El Valle Perdido de Iskander - Robert E. Howard - E-Book

El Valle Perdido de Iskander E-Book

Robert E. Howard

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Beschreibung

En "El Valle Perdido De Iskander", Francis Xavier Gordon, también conocido como "El Borak", se aventura en un remoto valle escondido en Afganistán. Esta misteriosa tierra esconde antiguos secretos y está gobernada por un señor de la guerra que afirma descender de Alejandro Magno. A medida que las facciones rivales se enfrentan, la astucia y el coraje de Gordon se ponen a prueba mientras navega entre traiciones, tesoros perdidos y los ecos de un imperio olvidado.

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Seitenzahl: 53

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Índice de contenido
El Valle Perdido de Iskander
Sinopsis
AVISO
I: El paquete de seda engrasada
II: El rescate de Bardylis de Atalus
III: Los hijos de Iskander
IV: El duelo con Tolomeo el Amable
V: La muerte de Hunyadi

El Valle Perdido de Iskander

Robert E. Howard

Sinopsis

En “La Hija de Erlik Khan”, El Borak, un aventurero en los desiertos de Asia Central, se embarca en una peligrosa misión para rescatar a una mujer secuestrada. Por el camino, se enfrenta a tribus mortíferas, conspiraciones siniestras y la inminente influencia del dios Erlik Khan. La historia mezcla acción, misticismo y traición, mostrando el talento de Howard para la aventura trepidante en escenarios exóticos.

Palabras clave

Aventura, intriga, El Borak

AVISO

Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

 

Fue el sigiloso tintineo del acero sobre la piedra lo que despertó a Gordon. A la tenue luz de las estrellas, un bulto sombrío se cernía sobre él y algo brillaba en la mano alzada. Gordon entró en acción como un resorte de acero que se desenrolla. Su mano izquierda controló el descenso de la muñeca con su cuchillo curvo y, al mismo tiempo, se elevó y cerró salvajemente la garganta peluda con su mano derecha.

Un gorgoteante jadeo se estranguló en aquella garganta y Gordon, resistiendo las terribles embestidas del otro, enganchó una pierna alrededor de su rodilla y lo empujó por encima y por debajo. No se oía más que el ruido sordo y sordo de los cuerpos tensos. Gordon luchaba, como siempre, en un lúgubre silencio. Ningún sonido salió de los tensos labios del hombre que tenía debajo. Su mano derecha se retorcía en el agarre de Gordon, mientras que la izquierda rasgaba inútilmente la muñeca cuyos dedos de hierro se hundían cada vez más en la garganta que sujetaban. Aquella muñeca se sentía como una masa de alambres de acero entretejidos para los dedos debilitados que la arañaban. Gordon se mantuvo en su posición, aplicando toda la fuerza de sus hombros compactos y sus fuertes brazos a los dedos que le estrangulaban. Sabía que era su vida o la del hombre que se había acercado sigilosamente para apuñalarle en la oscuridad. En aquel rincón inexplorado de las montañas afganas todas las luchas eran a muerte. Los dedos desgarrados se relajaron. Un estremecimiento convulsivo recorrió el gran cuerpo que se tensaba bajo el americano. Quedó inerte.

I:El paquete de seda engrasada

Gordon se deslizó del cadáver, en la sombra más profunda de las grandes rocas entre las que había estado durmiendo. Instintivamente se palpó bajo el brazo para ver si el precioso paquete por el que se había jugado la vida seguía a salvo. Sí, estaba allí, aquel fajo plano de papeles envueltos en seda aceitada, que significaba la vida o la muerte para miles de personas. Escuchó. Ningún sonido rompía la quietud. A su alrededor, las laderas con sus salientes y peñascos se alzaban macilentas y negras a la luz de las estrellas. Era la oscuridad que precede al amanecer.

Pero sabía que los hombres se movían a su alrededor, entre las rocas. Sus oídos, aguzados por años en lugares salvajes, captaban sonidos sigilosos: el suave roce de la tela sobre las piedras, el tenue arrastrar de los pies calzados con sandalias. No podía verlos, y sabía que ellos no podían verlo a él, entre las rocas que había elegido para dormir.

Su mano izquierda buscó a tientas su rifle y desenfundó su revólver con la derecha. Aquella corta y mortal pelea no había hecho más ruido que el que podría haber hecho el silencioso acuchillamiento de un hombre dormido. Sin duda, sus acechadores estaban esperando alguna señal del hombre que habían enviado para asesinar a su víctima.

Gordon sabía quiénes eran esos hombres. Sabía que su líder era el hombre que le había perseguido durante cientos de millas, decidido a que no llegara a la India con aquel paquete envuelto en seda. Francis Xavier Gordon era conocido por su reputación desde Estambul hasta el Mar de China. Los mahometanos le llamaban El Borak, el Veloz, y le temían y respetaban. Pero en Gustav Hunyadi, renegado y aventurero internacional, Gordon había encontrado la horma de su zapato. Y ahora sabía que Hunyadi, ahí fuera en la noche, estaba al acecho con sus asesinos turcos. Por fin le habían descubierto.

Gordon salió de entre las rocas tan silenciosamente como un gran gato. Ningún montañés, nacido y criado entre aquellos riscos, podría haber evitado las piedras sueltas con más destreza o haber escogido su camino con más cuidado. Se dirigió hacia el sur, porque en esa dirección estaba su objetivo final. Sin duda estaba completamente rodeado.

Sus suaves sandalias nativas no hacían ruido, y con su oscuro atuendo de montañés era casi invisible. En la sombra oscura de un acantilado, de repente sintió una presencia humana delante de él. Una voz siseó, una lengua europea que enmarcaba las palabras turcas: 

—¡Ali! ¿Eres tú? ¿Ha muerto el perro? ¿Por qué no me has llamado?

Gordon golpeó salvajemente en la dirección de la voz. El cañón de su pistola chocó de refilón contra un cráneo humano, y un hombre gimió y se desplomó. A su alrededor se alzó un repentino clamor de voces, el chirrido del cuero sobre la roca. Una voz estentórea empezó a gritar, con una nota de pánico.

Gordon echó el sigilo a volar. De un salto se deshizo del cuerpo que se retorcía ante él y se alejó a toda velocidad ladera abajo. Detrás de él se elevó un coro de gritos cuando los hombres escondidos vislumbraron su figura sombría corriendo a través de la luz de las estrellas. Chorros de color naranja cortaban la oscuridad, pero las balas silbaban alto y ancho. La silueta voladora de Gordon no fue vista más que un instante, y luego se la tragaron los sombríos golfos de la noche. Sus enemigos rugieron como lobos frustrados en su furia desconcertada. Una vez más, su presa se les había escapado de las manos como una anguila.