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El joven Gabriel Araceli participará, sin esperarlo, en la gran batalla naval de Trafalgar. Allí descubrirá la crudeza del dolor y la guerra, en una experiencia que marcará para siempre su vida. Este clásico es el primero de los "Episodios Nacionales" escritos por Galdós, para contar la historia reciente de España. Se ha convertido en un clásico de los libros de aventuras, que ahora se presenta por primera vez en una edición accesible para todos. La adaptación a Lectura Fácil se ha realizado de manera colectiva entre el Colectivo Galdós y la asociación Lectura Fácil Madrid.
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Seitenzahl: 82
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Benito Pérez Galdós
Trafalgar
Adaptación de Colectivo Galdós
Ilustraciones de Daniel Franco
Trafalgar
Benito Pérez Galdós
© De la adaptación de Colectivo Galdós, formado por: Aída Sánchez Batista, Fermín Zabalegui Sanz, Cecilia Horta, María Teresa Gragera Ruiz, Mónica Fernández Maceiras, Rocío Molero Antón y Mercedes Blanco Hernández
Coordinación de la adaptación: Asociación Lectura Fácil Madrid
© De las ilustraciones: Daniel Franco Delgado, 2023
Diseño de colección y maquetación: La Granja Estudio Editorial
Corrección ortotipográfica: María Campos Galindo
Composición digital: Pablo Barrio
ISBN: 978-84-19502-08-7
Este logo identifica los materiales que siguen las directrices internacioles de la IFLA (International Federation of Library Associations and Institutions) para personas con dificultades lectoras. Lo otorga la Asociación Lectura Fácil. Para más información: www.lecturafacil.net
© Logo europeo de la lectura fácil.
Más información en www.easy-to-read.eu
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Introducción
1. Mi infancia en La Caleta
2. La muerte de mi madre
3. Mis amos y el Medio-hombre
4. Rosita
5. El amo quiere unirse a la escuadra
6. Las batallas de Marcial
7. Alonso y Marcial planean el combate
8. Malespina parte hacia la guerra
9. Partimos hacia Cádiz
10. La llegada a Cádiz
11. Doña Flora de Cisniega
12. El general Churruca
13. Embarque en el Santísima Trinidad
14. Salida de la escuadra
15. El primer cañonazo
16. Comienza la batalla
17. Don Alonso está herido
18. El Trinidad se rinde
19. Después de la batalla
20. Adiós al Trinidad
21. ¿Para qué sirven las guerras?
22. La muerte de Churruca
23. Recuperamos el Buque Santa Ana
24. Atrapados a bordo del Rayo
25. Marcial se confiesa
26. Despertar en tierra
27. Consecuencias de la batalla para España y Francia
28. Reencuentro con mis amos
29. La boda de mi amita y don Rafael
30. La huida
Cubierta
Portada
Créditos
Índice
Comenzar a leer
Notas
Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria
en el año 1843.
Siendo muy joven se mudó a Madrid,
y allí desarrolló todo su trabajo como escritor.
También trabajó como periodista,
y fue político del partido liberal.
Galdós es uno de los escritores en español más famosos.
En sus libros, siempre reflejaba la realidad de su época
tal como era, con sus cosas buenas y malas.
Por eso, fue el mejor escritor de estilo realista en España
durante el siglo 19.
Algunas obras de Galdós se han convertido
en grandes clásicos de la literatura,
como “Fortunata y Jacinta”, “Doña Perfecta”,
“Miau” o “Misericordia”.
Además, escribió los “Episodios Nacionales”,
una serie de novelas para contar la historia de España
en el siglo 19, que tuvieron mucho éxito
cuando se publicaron.
“Trafalgar” es la primera de la serie.
A principios del siglo 19,
Napoleón Bonaparte era emperador de Francia
y quería controlar toda Europa, incluida Inglaterra.
Pero Inglaterra quería frenar el poder de Francia
y buscó aliados para conseguirlo.
Francia e Inglaterra buscaron la ayuda de España,
que era el tercer país con más barcos en esa época.
Aunque España quiso ser neutral,
al final ayudó a Francia.
Así, España también entró en guerra con los ingleses.
La batalla de Trafalgar fue un enorme fracaso
para España y Francia:
Inglaterra se convirtió en el país más poderoso en el mar,
Francia renunció a invadir Inglaterra
y España perdió casi todos sus barcos de guerra.
Me llamo Gabriel Araceli.
Quiero contaros cómo fueron mi infancia y juventud,
porque fui testigo de una gran historia.
Empecemos por el principio.
Yo nací en el 1791, en Cádiz, en el barrio de La Viña.
Era un barrio humilde, a las afueras de la ciudad.
Vivir en La Viña era difícil,
era un barrio muy pobre y peligroso.
Había que ser duro para salir adelante.
Yo pasaba el día jugando en la calle con otros niños,
casi siempre en la playa de La Caleta.
Nos encantaba jugar a las guerras de barcos.
Cuando reuníamos algo de dinero, comprábamos pólvora
para explotar los barquitos de madera
de nuestros enemigos imaginarios.
¡La guerra nos parecía un juego muy divertido!
