LA METAMORFOSIS - Franz  kafka - E-Book

LA METAMORFOSIS E-Book

Franz kafka

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Beschreibung

Franz Kafka es considerado uno de los grandes escritores del siglo XX. Asociado al expresionismo y existencialismo, sus creaciones literarias lograron abarcar temas tan complejos como la condición del hombre contemporáneo, la angustia, la culpa, la burocracia, la frustración o la soledad, entre otros.  Escrito em 1915, La metamorfosis es uno de sus relatos más leídos y un clásico de la literatura y. Narra la historia de Gregorio Samsa, un hombre común que un día amanece convertido en un escarabajo. Situación que lo lleva a aislarse de la sociedad al ser rechazado por sus familiares y conocidos. La muerte como única alternativa, como opción liberadora, es uno de los temas presentes en esta novela. La Metamorfosis es una obra esencial para comprender la singularidad de este notable escritor.

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Franz Kafka

LA METAMORFOSIS

KAFKA ESENCIAL

Título original:

“Die Verwandlung“

Primera edición

Sumario

PRESENTACIÓN

Sobre el autor y su obra

LA METAMORFOSIS

I

II

III

PRESENTACIÓN

Sobre el autor y su obra

Franz Kafka fue un autor checo cuya obra, escrita en lengua alemana, está considerada como una de las más influyentes de la literatura del siglo XX.

Asociado al expresionismo y existencialismo, sus creaciones literarias lograron abarcar temas tan complejos como la condición del hombre contemporáneo, la angustia, la culpa, la burocracia, la frustración o la soledad, entre otros. Asimismo, sus obras mezclan lo onírico, lo irracional y la ironía.

De su legado destacan novelas como El proceso (1925), Diarios, (19910-1923), El Castillo (1926) Carta al Padre (1919), En la Colonia Penitenciaria (1914), La metamorfosis (1915), y una gran cantidad de relatos, epístolas y escritos personales. Kafka fue un escritor poco reconocido en vida, pero, no cabe duda, que fue una gran influencia para autores posteriores y también uno de los propulsores de la renovación de la novela europea del siglo XX.

Biografia resumida de Franz Kafka

Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en Praga, entonces parte del Imperio austrohúngaro, en el seno de una familia judía relativa a la pequeña burguesía.

Desde muy joven, Kafka deseaba dedicarse a la escritura, sin embargo, tuvo que lidiar con el difícil temperamento de su padre, con el cual mantuvo una tensa relación durante su vida.

Se matriculó en la Universidad Carolina (Praga) para estudiar la carrera de Química, la cual no terminó pues, influenciado por su padre, prefirió cursar los estudios de Derecho. Poco después, comenzó a tomar clases de arte y literatura de forma paralela.

Entorno al año 1907, Franz Kafka empezó a escribir sus primeros relatos al tiempo que trabajaba como asesor en una empresa de seguros, labor que le permitía compaginar con su verdadera vocación, la escritura.

Poco después, entabló una amistad con Max Brod, el que fuera el gran difusor de su obra. En el año 1912 conoció a Felice Bauer, mujer con la que mantuvo una relación amorosa, la cual finalmente fracasó.

En 1914 Kafka abandonó su hogar familiar y se independizó. En esta etapa de su vida surgen obras como El proceso y La metamorfosis.

Más tarde, el autor fue diagnosticado de tuberculosis, enfermedad que lo condujo al aislamiento en diferentes sanatorios. Con la llegada de los años 20 del siglo XX, Kafka se estableció en una casa de campo junto a su hermana. Allí creó obras como Un artista del hambre y la novela El castillo.

En el año 1923, el escritor conoció a la actriz polaca Dora Diamant, con la que mantuvo una breve e intensa relación durante su último año de vida. El 3 de junio de 1924 Kafka murió en Kiering, Austria.

La obra de Kafka no hubiese tenido reconocimiento de no ser por Max Brod, quien decidió desobedecer las últimas voluntades del escritor, quien pidió que sus escritos fuesen destruidos. Gracias a este hecho una de las obras literarias más influyentes del siglo XX pudo ver la luz.

Sin duda, Franz Kafka supo retratar en sus libros la particularidad de la realidad del momento y la condición del hombre contemporáneo ante la misma.

