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eBook Interactivo. La vida de Murillo resulta menos conocida que la de otros maestros de la época. Sabemos que queda huérfano a muy temprana edad (catorce años) y que entra en el taller de Juan del Castillo, como Zurbarán había hecho en el de Villanueva y Velázquez en el de Pacheco. Los tres pintores superaron ampliamente a sus maestros, de donde cabe deducir que la experiencia sólo puede servir de muleta al genio, tanto en éste como en cualquier orden de cosas.
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ÍNDICE
1. San Diego dando de comer a los pobres. Academia de San Fernando
2. La cocina de los ángeles. Museo del Louvre
3. Detalle de La cocina de los ángeles. Museo del Louvre
4. Sagrada Familia del pajarito. Museo del Prado
5. Anunciación. Museo del Prado
6. Rebeca y Eliezer. Museo del Prado
7. Nacimiento de la Virgen. Museo del Louvre
8. Adoración de los pastores. Museo del Prado
9. Visión de San Antonio. Catedral de Sevilla
10. Martirio de San Andrés. Museo del Prado
11. El sueño del patricio. Museo del Prado
12. La revelación del sueño al pontífice. Museo del Prado
13. San Francisco abrazando al Crucificado. Museo de Bellas Artes. Sevilla
14. Santo Tomás dando limosna a los pobres. Museo de Bellas Artes. Sevilla
15. Jesús repartiendo pan a los pobres. Museo Bellas Artes. Budapest
16. Isaac bendiciendo a Jacob. Museo Ermitage. San Petersburgo
17. Santa Isabel con los tiñosos. Hospital de la Caridad. Sevilla
18. Sagrada Familia, de Casa Pedroso. National Gallery. Londres
19. La Virgen, Jesús y San Juanito. Museo del Louvre
20. Inmaculada Concepción. Museo del Prado
21. Inmaculada. Museo del Prado
22. Virgen con el Niño. Galería Nacional Corsini. Roma
23. Santa Ana y la Virgen. Museo del Prado
24. Reposo en la huída a Egipto. Museo del Ermitage
25. El Buen Pastor. Museo del Prado
26. San Juan Niño. Museo del Prado
27. Los niños de la concha. Museo del Prado
28. Niño pordiosero. Museo del Louvre
29. Niños comiendo fruta. Museo de Munich
30. Niños jugando a los dados. Museo de Munich
31. Esponsales de Santa Catalina. Museo de Roma
32. Retrato de un caballero. Museo del Prado
OTRAS PUBLICACIONES
Veintitrés años más tarde que Zurbarán y, por lo tanto, en la gene-ración inmediatamente posterior, nace Bartolomé Esteban Murillo. Reside la mayor parte de su vida en Sevilla, aunque algunos autores suponen que realizó viajes a la Corte, donde tendría ocasión de contemplar las obras de los grandes maestros venecianos y flamencos. Pero este viaje no está documentalmente probado.
En realidad, la vida de Murillo resulta menos conocida que la de otros maestros de la época. Sabemos que queda huérfano a muy temprana edad (catorce años) y que entra en el taller de Juan del Castillo, como Zurbarán había hecho en el de Villanueva y Velázquez en el de Pacheco. Los tres pintores superaron ampliamente a sus maestros, de donde cabe deducir que la experiencia sólo puede servir de muleta al genio, tanto en éste como en cualquier orden de cosas.
Tenemos pocas noticias de sus años juveniles. Hacia 1644 ó 1645 le encargan su primera gran obra: la decoración del claustro chico del convento de los Franciscanos llamado la Casa Grande. Sólo cuenta veinticuatro o veinticinco años, y este gran encargo evidencia la popularidad que había alcanzado en el taller de Castillo, del que conservamos algunas obras de calidad poco notable.
No son los años infantiles de Murillo, como se ha dicho algunas veces, años de penuria y dificultades, pues sabemos que recibe una sustanciosa fortuna de sus padres, que si bien no le hace considerarse acaudalado, sí le permite vivir sin estrecheces.
Por otra parte, desde los veinticinco años en que realiza el encargo de los Franciscanos, su clientela aumenta sin cesar, y se convierte en poco tiempo en el pintor más famoso y cotizado de Sevilla. Jamás le faltaron buenos encargos, y sus contratos mantienen precios bastante elevados para su época. Ello le proporciona una situación económica firme desde su juventud, que le permite adquirir varios inmuebles y atender a su numerosa familia (parece que tuvo ocho o nueve hijos, que en gran parte profesaron como eclesiásticos a su mayoría de edad, llegando uno de ellos a canónigo de Sevilla).
Sus clientes son fundamentalmente las Ordenes y los conventos sevillanos, pero también recibe encargos de nobles o particulares acaudalados, aunque son muy escasos estos últimos. En realidad, la obra de Murillo hay que comprenderla dentro del contexto de una demanda casi exclusivamente religiosa. En efecto, en el XVII, la única clase social que tiene sensibilidad para la pintura, necesidad de decorar sus iglesias y conventos y fondos para sufragar los gastos que este hecho ocasiona, son los clérigos regulares. Es decir, que en el XVII sólo hay dos caminos socio-económicos para los artistas plásticos: o la Corte o las Órdenes religiosas. Murillo no tuvo ocasión ni necesidad de acudir a la Corte, pues contó siempre con una amplia y generosa clientela en Sevilla. El carácter religioso de la clientela de Murillo tiene por fuerza que determinar la temática de sus obras. Por ello conviene entender bien eso de que la pintura predominante en la España barroca fue la pintura religiosa contrarreformista. En efecto, lo fue, pero no solamente por la sensibilidad religiosa de sus autores, porque cuando a alguno, como Velázquez, no le obligan a pintar cuadros religiosos, no se decide a pintar ninguno por su cuenta. La temática religiosa de Zurbarán, Cano, Herrera, Roelas, Valdés Leal, Murillo y tantos otros pintores del XVII se debe, sobre todo, a que sus clientes eran religiosos y exigían una pintura de este tipo. Esa es la causa determinante de la obra artística. Hauser ha estudiado agudamente la relación socio-económica entre la clase social demandante y la inspiración artística, dejando suficientemente demostrada la influencia de una clase social en la obra artística de su tiempo. En España no existe ningún estudio similar sobre las condiciones y consecuencias de la vida social de nuestros artistas clásicos.
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