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Redacté este libro a partir de algunas entradas de mi blog. Ignoro cómo comenzó el movimiento bloguero; algún día estudiaré sus orígenes. Por lo pronto, me contento con una confesión pública: por qué tengo un blog: 1. Porque soy viejo y si no me subo al carro de la tecnología me quedaré atrás, cuidando cadáveres. 2. Porque soy vanidoso. 3. Porque me gusta escribir y creo que esto me obliga a ejercitar los dedos a diario. 4. Porque el blog me permite publicar tonterías y suprimirlas al siguiente día. 5. Porque, aunque llevo un diario donde me desahogo, hay asuntillos que pretendo ventilar (padezco una especie de exhibicionismo literario). 6. Porque espero sacar algún provecho económico del blog (¿alguien me quiere invitar a colaborar en su revista?). 7. Porque creo que existe Dios y, por lo tanto, hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados… Esto significa que si escribo un blog es porque cuento con la voluntad permisiva de Dios. De lo contrario, llovería fuego y azufre sobre mi cabeza.
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Ese imbécil no soy yo
Héctor Zagal
Ese imbécil no soy yo / Héctor Zagal
Primera edición electrónica: 2014
D.R.©2009, Jus, Libreros y Editores, S. A. de C. V.
en colaboración con Editorial Jus
Donceles 88, despacho 405, Centro Histórico
C.P. 06010, México, D.F
Comentarios y sugerencias:
Tel: 22823100 / [email protected]
www.jus.com.mx / www.jus.com.mx/revista
ISBN: 978-607-412-148-3, Jus, Libreros y Editores, S. A. de C.V.
Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la copia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.
ILUSTRACIÓN DE PORTADA: José Pablo Escamilla
DISEÑO DE PORTADA: Anabella Mikulan / Victoria Aguiar
PUMPKIN STUDIO [email protected]
FORMACIÓN Y CUIDADO EDITORIAL:Jus, Libreros y Editores, S. A. de C. V.
A Mariana, in memoriam
Redacté este libro a partir de algunas entradas de mi blog. Ignoro cómo comenzó el movimiento bloguero; algún día estudiaré sus orígenes. Por lo pronto, me contento con una confesión pública: por qué tengo un blog.
1. Porque soy viejo y si no me subo al carro de la tecnología me quedaré atrás, cuidando cadáveres.
2. Porque soy vanidoso.
3. Porque me gusta escribir y creo que esto me obliga a ejercitar los dedos a diario.
4. Porque el blog me permite publicar tonterías y suprimirlas al siguiente día.
5. Porque, aunque llevo un diario donde me desahogo, hay asuntillos que pretendo ventilar (padezco una especie de exhibicionismo literario).
6. Porque espero sacar algún provecho económico del blog (¿alguien me quiere invitar a colaborar en su revista?)
7. Porque creo que existe Dios y, por lo tanto, hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados… Esto significa que si escribo un blog es porque cuento con la voluntad permisiva de Dios. De lo contrario, llovería fuego y azufre sobre mi cabeza.
1. Acostumbrarse a viajar en clase turista. Excepcionalmente, y por acumulación de millas, volar en business class.
2. Que la gente no te reconozca al llegar a un restaurante.
3. Hacer filas como cualquier otro ciudadano.
4. Renunciar a los hoteles de gran turismo y contentarse con los de cinco estrellas.
5. No beber champaña, salvo Viuda de Clicquot y eso en contadas ocasiones.
6. Ordenar vinos chilenos en los restaurantes.
7. No tener chofer.
8. No salir en la sección de sociales.
9. No ganar el premio Nobel de Literatura. Es más, ni siquiera el Villaurrutia.
10. No ser invitado por Harvard o Heidelberg a dictar un ciclo de lecciones magistrales.
11. No comprar tapetes persas tejidos por manos de niños pequeños.
12. Estar satisfecho con hablar un poco de inglés y dos o tres palabras de francés y alemán.
13. No tocar el violín ni el piano.
14. Resignarse a que Anagrama jamás publique nuestras novelas.
15. Dejar de hacer abdominales para recuperar la talla 30 de hace un par de años.
16. Saber que jamás recuperaremos los niveles de triglicéridos, colesterol y glucosa de nuestra adolescencia.
17. No gastar en cremas contra las arrugas.
18. Disfrutar del clima templado de la ciudad de México.
19. Saborear la comida chatarra.
20. Rentar películas de acción los fines de semana.
“Uno no se casa con quien quiere, sino con quien puede”, sentenció uno de mis amigos pesimistas, el más pesimista de todos, más pesimista que yo.
Desde el punto de vista aristotélico, la máxima de mi amigo no es descabellada. Podemos querer lo imposible, querer lo que no depende de nosotros, querer la inmortalidad y hasta el triunfo de un equipo de futbol de segunda división en un torneo internacional. Todos los hombres queremos casarnos con Nicole Kidman; nadie sensato delibera, sin embargo, si ha de casarse con ella o no. Desear y deliberar son verbos emparentados, pero con significados distintos. El individuo prudente reconoce que Nicole no está a su alcance. Por eso no la considera dentro del ámbito de sus opciones fundamentales. El imprudente, por el contrario, se atormenta a sí mismo considerando sus “posibilidades” matrimoniales. No es raro que, por andar en esos paseos ficticios, olvide lo que tiene enfrente.
¿Resignación? Algo hay de eso, aunque prefiero llamarlo sano realismo.