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Deseo 1666 En el amor y en la guerra, todo está permitido. Para sellar el acuerdo que pondría a Moretti Motors a la cabeza del mundo del automóvil, Antonio Moretti haría lo que tuviese que hacer… incluso seducir a la guapa abogada Nathalie Vallerio, de la empresa rival. Haría que la reina de hielo se derritiese antes de que la tinta con la que habían firmado el acuerdo se secara. Antonio no estaba preparado para una tigresa con vestido de Chanel… y ninguno de los dos estaba acostumbrado a dar su brazo a torcer. Pero todo eso daba igual, porque una parte de aquel trato no era negociable: Nathalie sería suya de una manera o de otra.
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Seitenzahl: 141
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos 8B
Planta 18
28036 Madrid
© 2009 Katherine Garbera
© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Seducir a su enemigo, n.º 1666 - octubre 2022
Título original: The Moretti Seduction
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1141-314-5
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Si te ha gustado este libro…
El edificio de cinco plantas en el que estaban situadas las oficinas de Moretti Motors era lujoso y elegante, combinando lo mejor de la arquitectura italiana con el diseño moderno más atrevido. Ocurría lo mismo en la ultramoderna fábrica, situada a su lado, donde pronto empezaría a ser producido el coche más rápido y más caro del mundo.
El único problema era el nombre del coche.
Los ingenieros de Moretti Motors habían revisado el modelo más clásico y más famoso de su producción, un deportivo de 1969 que había revolucionado el mundo del motor y había hecho millonario a Lorenzo Moretti, y ahora, cuarenta años después, querían volver a fabricar el Vallerio Roadster, el coche que llevaba el nombre del segundo piloto de Fórmula 1 de la escudería.
Dominic, Antonio y Marco, la última generación de los Moretti, no habían pensado que eso pudiera ser un problema hasta que enviaron un comunicado de prensa anunciando la próxima fabricación del nuevo modelo… y de inmediato recibieron una demanda de Vallerio, S.A.
Pierre-Henri Vallerio había creado su propia empresa cuando dejó Moretti Motors. Pierre-Henri, además de un gran piloto, era un genio de la ingeniería automovilística, pero con el paso de los años, Vallerio, S.A. había dejado de ser una empresa puntera en la industria. De modo que, en opinión de Antonio, deberían alegrarse de que su nombre volviera a estar en boca de los aficionados al motor de todo el mundo.
El único problema era que, como con todo lo que había tocado el abuelo de Antonio, Lorenzo, siempre conseguía enfadar a la familia Vallerio.
–¿Te has preguntado alguna vez si el abuelo tenía mala suerte con todas las mujeres? –le preguntó un día a Dominic, su hermano.
Dominic era el presidente de Moretti Motors. Tenía que ser el presidente porque siempre había sido un mandón, incluso cuando eran niños.
–Sí, lo he pensado alguna vez. Pero fuera cual fuera su problema, nos dejó como herencia un serio problema, ¿no te parece?
–Y a ti te gusta el reto de solucionar problemas, cuanto más complicados mejor –rió Antonio.
Dom era uno de esos hombres que vivían para trabajar. Llevar Moretti Motors a lo más alto no era tarea fácil, pero el desafío de aquella nueva pelea con la familia Vallerio no disgustaría a su hermano. Ni a él.
–Necesitamos los derechos legales para usar el nombre Vallerio Roadster.
–Lo sé. ¿Quién firmaría un contrato por el que después de veinte años sin fabricar ese modelo perderíamos los derechos?
–Papá –contestó Dominic.
Su padre era un hombre maravilloso, pero en lo referente a los negocios, Giovanni Moretti era un completo desastre. Y por eso, él y sus hermanos habían sido los parientes pobres de la familia Moretti.
–Bueno, yo tengo una reunión con la abogada de la familia Vallerio –Antonio cerró el informe que había estado estudiando.
La abogada era Nathalie Vallerio. Y, por las fotografías que había visto en el informe, era una persona inteligente, con una belleza y una elegancia innatas que reflejaba su ascendencia francesa.
–Estupendo –suspiró Dom–. Con Marco enamorado de Virginia, me temo que nuestra suerte podría estar cambiando y no quiero que nada comprometa la producción del nuevo modelo.
Que su hermano se hubiera enamorado de la nieta de la mujer que lanzó la maldición no iba a cambiar su suerte. Antonio no creía en la suerte.
