Una Noche En Annwn - Owen Jones - E-Book

Una Noche En Annwn E-Book

Owen Jones

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Beschreibung

La palabra galesa Annwn es la forma antigua en la que  se  hacía referencia al Cielo y, al igual que el Valhalla, era subterráneo.
La novela cuenta la historia de Willy, un pastor de ovejas galés anciano que se ha dejado estar tras la muerte de su amada esposa. Un día, mientras paseaba a su perra también anciana, ella muere, y Willy colapsa tras un paro cardíaco causado por la angustia, si bien ya no tenía voluntad de vivir desde hacía ya bastante tiempo.
No obstante, despierta en un hospital e intenta dilucidar la experiencia que está viviendo. Al poco tiempo se da cuenta de que la joven enfermera es su difunta esposa, Sarah, y comienza a caer en la cuenta de que está muerto.
Eso no lo perturba; de hecho, lo pone contento.
Pasa ”días” con Sarah en Annwn, y durante ese tiempo ella le muestra el lugar y le explica cómo funcionan las cosas en el ”Cielo”. Queda fascinado por todo lo que ve y escucha hasta que, de pronto, su cuerpo lo reclama de vuelta sin advertencia previa. Su cuerpo también ha estado en un hospital pero en el mundo físico, y él despierta de una experiencia cercana a la muerte. Luego, comienza a ver a su esposa de nuevo, y retornan los recuerdos del tiempo que pasó en Annwn.
Transforma su vida, y tiene unas renovadas ganas de vivirla, trabajando con su esposa del El Otro Lado para beneficiar a los menos afortunados en su ámbito hasta que un día le llega la hora de verdad, y él y su esposa vuelven a ser uno de manera definitiva.

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Índice

Una Noche en Annwn

Derechos de autor

Libros de la serie: Annwn - Cielo

Contacto

Citas inspiradoras

Dedicación

1 WILLY JONES

2 EL PASEO DE WILLY

3 SARAH

4 ANNWN

5 ASIENTO DE APRENDIZAJE

6 PASEO

7 UN NUEVO «NUEVO DESPERTAR»

8 LA CABAÑA DE BRYN TEG

9 NUEVOS PASATIEMPOS

10 EL CÍRCULO DE DESARROLLO

11 CURACIÓN ESPIRITUAL

12 LA TROMPETA INVOLUNTARIA

13 EL ÚLTIMO POSTEO

14 EL «POST HORN GALLOP»

Glosario

LA VIDA EN ANNWN

Sobre el autor

Otros libros del mismo autor:

Una Noche en Annwn

La extraña historia de la ECM del viejo Willy Jones

Escrito por

Owen Jones

Traducido por

Alexia Polasky

Derechos de autor

Publicado por Megan Publishing ServicesCopyright Owen Jones. Diciembre 14, 2023 ©

https://meganthemisconception.com

Reservados todos los derechos

Descargo de responsabilidad:

Esta novela es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, lugares, sucesos e incidentes son producto de la imaginación del autor o se utilizan de forma ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia.

El autor ha hecho todo lo posible por retratar a los personajes, los escenarios y los acontecimientos de este libro con exactitud y de forma coherente con el argumento. Sin embargo, es posible que se hayan tomado libertades creativas en aras de la narración.

Se recuerda a los lectores que los personajes y acontecimientos descritos en esta novela son totalmente ficticios y que cualquier parecido con personas reales, vivas o fallecidas, o con sucesos reales no es intencionado.

El autor y el editor declinan cualquier responsabilidad, pérdida o riesgo incurridos como consecuencia, directa o indirecta, del uso y aplicación de cualquier contenido de esta novela. Cualquier parecido con personas, vivas o muertas, sucesos o lugares es mera coincidencia.

Libros de la serie: Annwn - Cielo

1] Una Noche en Annwn

La extraña historia del Viejo NDE de Willy Jones

-

2] La Vida en Annwn

La historia de la vida posterior de Willy Jones

-

3] Saliendo de Annwn

Regresando a la Tierra en una misión

Contacto

http://facebook.com/angunjones

http://twitter.com/lekwilliams

[email protected]

http://owencerijones.com

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Citas inspiradoras

No creas en nada simplemente porque lo has oído,

No creas en nada simplemente porque muchos lo han dicho y rumoreado,

No creas en nada simplemente porque se encuentra escrito en tus textos religiosos,

No creas en nada simplemente por la autoridad de maestros y ancianos,

No creas en las tradiciones porque se han transmitido durante generaciones,

Pero después de la observación y el análisis, si algo concuerda con la razón y es conducente al bien y al beneficio de uno y de todos, acéptalo y vive de acuerdo con ello.

