Mariucha - Benito Pérez Galdos - E-Book

Mariucha E-Book

Benito Pérez Galdòs

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Beschreibung

Mariucha es una obra de teatro de Benito Pérez Galdós. Trata de una familia noble que se ve en la más absoluta ruina, hasta el punto de tener que vender su palacete. Para esquivar el infortunio, planean la boda de su hijo varón con la hija de unos ricos burgueses. Mariucha, la novia, se opone a ser desposada.-

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Benito Pérez Galdós

Mariucha

 

Saga

MariuchaCopyright © 1870, 2020 Benito Pérez Galdós and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726495287

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 2.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

MARIUCHA ACTO PRIMERO

Sala en el palacio de Alto-Rey. El soberbio artesonado es el único vestigio de la antigua magnificencia. Las paredes desnudas; el mueblaje moderno, poco elegante; algunas piezas, ordinarias. Puerta al fondo y a la derecha. A la izquierda, ventana o balcón. Cerca de éste una mesa de escribir. A la derecha, sillón de respeto, sillas. Es de día.

Escena Primera

Cirila, arreglando y limpiando los muebles; Corral, El Pocho, que entran por el fondo. Corral viste con afectación y mal gusto, ostentando brillantes gordos en la pechera, cadena de reloj muy llamativa y sortijas con piedras de valor.

Pocho. ¿Dan su permiso?

Cirila. Adelante.

Corral. ¿No han vuelto de misa los señores?

Cirila. No tardarán. (Displicente.) ¡Vaya, otra vez aquí estos moscones!5

Pocho. Otra vez, y cien más, hasta que...

Corral. Perdone la señora Cirila, yo no vengo a cobrar.

Cirila. Viene a fisgonear, que es peor, y a meter sus narices en las interioridades de la casa...10

Corral. Ea, no despotrique, señora.

Cirila. (Aparte.) ¡Farsante!

Pocho. Yo no hago papeles. Vengo por el aquél de mi propio derecho. (Saca un papel y lo muestra.) El Sr. D. Pedro de Guzmán, Marqués de Alto-Rey y15 de San Esteban de Gormaz, es en deber a Francisco Muela, apodado El Pocho, la cantidad de...

Cirila. Basta.

Pocho. Por cuatro servicios de coche...

Cirila. ¡Agobiar al señor por tal porquería!...20

Corral. Ya cobrarás, Pocho. (Dando largas.) Ten paciencia...

Pocho. ¡Paciencia!... que es como decir hambre.

Cirila. (Incomodada, señalándoles la puerta.) Hagan el favor... Tengo que hacer...25

Pocho. Yo espero al señor.

Corral. Dos preguntas no más, señora Cirila, y perdone. Aún no hace un mes que estos señores Marqueses vinieron acá de Madrid huyendo de la quema. ¿Es cierto que se encuentran ya en situación tan precaria30 que...?

Cirila. Para nadie es un secreto que los que ayer fueron poderosos hoy no lo son.

Corral. Sí: ya saben hasta los perros de la calle que la casa de Alto-Rey es casa concluida. Hace más35 de veinte años que viene cayendo, cayendo, y por fin... (Con afectada pena.) ¡Las volteretas que de este mundo loco!... En la villa se dice que los señores Marqueses han llegado a carecer hasta de lo más preciso para la manutención.40

Pocho. Y que se ven y se desean para poner un puchero.

Cirila. ¡Eh... habladurías!

Corral. (Queriendo internarse por la derecha.) Déjeme, déjeme ir a la cocina a ver qué es lo que guisan...45

Cirila. (Deteniéndole.) Alto ahí... ¡Qué desvergüenza!

Pocho. ¡Si ni tan siquiera tendrán lumbre!

Corral. Hay que ver...

Pocho. (Por Cirila.) ¡Cómo les tapa la miseria!50 Ésta no les abandona en la desgracia.

Corral. Eso es nobleza.

Cirila. Gratitud. Les quiero...

Corral. Particularmente a la señorita María.

