Fin de poema - Juan Tallón - E-Book

Fin de poema E-Book

Juan Tallón

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Beschreibung

Una jornada en apariencia normal y corriente encierra las últimas horas con vida decuatro poetas: Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Gabriel Ferrater.Fin de poema registra, como una caja negra, los sutiles instantes que preceden a su muerte. Poco a poco, la pérdida de la palabra y el silencio lo van llenando todo, y cada poeta se desmorona a su manera. A partir de las situaciones personales, literarias, políticas e históricas de los cuatro protagonistas, esta novela abre las puertas de su mundo interior, su vida y su muerte, y el fuerte carácter de cada uno de ellos nos adentra en las profundidades de su genio y su desdicha, con alternancia, a lo largo del libro. Y esa combinación desentraña sus miedos, infiernos, adicciones y paranoias, hasta descender, de modo exquisito, alabismo, donde se descubre que la vida es la nada. Lejos de ser una narración sobre la muerte o el suicidio, cuestión que el autor incluso elude, Fin de poema recrea el poderoso incendio de cada poeta, al final del cual espera el porvenir vacío. Para entonces, ya no quedan poemas que escribir y solo seescuchan, en forma de promesa cumplida, "rumor de pasos y batir de alas".

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Juan Tallón (Vilardevós, 1975) es escritor y periodista. Colabora en El País, El Progresoy Jot Down, así como en el programa A vivir que son dos días (Cadena SER). Traductor de César Aira al gallego, ha publicado con anterioridad A pregunta perfecta(2010), El váter de Onetti (2013), Manual de fútbol (2014) y Libros peligrosos (2014).

Una jornada en apariencia normal y corriente encierra las últimas horas con vida decuatro poetas: Cesare Pavese, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Gabriel Ferrater. Fin de poema registra, como una caja negra, los sutiles instantes que preceden a su muerte. Poco a poco, la pérdida de la palabra y el silencio lo van llenando todo, y cada poeta se desmorona a su manera. A partir de las situaciones personales, literarias, políticas e históricas de los cuatro protagonistas, esta novela abre las puertas de su mundo interior, su vida y su muerte, y el fuerte carácter de cada uno de ellos nos adentra en las profundidades de su genio y su desdicha, con alternancia, a lo largo del libro. Y esa combinación desentraña sus miedos, infiernos, adicciones y paranoias, hasta descender, de modo exquisito, alabismo, donde se descubre que la vida es la nada. Lejos de ser una narración sobre la muerte o el suicidio, cuestión que el autor incluso elude, Fin de poema recrea el poderoso incendio de cada poeta, al final del cual espera el porvenir vacío. Para entonces, ya no quedan poemas que escribir y solo seescuchan, en forma de promesa cumplida, «rumor de pasos y batir de alas».

FIN DE POEMA

FIN DE POEMA

Juan Tallón

Título de la edición original en gallego:

Fin de poema

© ed. Sotelo Blanco, 2013

Primera edición: octubre de 2015

Para Josep Forment, siempre con nosotros

Publicado por:

EDITORIAL ALREVÉS, S.L.

Passeig de Manuel Girona, 52 5è 5a

08034 Barcelona

[email protected]

www.alreveseditorial.com

© Juan Tallón, 2015

© de la traducción, Juan Tallón, 2015

© de la presente edición, 2015, Editorial Alrevés, S.L.

© de la ilustración de portada: Julio César Pérez Marín

Autor representado por Agencia Literaria Letras Propias.

ISBN digital: 978-84-16328-27-7

Código IBIC: FA

Producción del ebook: booqlab.com

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización por escrito de los titulares del «Copyright», la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro, comprendiendo la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo públicos. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

«Sentí un funeral en mi cerebro»

EMILY DICKINSON

Turín

Cesare mira sin metafísica desde la ventana cómo se derrite la ciudad. Se derrite lentamente, igual que el sol de la infancia. Pasados unos segundos, que gasta en la prolongación de sus silencios, recorre descalzo el pasillo hasta la cocina, donde María enjuaga la ropa en el lavadero. Lleva un vestido de flores y el pelo suelto. Canta algo que él no identifica, oxidado y triste.

