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El estreno del drama "Electra", de Benito Pérez Galdós, en el Teatro Español de Madrid el 30 de enero de 1901, desencadenó en España todo un movimiento anticlerical que no estaba en principio orquestado ni era debido a la voluntad del autor. Sin embargo, la obra tuvo una repercusión política y religiosa de carácter nacional.
El argumento, si bien diferente, estaba inspirado en el caso de Adelaida Ubao, que ocupó las noticias de la prensa. Esta joven, menor de edad, ingresó en un convento en contra del deseo de su propia familia, lo que obligó a la madre a elegir a Nicolás Salmerón para que la defendiera en los tribunales, juicio que ganó el abogado republicano.
En "Electra" se cuenta la historia de una chica del mismo nombre (derivación de Eleuteria) quien es engañada por su tutor Salvador Pantoja, que para apartarla de Máximo, del que está enamorada, le hace creer a ella que ambos son hermanos. Desalentada se va a un convento de donde es rescatada tras aclararse el engaño y vencer al malévolo Pantoja.
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ELECTRA
Acto primero
Acto segundo
Acto tercero
Acto cuarto
Acto quinto
Sala lujosa en el Palacio de los señores de García Yuste. A la derecha, paso al jardín. Al fondo comunicación con otras salas del edificio. A la derecha primer término, puerta de la habitación de ELECTRA. ( Izquierda y derecha se entiende del espectador.)
ESCENA PRIMERA
El MARQUÉS; JOSÉ por el foro.
JOSÉ
Están en el jardín. Pasaré recado.
MARQUÉS
Aguarda. Quiero dar un vistazo a esta sala. No he visitado a los señores de García Yuste desde que habitan su nuevo palacio… ¡Qué lujo!… Hacen bien. Dios les da para todo, y esto no es nada en comparación de lo que consagran a obras benéficas. ¡Siempre tan generosos…!
JOSÉ
¡Oh, sí, señor!
MARQUÉS
Y siempre tan retraídos… aunque hay en la familia, según creo, una novedad muy interesante…
JOSÉ
¿Novedad? ¡Ah!, sí… ¿lo dice por…?
MARQUÉS
Oye, José: ¿harás lo que yo te diga?
JOSÉ
Ya sabe el señor Marqués que nunca olvido los catorce años que le serví… Mande Vuecencia.
MARQUÉS
Pues bien: hoy vengo exclusivamente por conocer a esa señorita que tus amos han traído poco ha de un colegio de Francia.
JOSÉ
La señorita Electra.
MARQUÉS
¿Podrás decirme si sus tíos están contentos de ella, si la niña se muestra cariñosa, agradecida?
JOSÉ
¡Oh!, sí… Los señores la quieren… Sólo que…
MARQUÉS
¿Qué?
JOSÉ
Que la niña es algo traviesa.
MARQUÉS
La edad…
JOSÉ
Juguetona, muy juguetona, señor.
MARQUÉS
Es monísima; según dicen, un ángel…
JOSÉ
Un ángel, si es que hay ángeles parecidos a los diablos. A todos nos trae locos.
MARQUÉS
¡Cuánto deseo conocerla!
JOSÉ
En el jardín la tiene Vuecencia. Allí se pasa toda la mañana enredando y haciendo travesuras.
MARQUÉS
( Mirando al jardín.) Hermoso jardín, parque más bien: arbolado viejo, del antiguo palacio de Gravelinas…
JOSÉ
Sí, señor.
MARQUÉS
La magnífica casa de vecindad que veo allá ¿no es también de tus amos?
JOSÉ
Con entrada por el jardín y por la calle. En el piso bajo tiene su laboratorio el sobrino de los señores: el señorito Máximo, primer punto de España en las matemáticas y en la… en la…
MARQUÉS
Sí: el que llaman el Mágico prodigioso… Le conocí en Londres… no recuerdo la fecha… Aún vivía su mujer.
JOSÉ
El pobrecito quedó viudo en Febrero del año pasado… Tiene dos niños lindísimos.
MARQUÉS
No hace mucho he renovado con Máximo mi antiguo conocimiento, y aunque no frecuento su casa, por razones que yo me sé, somos grandes amigos, los mejores amigos del mundo.
JOSÉ
Yo también le quiero ¡Es tan bueno…!
MARQUÉS
Y dime ahora: ¿no se arrepienten los señores de haber traído ese diablillo?
JOSÉ
( Recelando que venga alguien.) Diré a Vuecencia… Yo he notado… ( Ve venir a DON URBANO por el jardín.) El señor viene.
MARQUÉS
Retírate…
ESCENA II
El MARQUÉS, DON URBANO.
MARQUÉS
( Dándole los brazos.) Mi querido Urbano…
DON URBANO
¡Marqués! ¡Dichosos los ojos…!
MARQUÉS
¿Y Evarista?