Cirila. ¡Mi niña del alma! Yo la crié; la he servido55 desde que vino al mundo. Más que cariño, por ella tengo adoración.

Pocho. Y qué re-bonita, y qué re-maja, y qué re-salerosa es la niña, ¡Cristo con ella! No le faltará un ricacho que la saque de pobre. Anímese, don Faustino...60 Usted rico, usted el más elegante caballero de nuestra villa... ¡Qué mejor proporción...!

Corral. (Pavoneándose.) Verdaderamente, no es uno saco de paja... De menos nos hizo Dios.

Pocho. Pues si yo fuera don Faustino del Corral,65 cualquiera me quitaba a mí esa niña, ¡Cristo con todos! Si tuviera yo esos diamantes en la pechera, esa cadena de reloj y esos anillos refulgentes, y lo que hay en casa, ¡Cristo conmigo! los dinerales que diz que tenemos en el Banco, ¿eh?... aguardando colocación...70

Corral. No es tanto, Pocho. Algo se ha trabajado y no falta para unas sopas. (A Cirila.) Ahora, la última pregunta si usted no se incomoda.

Cirila. Diga.

Corral. ¿Es cierto que el propietario de este palaciote75 de Alto-Rey lo cede gratuitamente a los señores Marqueses?

Cirila. Así lo entiendo.

Pocho. ¡Y luego dicen...! ¡Vaya, que estos nobles tronados siempre caen de pie! Vendió el Marqués este80 caserón hace diez años por un pedazo de pan...

Corral. ¿Hase visto mayor locura? Si hubiera estado yo en Agramante, no se me escapa esa ganguita... Compró la casa el sastre Diego López, que ha sacado ya triple del coste con el producto de las estancias bajas y85 altas que tiene alquiladas. Y ahora, el hombre puede permitirse un rasgo: cede al Marqués las habitaciones mejores...

Cirila. (Que ha mirado por el fondo.) Los señores vienen.90

Corral. (Aparte al Pocho.) Ten comedimiento, Pocho. Hazte cargo de la pobreza...

Pocho. ¿Pues y la mía? ¡Cristo con...! (Corral le manda callar. Se apartan a la izquierda.)

Escena II

Los mismos; Don Pedro, cabizbajo: detiénese en la puerta como esperando a alguien. Conserva en su miseria la nobleza de la figura. El traje, aunque revelando bastante uso, es de corte y telas elegantes. Acude Cirila a recogerle el abrigo y sombrero.

Cirila. ¿Y la señora Marquesa?95

Don Pedro. Detrás viene con María y el señor Cura. (Entra despacio, abstraído.) ¿Qué... hay visitas?

Corral. (Oficioso.) Señor Marqués, ¿cómo va ese valor?

Don Pedro. Tirando, amigo, tirando... (Sobresaltado,100 al ver al Pocho.) ¡Otra vez este maldito Pocho!

Cirila. ¡Desdichado señor!... ¡A lo que ha llegado! (Vase por la derecha.)

Pocho. Vuecencia me dijo que hoy...

Don Pedro. (Con arrebato de cólera, bastón en mano.)105 Dije a usted que le avisaría...

Pocho. Perdone vuecencia... pero...

Don Pedro. Es mucho molestar... ¡Es grande impertinencia...!

Pocho. Necesidad, señor. Soy un pobre.110

Corral. Paciencia, Pocho. Puedes volver...

Don Pedro. Cuando se le avise... Espere... (Se sienta en el sillón.)

Pocho. (Con entereza.) Podré alimentarme de tronchos de berza, de cortezas de chopo; pero no de las buenas115 palabras de vuecencia. Págueme, o de aquí me voy al Juzgado municipal...

Corral. ¡Pocho...!

Don Pedro. (Variando de tono ante la amenaza.) ¡Qué injusta desconfianza!... Pocho, venga usted aquí.120 (Llamándole, cariñoso.) Mi buen amigo... (Le toma la mano.) ¿Cómo puede dudar...?

Pocho. No es duda, es pobreza.

