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Don Benito Pérez Galdós estrenó Electra, drama en cinco actos, la noche del 30 de enero de 1901 en el Teatro Español de Madrid. Sobre un escenario se enfrentan, un vez más, las dos Españas; la progresista y liberal, encarnada en la figura de Máximo, y la retrógrada y clerical, que encuentra en el personaje de don Salvador Pantoja su principal exponente. Galdós tomó de prestado el texto de Electra de Sófocles, pero en la Electra de Galdós, ella es una huérfana acogida por sus tíos que intentan encerrarla en un convento en contra de su deseo.
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Seitenzahl: 151
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Benito Pérez Galdós
Electra
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Electra
© 2024, Red ediciones
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-352-8.
ISBN rústica: 978-84-9953-127-4.
ISBN ebook: 978-84-9953-126-7.
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Créditos 4
Brevísima presentación 9
La obra 9
Personajes 10
Acto primero 11
Escena I 11
Escena II 13
Escena III 16
Escena IV 17
Escena V 19
Escena VI 21
Escena VII 25
Escena VIII 33
Escena IX 34
Escena X 39
Escena XI 43
Escena XII 46
Escena XIII 47
Escena XIV 49
Acto segundo 51
Escena I 51
Escena II 52
Escena III 54
Escena IV 57
Escena V 60
Escena VI 64
Escena VII 65
Escena VIII 66
Escena IX 69
Escena X 71
Escena XI 73
Escena XII 75
Escena XIII 78
Escena XIV 79
Escena XV 80
Escena XVI 82
Escena XVII 82
Acto tercero 85
Escena I 85
Escena II 92
Escena III 95
Escena IV 96
Escena V 97
Escena VI 99
Escena VII 104
Escena VIII 104
Escena IX 106
Escena X 111
Escena XI 117
Acto cuarto 119
Escena I 119
Escena II 121
Escena III 123
Escena IV 126
Escena V 127
Escena VI 127
Escena VII 134
Escena VIII 135
Escena IX 141
Escena X 143
Escena XI 146
Escena XII 147
Acto quinto 151
Escena I 151
Escena II 153
Escena III 154
Escena IV 156
Escena V 159
Mutación 161
Escena VI 162
Escena VII 164
Escena VIII 165
Escena IX 167
Escena última 167
Libros a la carta 171
Don Benito Pérez Galdós estrenó Electra, drama en cinco actos, la noche del 30 de enero de 1901 en el Teatro Español de Madrid.
Sobre un escenario se enfrentan, un vez más, las dos Españas; la progresista y liberal, encarnada en la figura de Máximo, y la retrógrada y clerical, que encuentra en el personaje de don Salvador Pantoja su principal exponente.
Galdós tomó de prestado el texto de Electra de Sófocles, pero en la Electra de Galdós, ella es una huérfana acogida por sus tíos que intentan encerrarla en un convento en contra de su deseo.
Electra (18 años)
Evarista (50 años), esposa de Don Urbano
Máximo (35 años)
Don Salvador Pantoja (50 años)
El Marqués de Ronda (58 años)
Don Leonardo Cuesta, agente de Bolsa (50 años)
Don Urbano García Yuste (55 años)
Mariano, auxiliar de laboratorio
Gil, calculista
Balbina, criada vieja
Patros, criada joven
José, criado viejo
Sor Dorotea
Un Operario
La Sombra de Eleuteria
La acción en Madrid, rigurosamente contemporánea.
Sala lujosa en el palacio de los señores de García Yuste. A la derecha, paso al jardín. Al fondo, comunicación con otras salas del edificio. A la derecha primer término, puerta de la habitación de Electra. (Izquierda y derecha se entiende del espectador.)
El Marqués; José, por el foro.
José Están en el jardín. Pasaré recado.
Marqués Aguarda. Quiero dar un vistazo a esta sala. No he visitado a los señores de García Yuste desde que habitan su nuevo palacio... ¡Qué lujo!... Hacen bien. Dios les da para todo, y esto no es nada en comparación de lo que consagran a obras benéficas. ¡Siempre tan generosos...!
José ¡Oh, sí, señor!
Marqués Y siempre tan retraídos... aunque hay en la familia, según creo, una novedad muy interesante...
José ¿Novedad? ¡Ah! sí...¿lo dice por...?
Marqués Oye, José: ¿harás lo que yo te diga?
José Ya sabe el señor Marqués que nunca olvido los catorce años que le serví... Mande Vuecencia.
