casa del Chupao tenía un estacionamiento amplio en la entrada y ahí se metieron todos con el olor a parafina de la estufa. Había que votar el paro, los de cuarto proponían una carta dirigida al hermano Fernando exponiendo la posición de los alumnos, los de tercero que primero el paro y después la carta, que estos curas culiaos no nos podían dejar sin el Día del Alumno, Montenegro decía que ya había hablado con los de primero y los de segundo, Ortega replicaba que los podían echar del colegio y que cagaban ellos, que eran los más grandes, que lo justo era la carta y que los profes siempre habían estado con nosotros. Otros fumaban y se tomaban alguna cerveza de las que habían comprado en la botillería de don Pepe, escrupuloso emprendedor que había fijado la mayoría de edad a los trece años y les vendía licor a destajo.

No nos pueden echar del colegio, llevamos más años que el mismo hermano Fernando, además la causa es justa, el Día del Alumno estaba en el programa del Centro de Alumnos, no podemos aceptar que nos pasen a llevar, los del liceo ya hicieron una toma y luego los escucharon calladitos, debemos mostrar nuestra fuerza, si estamos unidos no nos va a pasar nada, dijo Montenegro y sacó ovación de los de tercero; los curas creen que mandan ellos, pero nosotros pagamos el colegio, se entusiasmó el Pitihue; el colegio lo pagan los papás, y si bien podemos convencer al hermano Fernando, el Teófilo y el Condoro, nos van a mandar a la chucha, además los profesores del liceo no hacen clases o llegan tarde o llegan curaos, dice mi papá que son todos comunistas, alegó el Felo; el Condoro y el Mono también son comunistas, todos los profes son comunistas, hasta el hermano Fernando; no interesa esa huevada, acá estamos por el Día del Alumno; mi papá dice que si nos vamos a paro nos echan cagando a todos, él es exalumno marista y conoce a los mochos, dijo Briones; ¡mamón culiao!, le gritó el Matus y Briones se le echó encima, no hubo pelea porque intervino Catafirtol, todos atendieron cuando habló, medía casi un metro noventa y los de cuarto lo respetaban; ¡la causa es justa y estamos todos los de tercero, si los de cuarto no quieren, hacemos el paro con los pendejos y que se vayan a la puta!, ¡pero si nos acusan se las van a ver todos conmigo, de a uno!, se produjo un silencio que ni siquiera se interrumpió por la llegada de la hermana del Chupao, que venía del colegio. Pasó calladita hasta la cocina y ni miró, no era fea, tenía buen culo y usaba la falda corta, nadie dijo esta boca es mía hasta que se escuchó que entraba en el interior de la casa, tímidos al fin. Al momento de votar el paro todos levantaron la mano, los de cuarto esperarían frente al monolito del Beato Marcelino y se irían hasta Independencia, Pitihue quedó en hablar con los de segundo y los de primero que al menos tendrían que quedarse en sus casas, el Enfermo y Catafirtol convencerían a los que no habían ido a la reunión.

Como era viernes había que ir a Marcha en la tarde, otros estaban en Eje y unos pocos en los Scouts, al final, casi todos volvían al colegio, unos a la pichanga, unos a puro huevear. El viernes en la tarde era el día de las mujeres y había que aprovecharlo: petitos y culitos, aún con frío, perfumito y tetitas por la tarde, un panorama que ni los hermanos ni los profesores, estaban en situación de rechazar. Alejandra, Andrea y Marisol, también la Cicciolina y la parvularia que decían le había hecho una paja al Montenegro en el paseo de excelencia académica a los Manantiales. El Cura andaba con Daniela desde la jornada de Semana Santa del año anterior, y se iban juntos por la tarde, caminaban hasta su casa y lo dejaba tocarle el culo. Entonces era uno de los jefes de Marcha y los profesores le tenían como un «líder positivo», a él en realidad todo le daba un poco lo mismo. Como a todos, le gustaba la Cicciolina, pero se conformaba con algún agarroncito a Daniela, una chelita, un pitito, ciertas cositas.

