Adolescencia sin fin - Luciano Lutereau - E-Book

Adolescencia sin fin E-Book

Luciano Lutereau

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Beschreibung

En una época obsesionada con la juventud, los límites de la adolescencia comienzan a difuminarse, extendiéndose a edades que antes considerábamos como parte de la adultez o de la madurez. Esta indefinición lleva a una pérdida del rumbo. Si antes la adolescencia representaba un momento de descubrimiento y formación, hoy la juventud parece detenida en inhibiciones y ambigüedades (respecto de la vocación, la identidad sexual, etc.). La realidad del sufrimiento se desvanece y hasta el amor pierde su capacidad para conmover. Pero ¿qué consecuencias acarrea esta prolongación? ¿Cómo afecta a la responsabilidad, al trabajo y a las relaciones interpersonales? A partir de las consultas concretas de padres e hijos (jóvenes y no tan jóvenes), Luciano Lutereau analiza cada caso con el objetivo de restablecer los vínculos familiares y favorecer la comprensión mutua. Los tiempos cambiaron, hoy hay adolescentes de más de 20 y 30 años, ¿cómo acompañarlos? Escrito con una prosa perspicaz y sensible, Adolescencia sin fin nos invita a preguntarnos no solo sobre el crecimiento de los jóvenes, sino también por el propio. Nos invita a comenzar, de una vez por todas, a vivir una vida plena y auténtica.

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Adolescencia sin fin

Lutereau, Luciano

Adolescencia sin fin / Luciano Lutereau. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-950-556-982-3

1. Psicoanálisis. I. Título.

CDD 150.195

©2024, Luciano Lutereau

©2024, RCP S.A.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor.

ISBN 978-950-556-982-3

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Diseño de tapa e interior: Cerúleo | diseño

Imágen de tapas: istockphoto | Altayb

Digitalización: Proyecto451

Versión: 1.0

Índice de contenidos

Portada

Portadilla

PREFACIO

INTRODUCCIÓN

Las consultas de los padres

La adolescencia antes de la adolescencia

Entre autoestima y melancolía

¿Cómo sienten los adolescentes?

No les caemos bien a todos

Elogio de la torpeza

El “consumo” adolescente

Lo que no sabemos de nuestros hijos

Los padres no son un equipo

¿Cómo transmitir normas a un joven?

Las consultas de los jóvenes (y no tanto)

“¿Querés ser mi novia?”

“Solo que me quiere para hablar”

La venganza narcisista

De la fantasía a la realidad

Mirar el destino a los ojos

CONCLUSIÓN

No hay recetas de crianza

APÉNDICE

Un consejo para padres

para Antonio Zurita

Es tan solo un muchacho buscando un modo de encontrar el amor; no es fácil, nada que puedas decir, lo ayudará…

Paul McCartney, “Young Boy” (1997)

PREFACIO

¿Dónde están los adolescentes, hoy cuando la adolescencia corre el riesgo de extender sus límites, de borrarlos y volverse indefinida, sin fin?

En cualquier momento, la adolescencia va a ser ese periodo de la vida que transcurre entre el nacimiento y la muerte. Algunos autores incluso han empezado a hablar de segunda y tercera adolescencia, para referirse a etapas que antes llamábamos adultez y madurez.

Es comprensible que esto ocurra en una sociedad obsesionada con la juventud, pero es también la fuente de una serie de problemas. Crisis de la responsabilidad, dificultad para ver la necesidad del trabajo (emocional y material) como vía de acceso a la realidad, vínculos que se distienden y que de flexibles pasan más bien a flexibilizarse…

Hasta hace unos años, la adolescencia era uno de los momentos más importantes de la vida, de descubrimiento y formación; hoy nos encontramos con la apatía generalizada, prolongada y detenida en inhibiciones y sufrimientos inespecíficos. Hay jóvenes que ya ni siquiera sufren por amor.

Desde el punto de vista psicopatológico, como cada vez que ante la perplejidad se hace necesario inventar algo, se comenzó a hablar del síndrome de Peter Pan. Ni a favor ni en contra, pienso más bien que ya este síndrome es un síntoma de una época y se hace lo posible por nombrarlo.

Este libro nace de una vocación y una seguridad, la de que en algún momento hay que empezar a vivir una vida y conviene que eso ocurra más o menos pronto, porque después solo quedan opciones melancólicas. Penar por lo que no ocurrió.

La adolescencia sin fin no remite solamente a lo que no tiene término, sino también a lo que perdió su rumbo, sin propósito ni orientación. Las páginas de este volumen nacieron de consultas y, como verá el lector, antes que dar una respuesta general, mi intención siempre fue la de responder a mi interlocutor. Para mí el psicoanálisis no es escribir acerca de cómo se piensa lo que sea desde una teoría, sino que es una práctica de intervención, dirigida a quien hizo una pregunta.

Como progresivamente notará quien me acompañe en la lectura, hay consultas tanto de padres como de jóvenes; esto no es casual, ese puente hoy está bastante debilitado y lo que me propuse no fue tanto decir qué hay que hacer, sino tratar de restablecerlo.