Marqués Pues bien: hoy vengo exclusivamente por conocer a esa señorita que tus amos han traído poco ha de un colegio de Francia.
José La señorita Electra.
Marqués ¿Podrás decirme si sus tíos están contentos de ella, si la niña se muestra cariñosa, agradecida?
José ¡Oh! sí... Los señores la quieren... Solo que...
Marqués ¿Qué?
José Que la niña es algo traviesa.
Marqués La edad...
José Juguetona, muy juguetona, señor.
Marqués Es monísima; según dicen, un ángel...
José Un ángel, si es que hay ángeles parecidos a los diablos. A todos nos trae locos.
Marqués ¡Cuánto deseo conocerla!
José En el jardín la tiene Vuecencia. Allí se pasa toda la mañana enredando y haciendo travesuras.
Marqués (Mirando al jardín.) Hermoso jardín, parque más bien: arbolado viejo, del antiguo palacio de Gravelinas...
José Sí, señor.
Marqués La magnífica casa de vecindad que veo allá ¿no es también de tus amos?
José Con entrada por el jardín y por la calle. En el piso bajo tiene su laboratorio el sobrino de los señores: el señorito Máximo, primer punto de España en las matemáticas y en la... en la...
Marqués Sí: el que llaman el Mágico prodigioso... Le conocí en Londres... no recuerdo la fecha... Aún vivía su mujer.
José El pobrecito quedó viudo en Febrero del año pasado... Tiene dos niños lindísimos.
Marqués No hace mucho he renovado con Máximo mi antiguo conocimiento, y aunque no frecuento su casa, por razones que yo me sé, somos grandes amigos, los mejores amigos del mundo.
José Yo también le quiero. ¡Es tan bueno...!
Marqués Y dime ahora: ¿no se arrepienten los señores de haber traído ese diablillo?
José (Recelando que venga alguien.) Diré a Vuecencia... Yo he notado... (Ve venir a Don Urbano por el jardín.) El señor viene.
Marqués Retírate...
El Marqués, Don Urbano.
Marqués (Dándole los brazos.) Mi querido Urbano...
Don Urbano ¡Marqués! ¡Dichosos los ojos...!
Marqués ¿Y Evarista?
Don Urbano Bien. Extrañando mucho las ausencias del ilustre Marqués de Ronda.
Marqués ¡Ay, no sabe usted qué invierno hemos pasado!
Don Urbano ¿Y Virginia?
Marqués No está mal. La pobre, siempre luchando con sus achaques. Vive por el vigor tenaz, testarudo digo yo, de su grande espíritu.
Don Urbano Vaya, vaya...¿Con que...? (Señalando al jardín.) ¿Quiere usted que bajemos?
Marqués Luego. Descansaré un instante. (Se sienta.) Hábleme usted, querido Urbano, de esa niña encantadora, de esa Electra, a quien han sacado ustedes del colegio.
Don Urbano No estaba ya en el colegio. Vivía en Hendaya con unos parientes de su madre. Yo nunca fui partidario de traerla a vivir con nosotros; pero Evarista se encariñó hace tiempo con esa idea; su objeto no es otro que tantear el carácter de la chiquilla, ver si podremos obtener de ella una buena mujer, o si nos reserva Dios el oprobio de que herede las mañas de su madre. Ya sabe usted que era prima hermana de mi esposa, y no necesito recordarle los escándalos de Eleuteria, del 80 al 85.
Marqués Ya, ya.
Don Urbano Fueron tales, que la familia, dolorida y avergonzada, rompió con ella toda relación. Esta niña, cuyo padre se ignora, se crió junto a su madre hasta los cinco años. Después la llevaron a las Ursulinas de Bayona. Allí, ya fuese por abreviar, ya por embellecer el nombre, dieron en llamarla Electra, que es grande novedad.
Marqués Perdone usted, novedad no es; a su desdichada madre, Eleuteria Díaz, los íntimos la llamábamos también Electra, no solo por abreviar, sino porque a su padre, militar muy valiente, desgraciadísimo en su vida conyugal, le pusieron Agamenón.
Don Urbano No sabía... Yo jamás me traté con esa gente. Eleuteria, por la fama de sus desórdenes, se me representaba como un ser repugnante...
Marqués Por Dios, mi querido Urbano, no extreme usted su severidad. Recuerde que Eleuteria, a quien llamaremos Electra I, cambió de vida... Ello debió de ser hacia el 88...
Don Urbano Por ahí... Su arrepentimiento dio mucho que hablar. En San José de la Penitencia murió el 95 regenerada, abominando de su pasado...
