Miguel Strogoff - Julio Verne - E-Book

Miguel Strogoff E-Book

Julio Verne

0,0
0,89 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Miguel Strogoff (título original: Michel Strogoff. De Moscou à Irkoutsk) es una novela del escritor francés Julio Verne. Sacando provecho de la amnistía que el zar le había concedido (el libro no identifica al zar, pero es claramente Alejandro II), Iván Ogareff, militar retirado y exiliado, instiga una invasión de Siberia por los tártaros. Impulsado por su deseo de venganza, Ogareff convence al emir de Bujara, Féofar Khan, y a otros khanes del Turquestán libre de llevar a cabo tamaña empresa. No obstante, todo su odio recae sobre el hermano del zar, el Gran Duque, acantonado en Irkutsk, la capital de Siberia Oriental. El Gran Duque no le conoce personalmente, aunque ha sido la autoridad que lo ha mandado al exilio.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Julio Verne

Miguel Strogoff

Julio Verne

MIGUEL STROGOFF

editado por Carola Tognetti
Greenbooks editore
ISBN 978-88-3295-048-9
Edición Digital

Mayo 2017

ISBN: 978-88-3295-048-9
Este libro se ha creado con StreetLib Write (http://write.streetlib.com).

Indice

MIGUEL STROGOFF

PRIMERA PARTE

1. UNA FIESTA EN EL PALACIO NUEVO

2. RUSOS Y TÁRTAROS

3. MIGUEL STROGOFF

4. DE MOSCÙ A NIJNI NOVGOROD

5. UN DECRETO EN DOS ARTÍCULOS

6. HERMANO Y HERMANA

7. DESCENDIENDO POR EL VOLGA

8. REMONTANDO EL KAMA

9. EN TARENTA NOCHE Y DÍA

10. UNA TEMPESTAD EN LOS MONTES URALES

11. VIAJEROS EN APUROS

12. UNA PROVOCACION

13. SOBRE TODO, EL DEBER

14. MADRE E HIJO

15. LOS PANTANOS DE LA BARABA

16. EL ÚLTIMO ESFUERZO

17. VERSOS Y CANCIONES

SEGUNDA PARTE

1. UN CAMPAMENTO TÁRTARO

2. UNA ACTITUD DE ALCIDE JOLIVET

3. GOLPE POR GOLPE

4. LA ENTRADA TRIUNFAL

5. «¡ABRE BIEN LOS OJOS! ¡ÁBRELOS!»

6. UN AMIGO EN LA GRAN RUTA

7. EL PASO DEL YENISEI

8. UNA LIEBRE ATRAVIESA EL CAMINO

9. EN LA ESTEPA

10. EL BAIKAL Y EL ANGARA

11. ENTRE DOS ORILLAS

12. IRKUTSK

13. UN CORREO DEL ZAR

14. LA NOCHE DEL 5 AL 6 DE OCTUBRE

15. CONCLUSION

MIGUEL STROGOFF

Julio Verne

PRIMERA PARTE

1. UNA FIESTA EN EL PALACIO NUEVO

‑Señor, un nuevo mensaje.

‑¿De dónde viene?

‑De Tomsk.

‑¿Está cortada la comunicación más allá de esta ciudad?

‑Sí, señor; desde ayer.

‑General, envíe un mensaje cada hora a Tomsk para que me tengan al corriente de cuanto ocurra.

‑A sus órdenes, señor ‑respondió el general Kissoff.

Este diálogo tenía lugar a las dos de la madruga­da, cuando la fiesta que se celebraba en el Palacio Nuevo estaba en todo su esplendor.

Durante aquella velada, las bandas de los regi­mientos de Preobrajensky y de Paulowsky no habían cesado de interpretar sus polcas, mazurcas, chotis y valses escogidos entre lo mejor de sus repertorios.

Las parejas de bailadores se multiplicaban hasta el infinito a través de los espléndidos salones de Pa­lacio, construido a poca distancia de la «Vieja casa de Piedra», donde tantos dramas terribles se habían desarrollado en otros tiempos y cuyos ecos parecían haber despertado aquella noche para servir de tema a los corrillos.

El Gran Mariscal de la Corte estaba, por otra parte, bien secundado en sus delicadas funciones, ya que los grandes duques y sus edecanes, los chamber­lanes de servicio y los oficiales de Palacio, cuidaban personalmente de animar los bailes. Las grandes du­quesas, cubiertas de diamantes y las damas de la Corte, con sus vestidos de gala, rivalizaban con las señoras de los altos funcionarios, civiles y militares de la «antigua ciudad de las blancas piedras». Así, cuando sonó la señal del comienzo de la polonesa, todos los invitados de alto rango tomaron parte en el paseo cadencioso que, en este tipo de solemnidades, adquiere el rango de una danza nacional; la mezcla de los largos vestidos llenos de encajes y de los uni­formes cuajados de condecoraciones ofrecía un as­pecto indescriptible bajo la luz de cien candelabros, cuyo resplandor quedaba multiplicado por el reflejo de los espejos.

El aspecto era deslumbrante.

Por otra parte, el Gran Salón, el más bello de todos los que poseía el Palacio Nuevo, era, para este cortejo de altos personajes y damas espléndidamen­te ataviadas, un marco digno de la magnificencia. La rica bóveda, con sus dorados bruñidos por la pátina del tiempo, era como un firmamento estrellado. Los brocados de los cortinajes y visillos, llenos de sober­bios pliegues, empurpurábanse con los tonos cálidos que se quebraban centelleantes en los ángulos de las pesadas telas.

A través de los cristales de las vastas vidrieras que rodeaban la bóveda, la luz que iluminaba los sa­lones, tamizada por un ligero vaho, se proyectaba en el exterior como un incendio rasgando bruscamente la noche que, desde hacía varias horas, envolvía el fastuoso palacio.

Este contraste atraía la atención de los invitados que sin estar absortos por el baile se acercaban a los alféizares de las ventanas, desde donde se apre­ciaban algunos campanarios, confusamente difumi­nados en la sombra, pero que perfilaban, aquí y allá, sus enormes siluetas. Por debajo de los contorneados balcones se veía también a numerosos centinelas marcar el paso rítmicamente, con el fusil sobre el hombro y cuyo puntiagudo casco parecia culminar en un penacho de llamas bajo los efectos del chorro de fuego recibido del interior. Oíanse también las patrullas que marcaban el paso sobre la grava, con mayor ritmo que los propios danzarines sobre el en­cerado de los salones. De vez en cuando, el alerta de los centinelas se repetía de puesto en puesto, y un to­que de trompeta, mezclándose con los acordes de las bandas, lanzaba sus claras notas en medio de la armo­nía general.

Más lejos todavía, frente a la fachada y sobre los grandes conos de luz que proyectaban las ventanas de Palacio, las masas sombrías de algunas embarca­ciones se deslizaban por el curso del río cuyas aguas, iluminadas a trechos por la luz de algunos faroles, bañaban los primeros asientos de las terrazas. El principal personaje del baile, anfitrión de la fiesta y con el cual el general Kissoff había tenido atenciones reservadas únicamente a los soberanos, iba vestido con el uniforme de simple oficial de la guardia de ca­zadores. Esto no constituía afectación por su parte, antes reflejaba la habitud de un hombre poco sensi­ble a las exigencias del boato. Su vestimenta contras­taba con los soberbios trajes que se entrecruzaban a su alrededor y era esa misma la que lucía la mayoría de las veces entre su escolta de georgianos, cosacos y lesghienos, deslumbrantes escuadrones espléndida­mente ataviados con los brillantes uniformes del .

Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!