Dante Alighieri
La Divina Comedia
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Tabla de contenidos
"LA COMMEDIA"
INFIERNO
CANTO PRIMERO
CANTO SEGUNDO
CANTO TERCERO
CANTO CUARTO
CANTO QUINTO
CANTO SEXTO
CANTO SEPTIMO
CANTO OCTAVO
CANTO NONO
CANTO DECIMO
CANTO UNDECIMO
CANTO DUODECIMO
CANTO DECIMOTERCIO
CANTO DECIMOCUARTO
CANTO DECIMOQUINTO
CANTO DECIMOSEXTO
CANTO DECIMOSEPTIMO
CANTO DECIMOOCTAVO
CANTO DECIMONONO
CANTO VIGESIMO
CANTO VIGESIMOPRIMERO
CANTO VEGISIMOSEGUNDO
CANTO VIGESIMOTERCERO
CANTO VIGESIMOCUARTO
CANTO VIGESIMOQUINTO
CANTO VIGESIMOSEXTO
CANTO VIGESIMOSEPTIMO
CANTO VIGESIMOCTAVO
CANTO VIGESIMONONO
CANTO TRIGESIMO
CANTO TRIGESIMOPRIMERO
CANTO TRIGESIMOSEGUNDO
CANTO TRIGESIMOTERCIO
CANTO TRIGESIMOCUARTO
PURGATORIO
CANTO PRIMERO
CANTO SEGUNDO
CANTO TERCERO
CANTO CUARTO
CANTO QUINTO
CANTO SEXTO
CANTO SEPTIMO
CANTO OCTAVO
CANTO NONO
CANTO DECIMO
CANTO UNDECIMO
CANTO DUODECIMO
CANTO DECIMO TERCIO
CANTO DECIMOCUARTO
CANTO DECIMOQUINTO
CANTO DECIMOSEXTO
CANTO DECIMOSEPTIMO
CANTO DECIMOCTAVO
CANTO DECIMONONO
CANTO VIGESIMO
CANTO VIGESIMOPRIMERO
CANTO VIGESIMOSEGUNDO
CANTO VIGESIMOTERCERO
CANTO VIGESIMOCUARTO
CANTO VIGESIMOQUINTO
CANTO VIGESIMOSEXTO
CANTO VIGESIMOSEPTIMO
CANTO VIGESIMOCTAVO
CANTO VIGESIMONONO
CANTO TRIGESIMO
CANTO TRIGESIMOPRIMERO
CANTO TRIGESIMOSEGUNDO
CANTO TRIGESIMOTERCIO
PARAISO
CANTO PRIMERO
CANTO SEGUNDO
CANTO TERCERO
CANTO CUARTO
CANTO QUINTO
CANTO SEXTO
CANTO SEPTIMO
CANTO OCTAVO
CANTO NONO
CANTO DECIMO
CANTO UNDECIMO
CANTO DUODECIMO
CANTO DECIMOTERCIO
CANTO DECIMOCUARTO
CANTO DECIMOQUINTO
CANTO DECIMOSEXTO
CANTO DECIMOSEPTIMO
CANTO DECIMOCTAVO
CANTO DECIMONONO
CANTO VIGESIMO
CANTO VIGESIMOPRIMERO
CANTO VEGESIMOSEGUNDO
CANTO VIGESIMOTERCERO
CANTO VIGESIMOCUARTO
CANTO VIGESIMOQUINTO
CANTO VIGESIMOSEXTO
CANTO VIGESIMOSEPTIMO
CANTO VIGESIMOCTAVO
CANTO VIGESIMONONO
CANTO TRIGESIMO
CANTO TRIGESIMOPRIMERO
CANTO TRIGESIMOSEGUNDO
CANTO TRIGESIMOTERCIO
NOTAS:
"LA COMMEDIA"
¿QUE
es pues la Comedia? La edad medieval realizada como arte, a pesar
del
autor y de los contemporáneos. ¡Y notad qué cosa tan grande es
ésta! La edad media no era un mundo artístico, antes lo contrario
del arte. La religión era misticismo; la filosofía, escolástica.
La primera excomulgaba el arte, quemaba las imágenes, avezaba a los
espíritus a desasirse de lo real. La otra vivía de abstracciones y
de fórmulas y de citas, aguzando el entendimiento y llevándole a
sutilizar acerca de los nombres y de los vacuas generalidades
llamadas esencias.