DON URBANO
Bien. Extrañando mucho las ausencias del ilustre Marqués de Ronda.
MARQUÉS
¡Ay, no sabe usted qué invierno hemos pasado!
DON URBANO
¿Y Virginia?
MARQUÉS
No está mal. La pobre, siempre luchando con sus achaques. Vive por el vigor tenaz, testarudo digo yo, de su grande espíritu.
DON URBANO
Vaya, Vaya… ¿Con que…? ( Señalando al jardín) ¿Quiere usted que bajemos?
MARQUÉS
Luego. Descansaré un instante. ( Se sienta.) Hábleme usted, querido Urbano, de esa niña encantadora, de esa Electra, a quien han sacado, ustedes del colegio.
DON URBANO
No estaba ya en el colegio. Vivía en Hendaya con unos parientes de su madre. Yo nunca fui partidario de traerla a vivir con nosotros; pero Evarista se encariñó hace tiempo con esa idea; su objeto no es otro que tantear el carácter de la chiquilla, ver si podremos obtener de ella una buena mujer, o si nos reserva Dios el oprobio de que herede las mañas de su madre. Ya sabe usted que era prima hermana de mi esposa, y no necesito recordarle los escándalos de Eleuteria, del 80 al 85.
MARQUÉS
Ya, ya.
DON URBANO
Fueron tales, que la familia, dolorida y avergonzada, rompió con ella toda relación. Esta niña, cuyo padre se ignora, se crió junto a su madre hasta los cinco años. Después la llevaron a las Ursulinas de Bayona. Allí, ya fuese por abreviar, ya por embellecer el nombre, dieron en llamarla Electra, que es grande novedad.
MARQUÉS
Perdone usted, novedad no es; a su desdichada madre, Eleuteria Díaz, los íntimos la llamábamos también Electra, no sólo por abreviar, sino porque a su padre, militar muy valiente, desgraciadísimo en su vida conyugal, le pusieron Agamenón.
DON URBANO
No sabía… Yo jamás me traté con esa gente. Eleuteria, por la fama de sus desórdenes, se me representaba como un ser repugnante…
MARQUÉS
Por Dios, mi querido Urbano, no extreme usted su severidad. Recuerde que Eleuteria, a quien llamaremos Electra I, cambió de vida… Ello debió de ser hacia el 88.
DON URBANO
Por ahí… Su arrepentimiento dio mucho que hablar. En San José de la Penitencia murió el 95 regenerada, abominando de su libertinaje horrible, monstruoso…
MARQUÉS
( Como reprendiéndole por su severidad.) Dios la perdonó…
DON URBANO
Sí, sí… perdón, olvido…
MARQUÉS
Y ustedes, ahora, tantean a Electra II para saber si sale derecha o torcida. ¿Y qué resultado van dando las pruebas?
DON URBANO
Resultados obscuros, contradictorios, variables cada día, cada hora. Momentos hay en que la chiquilla nos revela excelsas cualidades, mal escondidas en su inocencia; momentos en que nos parece la criatura más loca que Dios ha echado al mundo. Tan pronto le encanta a usted por su candor angelical, tomo le asusta por las agudezas diabólicas que saca de su propia ignorancia.
MARQUÉS
Exceso de imaginación quizás, desequilibrio. ¿Es viva?
DON URBANO
Tan viva como la misma electricidad, misteriosa, repentina, de mucho cuidado. Destruye, trastorna, ilumina.
MARQUÉS
( Levantándose.) La curiosidad me abrasa ya. Vamos a verla.
ESCENA III
El MARQUÉS, DON URBANO; CUESTA, por el fondo.
CUESTA
( Entra con muestras de cansancio, saca su cartera de negocios y se dirige a la mesa.) Marqués… ¿tanto bueno por aquí…?
MARQUÉS
Hola, gran Cuesta. ¿Qué nos dice nuestro incansable agente…?
CUESTA
( Sentándose. Revela padecimiento del corazón.) El incansable… ¡ay!, se cansa ya.
DON URBANO
Hombre, ¿qué me dices del alza de ayer en el Amortizable?
CUESTA
Vino de París con dos enteros.
DON URBANO
¿Has hecho nuestra liquidación?
MARQUÉS
¿Y la mía?
CUESTA
En ellas estoy… ( Saca papeles de su cartera y escribe con lápiz.) Luego sabrán ustedes las cifras exactas. He sacado todo el partido posible de la conversión.
MARQUÉS
Naturalmente… siendo el tipo de emisión de los nuevos valores 79,50… habiendo, adquirido nosotros a precio muy bajo el papel recogido…
DON URBANO
Naturalmente…
CUESTA
Naturalmente, el resultado ha sido espléndido.
MARQUÉS
La facilidad que nos enriquecemos, querido Urbano, enciende en nosotros el amor de la vida y el entusiasmo por la belleza humana. Vámonos al jardín.