3

Cuando encendió la tele y les pasó cigarrillos preguntaron si no tenía una cerveza, les abrió una a cada uno, de litro, después de la reunión los invitaba a su casa para planificar las actividades de la semana y hasta del año: que la Asunción de la Virgen y el Mes de María, la Semana Marista y el día del Beato Marcelino, los postulantes que aceptarían y las personas que expulsarían del movimiento, porque no iban a reuniones o por lo que fuera. El Godoy dijo que tenía que irse a estudiar Biología; Morales, qué bueno, que leyera el Glavic y Ferrada, pero sobre todo el Villee, que ahí salía toda la materia, con el Pelúo se quedaron con las pilseners y los Lucky americanos, medio dormidos miraban el primer plano de esa verga enorme entrando en la conchita, Morales se reía mientras ellos se pajeaban rapidito, rollitos de confort para después, en la tele la Cicciolina —la original— meando sobre una vagina abierta, la Cicciolina cagando sobre la guata de un negro; me voy a pajear, quédense ustedes acá tranquilos, y se quedaban tranquilos y después de la primera se echaban otra y luego otra, total había permiso hasta tarde. Después Morales ofrecía un pisco, ¿y por qué no?, el Pelúo guitarreaba mientras el Cura vomitaba en el baño, bolitas de menta caminando para la casa.

Al Mes de María acudía media ciudad hasta la punta del cerro; con flores a María, que Madre nuestra es, Pelúo tocaba todos los instrumentos, el Cura llegaba a las siete y media y armaba el altar; de nuevo aquí nos tienes, purísima doncella, más que la luna nueva, postrados a tus pies, ayudaba al sacerdote con el cáliz y las hostias, además lo dejaban dar la comunión. Todo Marcha y Eje se hacían presentes en la ceremonia, los más grandes se pasaban del carrete a la misa, al hermano Fernando no le gustaba, ni a Morales, ni al hermano Teófilo. Con el frío se le translucían los pezones a la Marisol a través de la polerita corta, los Scouts habían intentado forestar el cerro y el resto aprovechaba de regar los árboles que no se habían robado «los marihuaneros», los imberbes dominaban la situación y las viejas beatas eran las invitadas, los niños bien de la ciudad reinaban desde su cima el Valle del Aconcagua completo. Después a la Plaza de Armas a dar vueltas hasta las doce que tocaba la otra misa, en la iglesia Santa Rosa: las mejores mujeres de Los Andes y los hombres que eran, la parábola del Hijo Pródigo y la historia de Saqueo; antes de la comunión hay que estar todos confesos y libres de pecado, ningún problema para los del Chacabuco que se confesaban cada dos semanas, total la masturbación era el único pecado que importaba al cura confesor, bofetada a Sotito por culearse a su nana o a su mama según las palabras del Cura, total que renunció para siempre al catolicismo y se dedicó mejor al colocolismo, que ese año saldría campeón de Chile y que además ganaba casi siempre, no como los curas y no como la Católica que era su equipo y el del hermano Fernando; el hermano Teófilo no tenía equipo ni le gustaba el fútbol, su mamá guardaba una camiseta de la Católica de cuando el papá jugaba de arquero, así es que él era hincha de la Cato como varios en el curso, aunque no ganaba nunca la mamá le contaba que antes había ganado, con Tito Fouillioux y Néstor Isella, que total salían en la tele, y el Sapo Livingstone que era tan guapo y tan caballero, así es que ese año se convirtió en arquero del curso y pronto en suplente del suplente de la selección, no era muy difícil, nadie quería jugar en ese puesto maldito. A la salida de misa se juntaba con Daniela al frente de los juegos Diana, manito y besitos, Montenegro y Briones campeonaban en los flippers y Matus en el Pacman, Guatón Eriza se peleaba con Cara de Loco, solo suspendía el momento el pasar de la Cicciolina: carita coqueta, culo y tetas de mujer de treinta, piernas, se rumoreaba que se la culeaban todos, pero Pablo no conocía a nadie, rubiecita, pecosita, a la salida de misa.

