García Márquez en 90 minutos - Paul Strathern - E-Book

García Márquez en 90 minutos E-Book

Paul Strathern

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La literatura latinoamericana no ha sido nunca primitiva, aunque desde sus orígenes haya hecho gala de un lirismo fresco, casi infantil. García Márquez es una extraña versión moderna de un increíble legado literario latinoamericano: un escritor que aspira a lo más elevado de su arte sin dejar por ello de ser popular. Los lectores que caen bajo el hechizo de Cien años de soledad la consideran uno de los sueños literarios más ricos jamás escritos. Su "realismo mágico" ha influido sobre otros escritores, de París a Tokio, por su viveza y su imaginación sin límites. En García Márquez en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece el relato conciso de un experto sobre la vida e ideas de García Márquez, explicando su influencia sobre la literatura y la lucha de los hombres por entender su lugar en el mundo. El libro también incluye una cronología de la vida y época del autor y una selección de lecturas recomendadas para quien desee seguir leyendo.

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Siglo XXI

Paul Strathern

García Márquez

en 90 minutos

Traducción: Sandra Chaparro Martínez

La literatura latinoamericana no ha sido nunca simple, aunque desde sus orígenes haya hecho gala de un lirismo fresco, casi infantil. García Márquez es una extraña versión moderna de un increíble legado literario latinoamericano: un escritor que aspira a lo más elevado de su arte sin dejar por ello de ser popular. Los lectores que caen bajo el hechizo de Cien años de soledad lo consideran uno de los sueños literarios más ricos jamás escritos. Su «realismo mágico» ha influido sobre otros escritores, de París a Tokio, por su viveza y su imaginación sin límites.

En García Márquez en 90 minutos, Paul Strathern nos ofrece el relato conciso sobre la vida e ideas de García Márquez, explicando su influencia sobre la literatura y la lucha de los hombres por entender su lugar en el mundo. El libro también incluye una cronología de la vida y época del autor y una selección de lecturas recomendadas para quien desee seguir leyendo.

«90 minutos» es una colección compuesta por breves e iluminadoras introducciones a los más destacados filósofos, científicos y literatos de todos los tiempos. De lectura amena y accesible, permiten a cualquier lector interesado adentrarse tanto en el pensamiento, los descubrimientos y la obra de cada figura analizada como en su influencia posterior en el curso de la historia.

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

García Márquez in 90 minutes

© Paul Strathern, 2004

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2016

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1826-9

Introducción

Gabriel García Márquez es una rareza moderna, un escritor con elevadas aspiraciones artísticas que sin embargo sigue siendo popular como Víctor Hugo y Charles Dickens. No siempre fue así. García Márquez luchó durante muchos largos años, exiliado de su Colombia natal y viviendo, sobre todo, del periodismo. A los 39 años había publicado unas cuantas novelas y cuentos cortos que le habían granjeado una creciente reputación literaria. Por el camino había obtenido el premio literario colombiano Esso. Pero nada permitía prever el torbellino que se desataría tras la publicación de Cien años de soledad en 1967.

La editorial Sudamericana de Buenos Aires imprimió una primera edición de 8.000 ejemplares para su distribución por toda Latinoamérica; un número de ejemplares respetable para un autor literario consagrado. Sorprendentemente, la edición se agotó en una semana, incluso antes de que llegara a todas las librerías. Al parecer cualquier que hubiera leído un libro alguna vez compraba la novela en los quioscos de periódicos. Taxistas y enfermeras, estudiantes y funcionarios, la gente se sumergía en la historia fantástica de la ciudad imaginaria de Macondo creada por García Márquez y en el mundo de la familia Buendía que la fundó. Inventos científicos, la consagración de una iglesia, levantamientos políticos, la llegada de la compañía bananera, hijos bastardos enviados a Roma para convertirse en papas… Este rico retrato, cómico pero envenenado, de la vida latinoamericana resultaba familiar a quien lo leía desde el extremo meridional de Chile a México y más allá. Se convirtió rápidamente en un éxito de ventas en todo el continente, adquiriendo casi inmediatamente el estatus de clásico literario. Y no sería un fenómeno pasajero. Pasados más de 50 años se sigue comprando y leyendo Cien años de soledad; en Latinoamérica hoy se venden millones de copias.

Pero no fue un éxito solo en Latinoamérica. Con los años, la obra maestra de García Márquez inspiraría un asombro y reconocimiento similar a lectores de todo el mundo. Cien años de soledad se acabaría publicando en más de 30 idiomas, desde el hebreo hasta el indostaní pasando por el hindú y el húngaro. Allí donde llegaba, el libro parecía adoptar una característica vida propia. Se publicaron ediciones pirata en griego, turco, urdu y árabe. En la Unión Soviética gustó su perspectiva liberadora y de izquierdas, pero creyeron necesario ahorrar a sus lectores las escenas sexualmente explícitas. En Estados Unidos dieron la bienvenida a las revelaciones sobre la vida en Sudamérica que aportaba el libro, pero el Departamento de Estado apenas podía disimular el desagrado que le inspiraba un autor al que declaró un revolucionario peligroso negándole el visado. Más tarde el gobierno colombiano decidió seguir el ejemplo norteamericano privándole de su pasaporte y prohibiéndole abandonar el país. Pero Márquez ya no vivía en Colombia y siguió viajando por el mundo con pasaportes expedidos por gobiernos más comprensivos. Vivió en Barcelona y Ciudad de México, donde siguió escribiendo libros, hasta que pudo volver a su patria cuando cambió el gobierno.