DON URBANO
( A CUESTA.) ¿Vienes?
CUESTA
Necesito diez minutos de silencio para ordenar mis apuntes.
DON URBANO
Pues te dejamos solo. ¿Quieres algo?
CUESTA
( Abstraído en sus apuntes.) No… Sí: un vaso de agua. Estoy abrasado.
DON URBANO
Al momento. ( Sale con el MARQUÉS hacia el jardín.)
ESCENA IV
CUESTA, PATROS.
CUESTA
( Corrigiendo los apuntes.) ¡Ah!, sí, había un error. A los de Yuste corresponden… un millón seiscientas mil pesetas. Al Marqués de Ronda, doscientas veintidós mil. Hay que descontar las doce mil y pico, equivalentes a los nueve mil francos… ( Entra PATROS con vasos de agua, azucarillos, coñac. Aguarda un momento a que CUESTA termine sus cálculos.)
PATROS
¿Lo dejo aquí, Don Leonardo?
CUESTA
Déjalo y aguarda un instante… Un millón ochocientos… con los seiscientos diez… hacen… Ya está claro. Bueno, bueno… Con que, Patros… ( Echa mano al bolsillo, saca dinero y se lo da.)
PATROS
Señor, muchas gracias.
CUESTA
Con esto te digo que espero de ti un favor.
PATROS
Usted dirá, Don Leonardo.
CUESTA
Pues… ( Revolviendo el azucarillo.) Verás…
PATROS
¿No pone coñac? Si viene sofocado, el agua sola puede hacerla dado.
CUESTA
Sí: pon un poquito… Pues quisiera yo… no vayas a tomarlo a mala parte… quisiera yo hablar un ratito a solas con la señorita Electra. Conociéndome cómo me conoces, comprenderás que mi objeto es de los más puros, de los más honrados. Digo esto para quitarte todo escrúpulo… ( Recoge sus papeles.) Antes que alguien venga, ¿puedes decirme qué ocasión, qué sitio son los más apropiados…?
PATROS
¿Para decir cuatro palabritas a la señorita Electra? ( Meditando.) Ello ha de ser cuando los señores despachan con el apoderado… Yo estaré a la mira…
CUESTA
Si pudiera ser hoy, mejor.
PATROS
El señor ¿vuelve luego?
CUESTA
Volveré, y con disimulo me adviertes…
PATROS
Sí, sí… Pierda cuidado. ( Recoge el servicio y se retira.)
ESCENA V
CUESTA; PANTOJA, enteramente vestido de negro. Entra en escena meditabundo, abstraído.
CUESTA
Amigo Pantoja, Dios le guarde. ¿Vamos bien?
PANTOJA
( Suspira.) Viviendo, amigo, que es como decir: esperando.
CUESTA
Esperando mejor vida…
PANTOJA
Padeciendo en ésta todo lo que el Señor disponga para hacernos dignos de la otra.
CUESTA
¿Y de salud?
PANTOJA
Mal y bien. Mal, porque me afligen desazones y achaques; bien, porque me agrada el dolor, y el sufrimiento me regocija. ( Inquieto y como dominado de una idea fija, mira hacia el jardín.)
CUESTA
Ascético estáis.
PANTOJA
¡Pero esa loquilla…! Véala usted correteando con los chicos del portero, con los niños de Máximo y con otros de la vecindad. Cuando la dejan explayarse en las travesuras infantiles, está Electra en sus glorias.
CUESTA
¡Adorable muñeca! Quiera Dios hacer de ella una mujer de mérito.
PANTOJA
De la muñeca graciosa, de la niña voluble, podrá salir un ángel más fácilmente que saldría de la mujer.
CUESTA
No le entiendo a usted, amigo Pantoja.
PANTOJA
Me entiendo yo… Mire, mire cómo juegan. ( Alarmado.) ¡Jesús me valga! ¿A quién veo allí? ¿Es el Marqués de Ronda?
CUESTA
El mismo.
PANTOJA
Ese corrompido corruptor, Tenorio de la generación pasada, no se decide a jubilarse Por no dar un disgusto a Satanás…
CUESTA
Para que pueda decirse una vez más que no hay paraíso sin serpiente.
PANTOJA
¡Oh, no! ¡Serpiente ya teníamos! ( Nervioso y displicente, se pasea por la escena.)
CUESTA
Otra cosa: ¿no se ha enterado usted de la millonada que los traigo?
PANTOJA
( Sin prestar gran atención al asunto, fijándose en otra idea que no manifiesta.) Sí, ya sé… ya… Hemos ganado una enormidad…
CUESTA
Evarista completará su magna obra de piedad…
PANTOJA
( Maquinalmente.) Sí.
CUESTA
Y usted dedicará mayores recursos a San José de la Penitencia.