Características de la obra de Kafka

La obra de Franz Kafka representa a menudo el espíritu del siglo XX. Por ello, sigue estando sujeta a todo tipo de interpretaciones, mas é seguro que la obra de Kafka atiende al posible reflejo de la vida del autor en su obra. Especialmente, a la difícil situación familiar de Franz Kafka con su progenitor, su escepticismo y su naturaleza religiosa. La literatura de Kafka es compleja, casi equiparable a un laberinto. Estos son algunos rasgos más relevantes del denominado universo kafkiano:

- Temática de lo absurdo: se ha utilizado el término kafkiano para calificar a todo aquello que, pese a su aparente normalidad, es definitivamente absurdo. Y es que, las historias que se narran en sus obras pueden parecer corrientes, pero, después, se convierten en situaciones surrealistas.

- Personajes extraños: son, a menudo, individuos con características singulares. Suelen ser personajes apáticos, alineados que presentan frustración.

- Lenguaje elaborado y preciso, generalmente escritos desde la mirada de un narrador omnisciente.

Sobre “La metamorfosis” (1915)

Escrito em 1915, La metamorfosis es uno de sus relatos más leídos y un clásico de la literatura y. Narra la historia de Gregorio Samsa, un hombre común que un día amanece convertido en un escarabajo. Situación que lo lleva a aislarse de la sociedad al ser rechazado por sus familiares y conocidos. La muerte como única alternativa, como opción liberadora, es uno de los temas presentes en esta novela. El libro ha sido sometido a diferentes interpretaciones. Asimismo, se han llegado a buscar en él similitudes con la compleja relación que el autor tenía con su progenitor en la vida real.

Su título original en alemán es Die Verwandlung, que podría traducirse como ‘la transformación’. No obstante, en español se ha optado por designarlo como 'metamorfosis', palabra que tiene un componente mítico asociado.

La obra fue publicada en 1915, al inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y muy próxima la revolución rusa. Esta fue una época que estuvo marcada por los conflictos sociales, políticos y económicos en la que el hombre moderno se enfrenta a diferentes cambios. De igual manera, surgen dilemas relacionados con el individualismo en un mundo moderno cada vez más deshumanizado.

LA METAMORFOSIS

I

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, pardusco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.

«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.

No era un sueño. Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima de la mesa, sobre la que se encontraba extendido un muestrario de paños desempaquetados — Samsa era viajante de comercio—, estaba colgado aquel cuadro que hacía poco había recortado de una revista y había colocado en un bonito marco dorado. Representaba a una dama ataviada con un sombrero y una boa de piel, que estaba allí, sentada muy erguida y levantaba hacia el observador un pesado manguito de piel, en el cual había desaparecido su antebrazo.

La mirada de Gregorio se dirigió después hacia la ventana, y el tiempo lluvioso — se oían caer gotas de lluvia sobre la chapa del alféizar de la ventana — lo ponía muy melancólico.

«¿Qué pasaría — pensó — si durmiese un poco más y olvidase todas laschifladuras?»

Pero esto era algo absolutamente imposible, porque estaba acostumbrado a dormir del lado derecho, pero en su estado actual no podía ponerse de ese lado. Aunque se lanzase con mucha fuerza hacia el lado derecho, una y otra vez se volvía a balancear sobre la espalda. Lo intentó cien veces, cerraba los ojos para no tener que ver las patas que pataleaban, y sólo cejaba en su empeño cuando comenzaba a notar en el costado un dolor leve y sordo que antes nunca había sentido.

«¡Dios mío! — pensó—. ¡Qué profesión tan dura he elegido! Un día sí y otro también de viaje. Los esfuerzos profesionales son mucho mayores que en el mismo almacén de la ciudad, y además se me ha endosado este ajetreo de viajar, el estar al tanto de los empalmes de tren, la comida mala y a deshora, una relación humana constantemente cambiante, nunca duradera, que jamás llega a ser cordial. ¡Que se vaya todo al diablo!»

Sintió sobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó lentamente más cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontró con que la parte que le picaba estaba totalmente cubierta por unos pequeños puntos blancos, que no sabía a qué se debían, y quiso palpar esa parte con una pata, pero inmediatamente la retiró, porque el roce le producía escalofríos.

Se deslizó de nuevo a su posición inicial.