Don Pedro. (Dolorido, con afectada mansedumbre.) Vaya, vaya, sosiéguese el buen Pocho. (Dándole palmaditas125 en la mano.) Y no dude que, con el pago, tendrá una buena gratificación... Es muy justo. (Entran por el fondo Filomena y don Rafael.)

Pocho. Yo cedo a vuecencia la propina si hoy mismo...130

Don Rafael. ¡Pocho...! (Con un castañeteo de lengua como el que se usa para echar a los perros, le despide señalándole la puerta.)

Pocho. Ya, ya... (Por D. Pedro.) ¡Cristo con él, con su madre y con toda su casta! (Vase rápidamente.)135

Escena III

Don Pedro, Corral, Filomena, Don Rafael. La Marquesa de Alto-Rey revela menos que el Marqués, en su traza y vestimenta, la decadencia social. Viste traje negro elegante; mantilla.

Don Pedro. (Inquieto.) ¿Y María?

Don Rafael. En la plaza quedó con las de González.

Filomena. Entretenidita, viendo esos tipos de los pueblos, los pintorescos trajes, la animación del mercado...140

Corral. (Saludándola.) Señora Marquesa, tengo el honor...

Filomena. Señor de Corral, mucho gusto... (Se quita la mantilla.)

Don Pedro. (Afectuoso, cogiéndole la mano.) Querido145 Corral, sea usted indulgente con mi desgracia, la cual no sólo me aflige a mí, sino a los amigos que vienen a verme, pues poco grato ha de serles oír mis lamentos, y ver espectáculos como estas embestidas del Pocho...

Corral. No se hable más de eso.150

Don Rafael. Y sobre todo, no se exaspere, Marqués... Tómelo con calma... Ya vendrán días mejores...

Don Pedro. Yo confío en que el Gobierno...

Filomena. Por la Virgen, no me hables de155 Gobiernos...

Don Pedro. En la Providencia, sí: a eso voy. Quiero decir que Dios inspirará al Gobierno para que...

Don Rafael. (Aprobando.) ¡Mucho!

Don Pedro. También espero auxilio de las personas160 de nuestra clase. Imposible que permanezcan indiferentes...

Filomena. Bien podrán ser nuestros iguales o el Gobierno instrumentos de que Dios se valga para salvarnos. Pero en Dios está toda mi esperanza.165

Don Rafael. Sí, sí: Dios...

Don Pedro. (Muy nervioso se levanta y se pasea por la escena.) ¿Pero a qué espera?

Filomena. Paciencia, Pedro. Para mirar por nosotros, allá quedó nuestro hijo Cesáreo...170

Don Pedro. (Exasperado.) ¿Pero qué hace en Madrid Cesáreo, pregunto yo, si no revuelve el mundo por sacarnos de este pantano?

Corral. (Recordando.) Tengo el gusto de anunciar a los señores Marqueses que su hijo

D. Cesáreo llegará hoy.175

Don Pedro. (Gozoso.) ¡Mi hijo... aquí!

Filomena. (Gozosa.) ¡Cesáreo! ¿Cómo lo sabe usted?

Corral. Por un telegrama que recibió esta mañana el Alcalde.180

Don Pedro. Me sorprende mucho.

Filomena. A mí no, sabiendo que está aquí Teodolinda.

Don Pedro. La ricachona americana, la super-mujer, poseedora, según dicen, de un capital de diez millones185 de pesos... No creo en cuentos de hadas; no creo que existan diez millones de duros, ni que una viuda los posea.

Don Rafael. ¿Ni creerá usted que le ha dado la ventolera de adquirir las propiedades más valiosas de la190 provincia?

Don Pedro. (Escéptico.) Tampoco... Ni creo que con esa señora, con ese mito, tenga relación el viaje de Cesáreo.

Corral. Que en Madrid fueron novios o cosa tal,195 se ha dicho en Agramante.

Filomena. Es cierto: en Madrid, el invierno último.

Don Pedro. Pero aquello pasó... pura flirtation, galanteo fugaz...

Filomena. ¡Ah!... no sabemos...200

Don Pedro. (Malhumorado.) Digo que terminó.

