Rinconete y Cortadillo - Miguel de Cervantes - E-Book

Rinconete y Cortadillo E-Book

Miguel de Cervantes

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Beschreibung

"Rinconete y Cortadillo" es una novela corta que nos sumerge en el mundo de la delincuencia y la marginalidad en el siglo XVII en España. Cervantes nos presenta a dos jóvenes, Rinconete y Cortadillo, quienes llegan a Sevilla en busca de oportunidades y se ven envueltos en un submundo de ladrones y estafadores. Pronto, los dos muchachos encuentran refugio en la banda de Monipodio, un astuto y respetado líder del hampa sevillano. Bajo su protección, Rinconete y Cortadillo aprenden los trucos del oficio y se convierten en hábiles delincuentes. A través de sus experiencias, Cervantes retrata no solo la realidad de la delincuencia, sino también la complejidad de la sociedad de la época.La novela ofrece un análisis satírico y crítico de la corrupción y la hipocresía que imperaban en la sociedad española del Siglo de Oro. Cervantes no solo describe las acciones de los personajes, sino que también revela sus motivaciones y las circunstancias que los empujan a la vida delictiva. Además, a través de Rinconete y Cortadillo, el autor reflexiona sobre la naturaleza humana y la búsqueda de redención.

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MIGUEL DE CERVANTES

RINCONETE Y CORTADILLO(De Novelas Ejemplares)

ÍNDICE

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

RINCONETE Y CORTADILLO

FIN

Título: Rinconete y Cortadillo (De Novelas Ejemplares)

Autor: Miguel de Cervantes Saavedra

Editorial: AMA Audiolibros

© De esta edición: 2023 AMA Audiolibros

AMA Audiolibros forma parte de TAM-TAM Media, S.L.U.

c/ Miquel Tort, 18

08750 Molins de Rei

Barcelona

[email protected]

Audiolibro, de esta misma versión, disponible en servicios de streaming, tiendas digitales y el canal AMA Audiolibros en YouTube.

INTRODUCCIÓN

"Rinconete y Cortadillo" es una novela corta que nos sumerge en el mundo de la delincuencia y la marginalidad en el siglo XVII en España. Cervantes nos presenta a dos jóvenes, Rinconete y Cortadillo, quienes llegan a Sevilla en busca de oportunidades y se ven envueltos en un submundo de ladrones y estafadores.

Pronto, los dos muchachos encuentran refugio en la banda de Monipodio, un astuto y respetado líder del hampa sevillano. Bajo su protección, Rinconete y Cortadillo aprenden los trucos del oficio y se convierten en hábiles delincuentes. A través de sus experiencias, Cervantes retrata no solo la realidad de la delincuencia, sino también la complejidad de la sociedad de la época.

La novela ofrece un análisis satírico y crítico de la corrupción y la hipocresía que imperaba en la sociedad española del Siglo de Oro. Cervantes no solo describe las acciones de los personajes, sino que también revela sus motivaciones y las circunstancias que los empujan a la vida delictiva. Además, a través de Rinconete y Cortadillo, el autor reflexiona sobre la naturaleza humana y la búsqueda de redención.

Con un lenguaje ágil y lleno de humor, "Rinconete y Cortadillo" es una obra que sigue siendo relevante por su exploración de temas universales como la moralidad, la justicia y la supervivencia en un mundo adverso. La obra de Cervantes continúa fascinando a los lectores modernos por su capacidad para entrelazar la realidad y la ficción, y por su habilidad para revelar las complejidades de la condición humana.

RINCONETE Y CORTADILLO

En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano, se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados. Capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo y las medias de carne. Bien es verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos como llevados y los del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían de cormas que de zapatos. Traía el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin toquilla, bajo de copa y ancho de falda. A la espalda y ceñida por los pechos, traía el uno una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga; el otro venía escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecía un gran bulto, que, a lo que después pareció, era un cuello de los que llaman valones, almidonado con grasa y tan deshilado de roto, que todo parecía hilachas. Venían en él envueltos y guardados unos naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos se les habían gastado las puntas y porque durasen más se las cercenaron y los dejaron de aquel talle. Estaban los dos quemados del sol, las uñas caireladas y las manos no muy limpias; el uno tenía una media espada y el otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.

Saliéronse los dos a sestear en un portal o cobertizo que delante de la venta se hace y, sentándose frontero el uno del otro, el que parecía de más edad dijo al más pequeño:

—¿De qué tierra es vuesa merced, señor gentilhombre, y para adónde bueno camina?

