Este invierno - Alice Oseman - E-Book

Este invierno E-Book

Alice Oseman

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Beschreibung

"Las fiestas no siempre son fáciles en la familia Spring, especialmente para Charlie y para Tori. Pero este invierno… deberán ser más fuertes que nunca. Acompaña a los hermanos Spring en esta novela corta, tierna y sentida del universo de HEARTSTOPPER."

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“Antes pensaba que lo complicado era mejor que lo aburrido, pero ahora soy más sabia. Ha habido muchos días difíciles los últimos meses. Ha habido demasiados días difíciles. –Feliz Navidad –dice Charlie, sin previo aviso. (…). No pensaré en los últimos meses, en Charlie y en mí, en toda la tristeza. Bloquearé todo. Solo por hoy. –Feliz Navidad –digo”.

Las fiestas no siempre son fáciles en la familia Spring, especialmente para Charlie y para Tori. Pero este invierno… deberán ser más fuertes que nunca.

Acompaña a los hermanos Spring en esta novela corta, tierna y sentida del universo de HEARTSTOPPER.

Alice Oseman

Es la escritora e ilustradora de la novela gráfica fenómeno en todo el mundo, HEARTSTOPPER. Ahora una exitosa serie de Netflix.

Nació en Kent, Inglaterra, en 1994 y usualmente se la puede encontrar mirando perdida a su computadora, cuestionando el sentido de la existencia o haciendo todo lo que sea necesario para no conseguirse un trabajo de oficina.

¡Visítala!

www.aliceoseman.com

“–Por lo tanto, es evidente –añadió Jane–, que él no va a volver este invierno”.

Orgullo y prejuicio, Jane Austen

Tori

Despierto dos horas después de haberme quedado dormida. Parece que mis horas de sueño en Noche Buena disminuyen cada año, probablemente porque mi hora de dormir habitual es cada vez más tarde debido a mi preocupante adicción a la internet. Quizás, con el tiempo, ya no dormiré más y me convertiré en un vampiro. Sería un buen vampiro.

No voy a quejarme de mi esquema de sueño ahora mismo, porque es Navidad y es el único día del año en el que debería intentar no quejarme de todo. Es difícil cuando tu hermano de siete años te golpea en la cara con una almohada a las seis de la mañana.

Digo algo parecido a “nooooo” y me retiro bajo la manta, pero esto no evita que Oliver continúe, arranque las sábanas y se suba a mi cama.

–Tori –susurra–. Es Navidad.

–Mm.

–¿Estás despierta?

–No.

–¡Lo estás!

–No.

–Tori.

–Oliver... Ve a despertar a Charlie.

–Mamá dijo que tenía prohibido hacerlo. –Empieza a despeinar mi cabello–. Toriiiiiiiii...

–Agh. –Ruedo y abro los ojos. Oliver está cubierto por completo con la manta, mirándome, retorciéndose de entusiasmo, con el cabello en punta como un diente de león. Charlie y yo debatimos mucho acerca de cómo es posible que Oliver esté emparentado con nosotros, dado que él es literalmente la personificación de la alegría y nosotros somos dos desgraciados miserables. Concluimos que él debe haber heredado todos los genes de felicidad.

Oliver tiene una tarjeta de Navidad en la mano.

–¿Por qué tienes una...?

Abre la tarjeta y una versión alegre y asquerosa de la canción Feliz Navidad a todos comienza a sonar junto a mi oído.

Gruño y empujo a Oliver de la cama con una mano. Él rueda en el suelo y comienza a reír.

–Qué molesto –susurro, antes de incorporarme en la cama y encender el velador de mi mesita de noche, lo cual provoca que Oliver exclame “¡SÍ!”. Empieza a dar vueltas por mi cuarto, abriendo y cerrando la tarjeta para que repita las dos primeras notas una y otra vez.

La Navidad en nuestro hogar está bien. Es tranquila. Relajada. Papá la llama NaviSpringdad, lo cual le parece graciosísimo. Abrimos regalos cuando despertamos, luego la familia viene a comer y se queda hasta tarde, eso es todo. Juego videojuegos con mis hermanos y mis primos, papá siempre termina ebrio, mi abuelo español (el papá de papá) discute con mi abuelo inglés (el papá de mamá). La verdad, una maravilla.

Pero este año no es precisamente una Navidad normal.

Mi hermano de quince años, Charlie, tiene un desorden alimenticio. Anorexia. Lo ha tenido hace mucho tiempo, pero ha sido peor estos últimos meses, y el estrés de la situación hizo que tuviera una recaída y volviera a autolesionarse en octubre. Vivió lejos de casa unas semanas, en un hospital psiquiátrico que se encarga en particular de adolescentes con desórdenes alimenticios. Sin duda lo ayudó, pero de todos modos fue difícil. Por supuesto.