Los espíritus eran atraídos hacia lo general, más dispuestos a
idealizar que a realizar: y esto es precisamente lo contrario del
arte. En los poetas sencillos hallamos la realidad tosca e informe,
como en los misterios, en las visiones y en las leyendas. En los
poetas doctos encontramos una forma crudamente didascálica o
figurativa y alegórica. El arte no había nacido aún. Existía la
imagen; pero no la realidad con su libertad y carácter.Dante
toma de los misterios la comedia del alma y hace de esta historia
el
centro de una visión suya del otro mundo. Toda esta representación
no es más que sentido literal; la visión es alegórica, los
personajes son imágenes y no personas; todo lo que es activo en su
espíritu lo lleva hacia la figura y no hacia lo figurado. Su
naturaleza poética, arrastrada a pesar suyo a las abstracciones
teológicas y escolásticas, se rebela y puebla su cerebro de
fantasmas, obligándolo a concretar, a materializar y a dar forma a
lo que es más espiritual e impalpable, aún a Dios mismo. Aquel
mundo literal lo hechiza, lo persigue, lo asedia y no descansa
hasta
que recibe de él su forma definitiva; y ya no es letra, sino
espíritu; ya no es imagen, sino realidad; un mundo en sí cabal e
inteligible, perfectamente realizado. Visión y alegoría, tratado o
leyenda, crónicas, historias, loores, himnos, misticismo y
escolástica, todas las formas literarias y toda la cultura de la
época están aquí encerradas y animadas en este gran misterio del
alma y de la humanidad: poema universal en que se reflejan todos
los
pueblos y todos los siglos que constituyen la edad media.Más
este mundo artístico, nacido de una contradicción entre la
intención del poeta y su obra, no es acabadamente armónico, no es
poesía pura. La falsa conciencia poética perturba la obra de
aquella espontaneidad genial, y pone en ella un no sé qué de
inseguro y de no acabado, una mezcla y crudeza de colores. El
pensamiento, en su desnudez escolástica; o exornado con imágenes
que sin embargo no bastan a vencer su abstracción, tiene demasiada
importancia. Sus figuras alegóricas recuerdan en ocasiones a los
monstruos orientales más que a la serena belleza griega: lo mismo
las entidades abstractas que los personajes conscientes y libres. A
menudo, preocupado por el segundo sentido que tiene en mientes,
agrega pormenores extraños a la imagen, lo que perturba y distrae
al
lector, interrumpiéndole el libre vuelo de la fantasía. La
presencia constante de otro sentido que aligera la representación y
a veces la penetra, menoscaba la claridad y la armonía. Aún el
estilo, enmarañado de cuando en cuando con asuntos lejanos y
sutiles
pierde su claridad y se torna confuso y turbio. No es un templo
griego sino una catedral gótica, llena de vastas sombras, en donde
pugnan elementos contrarios, que no han sido bien armonizados. A
veces es tosco; otras, delicado. En ocasiones, poeta docto y en
otras, popular. Ora pierde de vista a la verdad y se entrega a
sutilezas, ora la intuye rápidamente y la expresa con sencillez. Ya
es un cronista burdo, ya un pintor acabado. Cuándo se pierde en
cuestiones abstractas; cuándo, en medio de ellas, hace germinar la
vida. Aquí desciende a cosas pueriles, allá se remonta a
excelsitudes sobrehumanas. Al ocuparse en un silogismo brilla la
luz
de una imagen; mientras teologiza estalla la flama del sentimiento.
En ratos os halláis ante una fría alegoría y repentinamente sentís
a la carne estremecerse con ella. Su credulidad nos hace hoy
sonreír;
luego su audacia nos llenará de asombro. Fué un pequeño mundo
donde se reflejaba toda la existencia de entonces.Los
elementos contrarios que fermentaban en una sociedad en estado aún
de formación contendían en él, sin que se diera cuenta de ello. Si
miráis sus aspiraciones encontraréis que en ellas todo es armonía.
Filósofo, piensa en el reino de la ciencia y de la virtud;
cristiano, contempla el reino de Dios; patriota, suspira por el
reino
de la justicia y de la paz; poeta, sueña una forma toda luz,
proporción y armonía,
lo bello stile; su
autor es Virgilio. Mientras más grande era la barbarie y la
ignorancia, mayor su aspiración hacia un mundo armónico y concorde.
Mas el poeta se halla rodeado por esta burda realidad, por esas
formas discordes; se apesadumbra y le falta la serenidad del
artista
y saca de su fantasía un mundo del arte, en gran parte realizado,
pero donde se encuentra aún las asperezas de una materia domeñada
imperfectamente.Penetremos
en este mundo, mirémoslo e interroguémoslo. Porque un argumento no
es tabula rasa,
donde podamos escribir a nuestro antojo, sino mármol entallado, que
tiene en sí mismo su concepto y las leyes de su desarrollo. La
virtud mayor del genio consiste en entender su argumento, ser uno
con
él, apartando todo lo que le sea extraño. Es necesario apasionarse
por él, vivir dentro de él, constituirse en su alma o su
conciencia. De modo semejante el crítico en lugar de imponerse
reglas abstractas y juzgar con el mismo criterio la
Comedia y la
Ilíada, la
Gerusalemme y el
Orlando Furioso,
debe estudiar el mundo creado por el poeta, interrogarlo, indagar
su
naturaleza que contiene forzosamente su poética o sean las leyes
orgánicas de su formación, su concepto, su forma, su génesis, su
estilo. ¿Qué cosa es el otro mundo?Es
el problema del destino humano resuelto, la explicación del
misterio
del alma, el fin de la historia del hombre, el mundo perfecto, lo
eterno presente, la inmutable necesidad. En la naturaleza ya no
ocurre el accidente; en el hombre ya no hay libertad. La naturaleza
está predeterminada y fijada por una lógica preconcebida según la
idea moral. Lo real y lo ideal se vuelven idénticos; la apariencia
y
la sustancia son una misma cosa. El hombre ya no tiene libre
albedrío: está ahí fijo e inmóvil como la naturaleza. Toda acción
ha cesado; se ha roto todo vínculo que une a los hombres en la
tierra; patria, familia, riquezas, dignidad, costumbres. No existe
sucesión ni desenvolvimiento, ni principio, ni fin; falta la
narración, el drama. El individuo desaparece en el género. El
carácter, la personalidad no tiene modo de manifestarse. Eterno
dolor, gozo eterno, sin eco, sin variación, sin contraste ni grado.
