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eBook Interactivo. Junto a la gran arquitectura románica que marca indefectiblemente la Europa medieval aparece, como es natural, una escultura y una pintura que la acompaña en toda su extensión. El arte románico se ha convertido en el gran arte altomedieval que fue el resultado del esfuerzo germánico sobre los restos clásicos anteriores.
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ÍNDICE
ESPAÑA
FRANCIA
ALEMANIA
ISLAS BRITÁNICAS
ITALIA
PINTURA ROMÁNICA
FRANCIA
ITALIA
ISLAS BRITÁNICAS, ALEMANIA Y PAÍSES BAJOS
LA PINTURA DE MANUSCRITOS Y CÓDIGOS
VIDRIOS Y ORFEBRERÍA ROMÁNICA
OTRAS PUBLICACIONES
Ya hemos hablado en temas anteriores sobre el espíritu y la cultura altomedieval. Todas las manifestaciones artísticas dependen, naturalmente, de ese modo de ser del hombre feudal.
Asimismo, hemos visto en el tema anterior que la arquitectura responde fielmente al espíritu feudal y altomedieval con construcciones potentes y macizas, de aspecto geométrico, que, no sólo por su función, sino incluso por su estética, encuentran su marco más adecuado en la estructura vital del Alto Medievo.
Todas las actividades humanas parten de una base anterior a ellas mismas. Eso es precisamente lo que diferencia al hombre del animal. Cualquier animal parte siempre de cero y es como si fuera el primer espécimen realizado.
El hombre, por el contrario, sedimenta sus conocimientos y los comunica a otros seres, creando la oportunidad de un progreso cultural. Este continuismo en la problemática vital distingue toda obra humana y la hace parte de un proceso, con un eslabón anterior y otro posterior. Es decir, que toda obra humana no puede ser estudiada sola y en abstracto, independiente de todas las demás, y considerando su valor, pudiéramosdecir, absoluto. Esto es perder el tiempo. La obra humana hay que verla detrás de una determinada y delante de otra igualmente determinada.
El precedente de la escultura románica hay que buscarlo en los ensayos prerrománicos de los pueblos bárbaros, que ya hemos estudiado en temas anteriores. Asimismo, tiene mucha importancia la escultura oriental, preferentemente la bizantina, que es portadora de toda la experiencia grecorromana transformada por la revolución cultural del cristianismo. Todo esto se ha estudiado con algún detalle anteriormente y podemos entrar en el tema presumiendo su conocimiento, siquiera elemental.
Los pueblos bárbaros habían cultivado con poco entusiasmo la escultura, sobre todo la de grandes proporciones o «monumental», que había sido la más frecuente dentro del mundo grecorromano. Es decir, que ostrogodos, francos, lombardos y visigodos habían sepultado, por no decir olvidado, la tradición escultórica antigua. El carácter seminómada de estos pueblos les hizo preferir la escultura de pequeñas dimensiones, puramente ornamental, en la decoración de dípticos, joyas, armas, etc... Pero este estilo escultórico menor tenía unos problemas muy diferentes a los que plantea la escultura monumental y exenta, también llamada estatuaria.
Todo esto nos lleva a concluir que la gran tradición grecorromana, que había llevado la escultura a alturas memorables, no sirve de base inmediata a la escultura románica. Forma ésta un mundo aparte, original y tremendo que, partiendo de unos supuestos elementales y primitivos, consigue una complejidad y perfección, que bien pudiera compararse en conjunto a la antigua escultura grecorromana. En una palabra, el mundo románico es un todo homogéneo e indivisible, que encuentra su expresión plástica en una escultura original cuyas características más importantes vamos a estudiar seguidamente. Para hacer más sencilla y didáctica nuestra exposición, vamos a tratar de analizar por separado los caracteres abstractos de la escultura románica, anticipando, sin embargo, que no todasestas notas que apuntamos aparecen siempre en todas las esculturas románicas, pero sí que informan casi sin excepción el conjunto de la escultura medieval.
