El sexto sentido: su cultivo y uso (traducido) - Charles Henry Brent - E-Book

El sexto sentido: su cultivo y uso (traducido) E-Book

Charles Henry Brent

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Beschreibung

- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Publicado por primera vez en 1911, se trata de un libro relativamente breve sobre el sexto sentido, o el sentido místico. El libro trata de esta facultad perceptiva en relación con la salud, el pensamiento, el carácter y la religión.

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Índice de contenidos

 

Nota introductoria

Capítulo 1. El sexto sentido

Capítulo 2. En relación con la salud

Capítulo 3. En relación con el pensamiento

Capítulo 4. En relación con el carácter

Capítulo 5. En relación con la religión

 

 

 

El sexto sentido: su cultivo y uso

CHARLES HENRY BRENT

1911

Nota introductoria

Este libro fue planeado y prometido al editor hace más de tres años. Las exigentes obligaciones han obligado al escritor a aplazar de vez en cuando la finalización de su empresa. La demora ha sido provechosa, ya que ha dado la oportunidad de estudiar obras recientes sobre temas afines, lo que en algunos aspectos ha modificado y en otros ha ampliado la concepción original del tema en cuestión. Un largo viaje por el océano ha proporcionado por fin la tranquilidad necesaria para escribir estas ideas.

SS. Prinz Eitel Friedrich, Golfo de Adén, 8 de enero de 1911.

Capítulo 1. El sexto sentido

 

Por Sexto Sentido me refiero al Sentido Místico, o esa facultad perceptiva interna que distingue al hombre de lo más elevado que está por debajo de él y lo alía con lo más elevado que está por encima. Es tan distintivo entre los objetos creados del hombre, que podría, no inapropiadamente, ser caracterizado como el Sentido Humano. No se utiliza para un propósito exclusivo; por el contrario, es sólo bajo su operación que las actividades del hombre, todas y cada una, se vuelven humanas. En su naturaleza difiere esencialmente de los sentidos corporales, aunque está justificado considerarlo como un sentido porque su función es, al igual que ellos, percibir y proporcionar alimento para el pensamiento.

Los cinco sentidos corporales eran originalmente, en las primeras etapas de la evolución, y, en su aspecto final, son un solo sentido: el sentido del tacto. Por medio de él, la planta, el molusco y el gusano se relacionan con el universo del que forman parte. Poco a poco, el sentido único, en el proceso evolutivo, encuentra la oportunidad y la ocasión de especializarse. La vista es un tacto extraordinariamente sensibilizado por medio del cual se perciben la forma y el color, y el objeto lejano se inclina a nuestros pies; las estrellas, que saltan a través del espacio, se convierten en amigos íntimos, y el horizonte más lejano de la tierra se encuentra a nuestra puerta. El oído es el tacto localizado y especializado para ser capaz de percibir las vibraciones causadas por el impacto de un cuerpo sobre otro; su capacidad ampliada clasifica el sonido de tal manera que ofrece sus mutaciones y sutilezas para nuestro uso y placer como el tejedor ofrece sus hilos al telar. El olfato es esa especialización del tacto, singularmente delicada, que Maeterlinck supone que todavía se encuentra en su fase inicial de desarrollo en la especie humana, y que responde al estímulo de esas exhalaciones, por lo demás intangibles, llamadas olores. Por último, el gusto es el tacto especializado para discernir las propiedades internas de los alimentos; el gusto es el sentido de la prueba. El mero tacto determina la existencia, el tacto especializado el carácter y las sutilezas de la materia del universo físico.

Como indicación de la unidad de los sentidos animales y de la simpatía cooperativa entre ellos, es digno de mención el hecho de que, cuando un sentido está deteriorado o destruido, los demás se esfuerzan diligentemente por suplir su ausencia, desempeñando todo el cuerpo, en la medida de lo posible, el papel de ojo o de oído, o de ambos, y cada sentido restante se agudiza extraordinariamente, de modo que adopta en cierto modo el carácter del sentido más afín o del vecino. El ciego casi puede ver con los oídos y las manos, el sordo casi puede oír con los ojos. Los sentidos que quedan se esfuerzan, no sin cierto éxito, por transmitir al cerebro impresiones para las que no están adaptados congénitamente.

Las diferencias orgánicas de los sentidos corporales, entonces, encuentran una estrecha unidad en la similitud funcional, todos los nervios sensoriales se agrupan bajo la cabeza del tacto. El Sentido Místico, igualmente, llega a nuestra atención primero como una simple facultad de percepción por la cual obtenemos conocimiento de ese departamento de la realidad que trasciende el tacto corporal y sus subdivisiones, pero el estudio revela que su unidad es una complejidad ordenada, como en el caso de todas las dotes desarrolladas. En términos generales, es el sentido que relaciona al hombre con el aspecto espiritual o psíquico de la realidad. Nos pone en relación con el orden espiritual del que formamos parte. Encuentra espacio para ejercitarse, gana su libertad y alcanza su más alto desarrollo en esta esfera, comenzando las operaciones en el punto donde los sentidos corporales se ven obligados a detenerse por las limitaciones inherentes. Discierne el carácter más íntimo, el uso, el valor del objetivo, y diferencia entre la estimación humana y la animal de las cosas. De hecho, tiene en él lo que no es de este mundo u orden. Se eleva más allá de los asuntos humanos y mundanos y empina sus alas en las altitudes divinas donde se encuentra el trono de Dios. No sólo percibe, sino que también se apodera de esa fase de la realidad que está más allá del alcance sin ayuda, o elude el alcance, del resto de nuestras facultades en su combinación más feliz, y por lo tanto de cualquiera de ellas independientemente. Toma el material recogido por el contacto físico con el mundo de la vista y el sonido, y lo presenta a la mente para las operaciones de racionalización. Más que eso, vuelve cargado con la riqueza reunida en exploraciones en regiones donde ni el cuerpo ni la razón pueden pisar, convirtiendo la aburrida prosa de la vida en poesía y canción.