4

Montenegro y Catafirtol esperarían afuera del colegio, atajando a los de primero y segundo, adentro Matus debía tomar el micrófono y dar un discurso combativo, nadie de la Media debía presentarse en el patio a las ocho, el hermano Teófilo que esto era la revolución, el hermano Fernando que había que investigar, total de los de cuarto habían llegado varios, el Gato y el Vela entraron al colegio para apoyar a Matus. La mamá de Comecaca y del Guatón Flores clamaban que sus niños habían sido obligados por la turba revolucionaria, que ellos no tenían nada que ver, que faltaban solo por temor a las violentas represalias de sus compañeros, que apoyaban a los hermanos y las medidas que tomara el Colegio, que la culpa era de los comunistas y del Centro de Alumnos y del Montenegro y del Pitihue, y también del hermano Fernando que no tenía pantalones. Matus esperaba escondido en el baño con el Gato y el Vela, encendieron un cigarro.

¡Qué chucha están haciendo!, los recriminó el señor Fredes; ¡estamos en paro por el Día del Alumno, como representantes del Centro de Alumnos debemos informarles a nuestros compañeros de básica que daremos la lucha hasta el final!, dijo Matus; ¡tan más hueones!, el hermano Fernando anda vuelto loco y el Teófilo se los va a cagar a todos, les van a aplicar la ley marcial y todos cagando pa juera, ¡y apaguen esa hueá de cigarro!, dijo el Vela; somos la vanguardia consciente del colegio, el Gato; no nos van a amedrentar con huevadas, tenemos a toda la media de nuestro lado; pero varios papás y mamás llegaron a justificar a sus hijos, ¡están cagaos, el paro se filtró, el Mono y el Teófilo ya saben todo y los van a salir a buscar con los pacos, y hasta con los milicos!, creen que están infiltrados por los comunistas; no sea huevón, señor Fredes, si no era para tanto, ¿qué tenían que hacer los milicos en esta huevada de colegio de curas?, a lo más el hermano Fernando iba a suspender a alguno.

Como no hubo acto, Matus, el Vela y el Gato tuvieron que seguir escondidos para siempre, el hermano Fernando se paseaba por el patio semivacío, los cabros más chicos no entendían nada, los de séptimo y octavo comenzaron a aplaudir en la fila, el paro había sido un éxito. Cuando intentaron salir, los tres fueron detenidos por el Condoro, que los llevó ante la presencia del mismísimo hermano Fernando.