Gautama Buda

––

Gran Espíritu, cuya voz está en el viento, escúchame.

Hazme crecer en fuerza y conocimiento.

Haz que siempre contemple la puesta de sol roja y púrpura.

Que mis manos respeten las cosas que me has dado.

Enséñame los secretos ocultos bajo cada hoja y piedra, como has enseñado a la gente durante siglos.

Permíteme usar mi fuerza, no para ser más grande que mi hermano, sino para luchar contra mi mayor enemigo: yo mismo.

Permíteme presentarme siempre ante ti con las manos limpias y el corazón abierto, para que cuando mi vida terrenal se desvanezca como la puesta de sol, mi Espíritu vuelva a ti sin vergüenza.

(Basado en una oración sioux tradicional)

–—

“No busco seguir los pasos de los Sabios de antaño; Busco lo que ellos buscaron”.

Matsuo Basho

–—

Dedicación

A mis padres y a todos los Espiritistas de nuestra familia (aquellos que están en la Superficie y aquellos que no), por haberme brindado una buena perspectiva de la vida.

1 WILLY JONES

“¡Papá, ¿ya te despertaste?!” gritó Becky al entrar a la cabaña lúgubre y oscura mientras cerraba la puerta de entrada de un golpe, por si aún no estaba despierto. De inmediato se preguntó si debería haber dejado la puerta abierta. El olor era terrible. “¡Papá, soy yo, Becky! ¡Levántate ahora, por favor!”

En la sala, corrió las cortinas de la ventana que daba al frente. Era bastante grande por tratarse de una vieja cabaña de campo galesa, pero pequeña a la vez para los estándares modernos. La abrió tanto como cedió, la trabó en los antiguos ganchos y se metió en la cocina, detrás.

Parte de la fuente de olor se tornó evidente de inmediato. Kiddy, la vieja pastora galesa negra, estaba asustada asustada tras la puerta y parecía un cordero aterrado.

“No te preocupes, viejita, no podías evitarlo. Te tendría que haber dejado salir hace horas”. Abrió la puerta trasera hacia adentro y esparció aún más las necesidades caninas por el piso de linóleo. “¡Mierda!” dijo involuntariamente al mismo tiempo que una nueva ola de olor más fuerte surgía de la montaña de heces removida y aireada.

Apenas vio que la rendija era lo suficientemente ancha, Kiddy se deslizó agradecida hacia el jardín, feliz de poder alejarse de la causa de su vergüenza.

Becky sacó un cubo y un trapo de piso apestoso de debajo del lavabo, pero tuvo que pasar los platos sucios a la mesada para poder llenar el cubo. A falta de agua caliente y productos de limpieza, utilizó agua fría y detergente en polvo.

Tampoco había guantes, así que se agachó en coupyy comenzó a limpiar el desperdicio canino.

“¡Mierda, mierda, mierda y más mierda!” farfulló para sí misma. “¡Esta es una gran casa de mierda!” Mientras se desplazaba por la mancha marrón de más de medio metro, las suelas de sus zapatillas se adherían al piso. Pensó que toda la cocina necesitaba un lavado a presión con agua hirviendo. Una vez que quedó satisfecha con ese pequeño sector, Becky salió al jardín en dirección al cuarto de baño exterior y desechó el agua. Luego lavó sus manos y el cubo en la canilla de afuera; vertió lejía para el inodoro en él y volvió a llenarlo de agua para dejar el trapo de piso en remojo, con la esperanza de que se lavara por sí solo.

Regresó a la cocina, puso un tapón en el lavabo, abrió la única canilla, abrió la Ventana y puso los platos en remojo también. La sartén era el único utensilio de cocina al que se le había dado uso desde la última vez que ella había estado allí, pero todos los platos estaban sucios, al igual que varias tazas y vasos de whisky y cerveza.