Filomena. Muy pronto lo afirmas.

Don Rafael. (Con cierto misterio.) Yo puedo asegurar que ayer, hablando con Teodolinda...

Don Pedro. (Con súbito interés.) ¿Qué...?205

Filomena. (Lo mismo.) ¿Qué...?

Don Rafael. Pues hablando ayer con ese Potosí en figura humana... fue a entregarme una cantidad, y no floja, para los pobres...

Don Pedro. ¿Y qué dijo?210

Don Rafael. No sé cómo ni por qué nombramos a los señores Marqueses de Alto-Rey... Se habló de...

Corral. Estaba yo presente. Se habló del desastre de esta noble familia...

Don Rafael. Hizo grandes elogios de Cesáreo, de su215 inteligencia, de su gallardía...

Corral. Y al fin dijo que no pensaba volver a casarse.

Don Rafael. (Con viveza y enojo.) No: no dijo eso, Corral.

Corral. Don Rafael, mire que estoy bien seguro...220

Don Rafael. (Con energía.) No dijo eso, sino todo lo contrario. Y yo me permití aconsejarle... vamos, le indiqué... cuán conveniente le será un sostén... un compañero de la vida que le ayude a llevar la carga de tan desmedidas riquezas.225

Don Pedro. (Excitadísimo.) Mi querido Corral, usted, que es la gaceta de Agramante, hágame el favor de enterarse del telegrama recibido por el Alcalde... si es verdad que viene Cesáreo...

Filomena. Y a qué hora...230

Corral. Voy al punto.

Don Pedro. Infórmese también de si esa señora...

Corral. Ya saben que alquiló la finca de Lugones, con magnífico parque...

Don Rafael. Y esta noche da una fiesta... al aire235 libre.

Corral. Lo que llamamos garden party, o garden no sé qué, con baile, buffet, farolitos...

Filomena. Querido Corral, no se entretenga...

Corral. Vuelvo. (Vase presuroso.)240

Escena IV

Don Pedro, Filomena, Don Rafael; después Cirila.

Filomena. ¡Qué paso lleva el oficioso señor!

Don Pedro. Muestrario de pedrería falsa...

Don Rafael. Falsa, no: todo lo que lleva al exterior es de ley. El corazón sí que es falso, y la voluntad puro vidrio.245

Don Pedro. ¿Tiene dinero este hombre?

Don Rafael. Don Faustino del Corral, o de los Corrales, no se dejará ahorcar por un milloncejo de pesetas.

Filomena. ¡Jesús me valga!

Don Pedro. Hará préstamos en condiciones250 ventajosas.

Don Rafael. Suele dar dinero al tres por ciento mensual, con garantía hipotecaria.

Don Pedro. Y a retro quizás. El hombre no quiere arriesgarse.255

Filomena. ¿Y a los pobres no da?

Don Rafael. ¡Oh! sí: en la suscripción para la Casa de Misericordia figura con una suma mensual.

Filomena. Será considerable.

Don Rafael. Noventa céntimos.260

Cirila. (Entrando por el fondo con cartas y periódicos.) El correo. (Dirígese a la mesa de la izquierda, a la que va también don Pedro.)

Filomena. (A la derecha, con don Rafael.) La sordidez, ave rastrera, hace casi siempre sus nidos en las265 arcas más llenas de caudales.

Don Rafael. Así como la caridad, ave del Cielo, suele acomodarse en las arcas vacías. ¡Triste humanidad!

Filomena. Por eso yo, en mis angustias actuales,270 me acuerdo de los que aun son más pobres que yo...

Don Rafael. (Elogiando.) ¡Mucho, mucho!

Don Pedro. (A Cirila.) Aguárdate, que algo hay que llevar al correo. (En voz alta, mirando el sobre de una carta.) Filomena, carta de tu madre. (La da a Cirila,275 que la lleva a su señora.)

Filomena. ¿Han escrito los niños?

Don Pedro. No; pero me escribe el Rector que están buenos y contentísimos... Perico muy aplicado, Ricardillo un poco travieso...280

Filomena. Pero buenos y sanos, que es lo que importa. (Abre la carta de su madre.)

