Mosaico - Amaia Nahuel - E-Book

Mosaico E-Book

Amaia Nahuel

0,0

Beschreibung

Se dice que los mosaicos solo pueden ser creados por musas, que siempre están relacionados con la psiquis femenina, sus inquietudes y teselas. Este es un mosaico plasmado en palabras. Cada relato representa un fragmento de naturaleza y fantasía con un matiz diferente, y que unidos logran crear una imagen cautivadora, vívida, dejando su huella entre sueños y experiencias palpables. Amaia Nahuel nos invita a acompañarla en un sorprendente viaje hacia su capacidad creativa, historias que danzan entre lo real y lo imaginario. Mosaico es mucho más que un libro, es un espectáculo visual para el alma. Después de leer este libro, volverás a creer en el color.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 66

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© Mosaico

Sello: Tricéfalo

Primera edición digital: Abril 2024

© Amaia Nahuel

Director editorial: Aldo Berríos

Ilustración de portada: Felipe Montecinos

Corrección de textos: Lilian Flores Guerra

Diagramación digital: Marcela Bruna

Diseño de portada: Marcela Bruna

© Áurea Ediciones

Errázuriz 1178 of #75, Valparaíso, Chile

www.aureaediciones.cl

[email protected]

ISBN impreso: 978-956-6183-45-7

ISBN digital: 978-956-6183-91-4

Este libro no podrá ser reproducido, ni total

ni parcialmente, sin permiso escrito del editor.

Todos los derechos reservados.

- La llorona de Teposcolula -

Al llegar el alba, como todos los días, Emiliano baja a atender a su esposa, Pascuala, en su lecho de enferma. Al rozar su mano la nota fría, y al acariciar su rostro se da cuenta de que su respiración ha cesado para siempre. Luego de un par de minutos, secándose las lágrimas de los ojos acude a la alcoba de su hija Guadalupe. Cuando la niña siente las manos tibias de su padre abre sus ojos con una sonrisa. De pronto, y luego de observar su rostro nebuloso por su reciente despertar, se percata que algo debe ir muy mal, y antes de que su padre le diga una palabra, Guadalupe asiente en señal de que ya sabe lo que su alma grita.

Apenas Emiliano publica la noticia de la muerte de su esposa y se conoce el obituario en el periódico local, todo el pueblo de San Pablo de Teposcolula se aposta fuera de su casa para honrar la muerte de Pascuala. La vecindad lleva flores, ofrendas y sus rostros pintados de Calaveras Garbanceras. Hay una circulación permanente en torno a la mesa de la familia, donde los manjares favoritos de Pascuala son ofrecidos y compartidos por los asistentes a sus honras fúnebres, tal como es costumbre entre los mexicas por la tradición maya que les precede.

Guadalupe, vestida con una túnica blanca, frente al altar de su madre llora su muerte, acompañada por su padre y por algunas mujeres del pueblo que contienen su pesar.

La muerte de Pascuala ocurrió en la previa del día de muertos, y sus funerales se llevan a cabo el mismísimo día de muertos, 2 de noviembre. Es un entierro de esos para recordar: el pueblo entero con sus caras maquilladas de catrinas, entre canciones mexicanas y rancheras, forma una enorme procesión hasta el camposanto.

Emiliano dedica unas palabras en honor a su difunta esposa y proclama como la canción: “Me quitarán de quererte, pero de olvidarte nunca”. Al escuchar las palabras de su padre, Guadalupe llora desconsoladamente. Lágrimas pesadas y gruesas brotan de sus ojos y se estrellan en la tierra seca, haciendo saltar el polvo con su caída. Entonces algo sucede. El río de lágrimas de Guadalupe se convierte en un arco de flores de múltiples colores ante las miradas incrédulas de los asistentes.

El espíritu de Pascuala descansa luego de haber elevado su alma con los rituales mexicas.

Meses más tarde, Guadalupe asiste al funeral de la abuela de Alba, su amiga de infancia. Igual que cuando falleció su madre, el pueblo acude a la casa de la difunta para llevar ofrendas y compartir con la familia. Cuando el cuerpo es trasladado para el entierro al camposanto, Alba se desmorona en llanto. Guadalupe intenta consolarla; conoce el profundo sentimiento que unía a las dos mujeres, ya que su amiga había sido criada por su abuela. En el responso, y ante las palabras del sacerdote, las lágrimas de Guadalupe se suman a las de Alba al recordar las exequias de su propia madre, sintiendo un enorme vacío en el pecho por la falta que le hace. Nuevamente, de las lágrimas que caen en la tierra comienzan a brotar flores silvestres y helechos cual bosque húmedo. Su llanto otra vez crea el milagro. De su tristeza nace la vida.