Me decepcionan profundamente, ¿es que acaso este colegio no les ha dado valores profundos?, ¿cómo se les ocurre hacer este paro sin avisar?, eso no es digno de un estudiante marista, dijo el hermano Fernando; nos mueve la necesidad muy digna de celebrar como corresponde el Día del Alumno, hermano Fernando, respondió el Vela, nosotros mismos lo creamos y ustedes, si leyeron el programa, lo habían aceptado; pero hay otras maneras de conseguir sus objetivos, sin recurrir a la violencia, los maristas resolvemos nuestras diferencias a través del diálogo y el respeto a los demás, no es valiente obligar a sus compañeros a no venir a clases a aprender, ¿no es acaso injusto para los que quieren estudiar tranquilamente?; es injusto estudiar tranquilamente cuando otros no lo están, hermano, somos un cuerpo y como tal debemos comportarnos, opinó Matus; eso será en el ejército, esto es un colegio y deben obedecer lo que se les manda, ese Día del Alumno no existe en ninguna parte, no es el Día de la Madre o del Padre, o el Día del Profesor, que aparecen en los calendarios escolares que entrega el Ministerio, dijo Condoro; ¡pero el mismo hermano Fernando nos enseñó del libre albedrío, Dios nos da la libertad de escoger incluso nuestro mal!, ¿cierto, hermano?, ¿qué tan terrible puede haber en esa celebración?; no es leal citar mis clases para desacreditarme como rector del Colegio, lo que hicieron es muy grave y merece la peor de las sanciones, sus actos demuestran un gran desprecio hacia nuestra institución y deben ser castigados por eso, aunque me duela, los instigadores de este paro macabro deberán tener un castigo muy severo, proporcional a la gravedad de su falta, y el Condoro; yo creo que ni con la expulsión pagarían, eso sí, ustedes tienen una oportunidad de salvarse si es que nos revelan inmediatamente, de quién fue la idea del paro, por supuesto que eso no cambiará la imagen que nosotros tenemos de ustedes como personas sensatas, aunque hayan cometido un error, ¿quiénes fueron, acaso los señores Montenegro, Páez, alias Pitihue y Contreras, alias Catafirtol?, miren que algo de información manejamos; no somos ningunos soplones, dijo el Gato, si estamos acá es porque somos la voz de nuestros compañeros, y llevamos más años en el colegio que usted y que el mismísimo hermano Fernando, así es que sabemos mucho mejor que ustedes qué es y qué no es este colegio, y definitivamente, este no es un colegio de sapos; ¡qué es ese lenguaje, mocoso, por Dios!, ¿con quién se creen que están hablando?, ¡Álvarez!, ¿me puede decir en qué momento pensó que hablar con estos pergenios serviría de algo?, ah, carajo, me parece que es usted más bruto que ellos todavía, vamos a mi oficina, que acá no vamos a resolver nada, dijo el hermano Fernando, que parecía haber perdido el control de la situación.

Los tres salieron del colegio y se juntaron en el parque que bordeaba el cerro de La Virgen, ahí se habían escondido casi todos; ¿nos vendieron?; ni cagando compañeros; este sí que fue Día del Alumno, conchetumadre, le hubieran visto la cara al culiao del Condoro, estaba que se recagaba el maricón; ¿y ustedes?; siempre dignos; ¡salgan, sapos culiaos, seguro estaban que se meaban!; un poco, pero igual aperramos cabros; capaz que nos echen a todos; no creo, el hermano Fernando es rebuena gente; no, si se veía más enojado que la cresta; la media cagaíta, mi papá me va a penquear, le dije que no iba a participar; ¡salud por el Día del Alumno!, casi cien pendejos había al borde del cerro, Catafirtol destapó una botella de cerveza; ¡salud, salud, salud!

5

Lo mejor eran las jornadas de Semana Santa, era el momento propicio para intentar ligar con alguna muchacha, sobre todo, los designados para estar a cargo de un grupo, era su momento de mayores posibilidades. Si te tocaba ser animador arriba del escenario, tenías el éxito más que asegurado. El cura era monitor de un grupo de quince jóvenes junto a Daniela. Bienvenidos, amigos, —decía— mi nombre es Pablo Cordero y seré su monitor en esta jornada, nos hemos reunido aquí para conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, mas lo vamos a hacer en buena onda, como jóvenes que somos, con respeto, pero con entusiasmo, vamos a conocernos profundamente, algunos se van a aburrir, pero otros vivirán una experiencia que podrá cambiar sus vidas, todo depende de ustedes; y Daniela agregó: seré su monitora junto a Pablo, pero más que eso quiero ser su amiga, que puedan confiar en mí para contarme sus inquietudes y pensamientos, yo sé que al comienzo será difícil, pero confío que en estos días, aunque pocos, podamos sembrar la semilla de una hermosa amistad; mi nombre es Julián y espero encontrar a Dios en esta jornada, conocer nuevos amigos y pasarla bien; me llamo Francisca y no sé muy bien a qué vine, mi mamá me mandó porque no tengo muchos amigos, espero no aburrirme; Carlos: espero encontrarme a mí mismo, conocer a los pobres de la ciudad y ayudarlos; el Sapo Laguna: yo estudio en la Universidad y espero ayudar con mi experiencia a las nuevas generaciones de cristianos para que no se pierdan en los vicios como yo, contarles mi experiencia y ser una luz en la vida de los más jóvenes; me llamo Cata y me gusta la música y bailar con mis amigas todos los sábados, pero ahora quiero conocer a Jesucristo, porque me dijeron que en estas jornadas se pasaba mejor que en la disco; me llamo Ricardo y no sé a qué vine y no sé lo que quiero. La lana corría en torno a los integrantes del grupo que habían sido dispuestos en un círculo mirándose las caras, las piernas de Cata y las tetas de Francisca, pobrecito el Cura que estaba con Daniela. Me llamo Cristine y mis papás son evangélicos, me mandaron para que viera las otras religiones. A Paty y a Gabriela las habían mandado de las monjas porque eran del Centro de Alumnas, Gonzalo quería conocer una polola del colegio de monjas, aunque también a Nuestro Señor porque encontraba que en su liceo no había ninguno, y a Iván no le alcanzó la plata para irse a la playa y total acá había tantas minas como allá.