La primera novia de su abuelo, Cassia Festa, maldijo a Lorenzo cuando éste decidió casarse con la hermana de Pierre-Henri Vallerio. Pero Virginia, la nieta de Cassia, decía haber encontrado la manera de romperla.
La maldición decía que ningún hombre de la familia Moretti sería afortunado en los negocios y en el amor y, desde luego, el padre de Antonio no había tenido cabeza para los negocios; de ahí el embrollo en el que se encontraban con la empresa Vallerio.
Pero Giovanni se había enamorado locamente de Philomena y era muy feliz desde entonces.
Antonio y sus hermanos sabían desde pequeños que podían ser ricos o estar felizmente enamorados. Y, siendo chicos prácticos, habían hecho un juramento años atrás para no estropear las cosas como había hecho su padre. Eso significaba que tendrían éxito en los negocios y no se arriesgarían a enamorarse y perderlo todo.
Pero la determinación y el deseo de triunfar eran mucho más importantes que la suerte o que cualquier maldición, pensaba Antonio. Eso y su negativa a aceptar la derrota. Y, desde luego, no iba a dejar que Nathalie Vallerio le ganase aquella batalla.
–Ningún problema. La familia Vallerio firmará el acuerdo, ya lo verás.
Dom se pasó una mano por el cuello.
–Ya sé que no tengo que decírtelo, pero no podré relajarme hasta que lo tenga delante. Hay que hacer lo que sea para conseguirlo.
Antonio levantó una ceja, sorprendido. Fuera lo que fuera lo que su hermano estaba pensando, debía sobrepasar los límites de la ética profesional. Y, aunque alguna vez habían considerado hacer las cosas en esa zona gris, nunca llegaron a hacerlo.
Entre su determinación, el talento de Marco para las carreras y las naturales dotes de mando de Dom, los hermanos Moretti no necesitaban salirse de la legalidad para conseguir lo que querían.
–¿Sigues preocupado por las filtraciones?
–Sí, claro.
El año anterior, cuando sus mayores rivales, ESP Motors, anunciaron la creación de un motor que era exactamente el mismo en el que ellos llevaban seis meses trabajando, habían descubierto que alguien vendía información a la competencia.
–Creo que podemos descubrir al espía sin hacer nada ilegal.
–¡Tony! No iba a pedirte que hicieras algo ilegal. Además, tengo una pista sobre quién puede ser el espía.
–¿Entonces qué ibas a decirme?
Dom se echó hacia delante, los dos brazos reposando sobre el escritorio de nogal.
–Usa los medios que sean necesarios. Si tienes que seducirla, hazlo. Las mujeres no pueden resistirse ante un seductor.
–Me temo que es ese tipo de comentario la razón por la que sigues soltero.
Su hermano era un hombre de negocios y un líder natural, pero en lo que se refería a las mujeres… Dom no confiaba en ellas y las trataba como si fueran objetos intercambiables. Lo sabía por Liza, la mujer a la que Dominic había amado y perdido.
En ese momento sonó un golpecito en la puerta y Dom levantó la cabeza. Era su secretaria, Angelina de Luca.
–Siento interrumpir, signore Moretti, pero la abogada de la familia Vallerio está aquí para ver a su hermano.
–Grazie, Angelina. Por favor, llévala a sala de juntas y ofrécele un refresco.
Cuando Angelina salió del despacho, Dom se quedó mirándola y Antonio se preguntó si su hermano mayor era tan inmune a las mujeres como decía ser.
–Después del compromiso de Marco y Virginia, podría no ser un cambio en nuestra suerte en los negocios… sólo en el amor.
Dominic sacudió la cabeza.
–Para ti quizá, pero no para mí. Creo que he heredado la mala suerte del abuelo con las mujeres.
Riendo, Tony le dio un golpecito en la espalda.
–Yo no tengo esa mala suerte. De modo que la señorita Nathalie Vallerio –murmuró, tomando el informe– no sabe con lo que se enfrenta.
–A por ella, tigre.
Nathalie Vallerio lo sabía todo sobre la familia Moretti porque sus primeros recuerdos eran de su abuelo y su padre haciendo planes para arruinar a Lorenzo Moretti, que había sido, como su abuelo, un legendario piloto de Fórmula 1.
