Maquiavelo en 90 minutos - Paul Strathern - E-Book

Maquiavelo en 90 minutos E-Book

Paul Strathern

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Beschreibung

El nombre de Maquiavelo produce todavía escalofríos; sigue siendo sinónimo del mal a casi 500 años de su muerte. Y sin embargo, Maquiavelo no era un hombre malvado. Intentó que su filosofía del Estado fuera científica, esto es, que no hubiera en ella espacio para el sentimiento o la compasión ni, en última instancia, para la moral. Los consejos de Maquiavelo a un príncipe sobre cómo conservar el poder y gobernar con la mayor ventaja posible para sí mismo son muy racionales y penetrantes en lo psicológico. Más que simplemente una filosofía política de su tiempo, refleja una de las más profundas y perturbadoras verdades sobre la condición humana. En Maquiavelo en 90 minutos, Paul Strathern presenta un recuento conciso y experto de la vida e ideas de Maquiavelo, y explica su influencia en la lucha del hombre por comprender su existencia en el mundo. El libro incluye una selección de escritos de Maquiavelo, una breve lista de lecturas sugeridas para aquellos que deseen profundizar en su pensamiento y cronologías que sitúan a Maquiavelo en su época y en una sinopsis más amplia de la filosofía.

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Siglo XXI

Paul Strathern

Maquiavelo

en 90 minutos

Traducción: José A. Padilla Villate

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Machiavelli in 90 minutes

© Paul Strathern, 1998

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 1999, 2014

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1710-1

Introducción

El nombre de Maquiavelo produce todavía escalofríos; sigue siendo sinónimo del mal a casi 500 años de su muerte. Y sin embargo, Maquiavelo no era un hombre malvado. Como veremos más adelante, su filosofía política no era malvada en sí misma; era simplemente extremadamente realista.

La reacción que produce dice más acerca de nosotros que del propio Maquiavelo. Intentó que su filosofía del Estado fuera científica, esto es, que no hubiera en ella espacio para el sentimiento o la compasión; ni siquiera, en última instancia, para la moral.

El Príncipe es la obra maestra de Maquiavelo, un escrito breve por el que siempre será recordado. Es un libro de consejos a un príncipe sobre cómo regir su Estado y es altamente racional, penetrante en lo psicológico y se dirige sin pamplinas al corazón del asunto. El interés primordial de un príncipe a la cabeza de un Estado es conservar el poder y gobernar con la mayor ventaja posible para sí mismo. Maquiavelo se propone mostrar cómo se consigue esto utilizando un caudal de ejemplos históricos y con total carencia de sentimentalismo; directamente al grano: he aquí la fórmula.

La filosofía política de Maquiavelo refleja íntimamente su vida, su tiempo y su circunstancia. Pasó la mayor parte de su existencia profundamente involucrado en la política de la Italia del Renacimiento. Vemos aparecer los lineamientos de su filosofía, un rasgo tras otro, a medida que progresa su aventura vital, hasta que, de pronto, cae en desgracia y es privado de todo lo que considera ser su vida. Despojado y en total desesperación, se sienta y escribe su obra maestra, El Príncipe. En unos pocos meses de máxima inspiración, da rienda suelta a toda su filosofía política, completa y acabada. Su dureza refleja tanto la dureza de la vida política que ha visto como el rigor del golpe que acaba de sufrir. Es, sin embargo, algo más que simplemente una filosofía política de su tiempo; el pensamiento de Maquiavelo señala con precisión el aspecto central de la filosofía política de todas las épocas, desde Alejandro Magno hasta nuestros días y, como veremos, presenta una de las más profundas, y profundamente perturbadoras, verdades sobre la condición humana.

Vida y obra de Maquiavelo

Nicolás Maquiavelo (Niccolò Machiavelli) nació en Florencia el 3 de mayo de 1469. Venía de una antigua familia toscana que había alcanzado en el pasado cierta importancia, si bien no era una de las grandes y poderosas familias de Florencia, como los banqueros Pazzi o los Médicis. Cuando Nicolás aparece en escena, la rama de su familia se encontraba en una situación difícil.

El padre de Maquiavelo, Bernardo, era un abogado pillado en falta por el recaudador de impuestos y había sido declarado deudor insolvente, de modo que le fue prohibido por ley el ejercicio de su profesión. Nadie espera que un abogado tome la ley al pie de la letra, así que Bernardo se las ingenió para seguir en la práctica de la abogacía, ofreciendo sus servicios, más baratos, a gentes que se encontraban en situación pecuniaria similar a la suya. Su única otra fuente de ingresos era una pequeña finca que había heredado, situada a unos once kilómetros al sur de Florencia, en el camino hacia Siena. Este era un lugar idílico entre las colinas toscanas, pero las uvas y el queso de cabra apenas daban para mantener una familia. La vida en la casa de los Maquiavelo era austera. Como más tarde diría Maquiavelo: «Aprendí a privarme antes que a disfrutar». Bernardo no podía sufragar una educación regular para su hijo. De vez en cuando, algún erudito en dificultades era contratado como tutor. Sin embargo, Bernardo no había sido siempre un abogado deshonrado y tenía su propia biblioteca, en la que el joven Nicolás leía intensamente, especialmente los textos clásicos. Al pálido y apocado joven se le encendía la imaginación con las maravillas de la antigua Roma.

