Montes de Oca - Benito Pérez Galdós - E-Book

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Benito Pérez Galdòs

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Beschreibung

Montes de Oca es la octava novela de la Tercera Serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Se aparta momentáneamente de la historia de Fernando Calpena para poder trasladar la narración a Madrid, siendo el protagonista Santiago Ibero.

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BENITO PÉREZ GALDÓS

EPISODIOS NACIONALES 28

Montes de Oca

[5]

- I -

En los cuarenta andaba el siglo cuando se inauguró (calle de la Abada, número tantos) el comedor o comedero público de Perote y Lopresti, con el rótulo de Fonda Española. No digamos, extremando el elogio, que fue el primer establecimiento montado en Madrid según el moderno estilo francés; mas no le disputemos la gloria de haber intentado antes que ningún otro realizar lo de utile dulci, anunciándose con el programa de la bondad unida a la baratura, y cumpliendo puntualmente, mientras pudo, su compromiso. La exótica palabra restaurant no era todavía vocablo corriente en bocas españolas: se decía fonda y comer de fonda, y fondas eran los alojamientos con manutención y asistencia, así como los refectorios [6] sin pupilaje. Es forzoso reconocer que si nuestros antiguos bodegones y hosterías con-servaban la tradición del comer castizo, bien sazo-nado y substancioso, los italianos, maestros en esta como en otras artes, introdujeron las buenas formas de servicio y un poco de aseo, o sus apariencias hipócritas, que hasta cierto punto suplen el aseo mismo. No fue tampoco reforma baladí el sustituir la lista verbal, recitada por el mozo, con la lista escrita, que encabezaban los ordubres, estrambótica versión del término hors d'uvre. Lo que principalmente constituye el mérito de los italianos es la introducción del precio fijo, la regla económica de servir buen número de platos por el módico estipen-dio de doce reales, pues con tal sistema adaptaban su industria a la pobreza nacional, y establecían relaciones seguras con un público casi totalmente compuesto de empleados y militares de mezquino sueldo, de calaveras sin peculio, o de familias que empezaban a gustar la vanidad de comer fuera de casa en días señalados o conmemorativos.

Para dar a cada uno lo que le corresponde con im-parcial criterio histórico, conviene indicar que no fueron Perote y Lopresti verdaderos innovadores en materia y formas de comer, sino más bien los que divulgaron aquel [7] arte precioso en la vida de los pueblos. Ya Genieys había dado a conocer las cro-quetas, los asados un poquito crudos, las chuletas a la papillote y otras cosillas; pero Lopresti populari-zó estos manjares poniéndolos al alcance de los bolsillos flacos, acreditando su saber, así como la equidad paternal de sus precios. Al propio tiempo superaba a Genieys en los arroces a la valenciana y milanesa, así como en el bacalao en salsa roja; era maestro en el cordero con guisantes, en el besugo a la madrileña, en la pepitoria, en los macarrones a la italiana, y principalmente en los guisotes de pescado y mariscos a estilo provenzal o genovés. En el ren-glón de vinos, el poco pelo de la clientela limitaba el consumo a los tintos de Arganda o Valdepeñas para pasto, y un Jerez familiar y baratito para los liberti-nos domingueros, y para los que iban de jolgorio, con mujerío o sin él, a horas avanzadas de la noche.

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