Luego de la presentación y unos juegos organizados por los Scouts, había que hacer un «desierto», no irse, había dicho el hermano Fernando, que no era necesario salir muy lejos sino dentro de uno mismo, en silencio, buscar un rincón y reflexionar como Cristo sobre nuestra misión en la tierra, solo que no cuarenta días sino media horita no más, se podía llevar un papel y anotar algo si uno quería, el Cura se llevó unos cigarros y una latita de cerveza, total él ya era un avanzado en esas lides, se había mandado unos desiertos más grandes que el de Atacama y había llorado la carta completita en el retiro para monitores en Algarrobo, como nunca le gustó la aridez del desierto, en esas ocasiones se acompañó de una petaquita de ron que había encontrado en el velador de la mamá, pero para media horita en la mañana bastaba con una buena Pilsen y un par de Hiltons, total en el colegio nadie le decía nada, era el Cura Cordero, el único en una docena de años con intenciones serias de convertirse en seminarista de los hermanos maristas, el único capaz de pasar desapercibido tanto entre los revoltosos como entre los estudiosos, total, al fin y al cabo del rabo, en el fondo todos lo tenían por un reverendo imbécil: sus compañeros, los profesores, los hermanos y hasta él mismo.

Sin desayuno y habiendo madrugado para la jornada, decidió que lo mejor sería dormir una siestecita en el desierto y, como hacía calor, se metió en el laboratorio de computación y se acomodó entre los escritorios, abrió la cerveza y encendió un cigarrillo, se durmió luego de un cuarto de hora, si hasta dicen que soñó. Para cuando se despertó pensó que era el mismo demonio el que venía a tentarlo en su desierto, le echó la culpa a la cerveza tan temprano, creyó sinceramente en las palabras del hermano Teófilo que ya le había advertido que los caminos del Diablo suelen ser más misteriosos que los de Dios mismo, porque sin duda esos alaridos tenían el color del Averno, si hubiera sido lector de algo más que del Quirquincho, de seguro recordaba la historia aquella tan famosa como verdadera donde al Diablo se le castiga metiéndole en el Infierno, por la feroz manera con la que el Sapo Laguna castigaba su diablo en el infierno de la pobre Cata, que de tan pía llegaba a llorar de sagrado dolor, arriba de la mesa del profesor, con la faldita en la cintura y el calzón rosado por los tobillos, mientras gritaba más diablo, más diablo, o solamente diablo, o quizá hasta Dios mío, Dios mío, que a esa altura parecía que trabajaban juntos, reconciliados y escondidos, en el desierto de escritorios y computadores viejos.