Sabía lo que eso significaba. Una fritura con té por la mañana, fin de la mañana o primeras horas de la tarde; una fritura con cerveza por la tarde noche, y varios whiskys antes de dormir. La situación se estaba tornando imposible, y Becky estaba perdiendo la paciencia rápidamente con su padre, aunque sentía lástima por su pobre perra vieja que tenía que vivir en un chiquero como ese con su padre, a quien parecía no importarle el olor ni la degradación.

Mientras lavaba los platos, observaba la corta cadena montañosa a unos pocos kilómetros de lo que ahora llamaban jardín de manera eufemística, pero que había sido hermoso cuando ella vivía en ese hogar. Las montañas siempre le habían provocado una fascinación atrapante. Eso lo había heredado de su madre, quien había lavado la vajilla dos o tres veces por día frente a esa ventana observando las montañas por cuarenta y dos años.

A ella y a su padre les gustaba pensar que ella estaba feliz jugando o deambulando entre ellas ahora que no estaba más junto a ellos. Había muerto de cáncer cervical cinco años atrás. Los había tomado por sorpresa por completo, porque nunca había ido a los controles que tenía programados en el hospital. Diagnosticada y fallecida en un período de tres meses; una conmoción terrible.

No obstante, en el presente, Becky tenía más conocimiento acerca de la enfermedad (incluso se había hecho análisis) y sospechaba que su estoica y trabajadora madre había sabido que tenía un problema, pero no había querido ser una carga y, quizás, hasta le gustaba la idea de estar muerta y alejada de la vida monótona en una granja de montaña pequeña, aislada y solitaria.

“¡Los iba a lavar apenas bajara!”

“¡Oh! ¡Me asustaste! Desearía que no te me aparecieras sigilosamente por detrás de esa manera. Ya te hablé de esto antes, papa, ¿verdad?”

“Qué linda manera de saludar a tu Da. De todos modos, no me estaba acercando sin hacer ruido y, de haberlo hecho, tengo permitido hacerlo en mi propia casa”.

“¿Cómo te sientes hoy, Da?” A veces se retrotraía a la lengua vernácula y le decía «Da», y a veces hasta hablaban en galés, pero ya no tan seguido desde que Becky había vuelto de la universidad hortícola y su madre había fallecido.

“Estoy bien. Es solo que me canso tanto que no le veo sentido a levantarme temprano cuando hace frío. ¿Por qué no esperar a que el sol le dé un poco de calidez al lugar y mientras quedarme en la cama? ¿Hay algo de té? Estoy muerto de sed. Mi boca sabe a suspensorio de obrero”.

“¿Es necesario que seas asquerosamente gráfico? ¡No tengo dos pares de manos, ¿sabes?! Tuve que limpiar las necesidades de Kiddy, pobre viejita, porque estaba muy «cansado» para dejarla salir, y este lugar estaba demasiado sucio como para poder comer algo aquí.

“Y tienes que cuidarte mejor ─dijo al tiempo que giraba y lo miraba de arriba abajo─. Tienes un aspecto completamente desastroso”.

William Jones estaba de pie frente a ella con pantalones de pijama y sin pantuflas. La mitad blanca de su cabellera estaba parada en todas las direcciones, y los músculos de su rostro parecían estar todavía dormidos. El tufo que emanaba al hablar le reveló que estaba en lo cierto acerca de los vasos nocturnos de whisky; probablemente los suficientes como para armar un juego completo de cristalería.

“¿Por qué no te lavas los dientes y te mojas la cara para despertarte?”

“Muchas gracias, pero no necesito lecciones de higiene personal de tu parte. Tengo mis propias rutinas, establecidas hace más de sesenta años, y siempre han resultado lo suficientemente buenas. No las pienso cambiar ahora, ni por ti ni por nadie. Tu adorada madre nunca se quejó, y sus estándares son lo suficientemente buenos para mí.

“De todas maneras, si necesitas saber todo lo que entra y sale del trasero de un gato, iba camino al lavatorio. Así que, si me disculpas…”

Salió al exterior. Siempre se había lavado bajo la canilla de afuera, a menos que hubiera nieve o hielo en el suelo, y la ducha o baño todavía eran una vez por semana, y en ocasiones especiales.

Ella se secó las manos en un trapo de cocina, llenó el hervidor, encendió el fuego debajo, tiró tres saquitos de té adentro de la tetera (luego de haberse asegurado de que estuviera vacía) y continuó con los platos sucios.

