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Sigmund Freud (1856-1939) fue un médico austriaco, el padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX. Publicado en 1921, "La psicología de las masas y el análisis del yo" sienta las bases para el desarrollo de disciplinas tales como la psicología social, la psicología política y otras. En ese trabajo pionero, Freud afirma que la oposición entre psicología individual y psicología colectiva (o social) no es tan significativa ni profunda como puede parecer a simple vista. "La psicología de las masas y el análisis del yo" es uno de los más famosos textos de Sigmund Freud y hace parte de la colección Freud Esencial.
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Seitenzahl: 128
Sigmund Freud
PSICOLOGÍA DE LAS MASAS
Y ANÁLISIS DEL YO
Título original:
“ MASSGNPSYCHOLOGIG UND ICH-ANALYSE “
1a edición
Isbn: 9786558941910
Amigo Lector
Sigmund Freud (1856-1939) fue un médico austriaco considerado el creador del psicoanálisis. Este método causó gran revuelo en su momento y se basa en intentar explicar el comportamiento humano para dar solución a los problemas mentales. Su objetivo es trabajar con el inconsciente para hacer conscientes problemas y traumas que existen y empezar a cambiarlos para ayudar al paciente.
Publicado por Freud en 1921, “La psicología de las masas y el análisis del yo” sienta las bases para el desarrollo de disciplinas tales como la psicología social, la psicología política y otras. En ese trabajo pionero, afirma que la oposición entre psicología individual y psicología colectiva (o social) no es tan significativa ni profunda como puede parecer a simple vista. “La psicología de las masas y el análisis del yo” es uno de los más famosos artículos de Sigmund Freud.
Una excelente lectura
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PRESENTACIÓN
Sobre el autor y su obra
Sobre Psicología de las masas y análisis del yo
PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO
INTRODUCCIÓN
II EL ALMA COLECTIVA, SEGÚN LE BON
III - OTRAS CONCEPCIONES DE LA VIDA ANÍMICA COLECTIVA
IV SUGESTIÓN Y LIBIDO
V DOS MASAS ARTIFICIALES: LA IGLESIA Y EL EJÉRCITO
VI OTROS PROBLEMAS Y ORIENTACIONES
VII LA IDENTIFICACIÓN
VIII ENAMORAMIENTO E HIPNOSIS
IX EL INSTINTO GREGARIO
X LA MASA Y LA HORDA PRIMITIVA
XI UNA FASE DEL YO
XII CONSIDERACIONES SUPLEMENTARIAS
Sigmund Freud (1856-1939) fue un médico austriaco considerado el creador del psicoanálisis. Este método causó gran revuelo en su momento y se basa en intentar explicar el comportamiento humano para dar solución a los problemas mentales. Su objetivo es trabajar con el inconsciente para hacer conscientes problemas y traumas que existen y empezar a cambiarlos para ayudar al paciente. Sigmund Freud es uno de los hombres más influyentes relacionados con el ámbito de la psicología.
Freud nació en 1856 en Austria. Posteriormente, se graduó en medicina y se especializó en el sistema nervioso de los peces trabajando como investigador. Más tarde, comenzó a trabajar en el Hospital General de Viena y empezó a desarrollar la teoría del psicoanálisis.
Viajó a París gracias a una beca y su trabajo con el neurólogo Jean-Martin Charcot fue una auténtica revelación para él. Empezó a conocer la hipnosis y se interesó por la sugestión.
Tras regresar a Viena, compartió sus teorías con sus colegas, pero fue rechazado por todos, a excepción de Josef Breuer que le apoyó económicamente para abrir su propia consulta. Ambos incluso llegaron a trabajar juntos, pero sus diferencias en el campo científico y la puesta en práctica de diversas técnicas acabaron separándolos.
En los albores del siglo XX, el neurólogo austriaco Sigmund Freud empezó a sentar las bases del psicoanálisis, un novedoso enfoque sobre la psique humana que es tanto una teoría de la personalidad como un método de tratamiento para pacientes con trastornos. La principal contribución de Freud a la psicología sería su concepto de inconsciente. Freud sostenía que el comportamiento de una persona está profundamente determinado por pensamientos, deseos y recuerdos reprimidos; según su teoría, las experiencias dolorosas de la infancia son desalojadas de la conciencia y pasan a formar parte del inconsciente, desde donde pueden influir poderosamente en la conducta. Como método de tratamiento, el psicoanálisis procura llevar estos recuerdos a la conciencia para así liberar al sujeto de su influencia negativa.
La psicología individual, por supuesto, pretende enfocarse en el hombre aislado, y explora la forma en que este puede enfrentar sus problemas y superarlos; pero, en verdad, sólo excepcionalmente puede prescindir de las relaciones del individuo con sus semejantes. En la vida psíquica individual, siempre aparece integrado el “otro”, sea como modelo, como objeto, como auxiliar o adversario, etc.; de este modo, la psicología individual es, “al mismo tiempo y desde un principio”, psicología social. Una afirmación audaz y de grandes consecuencias.