No hay epopeya porque falta la acción; no hay drama porque falta la
libertad; la lírica es la inmutable y monótona expresión de una
sola aria; queda la existencia en su inmóvil manera de ser, la
descripción de la naturaleza y del hombre.¿Qué
cosa es, pues, el otro mundo—con relación al arte? Visión,
contemplación, descripción: una historia natural.Más
en esta visión penetra la leyenda o el misterio porque dentro está
representada la comedia o redención del alma en su peregrinaje
desde
lo humano a lo divino,
da Fiorenza in popol giusto e sano.
Tiene pues la apariencia de un drama que se desarrolla en el otro
mundo, y sus actores son Dante, Virgilio, Catón, Estacio, el
demonio, Matilde, Beatriz, San Pedro, San Bernardo, la Virgen,
Dios;
drama alegórico como lo es la comedia del alma,
Commedia dell'anima.
Digo apariencia de
un drama, porque la
santificación no nace del obrar sino del contemplar, y Dante
contempla, no obra, y los otros adoctrinan, enseñan. El drama, en
consecuencia, se desvanece en la contemplación.Así
concebido, este mundo era el de los misterios y las leyendas y se
convertía en mundo teológico-escolástico en manos de los doctos.
Dante lo ha realizado, lo ha hecho existir en el arte; ha creado
esa
naturaleza y ese hombre. Y si su mundo no es perfectamente
artístico,
la falta no es de él sino que aquel mundo en donde el hombre es
naturaleza y la naturaleza, ciencia, y del cual se ha desterrado a
lo
accidental y a la libertad, los dos grandes factores de la vida
real
y del arte.Si
Dante hubiera sido fraile o filósofo, apartado de la vida real, se
habría encerrado en esas formas y en esa alegoría sin salir de
ellas. Mas Dante, al entrar en el reino de los muertos lleva
consigo
todas las pasiones de los vivos, y las preocupaciones terrenas.
Descuida ser un símbolo o una figura alegórica, y es Dante, la más
potente individualidad de aquel tiempo, en la cual está compendiada
toda la vida de la época, con sus abstracciones, sus éxtasis, sus
pasiones impetuosas, su refinamiento y su barbarie. A la vista de
un
ser viviente y al oír sus palabras, las almas renacen por un
instante, sienten de nuevo la antigua vida, se tornan hombres; en
lo
eterno vuelve a aparecer el tiempo; en el seno de lo porvenir, vive
y
se mueve Italia, y más bien aún, la Europa de aquel siglo. Así la
poesía abarca toda la vida, cielo y tierra, tiempo y eternidad, lo
humano y lo divino; y el poema sobrenatural conviértese en humano y
terreno, con la marca del hombre y del tiempo. Reaparece la
naturaleza terrenal como oposición o parangón o remembranza.
Reaparece el accidente y el tiempo, la historia y la sociedad en su
vida exterior e interna; apunta la tradición virgiliana con Roma
por
capital del mundo y con la monarquía preestablecida; y dentro de
este marco magnífico, pasa ante nuestros ojos la historia de la
época: Bonifacio VIII, Roberto, Felipe el hermoso, Carlos de
Valois,
los Cerchi y los Donati, la nueva Florencia y la antigua, la
historia
de Italia, y la historia de Dante, sus iras, sus odios, sus
venganzas, sus amores, sus predilecciones.Así
se integra la vida; el otro mundo sale de su abstracción doctrinal
y
mística; cielo y tierra se confunden; síntesis viviente de esta
inmensa comprensión, Dante es espectador, actor y juez. La vida,
contemplada desde el otro mundo adquiere nuevas actitudes,
sensaciones e impresiones. El otro mundo visto desde la tierra, se
reviste de sus pasiones e intereses. Y resulta de todo una
concepción
originalísima, una naturaleza nueva y un hombre nuevo. Son dos
mundos omnipresentes, en reciprocidad de acción, que se suceden, se
alternan, se cruzan, se compenetran, se explican y se iluminan
mutuamente, en perpetua vuelta. Su unidad no reside en un
protagonista, ni en una acción, ni en un fin abstracto y extraño a
la materia; está en la misma materia; unidad interior e impersonal,
viviente, indivisible; unidad orgánica cuyos instantes se suceden
en
el espíritu del poeta, no como agregación mecánica de partes
separables, sino compenetrados e identificados como en la vida.