PANTOJA
Sí… ( Repitiendo una idea fija.) Serpiente ya teníamos. ( Alto.) ¿Qué me decía usted, amigo Cuesta?
CUESTA
Que…
PANTOJA
Perdone usted… ¿Es cierto que el vecino de enfrente, nuestro maravilloso sabio, inventor y casi taumaturgo, piensa mudar de residencia?
CUESTA
¿Quién? ¿Máximo? Creo que sí. Parece que en Bilbao y en Barcelona acogen con entusiasmo sus admirables estudios para nuevas aplicaciones de la electricidad; y le ofrecen cuantos capitales necesite para plantear estas novedades.
PANTOJA
( Meditabundo.) ¡Oh!… Capital, dentro de mis medios, yo se lo daría, con tal que…
ESCENA VI
PANTOJA, CUESTA; EVARISTA, DON URBANO, el MARQUÉS, que vienen del jardín.
EVARISTA
( Soltando el brazo del MARQUÉS.) Felices, Cuesta. Pantoja, ¡cuánto me alegro de verla hoy!… ( CUESTA y PANTOJA se inclinan y le besan la mano respetuosamente. Siéntase la señora a la derecha; el MARQUÉS, en pie, a su lado. Los otros tres forman grupo a la izquierda hablando de negocios)
MARQUÉS
( Reanudando con EVARISTA una conversación interrumpida.) Por ese camino, no sólo pasará usted a la Historia, sino al Año Cristiano.
EVARISTA
No alabe usted, Marqués, lo que en absoluto carece de mérito… No tenemos hijos: Dios arroja sobre nosotros caudales y más caudales. Cada año nos cae una herencia. Sin molestarnos en lo más mínimo ni discurrir cosa alguna, el exceso de nuestras rentas, manejado en operaciones muy hábiles por el amigo Cuesta, nos crea sin sentirlo nuevos capitales. Compramos una finca, y al año la subida de los productos triplica su valor; adquirimos un erial, y resulta que el subsuelo es un inmenso almacén de carbón, de hierro, de plomo… ¿Qué quiere decir esto, Marqués?
MARQUÉS
Quiere decir, mi venerable amiga, que cuando Dios acumula tantas riquezas sobre quien no las desea ni las estima, indica muy claramente que las concede para que sean destinadas a su servicio.
EVARISTA
Exactamente. Interpretándolo yo del mismo modo, me apresuro a cumplir la divina voluntad. Lo que hoy me trae Cuesta, no hará más que pasar por mis manos, y con esto habré consagrado al Patrocinio siete millones largos, y aún haré más, para que la casa y colegio de Madrid tengan todo el decoro y la magnificencia que corresponden a tan grande instituto… Impulsaremos las obras de los colegios de Valencia y Cádiz…
PANTOJA
( Pasando al grupo de la derecha.) Sin olvidar, amiga mía, la casa de enseñanzas superiores, que ha de ser santuario de la verdadera ciencia…
EVARISTA
Bien sabe el amigo Pantoja que no ceso de pensar en ello.
DON URBANO
( Pasando también a la derecha.) En ello pensamos noche y día.
MARQUÉS
Admirable, admirable. ( Se levanta.)
EVARISTA
( A CUESTA, que también pasa a la derecha.) Y ahora, Leonardo, ¿qué hacemos?
CUESTA
( Sentándose al lado de EVARISTA, propone a la señora nuevas operaciones.) Nos limitaremos por hoy a emplear alguna cantidad en dobles…
PANTOJA
( En pie a la izquierda de EVARISTA.) O prima…
MARQUÉS
( Paseando por la escena con DON URBANO.) Me permitirá usted, querido Urbano, que proclamando a gritos los méritos de su esposa, no eche en saco roto los míos, los nuestros: hablo por mí. Virginia ya lleva dado a Las Esclavas un tercio de nuestra fortuna.
DON URBANO
De las más saneadas de Andalucía.
MARQUÉS
Y en nuestro testamento se lo dejamos todo, menos la parte que destinamos a ciertas obligaciones y a la parentela pobre…
DON URBANO
Muy bien… Pero, según mis noticias, no estuvo usted muy conforme, años ha, con que Virginia tuviera piedad tan dispendiosa.
MARQUÉS
Es cierto. Pero al fin me catequizó. Suyo soy en cuerpo y alma. Me ha convertido, me ha regenerado.
DON URBANO
Como a mí, mi Evarista.
MARQUÉS
Por conservar la paz del matrimonio, empecé a contemporizar, a ceder, y cediendo y contemporizando, he llegado a esta situación. No me pesa, no. Hoy vivo en una placidez beatífica, curado de mis antiguas mañas. He llegado a convencerme de que Virginia no sólo salvará su alma, sino también la mía.
DON URBANO
Como yo… Que me salve.