Y ahora estaba en la guarida del león, en el sitio en el que su abuelo había jurado que ningún Vallerio pisaría nunca. Pero, aunque fuese un infierno para ella, debía reconocer que la sala de juntas era muy agradable.
Frente a ella había una estantería llena de trofeos de Fórmula 1 ganados por los Moretti, incluyendo los de su abuelo. En otra de las paredes, fotografías de los Moretti y sus coches. Todos eran hombres muy atractivos, con cierto aire aventurero.
Su abuelo, Pierre-Henri, siempre se había sentido orgulloso de que el mejor coche de los Moretti llevara su nombre. Pero, por supuesto, cuando Lorenzo rompió el corazón de su hermana, negándole además su derecho a la parte de la fortuna que le correspondía, Pierre-Henri hizo todo lo posible para que los Moretti no pudieran volver a usar su nombre.
El hijo de Lorenzo, Giovanni, había perdido los derechos del nombre en los años ochenta y, desde entonces, Moretti Motors prácticamente se había hundido. Pero recientemente, bajo el mando de Dominic, Antonio y Marco, la compañía empezaba a resurgir y estaban a punto de sorprender al mundo del motor.
Y ésa era la razón por la que Nathalie estaba allí; para asegurarse de que lo hicieran sin utilizar el nombre de su familia.
Nerviosa, paseó por la sala de juntas, sabiendo que Antonio la hacía esperar a propósito. Su reunión debería haber empezado cinco minutos antes.
Una de las cosas que más la sacaban de quicio era la impuntualidad; era una falta de respeto. Pero cuando Antonio llegase le dejaría bien claro que con ella no se jugaba.
–Ciao, signorina Vallerio. Siento haberla hecho esperar.
Nathalie se dio la vuelta. Antonio Moretti, con el pelo oscuro, rizado, y clásicas facciones romanas, era un hombre impresionante. Pero no era eso lo que llamó su atención, sino la inteligencia y el sentido del humor que había en sus ojos. Era un hombre que la hacía contener el aliento… y ella no era así.
Pero cuando iba a estrechar su mano se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo haciendo negocios con norteamericanos. Había olvidado que los italianos siempre saludaban con un beso en la mejilla.
Pero el aroma de su colonia era embriagador y, al sentir el roce de sus labios, tuvo que tragar saliva, como si fuera su primera vez en una sala de juntas, su primera reunión de trabajo.
Todo por una cara bonita, pensó, enfadada consigo misma y contenta de que su hermana Genevieve no estuviera allí para verlo.
Al ver un brillo de burla en los ojos de Antonio se dio cuenta de que su nerviosismo no le había pasado desapercibido y se obligó a sí misma a besarlo en la mejilla.
–Sólo tengo veinte minutos para hablar con usted, signore Moretti.
–Ah, entonces será mejor que hablemos muy rápido –bromeó él.
Nathalie tuvo que hacer un esfuerzo para mantenerse seria. Se daba cuenta de que era un hombre encantador. No estaba intentando seducirla, sencillamente era así.
Aunque ella era una persona seria. Siempre había sido la más responsable de las dos hermanas, con la que su padre y su abuelo podían contar para todo.
–En realidad, no veo razón alguna para esta reunión. Como usted sabe, Moretti Motors renunció a sus derechos sobre el nombre del modelo Vallerio por un contrato que no se renovó. Y, en este momento, no estamos inclinados a cambiar de opinión.
–Pero aún no le he dicho lo que estamos dispuestos a ofrecerle.
–No hace falta. No tienen ustedes nada que interese a la familia Vallerio –respondió Nathalie.
Aunque sí estaba interesada. Incluso su padre pensaba que los Moretti no acudirían a la mesa de negociaciones sin estar dispuestos a ofrecer una compensación sustanciosa. Y lo que él quería era el cincuenta por ciento de los beneficios de Moretti Motors. Pero, para ser honesta, Nathalie estaba segura de que ellos no lo aceptarían nunca, de modo que aquella reunión era una pérdida de tiempo.
Sin embargo, estaba allí porque su padre se lo había pedido.
Ése era el problema de una disputa familiar como aquélla, pensó; que nunca habría un ganador, daba igual el trato que Antonio y ella negociasen.
–¿Está segura? Todo el mundo quiere algo.
–Y si no se consigue, acaba siendo muy frustrante.
–Sí, es verdad. Pero yo le ofrezco lo que quiera.
–¿Lo que quiera, signore Moretti?