Esta
unidad enérgica y armoniosa se halla en la naturaleza misma de los
dos mundos, materialmente diversos, pero que no constituyen sino
una
misma cosa en la unidad de la conciencia. Cielo y tierra son
términos
correlativos; no es posible el uno sin el otro. Lo puramente real y
lo puramente ideal son dos abstracciones; cada cosa real lleva
consigo su ideal; todo hombre porta su infierno y su paraíso; todo
hombre encierra en su pecho a los dioses del Olimpo: el escéptico
puede negar el infierno, pero no suprimir la conciencia. Puesto que
estos dos mundos son la vida misma en sus dos aspectos, en el seno
de
esta unidad se desenvuelve el dualismo más vivaz, mejor dicho,
antagonismo: el otro mundo hace de los cuerpos sombras; sombras son
los afectos, las grandezas y las pompas; mas en esas sombras aún se
estremece la carne, se agita el deseo, resuenan las imprecaciones
terrenales que llegan hasta la tranquila bóveda del cielo. Los
hombres con sus pasiones, vicios y virtudes quedan eternizados como
estatuas, en la misma actitud y expresión de odio, de desdén y de
amor en que han sido sorprendidos por el artista; pero mientras el
otro mundo hace de la tierra algo eterno, transportándola a su
centro y poniéndole delante la imagen de lo infinito, descubre lo
vano y la nada; los hombres son los mismos en un escenario
distinto,
que es su ironía. Esta unidad y dualidad que salen del fondo mismo
de la situación brilla a la luz del día en las más variadas
formas; a veces en un apóstrofe, en un discurso, en un gesto, en
una
acción; ya en la naturaleza, ya en el hombre; en esta unidad queda
comprendida la mayor variedad, y no es fácil encontrar una obra
artística cuyos límites sean tan precisos y tan vastos. Nada hay en
el argumento que constriña al poeta a preferir a tal personaje, a
cierta época o acción; él escoge toda la historia, todos los
aspectos bajo los cuales aparece la humanidad; y puede abandonarse
libremente a sus iras y opiniones e intercalar en el plan general
fines particulares sin que la unidad se dañe. Todo esto da a su
universo una acabada realidad poética, y es patente en la
permanente
unidad, todo lo que surge del ser humano, del libre albedrío y de
lo
casual y el moverse con vario juego todos los contrastes y lo
necesario unido con el libre albedrío y el destino con la
casualidad.En
resumen, ¿qué clase de poesía es ésta? contiene materia épica y
no es epopeya; hay una situación lírica y no es lírica; posee una
trama dramática y no es drama. Trátase de una de aquellas
construcciones gigantescas y primitivas, verdaderas enciclopedias,
biblias nacionales; no de un género más bien que de otro, sino de
un todo que contiene en embrión toda la materia y todas las formas
poéticas, el germen de todo desarrollo ulterior. Por lo tanto
ningún
género de poesía sobresale y es explicado; el uno entra en el otro
y se perfecciona en él de la misma manera que los dos mundos se
identifican y no se puede decir: aquí está uno de ellos y allá el
otro; así los diversos géneros están unidos de manera que nadie
puede señalar los confines que los dividen y aún menos decir: esto
es absolutamente épico y esto, dramático.Es
el contenido universal del cual todas las poesías no son más que
fragmentos; el poema
sacro; la eterna
geometría y la eterna lógica de la creación encarnada en los tres
mundos cristianos; la ciudad de Dios, en la que se refleja la
ciudad
del hombre con toda su realidad de determinado lugar y época; la
esfera inmóvil del mundo teológico, en la cual alientan
tempestuosamente todas las pasiones humanas.La
idea que anima esta vasta construcción y le infunde vida y la
desarrolla, es el concepto de la salvación, el camino que lleva al
alma del mal al bien, del error a la verdad, de la anarquía a la
ley, de lo múltiple a lo uno. Es el concepto cristiano y moderno de
la unidad de Dios sustituída a la pluralidad pagana. Si este
concepto fuera solamente algo exterior, explicado en su abstracción
doctrinal, como pensamiento, o presentado en forma alegórica, la
imagen no bastaría para engendrar una obra de arte. Pero el
concepto
no es sólo externo sino interno; no es únicamente del significado y
la ciencia de aquel mundo, obra de filósofo y de crítico, sino
principio activo, como en el hombre y en la naturaleza, que
construye
y forma ese mundo y le da una historia y un desarrollo. Este
principio activo puede llamarse en su abstracción lo verdadero o el
bien, o la virtud, o la ley; como realidad viva y activa es el
espíritu, que tiene por contrario a la materia o la carne, donde se
halla como en prisión o como en un
vasello de donde se
esfuerza por salir. Así, pues, la vida es un antagonismo, una
batalla entre el espíritu y la carne, entre Dios y el demonio. Su
historia es la victoria progresiva del espíritu, su conciencia y
albedrío, bajo las formas en que vive sutilizándose,
descorporificándose, idealizándose hasta Dios, espíritu absoluto,
la Verdad, la Bondad, la Unidad, el último Ideal. La concepción
dantesca, el espíritu que anima su mundo es, pues, la progresiva
disolución de las formas, un constante ascender desde la carne al
espíritu, la emancipación de la materia y del sentido mediante la
expiación y el dolor, el choque entre lo satánico y lo divino, el
infierno y el paraíso. Homero transporta a los dioses a la tierra y
los materializa; Dante transporta a los hombres al otro mundo y los
espiritualiza. La materia no es más que apariencia; lo que sólo
existe es el espíritu; los hombres son sombras; las acciones
humanas
se reproducen como fantasmas en el dominio de la memoria; la tierra
misma es un recuerdo que fluctúa como una visión; lo real, lo
presente es el espíritu infinito; todo lo demás es
vanita che par persona.
