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«ODDER CONQUISTARÁ TU CORAZÓN». THE NEW YORK TIMES ODDER ES UNA NUTRIA MARINA TEMERARIA Y curiosa que vive frente a la costa de California, donde practica sus acrobacias bajo el agua y cuenta las extravagantes historias por las que es conocida. Pero cuando se encuentra cara a cara con un gran tiburón blanco hambriento, su vida da un dramático giro que pondrá a prueba todo lo que cree sobre sí misma y sobre los humanos que esperan salvarla. Inspirada en la historia real del programa del Acuario de la Bahía de Monterrey que empareja crías de nutria huérfanas con madres adoptivas, esta conmovedora y divertida historia examina la valentía y la sanación a través de los ojos de uno de los animales más amados y encantadores de la naturaleza.
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Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2023
Para Liz Sabla,con gratitud a mares
Saber jugar es un talento dichoso.
Ralph Waldo Emerson
no (exactamente) culpables
Hay que admitir, a favor,
que los tiburones
(en principio) no se alimentan de
nutrias.
Pero también es cierto que, a veces,
no pueden evitar probarlas
sin querer, dejando
feas mordeduras
o la huella aserrada
de uno o dos dientes.
Por eso, habría que empezar
por reconocer que
nadie es perfecto.
demasiado tarde
Supongamos que un hambriento
tiburón blanco
se siente tentado
por una criatura nadadora, larga y grácil,
tal vez un león marino.
(Grandes amantes de
la grasa de foca, los tiburones).
Picado por la curiosidad, el tiburón
se acerca para echarse un bocado
sólo para descubrir que era un surfista (¡huy!)
o, muy probablemente,
un miembro de la rama
más encantadora de la familia de los mustélidos,
la nutria marina de California.
A todos nos ha pasado,
¿o no?
Eso de estar en la fila de la cafetería
o del buffet del desayuno
listos para probar algo nuevo…
lo tomamos, lo engullimos, viene una mueca:
escupimos el bocado ofensivo
en una servilleta,
no pasa nada ni nadie sale mal parado.
Con los tiburones pasa lo mismo,
que rápidamente
lo reconsideran y
se retiran.
Pero, claro, para ese momento suele
ser ya muy tarde para el surfista.
Y, casi siempre,
demasiado tarde para la nutria.
hambre
Un tiburón como ése
merodea en el mar
en esta misma mañana.
Amanece,
sin nubes, la luz rosa tenue
y por un instante la bahía
se ruboriza.
Ahí está:
la aleta dorsal
parte en dos
el mar en calma.
El tiburón es un adolescente,
un prepúber marino,
fuerte y aerodinámico,
pero pequeño para su edad,
que hoy anda lejos de
sus lugares habituales.
Su última comida,
una raya y dos infelices tortugas,
fue hace tres días
algo patético desde cualquier punto de vista.
No hay por qué preocuparse.
El hambre sabe hacer
que la mente se concentre.
Si hay alimento
en los alrededores, con toda certeza
lo encontrará.
Nutria #156
No lejos del tiburón,
flota panza arriba la Nutria #156,
patas delanteras y aletas traseras
levantadas,
empapándose de luz
cual diminutos paneles solares.
En un pliegue de piel
bajo una pata delantera
guarda su piedra preferida,
la precisa para abrir
almejas y mejillones.
Ha visto más
de unos cuantos tiburones a lo largo
de sus tres años,
y hasta los ha visto
matar.
Pero ahora su única preocupación
es encontrar algo de comer para el desayuno.
números y nombres
Sus amigos llaman Odder
a la #156,
pero los humanos prefieren
sus números.
Suelen contar ovejas y cartitas,
errores y puntos,
minutos y bendiciones.
Aquí, en la bahía,
cuentan también
nutrias.
Cosquillas y Risitas
Existe una razón
para usar los números.
Los nombres cariñosos
fascinan al público
y acercan demasiado a los humanos.
Los números son fríos e indiferentes,
pero los nombres acercan
y unen al que rescata con la criatura rescatada,
al científico con su sujeto de estudio,
a los humanos con las nutrias
(y no es difícil
derretirse de ternura
ante una cría de nutria).