“Ve a ponerte algo de ropa, Da”, le instó cuando regresó y se estiró hacia la toalla que estaba colgada en un gancho en la puerta. “Nos haré unas tostadas junto con el té. Ve ahora y no tardes tanto”.

Calentó la tetera, puso los saquitos vertió el agua sobre ellos, y luego quitó el tapón del lavabo y encendió la parrilla. Había llevado su propia comida, como solía hacer, porque William rara vez iba a las tiendas, y el interior de su refrigerador era una ofensa contra la decencia. Tendría que ocuparse de eso luego, porque quería desayunar primero.

Mientras se calentaba la parrilla, se acordó de la perra y puso en su tazón las sobras que había llevado. Probablemente en el refrigerador habría una lata de comida para perros medio abierta y a medio usar, pero eso tendría que esperar y, además, Kiddy merecía darse un gusto de vez en cuando.

Justo antes de que escuchara a su padre comenzar a bajar por las escaleras, sacudió el mantel fuera de la puerta de entrada y lo reemplazó por uno nuevo para servir el desayuno.

“¿Ves que puedes lucir bien cuando quiere, Da?”

“Nadie me va a ver, así que, ¿qué importa? No pusiste nada de cerveza con ese queso derretido”.

“No, ya tomas bastante cerveza durante el día sin necesidad de tomarla de desayuno también”.

“La cerveza en el queso no es beber cerveza, es tradicional”. Es una «tostada galesa». Es una costumbre galesa de hace siglos, pero a ti te gusta tu queso derretido «a la inglesa», sin cerveza”.

“Un día me lo agradecerás, y la sorpresa va a ser de tal magnitud que me va a dar un patatús y me voy a unir a mamá en las montañas allí detrás. Los padres se quejan de que los hijos son desagradecidos pero los viejos, o al menos tú, son mucho peor”.

“Perdón, Becky ─dijo levantando la mirada hacia ella─. Sí que aprecio todo lo que haces por mí, en serio… Es solo que los viejos son empecinamos en nuestras costumbres. Mi madre, que Dios la tenga en la gloria, siempre ponía cerveza al queso derretido para mi viejo Da, y tu madre siempre lo hacía para mí. Después de sesenta años de queso y cerveza en las tostadas se te hace costumbre. ¿Lo comprendes, verdad?”

“Sí, Da, pero ¡¿ahora puedes dejar de hablar de la puta cerveza?!”

“¡Ohh! ¡El vocabulario, Becky! ¡Tu madre no aprobaría palabrotas en esta casa y tampoco yo, en su honor! Ese es otro hábito desagradable que adquiriste en esa universidad”.

“¡No es cierto! Eso lo aprendí de ti”.

William no estaba Seguro de si era verdad o no, pero decidió no discutir. “Es un adorable tecito, y lo del queso es un lindo cambio, siempre que sea de vez en cuando” dijo él.

“En verdad sabía que seguramente habría cerveza en el refrigerador, pero no me atrevía a meterme ahí hasta después de haber comido”.

Su padre rio. “¡Eso sí lo comprendo! Ni a mí me gusta meterme ahí… y menos cuando está oscuro. Nunca se sabe qué puede andar al acecho ahí dentro. ¡Algo te podría arrancar la mano de un mordisco!” e intentó apretarle una mano.

Ella la sacó justo a tiempo para seguirle el juego y la diversión.

“¿Por qué vives así, Da? No hay necesidad, ¿cierto? Hablas de conservar tradiciones, pero mamá mantenía esta casa impecable. Era su orgullo, pero apuesto a que le daría demasiada vergüenza poner un pie en ella ahora”.

“Bueno, en eso se equivoca, Señorita Sabelotodo con educación universitaria inglesa. A veces me siento a hablar con tu madre entre estas cuatro paredes”.

“Ya lo sé, papá, pero apuesto a que muchas veces niega con la cabeza por el estado al que permitiste que llegara este lugar. Apestaba a fosa séptica esta mañana… cerveza, whisky, porquería de perro y comida vieja y putrefacta. ¡Casi vomito!”

“Perdón, sé que dejé que se pasara de la raya a veces, pero es que ya no tengo incentivo alguno. A veces lo intento, me esfuerzo de veras. Supongo que ya no tengo fuerza de voluntad”.