Todo se va acrisolando progresivamente; el velo se torna cada vez
más
transparente; el
Infierno es la sede
de la materia, el dominio de la carne y del pecado; lo terrenal no
solamente es remembranza sino presente; el castigo no logra
modificar
los caracteres y las pasiones; el pecado y lo terreno se perpetúan
en el otro mundo y se inmovilizan en esas almas incapaces de
arrepentimiento; pecado eterno, pena eterna. En el
Purgatorio cesan
las tinieblas y brilla el sol, la luz de la inteligencia, el
espíritu; lo mundano es un penoso recuerdo que el penitente procura
olvidar; y el espíritu, separándose de lo corpóreo, tiende a la
completa posesión de sí, a la salvación. En el
Paraíso la persona
humana desaparece y todas las formas se desvanecen y se elevan en
la
luz; a medida que se asciende, y mientras más se idealiza esta
gloriosa transfiguración hasta llegar a la presencia de Dios, el
espíritu absoluto, la forma se desvanece y no persiste más que el
sentimiento:....Tutta
cessaMia
visione, ed ancor mi distillaNel
cuor lo dolce che nacque da essa.Cosi
la neve al sol si disigilla;Cosi
al vento nelle foglie lieviSi
perdea la sentenzia di Sibilla.Este
concepto comprende todo lo que se puede saber y toda la historia;
no
sólo construye y desarrolla el mundo dantesco sino que lo halláis
siempre vivo en el camino intelectual e histórico de la vida, bajo
todas las formas, en todos los problemas que se presentan al poeta,
en religión, en filosofía, en política, en moral; y así se
concreta y cumple en todas las direcciones de la vida. En religión,
es el camino de la letra al espíritu, del símbolo a la idea, del
Viejo al Nuevo Testamento; en la ciencia, el tránsito de la
ignorancia y del error a la religión y de la razón a la revelación;
en moral, el paso del mal al bien, del odio al amor mediante la
expiación; en política, la senda que conduce de la anarquía a la
unidad. Sometido a las condiciones de espacio y de tiempo, vuélvese
historia; tal hombre, tal pueblo, tal siglo. En religión, está ante
la Iglesia Romana, ante el papado, que el poeta quiere emancipar de
los intereses y pasiones terrenales y retornar a su fin espiritual;
en filosofía, encuentra la ciencia vulgar y la ciencia de la verdad
en el paraíso; en moral, os halláis delante de las pasiones, las
discordias, las culpas y los vicios de la edad bárbara de la cual
os
sentís poco a poco alejados en vuestro camino hacia el sumo bien;
en
política, es la Italia anárquica y ensangrentada que el poeta
aspira a traer a la paz y concordia en la unidad del imperio. De
este
modo un mismo concepto anima el todo, en la forma, en el
pensamiento
y en la historia. Pero comprensión más vasta y concorde no había
salido jamás de mente humana. Algunos encuentran en la
Comedia el otro
mundo, considerando lo demás como una intrusión, casi como una
profanación; Edgard Quinet se siente
choqué de ver como
las pasiones del poeta le siguen hasta el paraíso; otros descubren
en él un mundo político que no es más que una representación
figurada. Llaman a este poema
religioso o
político,
didascálico o
moral; lo reducen a
querellas de católicos y protestantes, a disputas de güelfos y
gibelinos. No miran desde la cumbre del monte sino desde la llanura
y
toman por el todo lo que encuentran en la línea recta del camino.
Cada uno se forja un pequeño mundo y dice: este es el mundo de
Dante. Y el mundo de Dante contiene en sí todos esos mundos. Es el
mundo universal de la edad media realizado en el arte.FRANCESCO
DE SANCTIS.(Tomado
de la STORIA DELLA
LETTERATURA ITALIANA,
Volume I.)
INFIERNO
CANTO PRIMERO
A la
mitad del viaje de nuestra vida me encontré en una selva obscura,
por haberme apartado del camino recto. ¡Ah! Cuán penoso me sería
decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva, cuyo recuerdo
renueva mi pavor, pavor tan amargo, que la muerte no lo es tanto.
Pero antes de hablar del bien que allí encontré, revelaré las
demás cosas que he visto. No sé decir fijamente cómo entré allí;
tan adormecido estaba cuando abandoné el verdadero camino. Pero al
llegar al pie de una cuesta, donde terminaba el valle que me había
llenado de miedo el corazón, miré hacia arriba, y vi su cima
revestida ya de los rayos del planeta que nos guía con seguridad
por
todos los senderos. Entonces se calmó algún tanto el miedo que
había permanecido en el lago de mi corazón durante la noche que
pasé con tanta angustia; y del mismo modo que aquel que, saliendo
anhelante fuera del piélago, al llegar a la playa, se vuelve hacia
las ondas peligrosas y las contempla, así mi espíritu, fugitivo
aún, se volvió hacia atrás para mirar el lugar de que no salió
nunca nadie vivo. Después de haber dado algún reposo a mi fatigado
cuerpo, continué subiendo por la solitaria playa, procurando
afirmar
siempre aquel de mis pies que estuviera más bajo. Al principio de
la
cuesta, aparecióseme una pantera ágil, de rápidos movimientos y
cubierta de manchada piel. No se separaba de mi vista, sino que
interceptaba de tal modo mi camino, que me volví muchas veces para
retroceder. Era a tiempo que apuntaba el día, y el sol subía
rodeado de aquellas estrellas que estaban con él cuando el amor
divino imprimió el primer movimiento a todas las cosas bellas. Hora
y estación tan dulces me daban motivo para augurar bien de aquella
fiera de pintada piel. Pero no tanto que no me infundiera terror el
aspecto de un león que a su vez se me apareció: figuróseme que
venía contra mí, con la cabeza alta y con un hambre tan rabiosa,
que hasta el aire parecía temerle. Siguió a éste una loba que, en
medio de su demacración, parecía cargada de deseos; loba que ha
obligado a vivir miserable a mucha gente. El fuego que despedían
sus
ojos me causó tal turbación, que perdí la esperanza de llegar a la
cima. Y así como el que gustoso atesora y se entristece y llora con
todos sus pensamientos cuando llega el momento en que sufre una
pérdida, así me hizo padecer aquella inquieta fiera, que, viniendo
a mi encuentro, poco a poco me repelía hacia donde el sol se calla.