Marqués (Como reprendiéndole por su severidad.) Dios la perdonó...
Don Urbano Sí, sí... perdón, olvido...
Marqués Y ustedes, ahora, tantean a Electra II para saber si sale derecha o torcida. ¿Y qué resultado van dando las pruebas?
Don Urbano Resultados oscuros, contradictorios, variables cada día, cada hora. Momentos hay en que la chiquilla nos revela excelsas cualidades, mal escondidas en su inocencia; momentos en que nos parece la criatura más loca que Dios ha echado al mundo. Tan pronto le encanta a usted por su candor angelical, como le asusta por las agudezas diabólicas que saca de su propia ignorancia.
Marqués Exceso de imaginación quizás, desequilibrio. ¿Es viva?
Don Urbano Tan viva como la misma electricidad, misteriosa, repentina, de mucho cuidado. Destruye, trastorna, ilumina.
Marqués (Levantándose.) La curiosidad me abrasa ya. Vamos a verla.
El Marqués, Don Urbano; Cuesta, por el fondo.
Cuesta (Entra con muestras de cansancio, saca su cartera de negocios y se dirige a la mesa.) Marqués... ¿tanto bueno por aquí...?
Marqués Hola, gran Cuesta. ¿Qué nos dice nuestro incansable agente...?
Cuesta (Sentándose. Revela padecimiento del corazón.) El incansable...¡ay! se cansa ya.
Don Urbano Hombre, ¿qué me dices del alza de ayer en el Amortizable?
Cuesta Vino de París con dos enteros.
Don Urbano ¿Has hecho nuestra liquidación?
Marqués ¿Y la mía?
Cuesta En ellas estoy... (Saca papeles de su cartera y escribe con lápiz.) Luego sabrán ustedes las cifras exactas. He sacado todo el partido posible de la conversión.
Marqués Naturalmente... siendo el tipo de emisión de los nuevos valores 79.50... habiendo adquirido nosotros a precio muy bajo el papel recogido...
Don Urbano Naturalmente...
Cuesta Naturalmente, el resultado ha sido espléndido.
Marqués La facilidad con que nos enriquecemos, querido Urbano, enciende en nosotros el amor de la vida y el entusiasmo por la belleza humana. Vámonos al jardín.
Don Urbano (A Cuesta.) ¿Vienes?
Cuesta Necesito diez minutos de silencio para ordenar mis apuntes.
Don Urbano Pues te dejamos solo. ¿Quieres algo?
Cuesta (Abstraído en sus apuntes.) No... Sí: un vaso de agua. Estoy abrasado.
Don Urbano Al momento. (Sale con el Marqués hacia el jardín.)
Cuesta, Patros.
Cuesta (Corrigiendo los apuntes.) ¡Ah! sí, había un error. A los de Yuste corresponden... un millón seiscientas mil pesetas. Al Marqués de Ronda, doscientas veintidós mil. Hay que descontar las doce mil y pico, equivalentes a los nueve mil francos...
(Entra Patros con vasos de agua, azucarillos, coñac. Aguarda un momento a que Cuesta termine sus cálculos.)
Patros ¿Lo dejo aquí, Don Leonardo?
Cuesta Déjalo y aguarda un instante... Un millón ochocientos... con los seiscientos diez... hacen... Ya está claro. Bueno, bueno... Con que, Patros... (Echa mano al bolsillo, saca dinero y se lo da.)
Patros Señor, muchas gracias.
Cuesta Con esto te digo que espero de ti un favor.
Patros Usted dirá, Don Leonardo.
Cuesta Pues... (Revolviendo el azucarillo.) Verás...
Patros ¿No pone coñac? Si viene sofocado, el agua sola puede hacerle daño.
Cuesta Sí: pon un poquito... Pues quisiera yo... no vayas a tomarlo a mala parte... quisiera yo hablar un ratito a solas con la señorita Electra. Conociéndome como me conoces, comprenderás que mi objeto es de los más puros, de los más honrados. Digo esto para quitarte todo escrúpulo... (Recoge sus papeles.) Antes que alguien venga, ¿puedes decirme qué ocasión, qué sitio son los más apropiados...?
Patros ¿Para decir cuatro palabritas a la señorita Electra? (Meditando.) Ello ha de ser cuando los señores despachan con el apoderado... Yo estaré a la mira...
Cuesta Si pudiera ser hoy, mejor.
Patros El señor ¿vuelve luego?