Don Pedro. (A Cirila, quitándole una de las cartas que le ha dado.) ¡Qué cabeza! Ésta, para Cesáreo, no va... Aguarda, voy a concluir ésta.285

Filomena. (Aparte a don Rafael, gozosa, después de leer la carta.) Para que se vea si tengo razón en poner toda mi confianza en el auxilio celestial. Mi pobre madre, que hoy sufre también penuria, aunque no tanta como yo, me manda por segunda vez una corta cantidad.290

Don Rafael. ¿También por conducto mío?

Filomena. Sí: usted recibirá el libramiento.

Don Rafael. Pues mañana mismo...

Filomena. No: no me lo traiga usted. Eso que Dios me envía, en su culto y en obras de piedad quiero295 emplearlo.

Don Rafael. Fíjese usted, amiga mía, en sus necesidades. (Siguen hablando en voz baja.)

Don Pedro. (Cerrada la carta que ha escrito, la da a Cirila.) Oye: si viene esa señora a invitarnos...300

Cirila. ¿Qué señora?

Don Pedro. La super-mujer. ¿Podremos obsequiarla con un té? Dime, ¿queda algo de aquel Porto riquísimo que trajimos de Madrid?

Cirila. Señor, lo poco que queda resérvelo... (Sigue305 diciéndole que la despensa está poco menos que vacía.)

Filomena. (Aparte a don Rafael.) Dios cuida de nosotros. ¿Por qué conducto? Por éste, por otros que no podemos presumir. Entre tanto, reúna usted lo que310 ahora manda Dios con lo que antes vino, y el total divídalo en tres partes: la una sea para sufragios por el alma de mi padre, por la de los hermanos míos y de mi esposo. La otra, la distribuye usted entre los pobres. Con la última parte quiero ofrecer a la Santísima Virgen315 del Rosario un manto nuevo. (Concluye don Pedro de hablar con Cirila y ésta se va.)

Don Rafael. Ya podrá pasarse por este año con el viejo. Nuestra Señora es modesta: no se paga de ostentaciones...320

Filomena. Don Rafael, es mi gusto; es un anhelo ferviente.

Don Rafael. Bueno, bueno. No hablemos más. (Don Pedro, en pie junto a la mesa, reconoce papeles con febril inquietud, irascible.)325

Don Pedro. Filomena, ¿dónde diablos me habéis puesto...?

Filomena. (Acudiendo a su lado.) ¿Qué, hijo?

Don Pedro. Es María la que sabe... (Llamando.) ¡María, Mariucha!330

Filomena. (Mirando por el balcón.) ¡Esa hija...! En la plaza no la veo.

Don Pedro. Pues que la busquen, que la traigan.

Don Rafael. (Asomándose por el fondo.) ¡Si está aquí, en el patio! Habla con las vecinas que llenan sus335 cántaros en la fuente... Hace fiestas a los chiquillos. (La llama por señas.) Es la bondad misma.

Filomena. (Con profunda tristeza.) ¡Pobre ángel caído en este pozo!

Escena V

Los mismos; María por el fondo. Viste con sencilla elegancia, sin que en su atavío se conozca la pobreza de la familia.

María. (Serena, risueña.) Aquí estoy.340

Don Pedro. Pero, hija de mi alma, ¿qué hacías?

María. Me entretuve viendo y examinando nuestra vecindad. En el segundo patio he visto unas familias pobres muy simpáticas, unos chiquillos saladísimos. He hablado con cuantas mujeres vi, preguntándoles de qué345 viven, cómo viven, qué comen... Y sus nombres, edad, familia, todito les pregunté... Tengo ese defecto: soy una fisgona insufrible...

Filomena. Eres una chiquilla.

María. Pues en este patio primero tenemos vecinos350 de mucha importancia. A esta parte, al extremo de la galería de cristales por donde salimos al patio, tenemos de vecino a un carbonero.

Don Rafael. Almacén de carbones, sí. El dueño es un hombre excelente, muy trabajador... Le355 conozco...