Dos décadas después de su publicación, Cien años de soledad se había convertido en el libro en lengua castellana más conocido después de El Quijote. En 1982 concedieron a Gabriel García Márquez el Premio Nobel de Literatura; el comité anunció que era un autor que convertía «cada nueva obra en un suceso de trascendencia mundial». En su opinión, su maestría en la elección de las temáticas y su excelencia literaria le situaban a la altura de Balzac y Faulkner. Los críticos elogiaban su habilidad para crear un mundo legendario en el que se mezclaban lo real y lo fantástico, aunque el mismo García Márquez insistiera en que «cada línea de mis libros surge de la realidad».

Mientras, la realidad misma se vestía de las fantasías de García Márquez. Por entonces Macondo había cobrado vida propia y varias ciudades del norte de Colombia decían ser el original de ese lugar legendario. Se construyó un Hotel Macondo en la playa de Santa Marta (donde García Márquez pasaba sus vacaciones de niño) y algo más allá, en Barranquilla (donde pasó algunos años de estudiante) dieron el nombre de Macondo a un edificio y a la farmacia local. El público quería a Gabriel García Márquez, al que apodaba «Gabito». Hasta el presidente de Colombia le llamaba por el cariñoso apodo de «Gabo».

Cuando se anunció que había ganado el Premio Nobel, el 21 de octubre de 1981, García Márquez vivía en Ciudad de México. Esa mañana todos los alumnos de una escuela primaria local se reunieron bajo su ventana para cantar una canción en su honor y los conductores que pasaron a su lado mientras caminaba por las calles tocaron el claxon. En Colombia, el principal periódico de Bogotá titulaba su portada «Gabo, Premio Nobel de Literatura». Cuando partió hacia Estocolmo para recibir el premio, los presidentes de varios países latinoamericanos telegrafiaron sus felicitaciones a «Gabo» y le acompañó una banda musical colombiana que causó un auténtico terremoto en Suecia. La fiesta de celebración posterior a la entrega del premio fue un evento absolutamente sudamericano nunca visto en Escandinavia. El grupo colombiano tocó hasta bien entrada la madrugada y los invitados se animaron aún más gracias a las cajas de ron cubano enviadas por Fidel Castro en valija diplomática. Al día siguiente el gobierno sueco protestó por lo que entendía era una violación de sus estrictas leyes en relación al consumo de alcohol y en Londres The Times publicó una historia titulada: «El ron de Castro desata una orgía antiamericana».

En uno de los discursos más divertidos e ilustradores pronunciados en una ceremonia de entrega de premios Nobel, Gabriel García Márquez empezó describiendo cómo

un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo.

El navegante florentino proseguía describiendo cómo el primer nativo de la Patagonia que encontraron había enloquecido de miedo al verse reflejado en un espejo. García Márquez prosiguió:

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonios más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos.

Siguió hablando de El Dorado, «la tierra del oro», representada en los mapas de Sudamérica durante un cuarto de milenio con un tamaño y una ubicación que variaban según el capricho de los cartógrafos. También mencionó la gran expedición de ocho años al norte de México en busca de la Fuente de la Eterna Juventud; los 600 hombres que la componían se habían acabado comiendo unos a otros hasta que solo quedaron 5. Luego García Márquez pasó a relatar cómo en época colonial «se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro». Esta obsesión con el oro seguía viva a principios de los tiempos modernos, cuando los ingenieros alemanes quisieron tender vías férreas a lo largo del istmo de Panamá y, como el hierro era escaso en la región, decidieron que lo mejor sería hacer los raíles de oro.

Pero el oro solo era parte de la experiencia latinoamericana. García Márquez afirmó que sus gobernantes eran capaces de crear su propio mundo particular.

El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles.

También estaba el general García Moreno, que presidió Ecuador durante 16 años como gobernante absoluto incluso después de muerto, pues «su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial». En el general Maximiliano Hernández Martínez, dictador de El Salvador, convivían la buena suerte y el salvajismo. Creía firmemente en el misticismo benigno de la teosofía, pero no tenía inconveniente en ordenar la matanza de 30.000 campesinos. Inventó un péndulo que detectaba venenos en su comida y como medida preventiva ordenó cubrir todas las farolas de las calles con papel rojo durante un brote de escarlatina. Según García Márquez hoy siguen ocurriendo historias como esta. La estatua erigida en honor del general Francisco Morazán en la plaza principal de Tegucigalpa, en la república centroamericana de Honduras, es en realidad una estatua de un mariscal de Napoleón, Ney, comprada a bajo precio en un almacén de estatuas desechadas de París.

El tono de García Márquez se oscureció cuando empezó a evocar la historia contemporánea de América Latina, con sus injusticias, sus horrores y el derramamiento de sangre del que Europa empezaba a hacerse más consciente.

Han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda.

Con una exasperación que rayaba en la desesperanza exclamó: «No hemos tenido un instante de sosiego».

Según Márquez la historia del lugar, combinada con su literatura, trascendía el registro de la página impresa y vivía en el pasado y el presente de todos y cada uno de sus habitantes. Habló de los mendigos y de los profetas, de los músicos y de los poetas, soldados y maleantes de su Colombia natal, de «todas las criaturas de aquella realidad desaforada». La gente que afrontaba estas vidas no precisaba de imaginación. Carecían de «los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida». Recalcó que esta era la soledad a la que aludía en el título de su obra más famosa. Europa aplicaba sus propios esquemas a la hora de juzgar a Latinoamérica, alienando a sus gentes aún más y condenándolas a la soledad. Los europeos preferían olvidar «las locuras fructíferas de su juventud» que antaño inspirara sus culturas. Los suizos pacifistas que hoy fabrican dulces, quesos y relojes de cuco, en tiempos fueron los mercenarios más salvajes de Europa y saquearon los tesoros de la Roma renacentista en una orgía de sangre. Volviendo al presente insistía en que

europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos.