Gregorio Hernández de Alba (1904 - 1973) - Juan Pablo Hernández de Alba - E-Book

Gregorio Hernández de Alba (1904 - 1973) E-Book

Juan Pablo Hernández de Alba

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Beschreibung

Gregorio Hernández de Alba (1904-1973). Legado fotográfico" (2021) recoge una selección de las maravillosas fotografías del etnólogo y arqueólogo colombiano Gregorio Hernández de Alba realizadas en su trabajo de campo en la Colombia de los años 30, 40, 50 y 60 del siglo pasado, junto a textos de voces autorizadas que desde la Antropología y la Fotografía ayudan al lector a darle dimensión a este documento de gran valor humano y social

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Gregorio Hernández de Alba (1904 - 1973)

Legado fotográfico

Juan Pablo Hernández de Alba

Editado porJuan David Giraldo

Contenidos

Sello

Portadilla

Créditos

Agradecimientos

Presentación

Gregorio Hernández de Alba (1904-1973) y su perenne sentimiento por una antropología nacional

Mi abuelo nunca se dio cuenta de lo buen fotógrafo que fue

Gregorio un humanista que supo ver con el corazón

Mi papá nunca nos habló de las fotos

Trabajo Arqueológico

Bandas y Fiestas

Trabajo Etnológico

Paisajes

Producción Artesanal

Vida cotidiana

Familia y amigos

La recuperación de los negativos

Conexiones con la memoria

Carlos, Gregorio y Gonzalo Hernández de Alba. San Agustín, Huila. 1936

Dedicado a mis abuelos,

Gregorio Hernández de Alba y Helena Ospina.

Editores:

Juan Pablo Hernández de Alba y Juan David Giraldo

Creación de textos:

Julián Huertas

Investigación histórica:

Carlos Hernández de Alba y Aura Lisette Reyes Gavilán

Diseño editorial:

Boga Visual

Corrección de estilo:

Felipe Solano Fitzgerald

Restauración y manejo de imágenes:

Fan Lab

Fotografías de apoyo:

Nicolás Jiménez

Versión digital:

Memoria Visual

Impresión:

Panamericana Formas e Impresos S.A.

Nota:

Los pies de foto provienen en su mayoría de los textos clasificatorios escritos originalmente por Gregorio Hernández de Alba.

Juan Pablo Hernández de Alba agradece a su padre, Carlos, por la conservación, “redescubrimiento” y divulgación del legado de su abuelo, Gregorio Hernández de Alba, y a María Cecilia Pavía por el constante apoyo, entusiasmo y buenos consejos.

Por creer en el proyecto y brindar la ayuda para llevarlo a feliz término a:

El presidente de ISA, Bernardo Vargas Gibsone; a la ministra de Cultura, Angélica María Mayolo Obregón, y a Juliana Restrepo Tirado, directora del Museo Nacional de Colombia, por darle proyección. También a Felipe Buitrago Restrepo, Julián Huertas Trujillo, Ana María Gómez Mora, Miguel Ángel Murillo Ramos, Nicolás Loaiza Díaz, Nicolás Jiménez Ariza, Jesús Abad Colorado López, Luis Gallo Restrepo, Roberto Pineda Camacho, Ana Aurelia Roda Fornaguera, José Fernando Pavía Boada, Jorge Silva Luján, Aura Reyes Gavilán, Diana Ferley Rodríguez y Felipe Rugeles Pineda.

Presentación

Angélica María Mayolo Obregón

Ministra de Cultura de Colombia

Gregorio Hernández de Alba es uno de los pioneros del movimiento indigenista y de la antropología en Colombia. Su contribución a la consolidación de instituciones como el Servicio Arqueológico Nacional, el Instituto Etnológico Nacional (hoy Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH), el Instituto Etnológico del Cauca o la Oficina de Asuntos Indígenas del actual Ministerio del Interior, lo ubican como uno de los intelectuales que más ha aportado a la construcción de políticas públicas e infraestructura institucional para la defensa de los derechos culturales de los pueblos indígenas en nuestro país.