«Buenos días, Cesare. ¿Café?», pregunta su hermana.

Él mantiene el silencio, pensativo, como si el café condujese a la filosofía. Cuando despierta del ensimismamiento pide, por favor, una taza de café pero con «dos gotas de leche templada». A estas horas ya nota el aliento pegajoso de agosto. Nada más aparecer, el sol deja caer el calor a calderos.

«¿Cómo has descansado?», pregunta María, que deja el café y una rebanada de pan con aceite sobre la mesa. A Cesare le llama la atención que esta mañana ella lleve la melena suelta en lugar de recogida, como es habitual cuando está en casa. En la otra esquina de la casa oye gritar a su sobrino mayor. No entiende lo que dice. Tampoco distingue la respuesta del otro sobrino.

«Creo que bien», afirma distraído Cesare, masticando la mentira como si fuese de plástico. No le importa saberlo a ciencia cierta. Son detalles y, como detalles, forman parte de lo sutil y lo ínfimo en lo que tanta pereza le da reparar. Cómo está de cansado, en general, puede imaginarlo cualquiera que lo conozca, y por tanto María mejor que nadie. Se queda mirando más allá de la ventana, hacia el edificio de enfrente, donde la señora Martinella tiende unos pantalones en el balcón. También canta. Parece que la felicidad flote en el aire, con sus promesas de infelicidad. A Cesare le gusta el silencio de las mañanas, incluso los sonidos que rodean el silencio, como el de las canciones o el del café al inundar la taza, o el de la taza al posarse en la mesa, o el de la cuerda al correr el tendedero, o el de la garganta al abrir paso al café, o el de una pinza de la ropa al caer a la calle. La música de los objetos en la maniobra de hacer vida normal e invisible le provoca cierta relajación. Pero conviene tener cuidado con el silencio: es un vicio. Si por cualquier motivo se acumula demasiado, acaba apoderándose de uno y ya nunca más es posible interrumpirlo. Urde un muro que ningún discurso franquea. A veces, cuando ha querido romperlo para atajar una mentira, o una estupidez, ha sido incapaz. El silencio tiende a la dureza.

«La editorial ha enviado a Julio con la correspondencia», dice María, secándose las manos con el bajo del vestido.

Cesare asiente, aunque no añade nada. Está todo bien así, en silencio y quieto. Callar es nuestra virtud. / Algún antepasado nuestro debió de encontrarse muy solo / —un gran hombre entre idiotas o un pobre insensato— / para enseñar a los suyos tanto silencio.

Esta noche, en el vendaval del insomnio, se le ha ocurrido que tal vez podría pasar algunos días en Santo Stefano Belbo. Le iría bien permanecer allí una semana. No sabe. Quizás no le vaya tan bien como cree. La desesperación de estos días a lo mejor encuentra sosiego en las vistas de las colinas de las mujeres perdidas. Ya no piensa que mientras haya nubes sobre Turín / será bella la vida. La vida pierde su belleza con el fin de la inocencia. Se convence de que allí aprovecharía la tranquilidad para trabajar más los últimos poemas —pero probablemente sea un engaño urdido por él mismo—, porque también se ha convencido de que tal vez vuelva a escribir. Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más. Cesare creía esos poemas concluidos, pero el final, a menudo, no es más que un tramo laberíntico del principio. Siempre estamos empezando. Uno no puede estar nunca conforme con sus textos. Nada es nunca lo suficientemente bueno. La insatisfacción es la única felicidad que le queda al poeta. Y la mayor desgracia. El texto siempre puede ser mejor. Cómo considerar un adjetivo definitivo, insustituible, sin echarse a temblar de frío. Natalia e Italo insisten en que están acabados, en que no se toquen, ni siquiera se miren, pero Cesare sabe que dicen eso porque ignoran qué tiene en su cabeza, y cómo la presencia insistente de Connie, o de sus cenizas, o sombras, lo obliga a perseverar en una mayor perfección; quiere que ella esté en el poema completamente, que cada verso la abarque y detalle su presencia como si fuese una imagen de mármol.