No creo que haya existido un motivo por el cual él enfermó tanto. Son cosas que solo pasan, como las enfermedades o el cáncer. Así que no es su culpa. De hecho, creo que tal vez es mi culpa que haya empeorado tanto. Cuando noté que él actuaba raro, no se lo comenté a mis padres y no le pregunté qué le pasaba. No hablé lo suficiente con él. No hice suficiente.

Pero no se trata de mis sentimientos. Ni siquiera se trata de mis padres. La Navidad es un momento estresante para las personas con desórdenes alimenticios, porque la comida es una parte central del día, y sé que Charlie ha sentido ansiedad por eso. Ha estado estresado toda la semana, discutió con mamá casi todos los días y ha estado encerrado en su habitación.

Así que hoy se trata de apoyar a Charlie.

Tomo mi teléfono, ignoro las notificaciones y le escribo un mensaje a Becky, mi mejor amiga.

Tori Spring

(06:16) FELIZ NAVIDAD. Agradece no tener hermanos. Estoy cansada. Oliver me lanzó una almohada. Disfruta de poder dormir. Besossssssss

Mamá y papá dijeron que no podemos despertarlos hasta al menos las 7:30. Ahora son las 6:17. Me levanto, abro la cortina y veo que el mundo aún está oscuro, apenas hay tintes amarillos gracias a las farolas de la calle. Regreso a la cama y enciendo la radio. Por fin suena una canción de misa en vez de All I Want for Christmas is You. Es linda. Oliver da vueltas en la silla de mi escritorio y un coro canta Noche de paz, mis ojos se cierran de nuevo y ahora Oliver está sentado en mi cama conmigo; la tarjeta musical está sobre una pila de ropa en el suelo, son las 6:29, 6:42, 6:55... Oliver jala despacio de mi cabello, habla sobre los regalos que quiere recibir y sobre si Santa Claus habrá comido o no las galletas que le dejamos y yo balbuceo algo, no sé qué, estoy quedándome dormida...

Y entonces, abren de nuevo la puerta de mi habitación.

–... ¿Victoria?

Despierto por décima vez. Es Charlie, apenas visible en la luz tenue, de pie en la puerta con su sudadera azul oscura de Adidas y sus pantalones de pijama a cuadros. Parece cansado, pero sonríe.

–¿Estás despierta?

–No –digo–. Estoy teniendo una experiencia extracorporal. Soy mi fantasma.

Charlie resopla y entra a mi cuarto. Miro a Oliver, que se ha quedado dormido sobre mi hombro, y lo empujo suavemente con mi codo. Despierta de pronto y ve a nuestro hermano.

–¡VINO CHARLIE! –grita; corre hacia él desde la cama, choca contra las piernas de Charlie y casi lo hace caer al suelo. Charlie ríe y recoge a Oliver como si fuera un bebé, lo cual hace al menos una vez al día, y el niño empieza a reír.

–Vaya, estás muy despierto, ¿no?

–¿Ya podemos bajar?

Charlie lleva a Oliver hasta mi cama.

–Nop, mamá dijo que a las siete y media.

–Arrghhhh. –Oliver se retuerce en los brazos de Charlie y cae a mi lado; de inmediato, se introduce bajo la manta y Charlie toma asiento junto a él, contra la cabecera.

–Ugh. Los hermanos menores son molestos –digo, pero también tengo una sonrisita. Me acurruco bajo la manta–. ¿No podían quedarse en sus camas?

–Solo hacemos nuestro trabajo. –Charlie sonríe–. ¿Estás escuchando Radio 4? ¿Te gusta la música eclesiástica?

–Creo que no soportaría escuchar a Mariah Carey a esta hora de la mañana.

–Yo tampoco –dice Charlie, riendo. Al igual que Oliver, tiene el cabello encrespado sobre la frente. Tiene ojeras violetas y ya no recuerdo cómo luce sin ellas. Más allá de eso, se ve como el Charlie de siempre, el chico amable de extremidades largas.

–Dormí solo dos horas –digo.

–Yo también –dice, pero creo que su falta de sueño se debe a motivos distintos que la mía.

–¿Cuántos regalos te trae Santa a los siete años? –pregunta Oliver, que ahora está de pie sobre mi cama, pisoteando la manta. Charlie y yo reímos.

–Siete –dice Charlie con seriedad–. Uno por cada año que has vivido.

–Entonces... cuando tenga ochenta, ¿recibiré ochenta regalos?

Charlie le da un empujoncito en el pecho y él cae con una sonrisa amplia.

–¡Solo si te has portado bien!