Existe, sin embargo, una faceta desconocida de este insigne personaje. Hernández de Alba retrató con ojo no solo de etnógrafo, sino de artista, la diversidad de los pueblos indígenas y del campesinado colombiano. Merced a los viajes que realizó durante su periodo de formación en París, gracias a una beca que le concediera Paul Rivet, tuvo la oportunidad de conocer el trabajo fotográfico de personajes como Henri Cartier-Bresson, que muy seguramente despertó en él la sensibilidad por el “atrapamiento” preciso del instante. Así mismo, gracias a su amistad con el escultor Rómulo Rozo y el pintor Luis Alberto Acuña, miembros del movimiento Bachué, cultivó un profundo sentido estético conectado con las cosmologías de los pueblos indígenas y la vida rural. En sus fotografías no solamente encontramos el registro visual de los pobladores colombianos de la primera mitad del siglo XX, también podemos apreciar la sensibilidad artística de este antropólogo conectado con el arte fotográfico.

Como Ministra de Cultura de Colombia encuentro en su obra, en ese inmenso legado que hoy se guarda en 39 cajas donadas por su familia al Banco de la República, no solo a un pionero de la antropología, sino también de las políticas públicas en investigación en cultura y en derechos culturales, y descubro a un hombre ejemplar de enormes dimensiones humanas y profesionales que recorrió el país en profundidad, con rigor, casi con devoción, y con un humanismo a toda prueba.

Que el Museo Nacional de Colombia se acerque a su obra es más que un deber, es un imperativo en estos tiempos en que justo necesitamos más personas comprometidas en conocer a fondo lo que somos y en trabajar por proteger, promover y proyectar al futuro la memoria, las memorias que configuran a esta nación que precisamente en 2021 conmemora el bicentenario de su primera carta constitucional, y los treinta de esa última Constitución que él no alcanzó a ver, pero que seguro hubiera celebrado por haber sido esta, la Constitución de 1991, la que reconoció en la cultura el fundamento de nuestra nacionalidad. Algo que él siempre tuvo claro y que le dio la motivación para tantos viajes por tantos caminos de Colombia y para esos retratos que hoy visitan el Museo para recordarnos que el tiempo no pasa cuando, como él, aprendemos a atraparlo.

Fiesta camëntsá. Cuarto centenario de Bogotá, Parque Nacional, Bogotá. Agosto de 1938.

Haciendo barbecho en la finca Hucatá. Suba, Cundinamarca. 1943

Gregorio Hernández de Alba (1904-1973) y su perenne sentimiento por una antropología nacional

Aura Lisette Reyes Gavilán

El indigenismo que yo entiendo es el que, después de conocida por la Etnología la índole de las culturas tradicionales de cada grupo o minoría indígena, halle las vías más justas, aceptables y fáciles para ejecutar los cambios que requiera la elevación del nivel de vida de cada uno de dichos grupos, para beneficio de sus individuos como tales y del país en general.

–Gregorio Hernández de Alba, 6 de marzo de 1948

Las primeras décadas del siglo XX transcurrieron en medio de vaivenes que reconfiguraron paulatinamente la política, la economía y la organización social del territorio colombiano. Si bien el siglo inició en medio de la Guerra de los Mil Días, la cual llevaba tras de sí un largo camino de conflictos, guerras civiles y diferencias políticas que no cesaron con el pasar de los años, se consolidó también un auge económico derivado de la exportación de café que había comenzado a finales del XIX, gracias al cual se incursionó en la implementación de maquinaria en el sistema de producción, lo que contribuyó al fortalecimiento de esta actividad.

El interés por animar la exportación de productos locales favoreció la ampliación de líneas férreas y viales con el fin de explorar nuevos recursos y comunicar regiones que eran consideradas como distantes