La gente nos llamaba “los chicos de La Caleta”.
Teníamos fama de ser timadores y peligrosos.
Solíamos pelearnos con los chicos de otros barrios;
nos defendíamos con piedras para vencer
aunque, a veces, también salíamos heridos.
El mar era lo más importante para mí.
No podía imaginarme vivir lejos de él.
De hecho, pensaba que lo mejor
que podía hacer un hombre
era nadar, navegar o pescar cangrejos.
Me encantaba mirar los grandes barcos en el puerto.
Me los imaginaba llenos de misterios,
y me parecían el mejor lugar para vivir grandes aventuras.
En esa época, Francia y España
estaban en guerra con Inglaterra.
Había muchas batallas navales.
El puerto de Cádiz estaba lleno de barcos extranjeros:
de Inglaterra, de Malta, de Italia, de Francia o de América.
Yo no sabía dónde estaban esos sitios,
porque no había ido al colegio.
Pero me los imaginaba como lugares maravillosos
que conquistar.
Para mí y para mis amigos,
España era el mejor país del mundo.
Soñábamos con que ganaba batallas
contra todos los demás países.
Cuando crecí un poco empecé a buscarme la vida:
guiaba por Cádiz a los marineros ingleses
que desembarcaban y los engañaba
para que me dieran unas monedas.
También robaba fruta en el mercado.
Me avergüenzo de las cosas que hice.
Por suerte, la vida me llevó por otros caminos
y no me convertí en un ladrón.
Cuando yo era niño, la única persona
que me quería de verdad era mi madre.
Era una mujer muy buena y también muy hermosa.
Por lo menos, así la recuerdo yo.
Trabajaba lavando la ropa de algunos marineros.
Era un trabajo muy duro y muy mal pagado,
pero era la única forma que tenía de conseguir dinero
para que los dos pudiéramos comer.
Yo también tenía un tío, el hermano de mi madre.
Él era una mala persona
que se portaba muy mal con nosotros.
Era marinero y cuando volvía a Cádiz venía a nuestra casa.
Llegaba borracho todos los días,
insultaba a mi madre con palabras horribles
y a mí me castigaba sin motivo.
Mi madre debió de sufrir mucho con el mal trato
que le daba mi tío.
Ese sufrimiento y el trabajo tan duro
hicieron que enfermara y muriera
cuando yo era todavía un niño.
Recuerdo que en los últimos días de vida de mi madre,
ella estaba siempre tumbada en una cama,
lamentándose de dolor.
Unas mujeres entraban en mi casa,
rodeaban la cama, rezaban y hablaban en voz baja.
Yo mismo estuve recostado en esa cama
en los brazos de mi madre,
pero llegó un momento en el que alguien
me separó de ella, que ya tenía las manos frías.
Después, tengo el recuerdo de sentirme solo
y abandonado en el mundo.
Me había quedado huérfano.
Tuve que aprender a sobrevivir.
Yo, que hasta entonces me había dedicado
a jugar junto al mar o a correr por las calles,
sin grandes preocupaciones.
Después de la muerte de mi madre,
mi tío empezó a ser todavía más cruel conmigo.
Estaba cansado de sus malos tratos.
Así que decidí irme de casa,
a buscar fortuna en otros lugares.
Me fui a San Fernando y luego a Puerto Real.
En mi viaje, me junté con personas
que llevaban mala vida
y acabé en un pueblo llamado Medina Sidonia,
a 25 kilómetros de Puerto Real.
Estando un día en una taberna de este pueblo
con mis compañeros de viaje,
vimos entrar a soldados de marina.
Buscaban a hombres jóvenes
para obligarlos a ir a la guerra.
Todos salimos huyendo para que no nos alcanzaran
y cada uno se refugió donde pudo.
Mi buena suerte me llevó a casa de un matrimonio mayor,
que se apiadó de mí
y dejó que me quedara con ellos.
Don Alonso Gutiérrez de Cisniega
y su mujer, doña Francisca, se convirtieron en mis amos.
Don Alonso era un capitán de navío jubilado,
que no podía mover el brazo derecho
y tenía problemas para andar con la pierna izquierda.
Me trasladé con ellos a Vejer de la Frontera,
donde tenían su residencia.
La casa estaba adornada con estampas de santos
y con mapas.
El matrimonio me tomó cariño
y me convertí en ayudante de don Alonso.
Mi misión era acompañarlo en su paseo diario
para servirle de apoyo al caminar.
Don Alonso y doña Francisca me enseñaron
muchas cosas que yo no sabía.
Siempre les estaré muy agradecido.
A pesar de no tener estudios, en pocos años me convertí
en una persona con suficientes conocimientos de la vida
y capaz de valerme por mí mismo.
Llevaba cuatro años viviendo con mis amos
cuando ocurrió la historia
que voy a contar en las próximas páginas.
Una historia que me llevó a conocer lugares
y a vivir aventuras que nunca hubiera imaginado.
Para que entendáis mejor todo lo que ocurrió,
es necesario que conozcáis mejor a mi amo y a su esposa:
Don Alonso Gutiérrez de Cisniega pertenecía
a una familia antigua de Vejer de la Frontera.