Es una lástima, de verdad.
Pensemos en las posibilidades:
¡Cosquillas y Risitas
y Potter y Noodle!
¡Otto y Oswaldo
y Ozy y Obi!
Sin embargo, es mejor así.
Estas nutrias
necesitan toda la ayuda
que se les pueda dar.
preguntas
Su madre la llamó “Odder”
desde el momento
en que nació.
Fue por algo en la manera
en que esta cría nunca estaba quieta,
algo en la manera
en que sus ojos siempre
se veían llenos de preguntas.
comer o no comer
No muy lejos
de Odder,
su compañera preferida,
Kairi, flota panza arriba,
a la deriva cual tronco.
Kairi, dos años mayor
que Odder, tiene
piel lustrosa como el ébano.
Odder, más pequeña
y ágil,
tiene un pelaje marrón oscuro
y la cabeza color caramelo.
¿Jugamos?,
quiere saber Odder,
¿o comemos?
Primero comemos,
después jugamos,
responde Kairi,
siempre tan práctica,
siempre precavida.
Es molesto,
pero cuando uno
tiene un espíritu libre como Odder,
estar acompañado
por alguien sensato y decidido
no puede ser mala idea.
Primero comemos,
después jugamos,
dice Odder.
Le hace a su amiga
una caricia suave con la nariz
y se sumerge en las aguas tranquilas
repletas de hierba marina.
comunicación
Cuando uno no puede escribir mensajeso correos,
ni susurrar un secreto
o gritar en protesta,
cuando las palabras no son su medio,
¿cómo se comparte
lo que se sabe?
Las nutrias
silban y gimen,
gruñen y bufan,
soplan y resoplan.
Y no hay que olvidar
la vista y el olfato
y sobre todo el tacto,
topecitos y lengüetazos,
cabezadas y mordiscos suaves.
Todas las especies buscan su modo.
bajo el agua
Bajo el agua
no hace falta el ruido,
ni gruñidos, chillidos o gorjeos.
No cuando uno puede girar
y retorcerse como un pretzel.
No cuando las piruetas
se han convertido en una forma de arte.
ballet
La persecución comienza
a través de los bajíos cenagosos
del humedal de Elkhorn,
hacia las aguas
gélidas y profundas de la bahía
adentro, afuera, arriba, abajo,
piruetas y subidas y descensos,
un ballet de burbujas.
Demasiado lejos,
dice Kairi,
cuando al fin hacen una pausa.
Sus cabezas lisas y pequeñas
podrían ser pulidas piedras
en el fondo de un río.
Odder da una voltereta hacia atrás,
desaparece,
vuelve a salir
un poco más allá.
Tonta pececilla,
dice en broma,
sólo un poco más allá,
y el ballet
entra en su segundo acto.
el humedal
Un humedal es el paraíso
para una nutria:
plácido y cenagoso,
con presas fáciles.
Una pequeña inmersión
y… ahí está la comida.
Claro que también hay más
humanos por allí:
lanchas de excursión,
canoas y kayaks,
todos deseosos de ver
nutrias y leones marinos,
las majestuosas garzas reales
y los cormoranes crestados,
los graciosos pelícanos.
la bahía
Más allá del humedal
se extiende la bahía de Monterrey,
un animal completamente diferente,
una ballena acuosa,
enorme y amenazador
pero fascinante
bajo la superficie:
bosques de alga kelp se entretejen
como colchas verdes
mientras los rayos de sol cortan
cual navajas.
Hay quienes dicen que el alimento
es mejor allí
suculentos cangrejos para quien quiera
esforzarse para obtenerlos…
aunque los riesgos hacen que muchos
se lo piensen dos veces.
Pero no Odder.
A ella le encanta un buen cangrejo.
horario del día
Así va la vida de una nutria:
comer
acicalarse
dormir
comer
acicalarse
dormir
comer
acicalarse
dormir
pero siempre hay tiempo para
la reina del juego
Nadie juega
como lo hace Odder.