“¿Por qué no vienes a vivir con nosotros? Nos encantaría recibirte y te lo hemos ofrecido varias veces. Este lugar es muy grande para un hombre solo, en especial uno como tú, que nunca tuviste que mantener un hogar solo. No estás a la altura, papá, con tu reumatismo, tu espalda en mal estado y tus pies hinchados”.

“Por cómo me describes parezco candidato para el matadero. Mira, sé que has, que todos han sido muy amables, pero no puedo irme de esta casa. Aquí hay demasiadas personas y recuerdos para mí y la vieja Kiddy. Además, si nos mudáramos, tu madre quedaría sola aquí”.

“Sé que crees eso, papá, pero yo pienso que si hay fantasmas, y no hay motivo para que no los haya, ellos pueden ir a cualquier lugar que les plazca. No creo que estén atados a un sitio”.

“Bueno, yo no estoy tan seguro. Con frecuencia se escucha hablar de lugares o casas embrujadas, ¿cierto? Ahora, a mí no me gusta utilizar expresiones emotivas como aparición o cosas por el estilo, pero creo que los fantasmas, al igual que las personas, sienten apego a un lugar y se quedan allí”.

“¿Pero por qué se apegarían? No tiene sentido”.

“Tiene sentido si lo piensas. Nosotros, los que tenemos un cuerpo, nos apegamos a amigos, familia y aquello de nuestra propiedad. Si yo muriera mañana, eso no provocaría que te fueras a vivir a Zimbabwe, ¿cierto? Si un meteorito se estrellara en esta vieja granja, yo no levantaría campamento para mudarme a Escocia, ¿verdad?

“No, por supuesto que no. Estoy emocionalmente apegado a este lugar. Permanezco aquí y, si me tengo que ir a algún lugar por un tiempo, vuelvo. Al igual que el noventa por ciento del resto del mundo. Son casos raros los de expatriados que se mudan lejos por un tiempo largo, y la mayoría de ellos también muere en su hogar. Confía en mí cuando te digo que los fantasmas, o personas sin cuerpo, hacen las cosas por los mismos motivos que los que tenemos cuerpo”.

“¿Realmente has visto a mamá y hablado con ella cara a cara?”

“Esa es una pregunta muy difícil de responder, querida. Esta mañana estaba hablando contigo pero estabas de espaldas y no podías verme. Sin embargo, eso no te impidió saber que era yo el que estaba detrás tuyo, ¿cierto?, pero para responder tu pregunta, nunca la vi tal como te estoy mirando ahora, ni tuve una conversación como esta. No obstante, creo que la vislumbré por segundos, como cuando la tele no funciona bien y escucho su voz en mi cabeza”.

“¿Ves a mamá en la TV? Vi eso en películas, pero nunca escuché que sucediera en la vida real ¿Estás seguro?”

“No, ¡eso no es para nada lo que quise decir! Puede que vea una imagen de ella en la ventana, en el vapor del hervidor o en las sombras de la casa. Tengo una teoría. Tu madre aún no ha aprendido a protegerse, y yo no sé lo que estoy buscando. ¿Entiendes?”

“No estoy segura. Cuando estás muerto estás muerto, ¿o no?”

“La gente supone eso, pero nadie lo sabe en realidad, ¿cierto? Voy a reformularlo… Nadie puede probar que lo sabe. Hay un hombre que afirma ser la mano derecha de Dios en la Tierra, pero Dios no lo ha ayudado a probarlo. No obstante, resuena en todo el planeta a través de los medios católicos como si fuera un evangelio indiscutible. ¿Cómo puede él, o ellos, sostener eso hoy en día?”

“Si existe la reencarnación, ya hemos muerto antes, entonces, ¿qué es lo que hay que aprender?”

“De la misma manera, si existe reencarnación, ya hemos nacido antes, pero de todos modos tenemos que Volver a aprender a caminar, hablar y comportarnos. Quizás los muertos tienen que volver a aprender a hacer que sus cuerpos sean más luminosos o densos para que podamos verlos. Y lo mismo sucede con sus voces”.

“Entonces, ¿por qué no hay un montón de gente que vea montones de fantasmas todo el tiempo?”

