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Pieza teatral escrita durante el destierro en Hendaya, El Otro supone la contribución más lograda de Unamuno al drama hispánico del siglo XX. Cosechó un clamoroso triunfo de público, fruto quizá de la sencillez de su trama: Cosme, marido de Laura, mata por celos a Damián, su hermano mellizo, ocultando su cadáver en el sótano; a partir de entonces, se vuelve loco, e incapaz de reconocer su propia identidad, solo atenderá por el Otro. La irrupción en escena de Damiana, que pregunta por su marido, el ya difunto Damián, complica las cosas, pues ambas mujeres reclaman al Otro como esposo.
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Seitenzahl: 50
Veröffentlichungsjahr: 2022
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EL OTRO
MIGUEL DE UNAMUNO
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Edición digital v 1.0
© NoBooks Editorial, 2020
ISBN: 978-84-15378-85-3
Colección: Generación del 98
nº 1
www.nobooksed.com
PERSONAJES
EL OTRO.
ERNESTO, hermano de Laura.
LAURA, la mujer de Cosme.
DAMIANA, mujer de Damián.
DON JUAN, médico de la casa.
EL AMA.
ACTO I
ESCENA I
ERNESTO y DON JUAN.
ERNESTO.- Pues bien, don Juan: a usted, el médico de esta casa y algo alienista encima, le ruego que me aclare el misterio de ella y de mi pobre hermana Laura. Porque aquí hay un misterio…, se le respira con el pecho oprimido. Esto parece parte cárcel, parte cementerio, parte…
DON JUAN.- ¡Manicomio!
ERNESTO.- ¡Justo! Y este misterio…
DON JUAN.- ¡Un espanto, don Ernesto, un espanto!
ERNESTO.- Como yo no le conocía a él… Se conocieron y casaron estando yo en América, y al volver me he encontrado con este… loco.
DON JUAN.- ¡Cabal! Su cuñado de usted; el marido de la pobre Laura, se ha vuelto loco de remate.
ERNESTO.- Eso ya lo había yo sentido; pero ¿ella?
DON JUAN.- ¿Ella? Loca por contagio. Les une y a la vez les separa un espanto común…
ERNESTO.- ¿Les separa?
DON JUAN.- Sí; porque desde el día del misterio, en que él enloqueció, ya no duermen juntos. Él duerme solo, y encerrándose, en el cuarto de tal modo que no se le pueda oír lo que diga en sueños. Y se dice «el otro». Cuando ella, su mujer, le llama por su nombre, Cosme, él replica: «¡No, sino el otro!». Y lo más grave es que ella, Laura, no parece darle importancia a tan extraña manía y como si eso del otro tuviese para ella algún sentido oculto a los demás. Yo no les conozco sino desde que, recién casados, vinieron a vivir acá. Al principio se llevaban bien y vivían ordenadamente y como marido y mujer; mas desde un día fatal, a la vuelta de un viaje que hizo ella, Laura, la locura entró en esta casa. ¡Y la locura, que me trae loco, se llama… el otro!
ERNESTO.- ¿Y ella?
DON JUAN.- ¿Ella? O finge ignorar lo que pasa, o lo ignora.
ERNESTO.- ¿Y hace mucho…?
DON JUAN.- Poco más de un mes. Debía de venir incubándose; mas estalló hace poco. Pero va a llegar, y usted, su hermano, la sondeará mejor que yo. (Al ir a salir llega LAURA.) Ahí la dejo con su hermano, a que se expliquen.
ESCENA II
ERNESTO y LAURA.
ERNESTO.- Mira, Laurita: he hablado con vuestro médico, porque aquí se respira un misterio, un espanto dice él. ¿Qué es lo que pasa?
LAURA.-(Temblorosa y mirando hacia atrás.) No lo sé…
ERNESTO.-(Cogiéndola de un brazo.) ¿Qué pasa? ¿Por qué se encierra para dormir solo tu marido? ¿Por qué no quiere que le sorprendan dormido y soñando? ¿Por qué? ¿Y qué es eso del otro? ¿Quién o qué es «el otro»?
LAURA.- ¡Ay, Ernesto, Ernesto! Sin duda, mi pobre marido se volvió loco y le persigue ése que él llama «el otro». Es una obsesión fatídica; parece un poseído, un endemoniado, y como si ese otro fuese su demonio de la guarda… Le he sorprendido alguna vez —y no es fácil— como queriendo arrancar de sí al otro. Ha hecho tapar todos los espejos de casa, y una vez que me sorprendió mirándome en mi espejillo de tocador, el que necesito…
ERNESTO.- ¡Claro! El espejo es enser de primera necesidad para una mujer.
LAURA.- ¡Pues no faltaba más! Pero me gritó: «¡No te mires en él! ¡No busques a la otra!».
ERNESTO.- ¿Y por qué no sale de casa, a distraerse? Siempre encerrado…
LAURA.- Dice que todos los hombres le parecen espejos y que no quisiera estar ni consigo mismo…
ERNESTO.- ¿Y qué lee?
LAURA.- No, no es cosa de lecturas…
ERNESTO.- ¿Que no?
LAURA.- ¡No! La suya no es manía quijotesca; no es de lecturas, no es de libro…
ERNESTO.- ¿Y qué más sabes?
LAURA.- No quiero saber más.
ERNESTO.- Pues así no se puede vivir, y es preciso saber la verdad. No estoy dispuesto a dejarte en poder de un loco. Sería capaz de…
LAURA.- Eso no, Ernesto, eso no…
ERNESTO.- ¿Quién sabe? Mas dime la verdad, que la sabes… Y te pregunto y repregunto por la verdad, porque presumo que aquí hay algo más que locura. Es decir, que él, tu marido, Cosme, está loco evidentemente, y de remate, a pesar de que razona, o más bien porque razona demasiado; pero su locura tiene una causa, un origen, y tú, su mujer, debes conocerla…
LAURA.- Esas enfermedades…
ERNESTO.- No, no; tú sabes por qué ha estallado y qué pasó en aquel día que don Juan llama fatal…
LAURA.- ¿Qué día?
ERNESTO.- El día en que, ausente tú y de viaje, y él aquí, solo consigo mismo, estalló la locura…
LAURA.- Pero si yo estaba fuera…
ERNESTO.- Mas al volver y encontrarle, debiste conocer lo que pasó. Una locura así no viene tan de repente sin un motivo, sea cual fuere la causa. ¿Qué pudo pasar en el día fatal?
LAURA.- No me acongojes más y pregúntaselo a él, que ahí llega.
ESCENA III
Dichos y EL OTRO.
EL OTRO.-(Entrando.) ¿Qué es lo que hay que preguntarme a mí, Laura?
ERNESTO.- A ti, Cosme…
EL OTRO.-