Optó por seguir escondido mientras durara la función, mas tampoco debió extralimitar en mucho su paciencia, que a esa edad los trámites lúbricos son más bien efímeros, pensó en la suerte de ese tal Sapo Laguna, y que él también quería algún día llegar a la Universidad, porque ahí sí que debía ser muy fácil conocer a todas las mujeres más lindas y libertinas, no como su Daniela, que apenas unos agarroncitos de vez en cuando, pero, como no tenía muy buenas notas, la cosa iba a ser difícil, además nunca había pensado en estudiar algo siquiera, de chico siempre quiso ser futbolista como todos los niños, pero nunca tuvo lo que los siúticos llaman una vocación, así, mientras Cata se subía los calzones y el Sapo enfundaba su diablo para emprender la retirada, pensaba y pensaba en su próspero futuro como universitario, y como por aquellos días aún no estaba acostumbrado a tanto pensamiento, le acometió el sueño y se durmió de nuevo.

6

Cuando a Teófilo le explicaron que su destino sería Chile, ni siquiera sabía muy bien adónde se encontraba eso, le tuvieron que graficar que era detrás de Brasil, al fondo del mapamundi, el viaje debía hacerse en barco y arribarían a Valparaíso, de ahí un pequeño trayecto hasta Quillota, al Instituto Rafael Ariztía, donde haría clases de Religión a los alumnos de básica. Se decía que en Latinoamérica se encontraba el futuro de la Congregación, y tal vez de la cristiandad toda; a él, con tal de no irse al África, donde le habían contado que las condiciones de vida eran espantosas, además de arriesgar el pellejo a diario ante los motines políticos y las guerras tribales, cualquier destino le daba más o menos lo mismo, ojalá lejos de su madre, figura insoportable que lo persiguiera constantemente durante toda su juventud. El puerto de Valparaíso lo sorprendió gratamente, pensaba que se encontraría con personas primitivas y en taparrabos, pero encontró un sitio pujante y lleno de posibilidades, en Viña del Mar las mujeres le parecieron hasta más hermosas que en su Andalucía natal, lo que ya era bastante decir. Las niñas andaban todas en victorias y se paseaban muy arregladas por el centro de la ciudad, los señores eran todos grises pero muy dignos, nada de los excesos que le habían molestado en sus desembarcos en Río de Janeiro y Montevideo, nada de tambores ni de negros, nada de fiestas de amanecidas, tampoco las zozobras de la guerra que le importunaron en su patria, ni la sombra del comunismo del que tanto se arrancaron los maristas. Quillota era un pueblo de campesinos brutos e incultos, dóciles a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, o de cualquiera que hablara en nombre de ella, los más importantes cultivaban paltas o chirimoyas, uno que otro tenía una viña, y los días pasaban lentos por sus calles polvorientas; pronto se hizo asiduo de La Flor de la Canela, local prostibulario al que acudía religiosamente cada viernes excepto el Viernes Santo, a nadie en el pueblo parecía importarle mucho, o más bien todos los hombres mantenían discreción absoluta al otro día, en el paseo del sábado o el domingo en la misa, muy compuestos con sus hijos y sus esposas que también sabían dónde se divertían sus hombres, pero que se conformaban sabiendo lo imposible que les resultaría a estos abandonarlas por alguna de esas mujeres, impresentables a plena luz del día en la circunspecta sociedad quillotana.

