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Insolación (Historia amorosa) es una novela escrita por Emilia Pardo Bazán y publicada en 1889. En ella, la autora se aleja de las premisas Naturalismo que la habían caracterizado en su obra magna, Los pazos de Ulloa y se centra más en el estudio psicológico de los personajes, empleando para ello una inusitada y compleja técnica narrativa que la acerca a la narración espiritualista.
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Veröffentlichungsjahr: 2017
(Historia amorosa)
Emilia Pardo Bazán
La primer señal por donde Asís Taboada se hizo cargo de que había salido de los limbos del sueño, fue un dolor como si le barrenasen las sienes de parte a parte con un barreno fi-nísimo; luego le pareció que las raíces del pe-lo se le convertían en millares de puntas de aguja y se le clavaban en el cráneo. También notó que la boca estaba pegajosita, amarga y seca; la lengua, hecha un pedazo de esparto; las mejillas ardían; latían desaforadamente las arterias; y el cuerpo declaraba a gritos que, si era ya hora muy razonable de saltar de cama, no estaba él para valentías tales.
Suspiró la señora; dio una vuelta, convenciéndose de que tenía molidísimos los huesos; alcanzó el cordón de la campanilla, y ti-ró con garbo. Entró la doncella, pisando quedo, y entreabrió las maderas del cuarto-tocador. Una flecha de luz se coló en la alcoba, y Asís exclamó con voz ronca y debilitada:
- Menos abierto… Muy poco… Así.
-¿Cómo le va, señorita? - preguntó muy solícita la Ángela (por mal nombre Diabla)-.
¿Se encuentra algo más aliviada ahora?
- Sí, hija…, pero se me abre la cabeza en dos.
-¡Ay! ¿Tenemos la maldita de la jaqueco-na?
- Clavada… A ver si me traes una taza de tila…
-¿Muy cargada, señorita?
- Regular…
- Voy volando.
Un cuarto de hora duró el vuelo de la Diabla. Su ama, vuelta de cara a la pared, subía las sábanas hasta cubrirse la cara con ellas, sin más objeto que sentir el fresco de la ba-tista en aquellas mejillas y frente que estaban echando lumbre.
De tiempo en tiempo, se percibía un gemi-do sordo.
En la mollera suya funcionaba, de seguro, toda la maquinaria de la Casa de la Moneda, pues no recordaba aturdimiento como el presente, sino el que había experimentado al visitar la fábrica de dinero y salir medio loca de las salas de acuñación.
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