Después de presenciar por segunda vez el mismo fenómeno, el pueblo de San Pablo de Teposcolula comienza a considerar a Guadalupe como una santa. A contar de ese día, la joven asiste a cada funeral para adornar de flores la tumba de sus difuntos, y es conocida como “la llorona de Teposcolula”, parte del patrimonio vivo de México, su ciudad y su Municipio, siendo venerada por su pueblo.

- Antigravedad -

Jaimito camina por los bosques de su natal Punta Arenas, ciudad austral que ha tenido siempre dificultades para auto abastecerse de energía. Esa mañana, durante el desayuno, su padre le ha comunicado que se está construyendo una grandísima planta de energía nuclear a algunos metros de su casa. A sus cortos siete años, el niño no está muy seguro de qué se trata una planta nuclear y pretende ir averiguándolo con los días.

Luego de la escuela y en los días en que no nieva, Jaimito recorre los espesos bosques nativos con sus bototos de montaña y muy abrigado. Adora recoger las bayas de los árboles y se entretiene por horas hablando con la naturaleza. Conoce el bosque como la palma de su mano, pero si bien es un experto explorador, no ha logrado dar con la famosa planta nuclear.

Con su cabecita gacha, persigue a una codorniz que se desvió de su nido. De pronto se encuentra con un abrupto fin de camino, y no pudiendo reaccionar a tiempo, resbala y rueda cuesta abajo. Queda con su ropa y cara llenas de tierra mojada. El niño advierte que se ha salido del camino y que la codorniz ha retornado a su rumbo original. Como está obscureciendo, considera que va siendo hora de retornar a casa. Cuando se pone al fin en pie, logra sacudir la tierra de su ropa, y se percata de que hay una faena con trabajadores y camiones que entran y salen, dando vida a una mega construcción que nunca antes había visto.

En la región de Magallanes, por la lejanía de la línea del Ecuador, el día dura menos horas que en el resto del país; por tanto, comienza a anochecer muy temprano. Jaimito decide volver rápidamente a casa.

—¡La encontré! ¡La encontré! —anuncia con entusiasmo apenas su padre le abre la puerta.

—¿Qué encontraste?

—La planta nuclear —aclara el niño, quitándose la parka con rapidez.

Jaimito corre a sentarse en la cocina para disfrutar del chocolate caliente y el pan holandés con que lo espera cada tarde. Mientras come, comenta los detalles del descubrimiento.

—Así es, hijito —confirma su padre con un gesto de cariño y orgullo—. Encontraste la construcción de la planta nuclear.

Desde aquel día, Jaimito corre después de la escuela a la casa para tragar su almuerzo y salir a tranco rápido a ver los avances de la construcción de la planta. Es tan entretenido observar las grúas pluma, los camiones betoneros y decenas de personas con cascos de distintos colores entrando y saliendo, que para el niño solitario y campesino parece casi una película.

Impresionado con la persistencia y curiosidad de su hijo, el padre construye una casa en un árbol para que el niño tenga un punto desde donde mirar más cómodamente los avances, y preocupado por la soledad de los paseos de su hijo, decide adoptar un perro para que lo acompañe en sus salidas. Feliz, el niño abraza a su grande y lanudo nuevo amigo, lo bautiza como Nerón, y desde entonces se vuelven inseparables.

Al cabo de un año, cuando Jaimito ya tenía ocho años y seis meses cumplidos, las obras llegan a su fin y al poco tiempo, mientras el niño se encuentra en su casa en el árbol, ve por primera vez la fumarola que da el puntapié inicial a las operaciones de la planta.

Lo que antes le era interesante por estar en construcción ya no tenía mayor sentido para él, pues las operaciones de la planta son internas y él no tiene acceso a aquello, así que deja de ir con la frecuencia de siempre a su puesto de observación y retoma sus paseos por el bosque recogiendo bayas. Sin embargo, a Nerón le gusta mucho la casa en el árbol ya que está alejada del bullicio de la casa, pero a la vez protegida del frio y de la lluvia, por lo que Jaimito lleva libros para entretener sus tardes.