“Yo creo que los ven, pero no nos enteramos. La Iglesia Católica es muy sólida y apoya al Estado en muchos casos y, por ende, el Estado la apoya. Se apuntalan mutuamente y las figuras de la clase dirigente que son dueños de la prensa y los medios están muy interesadas en la sociedad, por lo que todos se defienden mutuamente. Seguro que hay decenas de millones de indios que ven y hablan con fantasmas todos los días. Apuesto a que hay millones de personas que lo hacen todos los días en todos los países, pero prefieren hablar sobre alguna jihad o de que el Papa besó un pavimento. Es una conspiración que data de hace siglos o más, como cuando comenzó la caza de brujas”.

“¿De verdad piensas eso, papá? ¿No te parece que suena un poco tirado de los pelos?”

“¡Eso es exactamente lo que quieren que pienses! Si pueden destruir tu argumento poniéndote en ridículo a ti, y no necesariamente a tu argumento en sí, entonces tienen la victoria fácil. Sí, ahora pienso eso, pero llegué a esa conclusión hace poco. Tengo mucho tiempo para pensar últimamente, ahora que tu madre no está intentando hacer que pinte la puerta o que repare el techo cada vez que parece que pueda estar por descansar diez minutos”.

“¡Mamá no era así!”

“Mierda que sí lo era, pero ahora ya no lo es. Tuvo una vida muy difícil, y nosotros no la ayudamos tanto como podríamos haberlo hecho, así que también me hacía trabajar duro a mí. Mira, no digo que estuvo más que ella hiciera lo que hizo. Nos hacía la vida más fácil a todos nosotros, pero ella sí lo hacía y, a veces, ya me iba al bar para no estar aquí y evitar que ella me fastidiara tan solo por estar sentado y tomándome unas horas de descanso. No soportaba ver a alguien sin hacer nada. Eso era de la vieja escuela… era normal en esa época. No me estoy quejando. Me tomaba unas pocas tardes en el bar y eso era suficiente, y bastante más de lo que ella tuvo en su vida”.

“Hablando de trabajo, debería poner manos a la obra. Yo limpiaré el piso de linóleo de la cocina y el refrigerador, pero luego tendré que volver a mi hogar para comenzar con la limpieza de mi propia casa. ¿Por qué no arrimas una silla para que podamos platicar?”

“Sí, de acuerdo. Yo ya no puedo agacharme para asear el suelo, porque no podría volver a levantarme”.

“Nunca has limpiado un piso en tu vida, pero de haber tenido la intención, habrías comprado una mopa o un secador de pisos. ¡De hecho, voy a regalarte uno para navidad por haber dicho eso!”

“El problema contigo es que me conoces demasiado bien. De todos modos, tu madre y yo teníamos una división de tareas estricta. Yo me ocupaba de la granja y ella de la casa”.

“Sí, salvo que ella también se encargaba de los vegetales y los jardines de hierbas”.

“Naturalmente, porque eso siempre fue parte de la casa. Allí era donde las viejas sabias (esas brujas de las que hablaba antes) cultivaban sus hierbas para mantener a su familia fuerte y saludable. Eso no era machismo masculino, porque ellas querían y necesitaban esa parcela de hierbas. Así que, estudia bien tus hechos antes de andar criticando aquello de lo que no sabes nada”.

“OK, OK, me rindo. Ahí tienes, ya está el piso limpio, y me llevaría la mitad de tiempo con una mopa decente. Ahora a por el refrigerador”. Miró a su padre, se persignó y abrió la puerta.

“Allí voy ─dijo─. ¡Por Dios, es un Infierno aquí dentro!”

“No exageres ─dijo él entre risas─ Pásame una cerveza, deja dentro las demás y deshazte de todo lo demás, si quieres”. Eso hizo.

“De acuerdo. Ahora realmente tengo que irme. Regresaré mañana por la mañana para cambiar las sábanas y asear la sala de estar. ¿Qué harás esta tarde? ¿Te puedo acercar a algún lugar?”

“Tendré que pensar al respecto… Veamos qué tengo en mi calendario social para este hermoso día de verano. Cielo santo, al parecer lo extravié. ¿Qué voy a hacer ahora? No puedo recordar ni una cita. En ese caso, tendré que depender de mi clásica alternativa y salir a pasear a Kiddy por las cimas hasta que a ambos nos dé hambre y volvamos a casa para comer y contarle a Má acerca de nuestro paseo: cuántos conejos vimos, cuántas serpientes, y cuánta gente, cantidad que por lo general es nula.