El niño aislado dio paso a un adolescente solitario de mirada tímida y oblicua, que le daba un aspecto extrañamente culpable. Observaba el mundo a su alrededor, midiéndose fríamente frente a él, comparándolo con lo que sabía por sus lecturas. Incluso en su aislamiento no podía menos que darse cuenta de su inteligencia superior. Era igualmente testigo de la nueva actitud humanista que comenzaba a permear muchos de los aspectos de su ciudad. Florencia estaba emergiendo del torpor intelectual de la vida medieval: la ciudad estaba alerta, viva, segura de sí. Italia estaba dirigiendo la civilización occidental hacia el Renacimiento. Era posible soñar con que Italia podría ser de nuevo un solo Estado, y grande, como lo había sido en los días del Imperio romano. El joven y perspicaz Nicolás comenzó a ver (y a imaginar) parecidos entre su ciudad y Roma en la cúspide de su poder: la Roma del segundo siglo después de Cristo, la época en que vivió Marco Aurelio, filósofo estoico, general, emperador. El Imperio se extendía entonces desde el golfo Pérsico hasta la Muralla de Adriano (levantada en la isla de Britania –hoy Gran Bretaña– para proteger a la población de las incursiones de los belicosos pictos); el Senado tenía el poder suficiente de hacerse oír y los ciudadanos eran felices y prósperos como nunca. Alimento embriagador para una mente joven e inquieta a quien un padre arruinado no podía servir de modelo; la historia, en su lugar, proporcionaría un sueño más abstracto.

La comprensión que Maquiavelo se hizo del apogeo del Imperio romano no estaba nublada por la retórica de un maestro erudito. Por otra parte, no dejaba de acudir a las charlas públicas que daban los grandes sabios humanistas que estaban haciendo entonces de Florencia el centro intelectual de Europa. Ejemplar característico era Angelo Poliziano, uno de los mejores poetas del tiempo posterior a Dante; sus versos combinaban las florituras retóricas con la franqueza y la vivacidad del italiano florentino cotidiano, de modo que los estudiosos de la Universidad de Florencia aprendieron pronto a imitar su elegante poesía. Sin prestar atención a las modas intelectuales, Maquiavelo modificaba este mismo italiano florentino hacia una prosa más clara y directa, combinando la manera formal con el uso popular. El italiano se encontraba en su infancia y se había desarrollado, en menos de dos siglos, a partir del dialecto toscano, desplazando al latín como idioma literario, pero ya había producido su más grande poeta, Dante, y estaba a punto de producir, con Maquiavelo, su mejor escritor en prosa.

Los jóvenes estudiantes se quedaban en la Piazza della Signoria después de las charlas públicas, intercambiando opiniones, las últimas noticias del día y los chismes. Pronto se dio a conocer el joven frío de mirar malicioso. Sus comentarios mordaces, sus agudezas (especialmente a costa del clero), sus penetrantes visiones intelectuales, todo ello dejaba su huella, tal y como él pretendía. Sabía bien lo que estaba haciendo: se estaba haciendo un sitio. (Y, casi sin saberlo, se estaba también creando a sí mismo.) Aunque fuera de extracción social modesta, se sabía mejor que cualquier otro, y sus burlas enmascaraban una altanería desdeñosa. Se convirtió en el centro de atención porque sabía que el camino del éxito consistía en ganar popularidad. Solo los más perspicaces de entre sus amigos se percataron del frío corazón que había tras la máscara, aunque esto les atraía aún más, por piedad, respeto o curiosidad. Un corazón frío era una rareza entre la sangre joven y volátil de la Florencia del Renacimiento.

Pero ¿por qué precisamente Florencia había llegado a ser el centro del Renacimiento? Era una ciudad de escasa significación política o militar y, sin embargo, había alcanzado una influencia desproporcionada con su situación provinciana.

La respuesta obvia es el dinero. Los banqueros florentinos, tales como las familias Médicis, Pazzi y Strozzi, controlaban la nueva tecnología de su tiempo. La banca de negocios era la tecnología revolucionaria de las comunicaciones de su época, y su desarrollo durante el siglo xiv había ido transformando el comercio y las comunicaciones por toda Europa. La riqueza podía ser transferida, en forma de crédito o de giros bancarios, de uno a otro confín del continente, liberando al comercio de las trabas usuales del trueque o del pago al contado. Las sedas y las especias que llegaban por tierra a Beirut desde el Extremo Oriente podían comprarse por transferencias financieras y embarcadas hacia Venecia.