Historia de la leche - Mónica Ojeda - E-Book

Historia de la leche E-Book

Mónica Ojeda

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Beschreibung

En Historia de la leche Mónica Ojeda retoma un mito de la tradición bíblica –Caín, Abel y su disputa fratricida por el amor del padre– y, en la línea de Una noche con Hamlet de Vladimir Holan o de Antígona González de Sara Uribe, lo reescribe desde el presente, indagando, como ya hizo en su novela Mandíbula, en la extraña violencia de las relaciones femeninas y familiares. Para alojarla en sus propios huesos y reconocer todo lo ajeno que la habita, la voz poética mata a Mabel, su hermana, estableciendo un diálogo con ella, con la madre y con el padre, mientras se enfrenta, casi en trance, a lo que queda: la culpa, la memoria que hiere, el terrible silencio materno, el espacio espantosamente abierto entre la madre y la hija sobreviviente.

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Mónica Ojeda

Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988). Máster en Creación Literaria y en Teoría y Crítica de la Cultura, dio clases de Literatura en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Actualmente vive en Madrid donde cursa un Doctorado en Humanidades sobre literatura pornoerótica.

Ha publicado las novelas Nefando (Candaya, 2016) que tuvo una espectacular recepción crítica y La desfiguración Silva (Premio Alba Narrativa 2014). En 2017 publicó el relato Caninos y otros de sus cuentos fue antalogado en Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya, 2013). Con El ciclo de las piedras, su primer libro de poemas, obtuvo el Premio Nacional de Poesia Desembarco 2015.

Forma parte de la prestigiosa lista de Bogotá 39-2017, que recoge a los 39 escritores latinoamericanos menores de 40 años con más talento y proyección de la década.

Candaya Poesía, 23

© Mónica Ojeda

Primera edición: agosto de 2020

© Editorial Candaya S.L.

Camí de l’Arboçar, 4 - Les Gunyoles

08793 Avinyonet del Penedès (Barcelona)

www.candaya.com

facebook.com/edcandaya

Diseño de la colección:

Francesc Fernández

Imagen de la cubierta:

Marcos Reina

BIC: DCF

ISBN:978-84-18504-07-5

Actividad subvencionada por el Ministerio de Cultura y Deporte

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier procedimiento, sin la previa autorización del editor.

Índice

PRÓLOGO

I. Estudio inicial de la sangre

II. Maté a mi hermana Mabel

III. El libro de los abismos

IV. Mamá cólera

V. Botánica de Quincey

VI. Epílogo

PRÓLOGO

LA REALIZACIÓN DE UN DESEO ES LA MUERTE

Daniela Alcívar Bellolio

Día de la madre: las redes se colonizan de fotos, ilustraciones en colores chillones repletas de corazones y brillitos, largas declaratorias, hijos e hijas amantes que declaran su amor, su infinita gratitud, grandilocuentes listas de virtudes, anécdotas de lucha inclaudicable guiada por el amor más puro y siempre seguidas –las anécdotas– por el relato de la victoria, la victoria sobre la vida y su indescifrable modo de arrojarnos adversidades. O también: auto-alabanzas (en clave más o menos reflexiva, más o menos irónica en el mejor de los casos) sobre el heroísmo de la maternidad, la dulce locura de criar hijos, la entrega sin condiciones, el sacrificio abnegado, el cuerpo como un héroe trágico que cumple su destino a pesar de los escollos más o menos cosmológicos, más o menos espectaculares. En contextos como los que atravesamos (el 2020 será por siempre el año de la pandemia), las alabanzas redoblan su apuesta: amor virtual que multiplica al infinito su énfasis para sortear las distancias impuestas, la imposibilidad del abrazo.

Ese relato, pienso, como ocurre con todo discurso estereotipado, como toda parafernalia de corrección política y sentimental, oculta un resto inaccesible, algo así como su revés siniestro, su propio contingente de marginados, eso de lo que siempre alguien queda afuera: las madres de hijos que han muerto, los hijos de madres violentas, los huérfanos de madres que aún respiran. Un pueblo disperso, informe, heterogéneo, universal, silencioso, avergonzado, excluido: comunidad de mutilados que miran esos empalagos sintiendo que han sido dejados radicalmente afuera, que cocinan el dolor en el fuego siempre vivo de la plenitud de los otros.

La conciencia de la fealdad –parafraseo algún principio psicoanalítico– emerge en las mujeres a partir de la mirada de su madre. No puedo sentirme fea si no es a partir de la certeza de que mi madre me ve fea. Ese es el poder de lo materno: el cuerpo atravesado por el juicio –fabulado o no– de una mirada tan externa como propia, encarnación íntima en un cuerpo que me ha parido.

No se trata, por supuesto, de fabular en sentido contrario al del despliegue descripto al principio, para condenar a las madres como si fuera una suma de individualidades perversas lo que dibuja uno de los vínculos más inextricables que conocemos. Es probable que gran parte de las alabanzas a las madres tengan un sustrato real, e incluso que ese amor casi sobrenatural que se les adjudica logre ganar el pulso a los inevitables –humanos, atávicos– fondos de violencia. El asunto es mucho más complejo –Mónica Ojeda lo sabe–: no son las madres, es lo materno lo que pone en juego una relación imposible, encarnada, tan dadora de vida como mortífera: ¿alguien podrá decir que nunca, bajo la mirada furiosa de su madre, en los idealizados años infantiles, sintió venir la muerte en forma de terror, esa desnudez fundamental a la que solo una madre puede someternos? ¿Alguien podrá negar que alguna vez, en el más oscuro paisaje del ánimo, fue el tacto tibio de su madre lo que le devolvió el aliento? Violenta y amorosa –amorosamente violenta–, la madre: presencia total, omnisciente, capaz de todo, la ternura y el naufragio, la salvación y la condena, la continuidad de la vida, esa terrible fuerza que se obstina hasta que se extingue.

En Historia de la leche se pone en juego, como ocurre con frecuencia en la obra de Mónica, enfáticamente en su novela Mandíbula