—Mi tierra, señor caballero —respondió el preguntado—, no la sé ni para dónde camino, tampoco.

—Pues en verdad —dijo el mayor— que no parece vuesa merced del cielo y que este no es lugar para hacer su asiento en él; que por fuerza se ha de pasar adelante.

—Así es —respondió el mediano—, pero yo he dicho verdad en lo que he dicho, porque mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más que un padre que no me tiene por hijo y una madrastra que me trata como alnado; el camino que llevo es a la ventura y allí le daría fin donde hallase quien me diese lo necesario para pasar esta miserable vida.

—Y ¿sabe vuestra merced algún oficio? —preguntó el grande.

Y el menor respondió:

—No sé otro sino que corro como una liebre y salto como un gamo y corto de tijera muy delicadamente.

—Todo eso es muy bueno, útil y provechoso —dijo el grande—, porque habrá sacristán que le dé a vuestra merced la ofrenda de Todos Santos, porque para el Jueves Santo le corte florones de papel para el monumento.

—No es mi corte desa manera —respondió el menor—, sino que mi padre, por la misericordia del cielo, es sastre y calcetero y me enseñó a cortar antiparas, que, como vuesa merced bien sabe, son medias calzas con avampiés que por su propio nombre se suelen llamar polainas y córtolas tan bien que en verdad que me podría examinar de maestro, sino que la corta suerte me tiene arrinconado.

—Todo eso y más acontece por los buenos —respondió el grande— y siempre he oído decir que las buenas habilidades son las más perdidas, pero aún edad tiene vuesa merced para enmendar su ventura. Mas, si yo no me engaño y el ojo no me miente, otras gracias tiene vuesa merced secretas y no las quiere manifestar.

—Sí tengo —respondió el pequeño—, pero no son para en público, como vuestra merced ha muy bien apuntado.

A lo cual replicó el grande:

—Pues yo le sé decir que soy uno de los más secretos mozos que en gran parte se pueden hallar y, para obligar a vuesa merced que descubra su pecho y descanse conmigo, le quiero obligar con descubrirle el mío primero; porque imagino que no sin misterio nos ha juntado aquí la suerte y pienso que habemos de ser, desde hasta el último día de nuestra vida, verdaderos amigos. Yo, señor hidalgo, soy natural de la Fuenfrida, lugar conocido y famoso por los ilustres pasajeros que por él de continuo pasan; mi nombre es Pedro del Rincón, mi padre es persona de calidad, porque es ministro de la Santa Cruzada: quiero decir que es bulero o buldero, como los llama el vulgo. Algunos días le acompañé en el oficio y le aprendí de manera que no daría ventaja en echar las bulas al que más presumiese en ello. Pero, habiéndome un día aficionado más al dinero de las bulas que a las mismas bulas, me abracé con un talego y di conmigo y con él en Madrid, donde con las comodidades que allí de ordinario se ofrecen, en pocos días saqué las entrañas al talego y le dejé con más dobleces que pañizuelo de desposado. Vino el que tenía a cargo el dinero tras mí, prendiéronme, tuve poco favor, aunque, viendo aquellos señores mi poca edad, se contentaron con que me arrimasen al aldabilla y se mosqueasen las espaldas por un rato y con que saliese desterrado por cuatro años de la corte. Tuve paciencia, encogí los hombros, sufrí la tanda y mosqueo y salí a cumplir mi destierro, con tanta priesa que no tuve lugar de buscar cabalgaduras. Tomé de mis alhajas las que pude y las que me parecieron más necesarias y, entre ellas, saqué estos naipes —y a este tiempo descubrió los que se han dicho, que en el cuello traía—, con los cuales he ganado mi vida por los mesones y ventas que hay desde Madrid aquí, jugando a la veintiuna y, aunque vuesa merced los ve tan astrosos y maltratados, usan de una maravillosa virtud con quien los entiende, que no alzará que no quede un as debajo. Y si vuesa merced es versado en este juego, verá cuánta ventaja lleva el que sabe que tiene cierto un as a la primera carta, que lo puede servir de un punto y de once; que con esta ventaja, siendo la veintiuna envidiada, el dinero se queda en casa. Fuera desto, aprendí de un cocinero de un cierto embajador ciertas tretas de quínolas y del parar, a quien también llaman el andaboba; que, así como vuesa merced se puede examinar en el corte de sus antiparas, así puedo yo ser maestro en la ciencia vilhanesca