Incluso, las relaciones del individuo con sus padres y sus hermanos, con la persona que ama, y hasta con su terapeuta, pueden ser consideradas fenómenos sociales; en principio, se situarían en oposición a otros procesos, los denominados narcisistas, en los que aparentemente no hay influencia de otras personas. Pero resulta que esta misma oposición puede ser estudiada desde la perspectiva de lo social.
Al hablar de psicología social o colectiva, se suele tomar como objeto de la investigación la influencia que sobre el individuo ejerce un gran número de personas simultáneamente; por ejemplo, su tribu, su pueblo, su casta o su clase social, una institución; o la multitud humana en general, que en un momento dado se organiza en una masa o colectividad.
Pero a esto Freud va a objetar que el factor numérico es secundario, y no le asigna una importancia suficiente para provocar, por sí solo, en el ser humano, la aparición de otro instinto, inactivo en cualquier otra ocasión (individual o singular).
Quedan dos caminos: el instinto social no es un instinto primario e irreductible; los comienzos de su formación pueden hallarse en círculos más limitados; por ejemplo, la familia.
La psicología colectiva abarca un gran número de problemas, aun poco diferenciados. Habrá que ver cuáles de ellos interesan a la investigación psicoanalítica propiamente dicha.
El trabajo “Psicología de las masas y análisis del yo”, en gran medida, fue elaborado por Freud para avanzar las teorías de Gustave Le Bon sobre la “psicología de las multitudes”, entonces en boga. Freud anota el hecho de que la psicología, que investiga los instintos, las disposiciones, los móviles y las intenciones del individuo, se encuentra de pronto con un nuevo problema: debe explicar el hecho, por demás sorprendente, de que, en determinadas circunstancias, por su incorporación a una multitud humana que ha adquirido el carácter de “masa”, ese individuo piensa, siente y actúa de un modo absolutamente inesperado y distinto.
La oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera vista puede parecemos muy profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la sometemos a un más detenido examen. La psicología individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado e investiga los caminos por los que el mismo intenta alcanzar la satisfacción de sus instintos, pero sólo muy pocas veces y bajo determinadas condiciones excepcionales, le es dado prescindir de las relaciones del individuo con sus semejantes. En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, efectivamente, “el otro”, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado.
Las relaciones del individuo con sus padres y hermanos, con la persona objeto de su amor y con su médico, esto es, todas aquellas que hasta ahora han sido objeto de la investigación psicoanalítica, pueden aspirar a ser consideradas como fenómenos sociales, situándose entonces en oposición a ciertos otros procesos, denominados, por nosotros, narcisistas, en los que la satisfacción de los instintos elude la influencia de otras personas o prescinde de éstas en absoluto. De este modo, la oposición entre actos anímicos sociales y narcisistas - Bleuler diría quizás: autísticos - cae dentro de los dominios de la psicología social o colectiva.
En estas relaciones con sus padres y hermanos, con el ser amado, el amigo y el médico, se nos muestra el individuo bajo la influencia de una única persona o todo lo más, de un escaso número de personas, cada una de las cuales ha adquirido para él una extraordinaria importancia. Ahora bien, al hablar de psicología social o colectiva, se acostumbra a prescindir de estas relaciones, tomando solamente como objeto de la investigación la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran número de personas a las que le unen ciertos lazos, pero que fuera de esto, pueden serle ajenas desde otros muchos puntos de vista. Así, pues, la psicología colectiva considera al individuo como miembro de una tribu, de un pueblo, de una casa, de una clase social o de una institución, o como elemento de una multitud humana, que en un momento dado y con un determinado fin, se organiza en una masa o colectividad. Roto, así, un lazo natural, resultó ya fácil considerar los fenómenos surgidos en las circunstancias particulares antes señaladas, como manifestaciones de un instinto especial irreductible, del instinto social -herd instinct, group mind-, que no surge al exterior en otras situaciones. Sin embargo, hemos de objetar, que nos resulta difícil atribuir al factor numérico importancia suficiente para provocar por sí solo en el alma humana, el despertar de un nuevo instinto, inactivo en toda otra ocasión. Nuestra atención queda, de este modo, orientada hacia dos distintas posibilidades; a saber, que el instinto social no es un instinto primario e irreductible, y que los comienzos de su formación pueden ser hallados en círculos más limitados, por ejemplo, el de la familia.
La psicología colectiva, no obstante encontrarse aún en sus primeras fases, abarca un número incalculable de problemas, que ni siquiera aparecen todavía suficientemente diferenciados. Sólo la clasificación de las diversas formas de agrupaciones colectivas y la descripción de los fenómenos psíquicos por ellas exteriorizados exigen una gran labor de observación y exposición y han dado origen ya a una extensa literatura. La comparación de las modestas proporciones del presente trabajo con la amplitud de los dominios de la psicología colectiva hará ya suponer al lector, sin más advertencias por parte mía, que sólo se estudian en él algunos puntos de tan vasta materia. Y en realidad, es que sólo un escaso número de las cuestiones que la misma entraña, interesan especialmente a la investigación psicoanalítica de las profundidades del alma humana.