«Esto de levantarse pronto — pensó — hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir. Otros viajantes viven como pachás. Si yo, por ejemplo, a lo largo de la mañana vuelvo a la pensión para pasar a limpio los pedidos que he conseguido, estos señores todavía están sentados tomando el desayuno. Eso podría intentar yo con mi jefe, pero en ese momento iría a parar a la calle. Quién sabe, por lo demás, si no sería lo mejor para mí. Si no tuviera que dominarme por mis padres, ya me habría despedido hace tiempo, me habría presentado ante el jefe y le habría dicho mi opinión con toda mi alma. ¡Se habría caído de la mesa! Sí que es una extraña costumbre la de sentarse sobre la mesa y, desde esa altura, hablar hacia abajo con el empleado que, además, por culpa de la sordera del jefe, tiene que acercarse mucho. Bueno, la esperanza todavía no está perdida del todo; si alguna vez tengo el dinero suficiente para pagar las deudas que mis padres tienen con él — puedo tardar todavía entre cinco y seis años — lo hago con toda seguridad. Entonces habrá llegado el gran momento; ahora, por lo pronto, tengo que levantarme porque el tren sale a las cinco», y miró hacia el despertador que hacía tic tac sobre el armario.

«¡Dios del cielo!», pensó.

Eran las seis y media y las manecillas seguían tranquilamente hacia delante, ya había pasado incluso la media, eran ya casi las menos cuarto. «¿Es que no habría sonado el despertador?» Desde la cama se veía que estaba correctamente puesto a las cuatro, seguro que también había sonado. Sí, pero... ¿era posible seguir durmiendo tan tranquilo con ese ruido que hacía temblar los muebles? Bueno, tampoco había dormido tranquilo, pero quizá tanto más profundamente.

¿Qué iba a hacer ahora? El siguiente tren salía a las siete, para cogerlo tendría que haberse dado una prisa loca, el muestrario todavía no estaba empaquetado, y él mismo no se encontraba especialmente espabilado y ágil; e incluso si consiguiese coger el tren, no se podía evitar una reprimenda del jefe, porque el mozo de los recados habría esperado en el tren de las cinco y ya hacía tiempo que habría dado parte de su descuido. Era un esclavo del jefe, sin agallas ni juicio. ¿Qué pasaría si dijese que estaba enfermo? Pero esto sería sumamente desagradable y sospechoso, porque Gregorio no había estado enfermo ni una sola vez durante los cinco años de servicio. Seguramente aparecería el jefe con el médico del seguro, haría reproches a sus padres por tener un hijo tan vago y se salvaría de todas las objeciones remitiéndose al médico del seguro, para el que sólo existen hombres totalmente sanos, pero con aversión al trabajo. ¿Y es que en este caso no tendría un poco de razón? Gregorio, a excepción de una modorra realmente superflua después del largo sueño, se encontraba bastante bien e incluso tenía mucha hambre.

Mientras reflexionaba sobre todo esto con gran rapidez, sin poderse decidir a abandonar la cama — en este mismo instante el despertador daba las siete menos cuarto—, llamaron cautelosamente a la puerta que estaba a la cabecera de su cama.

—Gregorio — dijeron (era la madre)—, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir de viaje?

¡Qué dulce voz! Gregorio se asustó, en cambio, al contestar. Escuchó una voz que, evidentemente, era la suya, pero en la cual, como desde lo más profundo, se mezclaba un doloroso e incontenible piar, que en el primer momento dejaba salir las palabras con claridad para, al prolongarse el sonido, destrozarlas de tal forma que no se sabía si se había oído bien. Gregorio querría haber contestado detalladamente y explicarlo todo, pero en estas circunstancias se limitó a decir:

—Sí, sí, gracias madre, ya me levanto.

Probablemente a causa de la puerta de madera no se notaba desde fuera el cambio en la voz de Gregorio, porque la madre se tranquilizó con esta respuesta y se marchó de allí. Pero merced a la breve conversación, los otros miembros de la familia se habían dado cuenta de que Gregorio, en contra de todo lo esperado, estaba todavía en casa, y ya el padre llamaba suavemente, pero con el puño, a una de las puertas laterales.

—¡Gregorio, Gregorio! — gritó—. ¿Qué ocurre? — tras unos instantes insistió de nuevo con voz más grave—. ¡Gregorio, Gregorio!

Desde la otra puerta lateral se lamentaba en voz baja la hermana. — Gregorio, ¿no te encuentras bien?, ¿necesitas algo?

Gregorio contestó hacia ambos lados:

—Ya estoy preparado — y con una pronunciación lo más cuidadosa posible, y haciendo largas pausas entre las palabras, se esforzó por despojar a su voz de todo lo que pudiese llamar la atención. El padre volvió a su desayuno, pero la hermana susurró:

—Gregorio, abre, te lo suplico — pero Gregorio no tenía ni la menor intención de abrir, más bien elogió la precaución de cerrar las puertas que había adquirido durante sus viajes, y esto incluso en casa.