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eBook Interactivo. Si hubiera que definir con una sola palabra la pintura románica, tendríamos que llamarla "antinaturalista". La pintura románica, igual que la bizantina, resulta poco naturalista comparada con la desarrollada desde el Renacimiento hasta el siglo XIX. Mas no debe achacarse todo a la torpeza técnica de sus autores. No se trata de torpeza técnica. Para comprender el fenómeno de la pintura románica debemos remontarnos un poco más atrás y recordar los rumbos que tomó la civilización europea y el arte cristiano desde el Bajo Imperio Romano.
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ÍNDICE
1. Frescos de San Miguel de Tarrasa
2. San Juan de Bohí. Lérida
3. San Clemente de Tahull. Conjunto del ábside
4. Pantocrator de San Clemente de Tahull
5. Lázaro y el perro, de San Clemente de Tahull
6. Ábside de Santa María de Tahull
7. Virgen de Santa María de Tahull
8. Grupo de mujeres, de San Quirce de Pedret
9. Santa María, de Esterri de Aneu
10. Frescos de San Pedro del Burgal. Lérida
11. Virgen de San Pedro de Sorpe. Lérida
12. Frontal altar de San Pedro. Seo de Urgel. Lérida
13. Detalle de San Esterri de Cardós
14. Detalle de un fresco de Santa María de Tarrasa
15. Fresco de San Saturnino de Artajona. Navarra
16. Santa Cruz de Maderuelo. Museo del Prado
17. El Pecado Original, de Maderuelo
18. San Baudilio de Berlanga. Soria
19. Detalle de los frescos de San Baudelio de Berlanga. Soria
20. Panteón de los Reyes de San Isidoro de León
21. Detalle de la bóveda de San Isidoro de León
22. Frontal de Santa Margarita. Monasterio de Sescorts. Barcelona
23. Frontal del Salvador. Museo de Barcelona
24. Frontal de Valltarga. Museo de Arte de Cataluña
25. Frontal de San Martín de Chia
26. Frontal de Avia. Museo de Arte de Cataluña
27. Detalle del mural de Puigreig
28. Frontal del Durro. Museo de Arte de Cataluña
29. Frontal de Soriguerola. Museo de Arte de Cataluña
30. Tabla del Maestro de Soriguerola
31. Frontal de Gesera. Museo de Arte de Cataluña
32. Grifo alado de San Pedro de Arlanza. Soria
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Si hubiera que definir con una sola palabra la pintura románica, tendríamos que llamarla «antinaturalista». La pintura románica, igual que la bizantina, resulta poco naturalista comparada con la desarrollada desde el Renacimiento hasta el siglo XIX. Mas no debe achacarse todo a la torpeza técnica de sus autores. Es increíble suponer que los pintores europeos y bizantinos estuvieron ocho siglos pintando rostros desfigurados y expresivos para aprender, en poco más de cien años, a pintar cuerpos de la más depurada perfección. No se trata de torpeza técnica. Para comprender el fenómeno de la pintura románica debemos remontarnos un poco más atrás y recordar los rumbos que tomó la civilización europea y el arte cristiano desde el Bajo Imperio Romano. Preocupado por la vida de ultratumba, el hombre se olvida por completo de los demás valores materiales y solo atiende a aquellas cosas que interesan al espíritu. Se produce un arte hierático, similar en su génesis al egipcio faraónico. Como los egipcios del Imperio Medio y Nuevo, los cristianos europeos medievales son hombres seguros de sus valores morales inmutables, que no se cansan de lo viejo -como dice A.Hauser- ni aspiran a replantearse ningún valor fundamental de la existencia. Apegados a una forma pictórica, como lo están a una religión y a una moral incontrovertibles, jamás se preocupan de modificar los cánones de esa forma estética. Este proceso de espiritualidad, de estilización y al mismo tiempo de hieratización de la figura se produce ya a partir del siglo III d.J.C. en el Imperio Romano y se acelera en el IV. El Imperio Bizantino continúa esta modalidad antinaturalista, y copia una y otra vez, incansablemente, la simbólica oceanografía cristiana, sin preocuparse ni por un momento de aparentar naturalismo. La gran pintura pompeyana ilusionista fue el último periodo naturalista en occidente anterior al Renacimiento.
Pero no debemos conformarnos con una, explicación de tipo tradicional. En efecto, una de las causas fundamentales de que los pintores románicos reprodujesen siempre el mismo tipo antinaturalista de imágenes fue la inercia tradicional a adoptar una postura nueva ante las cosas; pero debajo de esta inercia palpita una mentalidad característica que la hace posible. La razón por la que el europeo del III-IV d.J.C. se despreocupa progresivamente de la representación material es su cambio de concepción vital. Hemos de entender esto claramente si queremos comprender la pintura románica.