Mientras yo retrocedía hacia el valle, se presentó a mi vista uno,
que por su prolongado silencio parecía mudo. Cuando le vi en aquel
gran desierto:
—
Piedad
de mí—le grité—quienquiera que seas, sombra u hombre
verdadero.Respondióme:No
soy ya hombre, pero lo he sido; mis padres fueron lombardos y ambos
tuvieron a Mantua por patria. Nací "sub Julio," aunque
algo tarde, y vi a Roma bajo el mando del buen Augusto en tiempo de
los dioses falsos y engañosos. Poeta fuí, y canté a aquel justo
hijo de Anquises, que volvió de Troya después del incendio de la
soberbia Ilión. Pero, ¿por qué te entregas de nuevo a tu
aflicción? ¿Por qué no asciendes al delicioso monte, que es causa
y principio de todo goce?
—
¡Oh!
¿Eres tú aquel Virgilio, aquella fuente que derrama tan ancho
raudal de elocuencia?—le respondí ruboroso. ¡Ah!, ¡honor y
antorcha de los demás poetas! Válganme para contigo el prolongado
estudio y el grande amor con que he leído y meditado tu obra. Tú
eres mi maestro y mi autor predilecto; tú solo eres aquél de quien
he imitado el bello estilo que me ha dado tanto honor. Mira esa
fiera
debido a la cual retrocedía; líbrame de ella, famoso sabio, porque
a su aspecto se estremecen mis venas y late con precipitación mi
pulso.
—
Te
conviene seguir otra ruta—respondió al verme llorar—, si quieres
huír de este sitio salvaje; porque esa fiera que te hace prorrumpir
en tales lamentaciones no deja pasar a nadie por su camino, sino
que
se opone a ello matando al que a tanto se atreve. Su instinto es
tan
malvado y cruel, que nunca ve satisfechos sus ambiciosos deseos, y
después de comer tiene más hambre que antes. Muchos son los
animales a quienes se une, y serán aun muchos más hasta que venga
el Lebrel[1]
y la haga morir entre dolores. Este no se alimentará de tierra ni
de
peltre, sino de sabiduría, de amor y de virtud, y su patria estará
entre Feltro y Feltro. Será la salvación de esta humilde Italia,
por quien murieron de sus heridas la virgen Camila, Euríalo y Turno
y Niso. Perseguirá a la loba de ciudad en ciudad hasta que la haya
arrojado en el infierno, de donde en otro tiempo la hizo salir la
envidia. Ahora, por tu bien, pienso y veo claramente que debes
seguirme: yo seré tu guía, y te sacaré de aquí para llevarte a un
lugar eterno, donde oirás aullidos desesperados; verás los
espíritus dolientes de los antiguos condenados, que llaman a gritos
a la segunda muerte; verás también a los que están contentos entre
las llamas, porque esperan, cuando llegue la ocasión, tener un
puesto entre los bienaventurados. Si quieres, en seguida, subir
hasta
ellos, te acompañará en este viaje un alma más digna que yo, te
dejaré con ella cuando yo parta; pues el Emperador que reina en las
alturas no quiere que por mediación mía se entre en su ciudad,
porque fuí rebelde a su ley. El impera en todas partes y reina
arriba; arriba está su ciudad y su alto solio: ¡Oh! ¡Feliz el
elegido para su reino!Y
yo le contesté:
—
Poeta,
te requiero por ese Dios a quien no has conocido, que me hagas huír
de este mal y de otro peor; condúceme adonde has dicho, para que yo
vea la puerta de San Pedro y a los que, según dices, están tan
desolados.Entonces
se puso en marcha, y yo seguí tras él.
CANTO SEGUNDO
E
L
día terminaba; la atmósfera obscura de la noche invitaba a
descansar de sus fatigas a los seres animados que existen sobre la
tierra, y yo solo me preparaba a sostener los combates del camino y
de las cosas dignas de compasión, que mi memoria trazará sin
equivocarse. ¡Oh Musas!, ¡oh alto ingenio!, venid en mi ayuda: ¡oh
mente, que escribiste lo que ví!, ahora aparecerá tu
nobleza.
Yo
comencé:
—
Poeta,
que me guías, mira si mi virtud es bastante fuerte antes de
aventurarme en tan profundo viaje. Tú dices que el padre de Silvio,
aun corruptible, pasó al siglo inmortal y pasó sensiblemente. Si el
adversario de todo mal le fué favorable, debióse a los grandes
efectos que de él debían sobrevenir; y el por qué no parece
injusto a un hombre de talento; pues en el Empíreo fué elegido para
ser el padre de la fecunda Roma y de su imperio: el uno y la otra,
a
decir verdad, fueron establecidos en favor del sitio santo en donde
reside el sucesor del gran Pedro. Durante este viaje, por el que le
elogias, oyó cosas que presagiaron su victoria y el manto papal.
Después el Vaso de elección fué transportado hasta el cielo para
dar más firmeza a la fe, que es el principio del camino de la
salvación. Pero yo ¿por qué he de ir?, ¿quién me lo permite? Yo
no soy Eneas, ni San Pablo: ante nadie, ni ante mí mismo, me creo
digno de tal honor. Porque si me lanzo a tal empresa, temo por mi
loco empeño. Puesto que eres sabio, comprenderás las razones que me
callo.
Y
como aquel que no quiere ya lo que quería, y asaltado de una nueva
idea, cambia de parecer, de suerte que abandona todo lo que había
comenzado, así me sucedía en aquella obscura cuesta; porque, a
fuerza de pensar, abandoné la empresa que había empezado con tanto
ardor.