Podríamos comenzar por una definición del alma colectiva, pero nos parece más racional presentar, en primer lugar, al lector, una exposición general de los fenómenos correspondiente y escoger entre éstos algunos de los más singulares y característicos, que puedan servimos de punto de partida para nuestra investigación. Conseguiremos ambos fines tomando como guía una obra que goza de justa celebridad, la “Psicología de las multitudes”, de Gustave Le Bon.
Ante todo, convendrá que nos hagamos presente, con máxima claridad, la cuestión planteada. La psicología -que persigue los instintos, disposiciones, móviles e intenciones del individuo, hasta sus actos y en sus relaciones con sus semejantes, llegada al final de su labor y habiendo hecho la luz sobre todos los objetos de la misma, vería alzarse ante ella, de repente, un nuevo problema. Habría, en efecto, de explicar el hecho sorprendente de que en determinadas circunstancias, nacidas de su incorporación a una multitud humana que ha adquirido el carácter de “masa psicológica”, aquel mismo individuo al que ha logrado hacer inteligible, piense, sienta y obre de un modo absolutamente inesperado. Ahora bien: ¿qué es una masa? ¿Por qué medios adquiere la facultad de ejercer una tan decisiva influencia sobre la vida anímica individual? ¿Y en qué consiste la modificación psíquica que impone al individuo?
La contestación de estas interrogaciones, labor que resultará más fácil comenzando por la tercera y última, incumbe a la psicología colectiva, cuyo objeto es, en efecto, la observación de las modificaciones impresas a las reacciones individuales. Ahora bien, toda tentativa de explicación debe ir precedida de la descripción del objeto que de explicar se trata.
Dejaremos, pues, la palabra a Gustavo Le Bon: “El más singular de los fenómenos presentados por una masa psicológica, es el siguiente”: cualesquiera que sean los individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan ser su género de vida, sus ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el simple hecho de hallarse transformados en una multitud le dota de una especie de alma colectiva Este alma les hace sentir, pensar y obrar de una manera por completo distinta de como sentiría, pensaría y obraría cada uno de ellos aisladamente.
“Ciertas ideas y ciertos sentimientos no surgen ni se transforman en actos sino en los individuos constituidos en multitud. La masa psicológica es un ser provisional compuesto de elementos heterogéneos, soldados por un instante, exactamente como las células de un cuerpo vivo forman por su reunión un nuevo ser, que nuestra caracteres muy diferentes de los que cada una de tales células posee”.
Permitiéndonos interrumpir la exposición de Le Bon con nuestras glosas, intercalaremos aquí la observación siguiente: si los individuos que forman parte de una multitud se hallan fundidos en una unidad, tiene que existir algo que les enlace unos a otros, y este algo podría muy bien ser aquello que caracteriza a la masa. Pero Le Bon deja en pie esta cuestión, y pasando a las modificaciones que el individuo experimenta en la masa, las describe en términos muy conformes con los principios fundamentales de nuestra psicología de las profundidades.
“Fácilmente se comprueba en qué alta medida difiere el individuo integrado en una multitud, del individuo aislado. Lo que ya resulta más arduo es descubrir las causas de dicha diferencia. Para llegar, por lo menos, a entreverlas, es preciso recordar, ante todo, la observación realizada por la psicología moderna, de que no sólo en la vida orgánica, sino también en el funcionamiento de la inteligencia desempeñan los fenómenos inconscientes un papel preponderante. La vida consciente del espíritu se nos muestra muy limitada al lado de la inconsciente. El analista más sutil, penetrante observador, no llegan nunca a descubrir sino una mínima parte de los móviles inconscientes que les guían. Nuestros actos conscientes se derivan de un “substratum” inconsciente, formado, en su mayor parte, por influencias hereditarias. Este substratum entraña los innumerables residuos ancestrales que constituyen el alma de la raza. Detrás de las causas confesadas de nuestros actos, existen causas secretas, ignoradas por todos. La mayor parte de nuestros actos cotidianos son efecto de móviles ocultos que escapan a nuestro conocimiento”.
Le Bon piensa que en una multitud, se borran las adquisiciones individuales, desapareciendo así la personalidad de cada uno de los que la integran. Lo inconsciente social surge en primer término, y lo heterogéneo se funde en lo homogéneo. Diremos, pues, que la superestructura psíquica, tan diversamente desarrollada en cada individuo, que destruida, apareciendo desnuda la uniforme base inconsciente, común a todos.
De este modo, se formaría un carácter medio de los individuos constituidos en multitud. Pero Le Bon encuentra que tales individuos muestran también nuevas cualidades, de las cuales carecían antes, y halla la explicación de este fenómeno en tres factores diferentes. “La aparición de los caracteres peculiares a las multitudes se nos muestra determinada por diversas causas. La primera de ellas es que el individuo integrado en una multitud adquiere, por el simple hecho del número, un sentimiento de potencia invencible, merced al cual puede permitirse ceder a instintos que, antes, como individuo aislado, hubiera refrenado forzosamente. Y se abandonará tanto más gustoso a tales instintos cuanto que por ser la multitud anónima, y en consecuencia, irresponsable, desaparecerá para él el sentimiento de la responsabilidad, poderoso y constante freno de los impulsos individuales”.