Cuesta Volveré, y con disimulo me adviertes...
Patros Sí, Sí... Pierda cuidado. (Recoge el servicio y se retira.)
Cuesta; Pantoja, enteramente vestido de negro. Entra en escena meditabundo, abstraído.
Cuesta Amigo Pantoja, Dios le guarde. ¿Vamos bien?
Pantoja (Suspira.) Viviendo, amigo, que es como decir: esperando.
Cuesta Esperando mejor vida...
Pantoja Padeciendo en ésta todo lo que el Señor disponga para hacernos dignos de la otra.
Cuesta ¿Y de salud?
Pantoja Mal y bien. Mal, porque me afligen desazones y achaques; bien, porque me agrada el dolor, y el sufrimiento me regocija. (Inquieto y como dominado de una idea fija, mira hacia el jardín.)
Cuesta Ascético estáis.
Pantoja ¡Pero esa loquilla...! Véala usted correteando con los chicos del portero, con los niños de Máximo y con otros de la vecindad. Cuando la dejan explayarse en las travesuras infantiles, está Electra en sus glorias.
Cuesta ¡Adorable muñeca! Quiera Dios hacer de ella una mujer de mérito.
Pantoja De la muñeca graciosa, de la niña voluble, podrá salir un ángel más fácilmente que saldría de la mujer.
Cuesta No le entiendo a usted, amigo Pantoja.
Pantoja Me entiendo yo... Mire, mire como juegan. (Alarmado.) ¡Jesús me valga! ¿A quién veo allí? ¿Es el Marqués de Ronda?
Cuesta Él mismo.
Pantoja Ese corrumpido corruptor. Tenorio de la generación pasada, no se decide a jubilarse por no dar un disgusto a Satanás.
Cuesta Para que pueda decirse una vez más que no hay paraíso sin serpiente.
Pantoja ¡Oh, no! ¡Serpiente ya teníamos! (Nervioso y displicente, se pasea por la escena.)
Cuesta Otra cosa: ¿no se ha enterado usted de la millonada que les traigo?
Pantoja (Sin prestar gran atención al asunto, fijándose en otra idea que no manifiesta.) Sí, ya sé... ya... Hemos ganado una enormidad.
Cuesta Evarista completará su magna obra de piedad...
Pantoja (Maquinalmente.) Sí.
Cuesta Y usted dedicará mayores recursos a San José de la Penitencia.
Pantoja Sí... (Repitiendo una idea fija.) Serpiente ya teníamos. (Alto.) ¿Qué me decía usted, amigo Cuesta?
Cuesta Que...
Pantoja Perdone usted... ¿Es cierto que el vecino de enfrente, nuestro maravilloso sabio, inventor y casi taumaturgo, piensa mudar de residencia?
Cuesta ¿Quién? ¿Máximo? Creo que sí. Parece que en Bilbao y en Barcelona acogen con entusiasmo sus admirables estudios para nuevas aplicaciones de la electricidad; y le ofrecen cuantos capitales necesite para plantear estas novedades.
Pantoja (Meditabundo.) ¡Oh!... Capital, dentro de mis medios, yo se lo daría, con tal que...
Pantoja, Cuesta; Evarista, Don Urbano, El Marqués, que vienen del jardín.
Evarista (Soltando el brazo del Marqués.) Felices, Cuesta. Pantoja, ¡cuánto me alegro de verle hoy!... (Cuesta y Pantoja se inclinan y le besan la mano respetuosamente. Siéntase la señora a la derecha; el Marqués, en pie, a su lado. Los otros tres forman grupo a la izquierda hablando de negocios.)
Marqués (Reanudando con Evarista una conversación interrumpida.) Por ese camino, no solo pasará usted a la Historia, sino al Año Cristiano.
Evarista No alabe usted, Marqués, lo que en absoluto carece de mérito. No tenemos hijos: Dios arroja sobre nosotros caudales y más caudales. Cada año nos cae una herencia. Sin molestarnos en lo más mínimo ni discurrir cosa alguna, el exceso de nuestras rentas, manejado en operaciones muy hábiles por el amigo Cuesta, nos crea sin sentirlo nuevos capitales. Compramos una finca, y al año la subida de los productos triplica su valor; adquirimos un erial, y resulta que el subsuelo es un inmenso almacén de carbón, de hierro, de plomo... ¿Qué quiere decir esto, Marqués?
Marqués Quiere decir, mi venerable amiga, que cuando Dios acumula tantas riquezas sobre quien no las desea ni las estima, indica muy claramente que las concede para que sean destinadas a su servicio.