Los niños pequeños le parecían insoportables, hacerles clases para él resultaba un verdadero martirio que solo resistía hablándoles del sufrimiento de los primeros mártires católicos y golpeando a los más desordenados con el «Rasputín», una varilla larga y dúctil que bautizó así a causa de una reminiscencia que le provocaba la longitud de la misma y la verga del legendario ruso, además que el nombre le evocaba cierta severidad, aunque no sabía muy bien por qué, ya que lo único que sobrevivió en su mente de cuando estudió la Revolución rusa fue el descomunal tamaño del miembro de aquel singular personaje, así entonces los niños eran puestos en posición de noventa grados y golpeados repetidamente en las nalgas. Decía que de esa manera comprenderían más claramente el sentido del mensaje de Cristo y del catolicismo: resignación y sacrificio, los pequeños debían resignarse a comer parados por un par de días luego de estas golpizas, Cristóbal, Benjamín, Augusto y Nicolás, todos en algún momento sufrieron en carne propia los arranques de ira del hermano nuevo, que ganaba fama de inflexible y se hacía respetado en cuanto más le temían. Luego de un par de años dando clases se dio cuenta de que por ese camino no llegaría muy lejos, que los realmente respetados eran los que hacían clases a los grandes, los que habían estudiado filosofía, historia o matemáticas en la universidad; y como él de libros lo que se dice ni por las tapas, se ofreció para hacerse cargo de las platas del colegio, algo así como un administrador. En ese puesto demostró toda la habilidad que no tenía para las ciencias o las humanidades, o para esa disciplina extraña y en tierra de nadie que llaman pedagogía. Casi como un adelantado y un visionario para sus tiempos, se dio cuenta de que los sueldos de los profesores y funcionarios del colegio eran excesivos, que los contratos estaban mal hechos y obligaban al colegio a realizar gastos absurdos en casos de enfermedades u otras eventualidades, redujo los sueldos de los profesores en un treinta por ciento y los de los auxiliares a la mitad, los contratos fueron reformulados y se subió la colegiatura, se despidió a los profesores que ganaban más y se contrató a otros por la mitad del dinero, los requisitos para becar alumnos se subieron hasta hacerlos casi inalcanzables; con tales medidas las finanzas del colegio mejoraron sustantivamente, en dos años se obtuvo el dinero para construir una biblioteca y un gimnasio de última generación, además de contratar un cocinero y una empleada especial para atender las necesidades de los hermanos, fue entonces que floreció su fama de genio de las finanzas, de iluminado de los negocios, se comentaba que trabajaba hasta tarde pensando en cómo hacer más dinero, que su clarividencia era tal que había descubierto que apagando las luces se ahorraba luz, y que cerrando las llaves se ahorraba agua. La vieja camioneta de los hermanos se reemplazó por una Ford del año, y al colegio comenzaron a llegar algunos hijos de eminentes prohombres de negocios avecindados en Olmué y en Limache, disputándole ese privilegio a los tradicionales colegios de Viña del Mar y de Valparaíso. Así, de pasarles diapositivas a los niños de primero básico, se convirtió en el administrador del Instituto Rafael Ariztía, además de inspector de básica. Varios años después, ya en Los Andes, el Cura Cordero quedaría impresionado por el carisma de este hombre regordete y calvo, que trataba a todo el mundo como si fuese su empleado, a todos, hasta al mismísimo hermano Fernando, que animaba personalmente el Mes de María y enseñaba los cánticos a los alumnos; el que canta reza dos veces, decía, y dirigía a los muchachos como quien dirige un coro de ángeles. La primera vez que entró en su curso debía estar el Cura en séptimo básico y se celebraba la Semana Marista, por primera vez habían sido invitados al evento de cierre de las festividades, que era una fiesta de disfraces, el hermano Teófilo les entregaría su advertencia; ¡mucho cuidadito con andar atracando en la fiesta, que los pille no más y los expulso del colegio!, les dijo mientras el hermano Calixto, que hacía Historia en ese año, lo miraba atónito. La mayoría del curso no tenía idea de qué significaba atracar, así es que le tuvieron que preguntar a los más avezados, Montenegro les explicaría que era algo así como dar besos, que él ya había dado varios, Godoy que era dar besos con lengua y agarrar las tetas. Cuando salió de la sala el hermano Teófilo, los muchachos se miraban sin comprender muy bien lo que había pasado allí, luego el hermano Calixto les dio el tiro de gracia, moviendo la cabeza diría unas palabras que se quedaron grabadas, no digamos que con fuego, pero grabadas al fin y al cabo, en la mente de Pablo y el resto de sus compañeros: ¿qué tontería, no?, ¡si quieren culear, culeen! Fue precisamente lo que dijo, según la versión de varios testigos que nos han refrendado esta historia, testigos presenciales que ni siquiera eran capaces de comprender en ese momento a qué se refería el hermano exactamente con eso de culear, pero quienes, al verse exhortados con tal vehemencia, se dispusieron a hacer lo imposible para lograrlo. Desafortunadamente para ellos, lo único que lograron tocar en esa fiesta fue la pelota de fútbol que se le ocurrió llevar al Pitihue, que no se tenía tanta fe en los lances amorosos como frente al arco. Así las cosas, todos estos niños trajeados de rockeros, metaleros, punkies, fantasmas, caníbales, militares y uno que otro mago, se aburrieron como gomeros (para dejar tranquilas a las pobres ostras), y abandonaron prontamente sus ímpetus de machos alfa, para abocarse mejor a lo que mejor sabían hacer, pelotear hasta caerse muertos, o hasta que los vinieran a buscar los papás entre las doce y las doce y media, antes del toque; solo uno que otro logró bailar con alguna niña, mientras algún hermano de los viejitos se paseaba con una linterna cuando tocaban los lentos, pero eso fue después; antes, el hermano Teófilo se encargaría de convertir al Instituto Rafael Ariztía en uno de los principales colegios de la Congregación en Chile; si tan solo hubiese tenido un título universitario decente, de seguro lo convertían en rector, en lugar de eso se transformó en una especie de autoridad en el pueblo, luego, pero no tan luego, lo enviarían a Rancagua, por fin, como subdirector.