–Sí, Nathalie –dijo él, tuteándola–. Pero quiero pedirte algo antes de que sigamos con las negociaciones.
Le gustó cómo pronunciaba su nombre. Los norteamericanos, con los que estaba acostumbrada a negociar, no sabían dónde poner el acento, pero Antonio sí.
–¿Qué es?
–Debes dejar de llamarme signore Moretti. Soy Antonio para mis socios y Tony para mis amigos.
–Muy bien, Antonio.
Él rió y Nathalie se encontró sonriendo. Le gustaba aquel hombre, aunque no había esperado que fuera así. Sabía de él que normalmente lograba lo que quería, pero también lo hacía ella. Había esperado que fuera como los demás hombres y se alegraba de que no fuera así. Aunque debía recordar que estaba siendo encantador por una sola razón: quería algo de ella y no pensaba aceptar una negativa.
Antonio no conocía a ninguna mujer a la que no pudiera seducir, pero raras veces conocía a una que lo cegase con su sonrisa. Intentaba concentrarse en lo que lo había llevado allí, pero no podía dejar de pensar en lo suave que era su piel cuando la besó en la mejilla.
Y cada vez que hablaba sentía una especie de cosquilleo por la espalda, que era lo que, sin duda, ella pretendía.
Pero había sabido desde que pidió aquella reunión que las relaciones con la familia Vallerio no iban a ser fáciles.
La investigación que había hecho sobre Nathalie Vallerio lo había ayudado a formarse una opinión y sabía que no iba a ser fácil convencerla sólo a base de encanto.
Y lo de seducirla, como Dominic haba sugerido, tampoco iba a funcionar. Ella era demasiado lista y lo vigilaba de cerca.
–Siéntate, Nathalie. Vamos a ver si encontramos algo que la familia Vallerio acepte a cambio de dejarnos usar el nombre que tu abuelo hizo famoso.
Ella pasó a su lado, su aroma limpio y refrescante, y cuando se sentó a la cabecera de la mesa Antonio tuvo que morderse el carrillo para no soltar una carcajada. Era evidente que aquella chica estaba acostumbrada a llevar el control.
Evidentemente, no le gustaba dejar que nadie le dijera lo que tenía que hacer, pero sentarse a la cabecera de la mesa no le daba más poder. El poder emanaba de la persona que lo ejercía.
Y sospechaba que Nathalie también sabía eso. Debía haberlo aprendido de su abuelo. Pierre-Henri Vallerio era un orgulloso piloto de Fórmula 1 que, además, diseñaba motores y que, al final de su vida, hacía cualquier cosa que pudiera disgustar a Lorenzo Moretti, el hombre que una vez había sido su amigo y compañero en el circuito de Fórmula 1.
–La verdad es que sí queremos algo de Moretti Motors –dijo ella entonces.
–Sí, claro. Y yo estoy aquí para que los dos consigamos lo que queremos.
–Muy bien.
–¿Va a decirme cuáles son sus condiciones?
–Vallerio, S.A. quiere el cincuenta por ciento de los beneficios de todas las operaciones de Moretti Motors y el setenta por ciento de los que se consigan con el nuevo modelo… si lleva nuestro nombre. Y también queremos el derecho a cambiar la imagen de marca.
Antonio sacudió la cabeza.
–He dicho que íbamos a negociar, no a regalar todo aquello por lo que mis hermanos y yo hemos trabajado tanto.
–¿Qué nos ofrece entonces?
–Estamos dispuestos a ofrecer un tanto por ciento de los beneficios anuales del modelo Vallerio y un puesto en nuestro consejo de administración.
–Êtes-vous fou?
–No, no estoy loco. A nosotros nos parece una oferta muy generosa.
Ella negó con la cabeza.
–Sí, claro, porque estáis acostumbrados a tener todas las cartas en la mano. Pero en este caso, tú sabes que no es así.
–¿No?
–Si no llegamos a un acuerdo para que uséis el nombre de Vallerio, no podréis vender el nuevo modelo.
–Claro que podemos. Sólo tendremos que ponerle otro nombre, algo que estamos dispuestos a hacer si fuera necesario –dijo Antonio.
Y no estaba mintiendo. Era un coche del que empezaba a hablar todo el mundo y el objetivo era recuperar la magia que el abuelo había encontrado cuando creó Moretti Motors.
–Entonces sugiero que cambiéis también el diseño.
–¿Por qué?