“Es eso o pedirte que nos dejes en el bar del pueblo, con la esperanza de conseguir que alguien nos traiga de vuelta a casa. ¡Decisiones, decisiones! La suerte está echada, ¿cierto?”

“No sé, pero me tengo que ir, y eso es seguro. ¿Quieres que retire tu pensión mañana y que compre comida y cerveza?”

“Sí, por favor, cariño. Solamente daremos un paseo hoy. Quizás vayamos al bar mañana. Gracias por todo lo que has hecho. Permíteme acompañarte a tu auto. Dale mi cariño a tu familia Envíale cariños a tu familia de mi parte, ¿quieres? ¿Ajora dónde se metió esa perra mía?”

“¡Kiddy! ¡Kiddy! Dewch yma; ven aquí”, ella lo escuchó decir mientras se alejaba lentamente y lo observaba con su perra fiel por el espejo retrovisor. Se preguntó cuánto tiempo más podría arreglárselas por sí solo, viviendo a kilómetros de todo.

Una vez que Becky se había alejado, William regresó a la casa, aseguró la puerta trasera y tomó su bastón del sitio detrás de la puerta de entrada donde lo guardaba y una chaqueta liviana del gancho.

“Adiós, mi adorable Sarah. No tardaré mucho” susurró y también aseguró la puerta de entrada.

No necesitaba una correa para su perra porque ella había oficiado como perra pastora toda su vida y estaba siempre a la entera disposición de William. Se adoraban tanto como podían adorarse dos especies diferentes. Emprendieron una de sus rutas diarias que los habría conducido hacia la mayoría de sus ovejas cinco años atrás, pero ahora los llevaba a una pradera vacía. Miró al cielo para controlar el clima por costumbre, pero llegó a la conclusión de que sería un día encantador por tercera vez esa mañana.

2 EL PASEO DE WILLY

William se inclinó para inspeccionar el suelo a pesar de una punzada en la espalda. Había llovido un poco el día anterior y no quería tener que lidiar con pasto mojado o lodo resbaloso. Aún se sentía suave al tacto, por lo que decidió caminar junto a la carretera ese día y dirigirse es dirección ascendente hacia la cima de la colina en la que vivían. Había otras granjas en la colina, pero ninguna estaba tan arriba como la suya, por lo que, de allí en adelante, él consideraba que era la «Cima Jones», pero solo por defecto; no por Ley.

Su familia había vivido en la granja por al menos ocho generaciones, según la Biblia de la familia, donde la fecha más antigua era en 1742. Todos Jones y todos pastores. Lo único que había cambiado en miles de años era la carretera, que el gobierno había solventado durante el principio de la Segunda Guerra Mundial para poder conducir hasta la cima a un equipo avistador para que vigilaran el ingreso de aviones alemanes furtivos.

Había resultado ser una pérdida total de dinero, lo que parecía simbólico de toda la guerra en sí. Las únicas personas que se habían beneficiado de la carretera eran las de su propia familia, si bien, por entonces, su abuelo y abuela no habían querido que la construyeran por temor a que incentivara la llegada de turistas y forasteros inoportunos. No se tendrían que haber preocupado. William rara vez se cruzaba con uno o dos autos al mes, que eran propiedad de los pueblerinos que querían sacar a pasear a su perro o salir de picnic con su familia.

Él y su esposa Sarah habían hecho eso con Becky cuando todavía iba a la escuela. Habían intentado hacerse tiempo al menos una vez por mes para una salida, cosa que era un eufemismo. No obstante, él nunca tuvo auto, por lo que mucho dependía del clima que era tan impredecible como el mar.

Las montañas creaban un cortavientos eficaz contra lo peor del clima del Atlántico, pero el viento, la la neblina y la llovizna caía sobre la Cima Jones, desde donde descendían por la colina para pasear por el pueblo, que se podía recorrer en media hora mientras rodeaban ese costado durante su vieja en espiral cuesta arriba.

Revisó su ubicación y se paró derecho. Venía notando que tenía una tendencia a encorvarse si no lo iba controlando. No quería llegar a una joroba. Utilizaba un bastón, pero siempre había usado uno, desde que era niño. No se era un pastor con todas las letras o siquiera un caminante de las colinas principiante sin un bastón como la gente. En los viejos tiempos, lo utilizaba pasa asustar a la ocasional serpiente o para dar un toque a alguna oveja distraída, pero nunca para que lo ayudara a caminar, como hacía en la actualidad.

