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eBook Interactivo. El siglo XIX es uno de los más complejos y variados desde el punto de vista pictórico. Numerosas tendencias estilísticas penetran en nuestro país procedentes en su mayoría de Francia. Sus influencias son simultáneas y es muy difícil deslindar dónde terminan los brotes neoclásicos, por ejemplo, y empiezan los románticos. Porque no sólo conviven y se hacen sincrónicos en el tiempo, sino que, a veces, son practicados por un mismo pintor. A mediados de siglo vamos a encontrarnos algunos pintores que se dejan llevar indistintamente por el romanticismo y por el realismo, e incluso por el impresionismo.
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ÍNDICE
1. José de Madrazo. Fernando VII. Museo Romántico. Madrid
2. Vicente López. Retrato de Goya. Museo del Prado
3. Vicente López. Retrato de una Dama. Museo de Buenos Aires
4. Antonio María Esquivel. Una lectura de Zorrilla. Museo de Arte Moderno
5. Antonio María Esquivel. El General Prim. Museo Romántico
6. Federico de Madrazo. Retrato de Juan Antonio Escribano. Museo de Buenos Aires
7. Federico de Madrazo. Doña Saturnina Canaleta. Museo del Prado
8. Rafael Tegeo. Don Pedro Benítez y su hija. Museo de Arte Moderno. Madrid
9. Luis Ferrant. Alejandro Ferrant. Colección particular. Madrid
10. Leonardo Alenza. La sopa boba. Museo Lázaro Galdiano. Madrid
11. Leonardo Alenza. Retrato de Peña. Academia de San Fernando. Madrid
12. Leonardo Alenza. Dibujo. Biblioteca Nacional. Madrid
13. Jenaro Pérez Villaamil. Paisaje de Covadonga. Oviedo
14. Jenaro Pérez Villaamil. Catedral de Toledo. Museo de Arte Moderno
15. Pérez Villaamil. La Inquisición con sus reos. Coleccion particular. Buenos Aires
16. Valeriano D. Bécquer. La fuente de la ermita. Museo Romántico. Madrid
17. Valeriano D. Bécquer. Cuadro de familia. Museo de Cádiz
18. Lucas Padilla. Escena de la Inquisición. Museo del Louvre. París
19. Lucas Padilla. La capea. National Gallery. Washington
20. Lucas Padilla. Los contrabandistas. Museo Lázaro Galdiano
21. Ángel Lizcano. La buñolería. Diputación de Oviedo
22. Fco. Lameyer. Moros al saqueo. Museo de Arte Moderno. Madrid
23. Benito Mercadé. Colón en La Rábida. Museo de San Pedro de Galligans. Gerona
24. José Casado del Alisal. La campana de Huesca. Huesca
25. Joaquín Espalter. La familia Flaquer. Museo Romántico
26. Antonio Gisbert. Los fusilamientos de Torrijos. Museo de Arte Moderno
27. Eduardo Rosales. El testamento de Isabel la Católica. Museo de Arte Moderno
28. Eduardo Rosales. El testamento de Isabel la Católica (detalle). Museo de Arte Moderno
29. Eduardo Rosales. Muerte de Lucrecia. Museo de Arte Moderno
30. Eduardo Rosales. Retrato de Pinelli. Museo de Arte Moderno
31. Vicente Palmaroli. Conchita Miramón. Museo de Arte Moderno
32. Emilio Sala. María Guerrero niña. Museo de Arte Moderno
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El siglo XIX es uno de los más complejos y variados desde el punto de vista pictórico. Numerosas tendencias estilísticas penetran en nuestro país procedentes en su mayoría de Francia. Sus influencias son simultáneas y es muy difícil deslindar dónde terminan los brotes neoclásicos, por ejemplo, y empiezan los románticos. Porque no sólo conviven y se hacen sincrónicos en el tiempo, sino que, a veces, son practicados por un mismo pintor. A mediados de siglo vamos a encontrarnos algunos pintores que se dejan llevar indistintamente por el romanticismo y por el realismo, e incluso por el impresionismo. Esta complejidad simultánea de estilos en el tiempo y en el pincel hace más necesaria una sistematización de escuelas por elemental que resulte.
