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En los siglos anteriores a él, la filosofía había sido peligrosa para los filósofos, pero con Friedrich Nietzsche resulta peligrosa para todo el mundo. Nietzsche enloqueció y su locura presagió la demencia colectiva que había de tener consecuencias horrendas en Europa durante la primera mitad del siglo XX. La suya es una filosofía de aforismos y de penetrante visión psicológica, no un sistema, pero es brillante, persuasiva e incisiva como ninguna otra antes o después de él. Su concepto más importante es el de la Voluntad de Poder, en el que vio el impulso básico de todas nuestras acciones; en el cristianismo vio, por contra, una sutil perversión de este concepto, de ahí su famoso pronunciamiento "Dios ha muerto". En Nietzsche en 90 minutos, Paul Strathern presenta un recuento conciso y experto de la vida e ideas de Nietzsche, y explica su influencia en la lucha del hombre por comprender su existencia en el mundo. El libro incluye una selección de escritos de Nietzsche, una breve lista de lecturas sugeridas para aquellos que deseen profundizar en su pensamiento y cronologías que sitúan a Nietzsche en su época y en una sinopsis más amplia de la filosofía.
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Seitenzahl: 56
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Siglo XXI
Paul Strathern
Nietzsche
en 90 minutos
Traducción: José A. Padilla Villate
Diseño de portada
RAG
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Título original
Nietzsche in 90 minutes
© Paul Strathern, 1996
© Siglo XXI de España Editores, S. A., 1999, 2014
para lengua española
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.sigloxxieditores.com
ISBN: 978-84-323-1684-5
Introducción
La filosofía cayó dormida al comienzo de la era cristiana y, en algún momento, tuvo un sueño filosófico llamado Escolástica que se basó en Aristóteles y en las enseñanzas de la Iglesia.
La filosofía se despertó bruscamente de sus sueños medievales con la llegada de Descartes y su declaración «Cogito, ergo sum» (Pienso, luego existo). Comenzaba así una época de ilustración: el conocimiento se basa en la razón. Pero Descartes no solo despertó a los sabios durmientes, también a los británicos, que respondieron a la pretensión racional de Descartes diciendo que el conocimiento no se basa en la razón, sino en la experiencia. En su celo, estos empiristas británicos destruyeron toda semblanza de razón y redujeron la filosofía a una serie cada vez más limitada de sensaciones. La filosofía se hallaba de nuevo en peligro de caer dormida cuando, a mediados del siglo xviii, Kant despertó de sus sueños dogmáticos y creó un sistema filosófico aún más grande que el que había puesto a dormir a la filosofía en la Edad Media. Parecía como si la filosofía emulara otra vez a Rip van Winkle. Hegel reaccionó ante esta situación soporífera construyendo un sistema para él solo, como una inmensa cama con baldaquino. Schopenhauer decidió tomar un nuevo rumbo y dejó entrar una corriente fría de filosofía oriental en la cama kantiana, despertando al joven Nietzsche, que dio un salto en la helada ráfaga proclamando una ruidosa filosofía que mantendría por un buen tiempo despierto a todo el mundo.
Vida y obra de Nietzsche
La filosofía se hace nuevamente peligrosa con Nietzsche, con una diferencia: en los siglos anteriores, la filosofía había sido peligrosa solo para los filósofos, pero con Nietzsche lo fue para todo el mundo. Nietzsche terminó enloqueciendo, lo que se muestra en el tono de sus escritos tardíos, pero sus peligrosas ideas aparecieron mucho antes de que se volviera loco y no tienen nada que ver con su demencia clínica; presagiaban una locura colectiva que tendría horribles consecuencias en Europa durante la primera mitad del siglo xx y que muestra hoy ominosas señales de recurrencia.
Las ideas más ambiciosamente filosóficas de Nietzsche apenas merecen este nombre, ya se trate de superhombres, del eterno retorno (la idea de que vivimos nuestras vidas una y otra vez por toda la eternidad) o de que el único propósito de la civilización es el de producir «grandes hombres» (como Goethe, Napoleón, o él mismo). Su uso de la voluntad de poder como una explicación universal es, o simplista o sin sentido; hasta el monismo de Freud es más sutil y el concepto, menos específico, de Schopenhauer, más convincente. Como toda buena teoría de una conspiración, la doctrina nietzscheana de la voluntad de poder penetrándolo todo contiene su parte usual de paranoia. Sin embargo, el filosofar real de Nietzsche es brillante, persuasivo e incisivo como ninguno antes o después de él; cuando se le lee, se tiene la excitante sensación de que la filosofía importa realmente (lo cual es una de las razones por las que es tan peligroso); además, cuando usa la voluntad de poder puramente como herramienta analítica, descubre elementos constitutivos de las motivaciones humanas que pocos habían sospechado antes de él, y desenmascara los valores que están en el origen de esas motivaciones, dibujándolos sobre un amplio lienzo histórico, iluminando los mismos fundamentos de nuestra civilización y de nuestra cultura.
Aunque Nietzsche no está enteramente libre de culpa por las peligrosas estupideces que se han escupido en su nombre, debe decirse que, en su mayor parte, son una parodia de lo que escribió realmente. No sentía sino desprecio por los protofascistas de su tiempo, le disgustaba el antisemitismo, y la idea de una Alemania pura racialmente, como raza de señores, habría provocado al máximo su sentido del humor; de haber vivido (y conservado su salud mental) hasta los años treinta, cuando habría tenido alrededor de ochenta años, seguramente no habría permanecido callado ante los grotescos acontecimientos que tendrían lugar en su patria, como sí lo hicieron algunos filósofos alemanes que pretendían ser sus sucesores.
Friedrich Wilhelm Nietzsche nació el 15 de octubre de 1844 en Sajonia, una provincia entonces del cada vez más poderoso reino de Prusia. Nietzsche descendía de una larga línea de comerciantes, que incluía sombrereros y carniceros, pero su abuelo y su padre fueron ambos pastores luteranos. El padre de Nietzsche fue un patriota prusiano que tenía en alta estima a su rey, Friedrich Wilhelm IV. Al nacer el primer hijo de Ludwig el día del cumpleaños del rey, sus posibilidades de recibir un nombre como Otto eran más bien escasas. Por una coincidencia totalmente fortuita, los tres hombres morirían locos.
El primero en morir fue Ludwig, en 1849. Se le diagnosticó «reblandecimiento cerebral» –parece que la autopsia reveló que una cuarta parte de su cerebro estaba afectada de «reblandecimiento»–. Este tipo de diagnosis no está ya de moda en la profesión médica pero, en todo caso, reputados biógrafos de Nietzsche están convencidos de que la locura de Nietzsche no fue heredada por su hijo.