Evarista Exactamente. Interpretándolo yo del mismo modo, me apresuro a cumplir la divina voluntad. Lo que hoy me trae Cuesta, no hará más que pasar por mis manos, y con esto habré consagrado al Patrocinio siete millones largos, y aún haré más, para que la casa y colegio de Madrid tengan todo el decoro y la magnificencia que corresponden a tan grande instituto... Impulsaremos las obras de los colegios de Valencia y Cádiz...
Pantoja (Pasando al grupo de la derecha.) Sin olvidar, amiga mía, la casa de enseñanzas superiores, que ha de ser santuario de la verdadera ciencia...
Evarista Bien sabe el amigo Pantoja que no ceso de pensar en ello.
Don Urbano (Pasando también a la derecha.) En ello pensamos noche y día.
Marqués Admirable, admirable. (Se levanta.)
Evarista (A Cuesta, que también pasa a la derecha.) Y ahora, Leonardo, ¿qué hacemos?
Cuesta (Sentándose al lado de Evarista, propone a la señora nuevas operaciones.) Nos limitaremos por hoy a emplear alguna cantidad en dobles...
Pantoja (En pie a la izquierda de Evarista.) O a prima...
Marqués (Paseando por la escena con Don Urbano.) Me permitirá usted, querido Urbano, que proclamando a gritos los méritos de su esposa, no eche en saco roto los míos, los nuestros: hablo por mi mujer y por mí. Virginia ya lleva dado a Las Esclavas un tercio de nuestra fortuna.
Don Urbano De las más saneadas de Andalucía.
Marqués Y en nuestro testamento se lo dejamos todo, menos la parte que destinamos a ciertas obligaciones y a la parentela pobre...
Don Urbano Muy bien... Pero, según mis noticias, no estuvo usted muy conforme, años ha, con que Virginia tuviera piedad tan dispendiosa.
Marqués Es cierto. Pero al fin me catequizó. Suyo soy en cuerpo y alma. Me ha convertido, me ha regenerado.
Don Urbano Como a mí mi Evarista.
Marqués Por conservar la paz del matrimonio, empecé a contemporizar, a ceder, y cediendo y contemporizando, he llegado a esta situación. No me pesa, no. Hoy vivo en una placidez beatífica, curado de mis antiguas mañas. He llegado a convencerme de que Virginia no solo salvará su alma, sino también la mía.
Don Urbano Como yo... Que me salve.
Marqués Cierto que no tenemos iniciativa para nada.
Don Urbano Para nada, querido Marqués.
Marqués Que a las veces, hasta el respirar nos está vedado.
Don Urbano Vedada la respiración...
Marqués Pero vivimos tranquilamente.
Don Urbano Servimos a Dios sin ningún esfuerzo...
Marqués Nuestras benditas esposas van delante de nosotros por el camino de la gloriosa eternidad y... Descuide usted, que no nos dejarán atrás.
Don Urbano Cierto.
Evarista ¿Urbano?
Don Urbano (Acudiendo presuroso.) ¿Qué?
Evarista Ponte a las órdenes de Cuesta para la liquidación, y para la entrega a los Padres...
Don Urbano Hoy mismo. (Se levanta Cuesta.)
Evarista Otra cosa: bajas un momento y le dices a Electra que ya van tres horas de juego...
Pantoja (Imperioso.) Que suba. Ya es demasiado retozar.
Don Urbano Voy. (Viendo venir a Electra.) Ya está aquí.
Los mismos; Electra, tras ella Máximo.
Electra (Entra corriendo y riendo, perseguida por Máximo, a quien lleva ventaja en la carrera. Su risa es de miedo infantil.) Que no me coges... Bruto, fastídiate.
Máximo (Trae en una mano varios objetos que indicará, y en la otra una ramita larga de chopo, que esgrime como un azote.) ¡Pícara, si te cojo...!
Electra (Sin hacer caso de los que están en escena recorre ésta con infantil ligereza, y va a refugiarse en las faldas de Doña Evarista, arrodillándose a sus pies y echándole los brazos a la cintura.) Estoy en salvo... tía; mándele usted que se vaya.
Máximo ¿Dónde está esa loca? (Con amenaza jocosa.) ¡Ah! Ya sabe donde se pone.
Evarista ¿Pero, hija, cuándo tendrás formalidad? Máximo, eres tú tan chiquillo como ella.
Máximo (Mostrando lo que trae