—
Si
he comprendido bien tus palabras—respondió aquella sombra
magnánima—, tu alma está traspasada de espanto, el cual se
apodera frecuentemente del hombre, y tanto, que le retrae de una
empresa honrosa, como una vana sombra hace a veces retroceder a una
fiera, cuando se introduce en la obscuridad. Para librarte de ese
temor, te diré por qué he venido, y lo que vi en el primer momento
en que me moviste a compasión. Yo estaba entre los que se hallan en
suspenso, y me llamó una dama tan bienaventurada y tan bella, que
le
rogué me diera sus órdenes. Brillaban sus ojos más que la
estrella, y empezó a decirme con voz angelical, en su lengua: "¡Oh
alma cortés Mantuana, cuya fama dura aún en el mundo y durará
mientras su movimiento se prolongue! Mi amigo, que no lo es de la
ventura, se ve tan embarazado en la playa desierta, que en medio
del
camino el miedo le ha hecho retroceder; y temo (por lo que he oído
de él en el Cielo) que se haya extraviado ya, y que yo haya acudido
tarde en su socorro. Vé, pues, y con tus elocuentes palabras, y con
lo que se necesita para sacarle de su apuro, auxíliale tan bien,
que
yo quede consolada. Yo soy Beatriz, la que te hace marchar; vengo
de
un sitio adonde deseo volver: amor me impele, y es el que me hace
hablar. Cuando vuelva a estar delante de mi Señor, le hablaré de ti
bien y con frecuencia." Calló entonces, y yo repuse: "¡Oh
mujer de virtud única, por quien la especie humana excede en
dignidad a todos los seres contenidos bajo aquel Cielo que tiene
los
círculos más pequeños! Tanto me place tu orden, que si ya te
hubiera obedecido, creería haber tardado: no tienes necesidad de
expresarme más tus deseos. Mas dime: ¿por qué causa no temes
descender al fondo de este centro desde lo alto de esos inmensos
lugares, adonde ardes en deseos de volver?" "Puesto que
tanto quieres saber, te diré brevemente, respondióme, por qué no
temo venir a este abismo. Sólo deben temerse las cosas que pueden
redundar en perjuicio de otros; pero no aquellas que no inspiran
este
temor. Por la merced de Dios, estoy hecha de tal suerte, que no me
alcanzan vuestras miserias, ni puede prender en mí la llama de este
incendio. Hay en el Cielo una dama gentil,[2]
que se conduele del obstáculo opuesto al que te envío, y que mitiga
el duro juicio de la justicia divina. Ella se ha dirigido a
Lucía[3]
con sus ruegos, y le ha dicho: "Tu fiel amigo tiene necesidad de
ti, y te lo recomiendo." Lucía, enemiga de todo corazón cruel,
se ha conmovido e ido al lugar donde yo me encontraba, sentada al
lado de la antigua Raquel. Y me ha dicho: "Beatriz, verdadera
alabanza de Dios, ¿no socorres a aquél que te amó tanto, y que por
ti salió de la vulgar esfera? ¿No oyes su queja conmovedora? ¿No
ves la muerte contra quien combate sobre ese río, más formidable
que el mismo mar?" En el mundo no ha habido jamás una persona
más pronta en correr hacia un beneficio ni en huír de un peligro,
que yo, en cuanto oí tales palabras. Descendí desde mi dichoso
puesto, fiándome en esa elocuente palabra que te honra, y que honra
a cuantos la han oído." Después de haberme hablado de este
modo, volvió llorando hacia mí sus ojos brillantes, con lo que me
hizo partir más presuroso. Y me he dirigido a ti tal como ha sido
su
voluntad, y te he preservado de aquella fiera que te cerraba el
camino más corto de la hermosa montaña. Pero ¿qué tienes?, ¿por
qué te suspendes?, ¿por qué abrigas tanta cobardía en tu
corazón?, ¿por qué no tienes atrevimiento ni valor, cuando tres
mujeres benditas cuidan de ti en la corte celestial, y mis palabras
te prometen tanto bien?
Y
así como las florecillas, inclinadas y cerradas por la escarcha, se
abren erguidas en cuanto el Sol las ilumina, así creció mi abatido
ánimo, e inundó tal aliento mi corazón, que exclamé como un
hombre decidido:
—
¡Oh!
¡Cuán piadosa es la que me ha socorrido! ¡Y tú, alma bienhechora,
que has obedecido con tal prontitud las palabras de verdad que ella
te ha dicho! Con las tuyas has preparado mi corazón de tal suerte,
y
le has comunicado tanto deseo de emprender el gran viaje, que
vuelvo
a abrigar mi primer propósito. Vé, pues; que una sola voluntad nos
dirija: tú eres mi guía, mi señor, mi maestro.
Así
le dije, y en cuanto echó a andar, entré por el camino profundo y
salvaje.
CANTO TERCERO
P
OR
mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por
mi se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime
arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el
primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo
eterno, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis,
abandonad toda esperanza!"
Vi
escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una
puerta, por lo cual exclamé:
—
Maestro,
el sentido de estas palabras me causa pena.
Y
él, como hombre lleno de prudencia, me contestó:
—
Conviene
abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía.
Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida
gente, que ha perdido el bien de la inteligencia.
Y
después de haber puesto su mano en la mía con rostro alegre, que me
reanimó, me introdujo en medio de las cosas secretas. Allí, bajo un
cielo sin estrellas, resonaban suspiros, quejas y profundos
gemidos,
de suerte que al escucharlos comencé a llorar. Diversas lenguas,
horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces
altas
y roncas, acompañadas de palmadas, producían un tumulto que va
rodando siempre por aquel espacio eternamente obscuro, como la
arena
impelida por un torbellino. Yo, que estaba horrorizado,
dije:
—
Maestro,
¿qué es lo que oigo, y qué gente es ésa, que parece doblegada por
el dolor?
