El rayo verde - Julio Verne - E-Book

El rayo verde E-Book

Julio Verne

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Beschreibung

"El rayo verde" es una novela del escritor francés Julio Verne publicada por entregas en Le Temps desde el 17 de mayo hasta el 23 de junio e íntegramente el 24 de julio de 1882. Es considerado como el más romántico de los viajes extraordinarios.

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El rayo verde

Julio Verne

El hermano Sam y el hermano Sib

-¡Bet!

-¡Beth!

-¡Bess!

-¡Betsey!

-¡Betty!

Todos estos nombres resonaron sucesivamente en el magnífico vestíbulo de Helensburgh con arreglo a la costumbre del hermano Sam y del hermano Sib de llamar así al ama de llaves de la mansión.

Pero en aquel momento los diminutivos familiares del nombre de Élisabeth no hicieron aparecer a la buena mujer ni tampoco si la hubieran llamado con su nombre entero.

En cambio, el que apareció en la puerta del vestíbulo con la gorra en la mano fue el mayordomo Partridge en persona.

Partridge se dirigió a los dos personajes de alegre semblante sentados en el alféizar de una ventana que hacía tribuna en la fachada de la casa:

-Los señores han llamado a la señora Bess -dijo-, pero la señora Bess no está en casa.

-¿Dónde está, pues, Partridge?

-Ha salido acompañando a la señorita Campbell, que se pasea por el jardín.

Y Partridge se retiró ceremoniosamente, obedeciendo una señal que le hicieron los dos hermanos.

Estos dos hermanos, Sam y Sib -cuyo verdadero nombre de bautismo era Samuel y Sébastien-, tíos de la señorita Campbell, escoceses de pura cepa, escoceses de un antiguo clan de las Tierras Altas, contaban entre los dos la bonita edad de ciento doce años, con una diferencia sólo en quince meses entre el mayor Sam y el menor Sib.

Para dar una idea en pocas palabras de estos dos prototipos del honor, de la bondad, de la abnegación, es suficiente decir que su existencia estaba consagrada por entero a su sobrina. Eran hermanos de su madre, que, tras quedar viuda al cabo de un año de casada, cogió una terrible enfermedad que la llevó a la tumba en pocos días. Sam y Sib Melvill quedaron, pues, como únicos custodios de la pequeña huérfana. Unidos por la misma ternura, no vivieron, ni pensaron, ni soñaron más que para ella.

Por ella se habían quedado solteros, cosa que por otra parte no lamentaban, ya que eran de esos seres bondadosos que no tienen otro papel en este mundo que el de tutor. Pero esto no es todo: el mayor se había constituido en padre y el menor en madre de la criatura. Por esto, muchas veces la señorita Campbell les saludaba diciendo con la mayor naturalidad:

-Buenos días, papá Sam. ¿Cómo está usted, mamá Sib?

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