Observó a Kiddy correr por delante de él al otro lado del camino (el laso más seguro, lejos del borde). A ella no le importaba disfrutar la vista durante el descenso como a él, y prefería sentir el suave pasto bajo sus almohadillas. Había percibido el olor de algo y estaba buscando la fuente detrás de rocas y peñascos desperdigados por el lugar. Ella tenía doce años, por lo que técnicamente era casi veinte años mayor que él, pero todavía podía dar una corrida a toda velocidad. Un corto impulso cuando la excitación de la persecución se apoderaba de ella. Generalmente se trataba de un conejo o una liebre, pero también perseguía serpientes.

Era mucho más de lo que él podía hacer hoy en día, pensó con tristeza. Ni siquiera podía perseguir a una muchacha linda, y peor aún, ni siquiera quería hacerlo… ¿A dónde se había ido toda su energía? Durante décadas podía subir y bajar corriendo esa colina tantas veces como quisiera y ahora le estaba costando subir el último tramo con la espalda derecha y un bastón.

En esos momentos, cuando estaba solo, es decir la mayor parte del tiempo, se preguntaba qué sentido tenía todo.

En unos cien metros llegaría al peñasco en el que había besado a Sarah por primera vez, y donde, dos años después, ella aceptó su propuesta de matrimonio y lo convirtió en el hombre más feliz del mundo. Nunca le había contado a nadie acerca de esa roca, porque su padre seguramente le habría dicho que no había estado siempre allí; que la topadora del ejército había empujado todas las rocas dentro de la carretera en lugar de bajarlas.

Habría dicho algo para arruinarle el recuerdo y el sueño de que esa roca lisa había estado en ese sitio desde siempre, o al menos desde la Era de Hielo, que había sucedido hacía bastante tiempo como para que él pudiera seguir considerándola romántica. Nunca había presenciado un momento tierno entre sus abuelos, de ningún lado de la familia, ni entre sus padres. Eran personas duras, sensatas y adecuadas para su época, mientras que él había tenido el lujo relativo de haber crecido en los años de posguerra, cuando había esperanza y prosperidad. No es que hubiera afectado o llegado a su pequeña colina, pero era evidente en los medios que había llegado el despertar del Nuevo Mundo.

Recordó cuando su padre un día dijo «¡Ya era maldita hora! ¡Espero que mucho mejor que la vieja, maldición», su madre lo había regañado por las palabrotas y él se había ido con la pipa al jardín trasero para ‘tomar un respiro’.

Llegó al peñasco agradecido y se sentó. Kiddy apoyó las patas sobre la superficie junto a él y lo observó con sus grandes ojos de mirada siempre alegre, rodeados de pelaje gris blancuzco, resollando. William también estaba casi resollando, pero le acarició el pelo, como lo había acariciado el de Sarah muchos años atrás, y ella se puso tan contenta como se había puesto su entonces futura esposa.

“Ésa es mi buena chica. Eres una buena chica; sí que lo eres. ¡Una buena chica!” Kiddy pareció sentirse satisfecha por el halago cuando le lamió el antebrazo. Extendió la mirada hasta el otro lado del camino estrecho y el amplio valle que tenía delante. “Mi Mam y Da solían decirme que estas colinas estaban habitadas por brujas, hadas y elfos … ¡Y mis abuelos también! Yo les creía… ─le dijo a la perra─ hasta que crecí y me eduqué.

“por ese entonces no quería parecer un tonto chico de granja… era un Nuevo Hombre en un Nuevo Mundo y el Viejo Mundo era para gente tonta y vieja. Sí, al igual que las brujas y La Familia de las Hadas (Y Tylwyth Teg). Sin embargo, es extraño Kiddy, mi chica, que mientas más viejo me fui poniendo, fueron cobrando más sentido las historias antiguas esas… ¿Y ahora? Creo en ellas de nuevo.

“¿Estás con la Gente Hada, mi adorable Sarah, o estás allá atrás en la cabaña? Me gustaría creer que estás sentada junto a mí en nuestro asiento amoroso de piedra ahora…”