Goya muere en 1828, después de recorrer una de las más largas y fecundas carreras de la historia de la pintura. Sin embargo, su estilo de los últimos años, negro y desgarrado, que es la creación más inolvidable y cargada de futurismo, no encuentra mucho eco entre los pintores coetáneos. Tampoco podemos decir que el influjo de Goya se perdiera en el olvido, pues a lo largo del siglo van a surgir diversos pintores que pretenden continuar este género tragicómico y esperpéntico, tan cargado de humor negro y de raigambre tenebrista. Los principales seguidores del estilo goyesco son Alenza y Lucas Padilla, cuya obra veremos en la selección. Alenza vive de 1807 a 1845, es decir, que su período de juventud y formación coincide con los últimos años de Goya. Pero su prematura muerte a los treinta y ocho años de edad corta radicalmente una carrera prometedora y fecunda. Eugenio Lucas Padilla vive de 1824 a 1870, es decir, en una generación totalmente desligada del maestro. Su vida (cuarenta y seis años) tampoco es muy larga, pero pone en evidencia las grandes dotes de este pintor para la pintura tenebrista y costumbrista. Esta característica de muerte prematura es muy frecuente entre los artistas del siglo XIX, como iremos viendo, y constituye un grave obstáculo para la plena maduración de su obra.
Además de Alenza y Lucas Padilla, hay otros pintores que siguen la tendencia goyesca más o menos intensamente, como José Ribelles, José Elbo, etc... Incluso en otros pintores románticos, como los Bécquer, se advierte un acentuado interés por el costumbrismo popular que, sin duda, proviene de la veterana tradición hispánica.
Otra gran corriente pictórica europea que se extiende muy tímidamente en nuestro país es el neoclasicismo. David había trazado la senda gloriosa del neoclasicismo francés, pero no encontramos en España un grupo de pintores, como los parisinos, que se comprometa totalmente con el frío academicismo neoclásico. Ya hemos visto (cf. serie 46) que en el siglo XVIII Antonio Rafael Mengs difundió en España el gusto por los contornos acabados y el dibujo de los volúmenes. Era como una anticipación del neoclasicismo. Pero cuando este estilo llega a su sazón (finales del XVIII y principios del XIX) en París no encuentra, como decimos, verdaderos seguidores en España. Bien es cierto que muchos de nuestros pintores del primer tercio de siglo pintan algunas veces bajo las normas del neoclasicismo, pero son producciones intermitentes en la mayoría de los casos. Por ejemplo, Vicente López, que no se puede calificar ni de neoclásico ni de lo contrario. López es un gran retratista que aspira a conseguir un realismo perfilado y sin concesiones. En unas obras puede parecer neoclásico, en otras tiene más relación con los ideales románticos, etc... Mucho más neoclásicos que él resultan José de Madrazo y Juan Antonio Ribera, pero sin dejarse encasillar dócilmente en esta escuela.
Si la primera generación de pintores del XIX, es decir, la que realiza su labor esencial hasta 1835, se mantiene oscilando entre el neoclasicismo y la influencia goyesca, la segunda generación que empieza a trabajar entre 1835 y 40, y cuya labor ocupa el segundo tercio de siglo, se siente impulsada por muy distintos vientos. La tendencia dominante a partir de 1840 es el romanticismo, que ocupa todas las manifestaciones artísticas del momento. No se trata de una corriente pictórica, sino de una completa reacción contra los estilos anteriores, tanto en pintura como en literatura, filosofía, etc... El romanticismo no es, en realidad, un estilo, sino un estado de ánimo. Dice el profesor Aranguren que es la crisis de la conciencia moral del antiguo régimen al adaptarse al materialismo del siglo XIX. Y según Goethe, es una auténtica enfermedad, «poesía de hospital». Todos los personajes románticos del siglo XIX se ven aquejados de dolencias psíquicas o somáticas diversas, como la famosa tuberculosis, que se convierte en la enfermedad oficial del siglo.
La pintura romántica tiene a sus principales representantes en Francia, con Gericault y Delacroix, entre otros. En España existen muchos pintores románticos, pues si la sensibilidad neoclásica sólo rozó la epidermis hispánica, el romanticismo cala hasta la medula de todas las manifestaciones artísticas, políticas y morales del siglo XIX. Su imperio estético y moral coincide con mucha exactitud con el reinado de Isabel II. Entre los pintores románticos por excelencia debemos destacar la figura de Federico Madrazo, Esquivel, Gutiérrez de la Vega, Espalter, Tegeo, los Bécquer, Jenaro Pérez Villaamil y otros muchos que iremos viendo en nuestra selección.
Los géneros más corrientes en el romanticismo son el retrato y el paisaje, aunque también comienza a ponerse de moda un género que alcanzará su plenitud en la siguiente generación: el cuadro de historia.