Leibniz en 90 minutos - Paul Strathern - E-Book

Leibniz en 90 minutos E-Book

Paul Strathern

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Beschreibung

Leibniz fue el primero de los grandes filósofos alemanes en producir un sistema filosófico omnicomprensivo. Llegó a la notable conclusión de que el tiempo y el espacio no existen, de que son suposiciones supersticiosas. Sólo las cosas existen, y sólo Dios es capaz de verlas como realmente son, desde un punto de vista sin perspectiva. Pero el número infinito de sustancias que componen el mundo no son materiales, son metafísicas, y, por lo tanto, no están sujetas a la ley de causa y efecto. Su interacción aparente es el resultado de la armonía "preestablecida", que es parte de la creación de Dios. En Leibniz en 90 minutos, Paul Strathern presenta un recuento conciso y experto de la vida e ideas de Leibniz, y explica su influencia en la lucha del hombre por comprender su existencia en el mundo. El libro incluye una selección de escritos de Leibniz, una breve lista de lecturas sugeridas para aquellos que deseen profundizar en su pensamiento, y cronologías que sitúan a Leibniz en su época y en una sinopsis más amplia de la filosofía.

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Siglo XXI

Paul Strathern

Leibniz

en 90 minutos

Traducción: José A. Padilla Villate

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Leibniz in 90 minutes

© Paul Strathern, 2000

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2004, 2014

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1709-5

Introducción

Leibniz fue la caricatura del genio arquetípico. Vivió una vida rica en incidentes absurdos, de cuya naturaleza rara vez fue consciente. Lo supo todo acerca de todo, pero no fue capaz de comprender cómo piensa y se comporta la gente común. Dicho esto, ciertamente fue uno de los filósofos más presentables (aunque es posible que esto diga más acerca de los filósofos que de Leibniz). Estuvo en las cortes de toda Europa, donde la realeza y los aristócratas llegaron incluso a tomarle en serio (aunque es posible que esto diga más acerca de la realeza y los aristócratas que…).

Durante casi toda su vida adulta, Leibniz estuvo empleado en la corte de Hannover y en muchas otras cortes simultáneamente. Siempre aceptó tantos nombramientos como pudo, e insistió en que se le pagara en todos ellos el salario completo. Se indignaba mucho si dejaba de recibir la paga porque había llegado a oídos de su patrón que estaba fuera trabajando en algún otro sitio.

La lista de los logros de Leibniz lo presenta como la parodia exagerada del genio. De hecho, es imposible enumerar todas sus ideas y descubrimientos, muchos de los cuales preservó en montones de papeles que aguardan todavía a ser publicados en su totalidad. Afortunadamente, Leibniz nos interesa aquí sobre todo como filósofo. Pero, incluso en esto, el cuadro sigue estando oscuro. Bertrand Russell, quien escribió uno de los mejores trabajos críticos sobre la filosofía de Leibniz, opinaba que Leibniz había escrito dos filosofías. La primera era una filosofía sencilla para consumo de un público amplio, una metafísica superficial y optimista para deleite de princesas. Guardó en el baúl las otras ideas menos optimistas. Formaban parte de un sistema más complejo, lógico y profundo, que solo podría ser comprendido con dificultad por mentes del calibre de Leibniz (y de Russell, naturalmente). Es un hecho característico que las dos filosofías quedaron inacabadas, si es que son realmente dos filosofías separadas. La mayor parte de los otros comentaristas, al no tener mentes iguales a las de Leibniz o Russell, afirman que la filosofía simple y la compleja son en realidad partes y trozos de una sola cosa, que no es ni tan simple ni tan compleja como sus dos partes respectivas. Una vez que han sido aclarados estos puntos, podemos proceder con la vida de Leibniz.

Vida y obra de Leibniz

Su vida comenzó, con toda seriedad, en Leipzig el 1 de julio de 1646. Al poco, en 1648, la Paz de Westfalia ponía fin a la Guerra de los Treinta Años, que había asolado Europa y dejado Alemania devastada. Esta catástrofe había de proyectar durante décadas sus sombras sobre la escena política europea, de la misma manera que las sombras de la Segunda Guerra Mundial han comenzado solo recientemente a desaparecer de Europa oriental.

El padre de Leibniz, Friedrich Leibnütz, era profesor de filosofía moral en la Universidad de Leipzig. Su madre, Catherina, cuyo apellido de soltera era Schmuck, fue la tercera esposa de Friedrich. Su hijo fue bautizado Gottfried Wilhelm Leibnütz (modificaría su apellido a la edad de veinte años). Su padre murió cuando él contaba solamente cinco años, dejándoles, a él y a su hermana, al cuidado de su madre. Según todo lo que se sabe, Catherina era una gran creyente en la paz y en la armonía y nunca habló mal de nadie. Normalmente, esto nos parecería un trozo de la mitología acostumbrada, pero en este caso ha debido de ser verdad. Leib­niz recibió una honda huella de su madre y retuvo este rasgo característico de ella hasta el final de sus días. A pesar de todo lo que hizo (y este todo fue en verdad mucho), la vida de Leib­niz fue profundamente armoniosa. Eckhart, su secretario de muchos años, no recordó haberle oído nunca hablar mal de nadie. También la filosofía de Leibniz está penetrada de un hondo sentido de la armonía, y los empeños políticos de toda su vida fueron invariablemente motivados por el intento de llevar concordia a la escena europea.

Aunque Leibniz fue a la escuela, sostuvo posteriormente que recibió la mayor parte de su educación en el hogar, leyendo en la biblioteca de su padre. Leyó de muchacho de manera obsesiva, dejándose llevar por sus pensamientos según le iban viniendo, hasta que todo el suelo de la biblioteca y todas las mesas y sillas quedaban cubiertas de libros abiertos. El muchacho es muy reconocible en el hombre. De adulto, Leibniz era capaz de incubar media docena de extraños y brillantes esquemas en una semana –ninguno de los cuales se completaría nunca–, que podían ir desde un submarino hasta una forma totalmente nueva de reloj, desde una linterna revolucionaria hasta un coche tan rápido como un automóvil moderno (cuando las carreteras no eran más que caminos llenos de baches), desde un molino de viento horizontal hasta una máquina para medir el bien y el mal. ¡Consúmete de celos, Leonardo!

A los catorce años, Leibniz estuvo listo para ingresar en la Universidad de Leipzig. Allí estudió leyes, ampliando pronto sus estudios hasta incluir las leyes de la física, las leyes de la filosofía, las leyes de las matemáticas y casi todo el concepto político y la historia de la ley. Leibniz conoció durante ese periodo los escritos de abogados tan célebres como Galileo, Descartes y Hobbes, que estaban revolucionando entonces el pensamiento científico, el filosófico y el político. Obedeciendo a un rasgo característico suyo, Leibniz concibió pronto la idea de armonizar todos estos pensamientos radicales con el escolasticismo, al cual estaban a punto de reemplazar. Leibniz se convirtió en sus ratos libres en un asiduo estudioso de la alquimia (con el objeto de reconciliarla con la química), y escribió un artículo que sentó las bases teóricas del ordenador (casi trescientos años antes de la seminal obra de Turing sobre el tema).