Ante todo, la escultura es, como la arquitectura, amante del geometrismo simplista y estilizador. No se trata de una escultura naturalista que intente representar los objetos tal cual nos parecen a los sentidos, sino de una escultura SIMBÓLICA o ALEGÓRICA, que sólo pretende representar plásticamente ideas o vivencias. Para ello utiliza elementos naturales como animales, personas o vegetales, pero nunca tal como son, sino con un afán funcional y expresivo, y por tanto no tiene reparo en deformar sistemáticamente las formas naturales.
La escultura grecorromana había cultivado con especial énfasis las figuras humanas desnudas. Por el contrario, el artista románico rehuye casi sin excepción el cuerpo desnudo y cubre todas las figuras con vestiduras a menudo abundantes. La escultura románica resulta así una escultura VESTIDA (FIG. 1), al menos en lo que concierne a las figuras humanas.
Mucho más importante es el aspecto que vamos a definir a continuación. La escultura románica tiene casi siempre un carácter decorativo, es decir, no está realizada para ser contemplada aislada, sino inserta en un conjunto arquitectónico. La escultura románica es esencialmente DECORATIVA. Esta condición determina una serie de características y propiedades que distinguen la escultura románica de la de otras épocas. Puesto que las figuras se conciben para decorar o rellenar un espacio arquitectónico previsto de antemano, su forma y dimensiones dependen de las del espacio al que están destinadas. Es, pues, una escultura pensada «en función de» otras formas artísticas, concretamente de las arquitectónicas (FIG. 2).
Pero, ¿qué zonas arquitectónicas decora el escultor románico? ¿Todas sin excepción o centra su esfuerzo en algunas determinadas y olvida las demás? La respuesta a estas preguntas está bien clara cuando se contemplan las obras de arquitectura románica. Decíamos en el tema anterior que los edificios fundamentales de esta época son el templo y el convento. Pues bien, tanto en uno como en otro, el escultor suele concentrar su interés en los capiteles y en las portadas, además de otras partes secundarias (FIG. 3).
EL CAPITEL ROMÁNICO está casi siempre DECORADO con figuras vegetales o animales entrelazadas. También recurre el artista a los temas geométricos y, por supuesto, inserta de vez en cuando una figura humana vigorosamente unida al conjunto decorativo. Las figuras puramente fantásticas, como monstruos, dragones, grifos, etc…, son también muy frecuentes en la decoración de los capiteles románicos. Estos monstruos medievales no desempeñan sólo un papel decorativo, sino que, en la mayoría de los casos, cumplen una función expresiva y simbólica, pues la figura imaginaria se relaciona con algún mito conocido porla sociedad que lo frecuenta habitualmente. El capitel románico cumple, por tanto, una función didáctica para los fieles que llenan la iglesia en las jornadas religiosas. Ante el enorme porcentaje de analfabetismo popular, la escultura románica es la mejor forma de expresión religiosa que conoce el clérigo para llevar a la conciencia de los fieles los profundos misterios del Cristianismo. Es el único lenguaje propiamente popular, el que a todos se dirige, bien que de una manera refinada y cultista que no todos podían entender exactamente. Pero incluso en esos casos, la representación plástica comunicaba al espectador la esencia de la alegoría, en forma de admiración, temor, espanto, respeto, etc... El escultor románico juega de una manera radical y compleja con las creencias y los sentimientos populares en cuanto que cimenta en ellos la significación y eficacia de su arte. Por ello se nos aparece, no solamente como un artista original y un técnico de muchos quilates, sino a menudo, como un experimentado psicólogo que sabe cómo palpar las fibrasmás escondidas y sensibles del alma humana.
Los capiteles románicos se nos presentan a nosotros como un mundo extraño y pintoresco, cuyo sentido casi nunca comprendemos. Quizá este profundo misterio que «para nosotros» mantiene la escultura románica ha revalorizado su figura en los tiempos actuales. Pero no tenemos que supervalorar este fenómeno porque hemos de pensar que para el medieval la escultura románica no era misteriosa ni oscura, sino clara y expresiva. El medieval entendía aquellas misteriosas y arcanas figuras porque las relacionaba con mitos, leyendas y creencias que hoy han desaparecido casi por completo. El mundo románico de los capiteles decorados es una barrera difícil de saltar para las mentes actuales, que sólo ven en ella las categorías estéticas, sin reparar debidamente en el contenido que, sin duda, era lo más importante para el medieval.