7

¡Cordero! ¡Cordero!; ¡Pablo!, ¡dónde te metiste hueón!; ¡Cura!, ¡se perdió el Cura! Despertó con los gritos destemplados de unos niños de un curso menor, lo andaban buscando hace rato, le tocaba hacer la reflexión plenaria sobre el desierto, todos lo esperaban ansiosos en el gimnasio repleto. ¡Dónde te habías metido, Cura!, medio colegio te anda buscando, dijo Tavín, uno de los de sexto; estaba en trance, respondió Pablo, desperezándose; ¿en dónde chuchas?; el trance no es un lugar, es un estado del espíritu, sucede cuando te concentras mucho en algo y el alma como que abandona tu cuerpo; a mí me pareció más bien que te habías dormido; eso jamás, amigo mío, en el retiro de Algarrobo llegué a estar un día completo en trance, cuando estás en trance no necesitas comer ni tomar agua, porque Dios está cuidando de tu cuerpo; pero fumar parece que sí se puede, porque estás pasado a pucho, inquirió el otro chicuelo; es posible, si fumé fue sin darme cuenta, lo que pasa es que en el trance uno no es responsable de sus actos y el cuerpo se manda solo; entiendo, por eso seguramente también tienes ese olor a copete; así es el trance y el camino de la salvación, amigo mío, recuerda que Cristo también sufrió sus propias tentaciones en el desierto, y aunque en la Biblia no aparezcan con detalles, ¿quién les dice que Satanás no le llevó un vinito de contrabando para el desierto y así hacer tambalear su misión?, a mí eso me parece muy posible, que no hay nada más tentador que un buen vino, y si hubiera tenido cerveza, pues yo creo que también le llevaba una bien helada; cierto, mi papá siempre se anda tentando con eso y mi mamá lo manda a dormir al sillón, ¿y es muy difícil quedar en trance?; difícil y peligroso, yo lo he practicado por años, pero he sabido de casos en los que no vuelven del trance nunca más; chuta, hay que ser bien seco pa quedar en trance entonces; hay que comenzar por tener un corazón puro y libre de vanidad, luego de eso puedes partir con los ejercicios; ¿y en qué curso te enseñan a quedar en trance?; eso no se aprende en las clases, para eso se viene a estas jornadas de reflexión, luego tienes que pasar por Marcha y el Eje, y después, si te destacas, quizás te enseñen; menos mal que vinimos entonces, mi hermano me había dicho que acá venían puros sacos de huevas, pero ya veo que se equivoca, porque a él yo también lo he visto medio en trance mirando unas revistas secretas que guarda debajo del colchón.