Nadie se mueve
igual que ella.
Le encanta el alboroto,
puede ser insistente y ansiosa,
demasiado revoltosa para algunos,
pero verla
en el agua
es una dicha.
No sólo nada hacia el fondo,
sino que se sumerge cual torpedo.
No hace una voltereta simple,
sino vueltas triples.
No cabalga las olas,
sino que las forma.
la dieta
El tiburón, mientras tanto,
anda cerca de la boca del humedal,
aún de cacería,
un silencioso espectro oceánico.
Puede comer en abundancia, atiborrarse,
y luego pasar días sin probar bocado.
Pero una nutria marina siempre está comiendo
(por suerte su abdomen sirve, además,
como mesa para comer).
Sin la grasa que recubre y abriga
a las focas y ballenas,
debe consumir
un cuarto de su peso
cada día:
abulones y erizos de mar,
pulpos y estrellas marinas,
mejillones y cangrejos y almejas,
como un atleta que devorara carbohidratos,
como un colibrí que bebiera néctar
de la mañana a la noche.
Tiburón
Nadie se apiada de los tiburones.
No son grandes bambis blancos,
nadie espera que lo sean,
con esa sonrisa siniestra,
esos miles de dientes triangulares
en una hilera
tras otra
tras otra.
Pero, con todo, hay algunas ventajas:
la manera en que el mar pareciera
abrirse ante su avance,
sin olvidar también
su atractivo hollywoodesco…
una película como Tiburón
jamás hubiera podido hacerse
acerca de una nutria.
ternura
A pesar de todo, es difícil,
si uno es habitante del mar,
no envidiar a las nutrias,
su popularidad tan fácil,
la manera en que
fascinan a las multitudes.
Son, según se dice,
el colmo de la ternura:
esos ojos de venado,
los bigotes tan expresivos,
la gimnasia acuática
digna de oro olímpico.
Y ser fotogénicas
ayuda a hacer memes, a
mantener a los fans
enganchados.
Sólo los tontos
quieren tomarse selfis
con un tiburón.
remero de kayak
Odder se da la vuelta para ver
lo que ya han percibido
su oído y su olfato:
un humano que avanza
cortando las olas,
la mitad de su cuerpo embutido
en una coraza en forma
de sardina gigante.
Su torpe agitación,
con un remo en lugar de patas,
provoca lástima.
A Odder le encantan estos remeros,
admira su descabellado deseo
de llegar a ser algo que no pueden:
criaturas acuáticas.
Como ella.
Ha visitado varios,
intrigada por sus
frentes sudorosas
y botellas de agua,
los binoculares que se ponen
ante los ojos.
El remero va más lento,
y Odder se sumerge
y se acerca lo suficiente
para ver sus dientes blancos
y oler su cansancio.
desconfianza
¡Odder!,
es Kairi, que la llama
apremiante,
siempre tan aguafiestas,
la eterna desconfiada.
¡Odder!,
la llama de nuevo.
¡No te acerques!
El remero del kayak emite sonidos,
sonidos amistosos, según Odder.
(sucede que
ha tenido oportunidad de oír
a humanos enfurecidos).
A pesar de todo, hace lo que Kairi
le ordena,
e impulsándose con su cola
se pierde de vista.
regaño
Perdóname,
le dice Odder a Kairi.
A veces me olvido
de ser cuidadosa.
Kairi nada en círculos perezosos.
Un día de éstos,
te van a meter en una jaula
y nunca más volveré a verte.
Un día de éstos,
vas a terminar en
“Agua alta” sin remedio.
Te preocupas demasiado, Kairi,
dice Odder.
¿Por qué
te acercas
tanto a ellos?,
pregunta Kairi.
Curiosidad, nada más,
responde Odder.
Una vez me ayudaron,
eso no se olvida.
Odder mete la cabeza en el agua,
luego la levanta, se sacude,
y las gotitas relumbran al sol.
Agua alta
Las nutrias llaman “Agua alta”
al acuario situado
sobre la orilla de la bahía.
Más tierra que agua,
más aire que océano,
las instalaciones son sólidas,