Me
respondió:
—
Esta
miserable suerte está reservada a las tristes almas de aquellos que
vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio: están confundidas
entre
el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a
Dios, sino que sólo vivieron para sí. El Cielo los lanzó de su
seno por no ser menos hermoso; pero el profundo Infierno no quiere
recibirlos por la gloria que con ello podrían reportar los demás
culpables.
Y
yo repuse:
—
Maestro,
¿qué cruel dolor les hace lamentarse tanto?
A
lo que me contestó:
—
Te
lo diré brevemente. Estos no esperan morir; y su ceguedad es tanta,
que se muestran envidiosos de cualquier otra suerte. El mundo no
conserva ningún recuerdo suyo; la misericordia y la justicia los
desdeñan: no hablemos más de ellos, míralos y pasa
adelante.
Y
yo, fijándome más, vi una bandera que iba ondeando tan de prisa,
que parecía desdeñosa del menor reposo: tras ella venía tanta
muchedumbre, que no hubiera creído que la muerte destruyera tan
gran
número. Después de haber reconocido a algunos, miré más
fijamente, y vi la sombra de aquel que por cobardía hizo la gran
renuncia[4].
Comprendí inmediatamente y adquirí la certeza de que aquella turba
era la de los ruines que se hicieron desagradables a los ojos de
Dios
y a los de sus enemigos. Aquellos desgraciados, que no vivieron
nunca, estaban desnudos, y eran molestados sin tregua por las
picaduras de las moscas y de las avispas que allí había; las cuales
hacían correr por su rostro la sangre, que mezclada con sus
lágrimas, era recogida a sus pies por asquerosos gusanos.
Habiendo
dirigido mis miradas a otra parte, vi nuevas almas a la orilla de
un
gran río, por lo cual, dije:
—
Maestro,
dígnate manifestarme quiénes son y por qué ley parecen ésos tan
prontos a atravesar el río, según puedo ver a favor de esta débil
claridad.
Y
él me respondió:
—
Te
lo diré cuando pongamos nuestros pies sobre la triste orilla del
Aqueronte.
Entonces,
avergonzado y con los ojos bajos, temiendo que le disgustasen mis
preguntas, me abstuve de hablar hasta que llegamos al río. En aquel
momento vimos un anciano cubierto de canas, que se dirigía hacia
nosotros en una barquichuela, gritando: "¡Ay de vosotras, almas
perversas! No esperéis ver nunca el Cielo. Vengo para conduciros a
la otra orilla, donde reinan eternas tinieblas, en medio del calor
y
del frío. Y tú, alma viva, que estás aquí, aléjate de entre esas
que están muertas." Pero cuando vió que yo no me movía, dijo:
"Llegarás a la playa por otra orilla, por otro puerto, mas no
por aquí: para llevarte se necesita una barca más ligera."
Y
mi guía le dijo:
—
Carón,
no te irrites. Así se ha dispuesto allí donde se puede todo lo que
se quiere; y no preguntes más.
Entonces
se aquietaron las velludas mejillas del barquero de las lívidas
lagunas, que tenía círculos de llamas alrededor de sus ojos. Pero
aquellas almas, que estaban desnudas y fatigadas, no bien oyeron
tan
terribles palabras, cambiaron de color, rechinando los dientes,
blasfemando de Dios, de sus padres, de la especie humana, del sitio
y
del día de su nacimiento, de la prole de su prole y de su
descendencia: después se retiraron todas juntas, llorando
fuertemente, hacia la orilla maldita en donde se espera a todo
aquel
que no teme a Dios. El demonio Carón, con ojos de ascuas, haciendo
una señal, las fué reuniendo, golpeando con su remo a las que se
rezagaban; y así como en otoño van cayendo las hojas una tras otra,
hasta que las ramas han devuelto a la tierra todos sus despojos,
del
mismo modo los malvados hijos de Adán se lanzaban uno a uno desde
la
orilla, a aquella señal, como pájaros que acuden al reclamo. De
esta suerte se fueron alejando por las negras ondas; pero antes de
que hubieran saltado en la orilla opuesta, se reunió otra nueva
muchedumbre en la que aquéllas habían dejado.
—
Hijo
mío—me dijo el cortés Maestro—, los que mueren en la cólera de
Dios acuden aquí de todos los países, y se apresuran a atravesar el
río, espoleados de tal suerte por la justicia divina, que su temor
se convierte en deseo. Por aquí no pasa nunca un alma pura; por lo
cual, si Carón se irrita contra ti, ya conoces ahora el motivo de
sus desdeñosas palabras.
Apenas
hubo terminado, tembló tan fuertemente la sombría campiña, que el
recuerdo del espanto que sentí aún me inunda la frente de sudor. De
aquella tierra de lágrimas salió un viento que produjo rojizos
relámpagos, haciéndome perder el sentido y caer como un hombre
sorprendido por el sueño.
CANTO CUARTO
I
NTERRUMPIO
mi profundo sueño un trueno tan fuerte, que me estremecí como
hombre a quien se despierta a la fuerza: me levanté, y dirigiendo
una mirada en derredor mío, fijé la vista para reconocer el lugar
donde me hallaba. Vime junto al borde del triste valle, abismo de
dolor, en que resuenan infinitos ayes, semejantes a truenos. El
abismo era tan profundo, obscuro y nebuloso, que en vano fijaba mis
ojos en su fondo, pues no distinguía cosa alguna.
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