Asimismo, podrá leerse que hay consultas de jóvenes y de no tan jóvenes, por no decir de personas que ya son mayores, pero igual se encuentran cursando aspectos del proceso adolescente. Este es para mí el punto más importante del libro, en el que se deja de buscar la adolescencia en una población específica, el conjunto de los adolescentes, para atender a las operaciones psíquicas involucradas más allá de ellos.

Y así volvemos a los padres, porque si hay algo que quisiera que sea el mayor desafío de este libro, es el siguiente: que los padres lo quieran leer para entender a su hijo y, finalmente, entiendan algo de sí mismos.

De distintas maneras, el libro desglosa una idea: no hay manera de producir un efecto sobre alguien sin una profunda transformación personal. Espero que el lector lo disfrute tanto como a mí me conmovió escribirlo.

INTRODUCCIÓN

El trabajo con adolescentes

¿Cuál es el lugar del psicoanalista en el tratamiento de un adolescente? Para comenzar este libro, basado en consultas puntuales, me parece valioso especificar este lugar, el del terapeuta, porque en el curso de estos años, en diferentes charlas con padres he notado que les despierta una ansiedad particular que ese otro que es el psicoanalista tome en sus manos a ese hijo.

Esta ansiedad es perfectamente comprensible, porque el tratamiento de un hijo sin duda confronta a los padres con una impotencia que es mejor que no los destituya. Un miedo habitual en padres es que el psicoanalista autorice en el hijo cuestiones que ellos no harían, es decir, que se convierta en una especie de confidente que actúa a espaldas de ellos. En este punto, seré taxativo: si bien el psicoanalista establece una alianza de trabajo con el adolescente (como con cualquier paciente), eso no quiere decir que pase a ser una especie de cómplice; pero el psicoanalista tampoco es un espía al servicio de los padres, que, por ejemplo, tendría que contarles aquello de lo que su hijo habla en las sesiones.

Ni de un lado ni del otro, la función del psicoanalista es la de crear un espacio intermedio, un zona que haga las veces de transición y que, para cada caso, puede hacer llegar a los padres un mensaje que el hijo solo puede transmitir de manera sintomática; mientras que, respecto del hijo, pueda hacer que la imagen de los padres no tenga la consistencia dramática que le da la fantasía de victimización (“Mis padres solo quieren hacerme mal” o “Lo único que les interesa es que sea un niño y no quieren dejarme crecer”).

Por otro lado, ciertos padres nos piden que hablemos con su hijo de tal o cual tema y, en estos casos, para retomar este tipo de cuestiones es por lo que durante el tratamiento del adolescente también tenemos entrevistas con los padres. Sé que no es fácil para ellos ir a entrevistas una vez que el o la joven empezó el tratamiento, pero créanme que son fundamentales, no porque la función de estas reuniones sea ir contándoles cómo va el tratamiento; en esta expectativa es donde se reproduce con el psicoanalista la actitud que se tiene con el hijo, en la medida en que se espera saber todo sobre él o ella y, por ejemplo, la imagen del “buen hijo” se desplaza hacia la imagen de un “buen psicoanalista” (obediente y que no traiga problemas).

En las devoluciones que los psicoanalistas hacemos, siempre tratamos de incluir los aspectos en que un joven está creciendo, es decir, apuntamos a destacar que la presencia de conflictos de por sí no es patológica y que, además, siempre hay recursos con los que ese joven está haciendo frente a ese desgarramiento que implica el crecimiento. La imagen estática del adolescente como un ser inmaduro es un prejuicio de los adultos, porque se detiene en la idea de que el joven no puede (es decir, lo impotentiza) y no tiene en cuenta la ampliación progresiva de recursos que un adolescente produce de manera constante.

Desde mi punto de vista, un buen proceso terapéutico concluye cuando los padres pueden recuperar la relación con su hijo, más allá de las expectativas adaptativas y en condiciones de autorizar las iniciativas creativas que aquel propone, no solo para su vida sino también para la organización familiar. De esta manera, el tratamiento de un joven no es para que se desligue de la familia, sino para que pueda permanecer en ella, pero de manera independiente y como un miembro colaborador. Ser independiente no es el fin de la dependencia (esta es una fantasía adolescente), sino un modo de poder servirse de la dependencia con fines que impulsen el crecimiento de la relación con los otros.

Por último, quisiera subrayar algo que a primera vista pasa desapercibido. Cuando los psicoanalistas recibimos en consulta a los padres, nos enteramos de muchas más cosas que las que nos cuentan. Si bien los padres creen que consultan a un profesional por un problema concreto, desde el punto de vista de quien se sienta frente a ellos, se siente mucho más. Sus ansiedades se hacen carne en nosotros y así podemos reconocer una dinámica familiar, a tal punto que el psicoanalista vive ciertas regresiones que lo llevan nuevamente a la relación con sus propios padres.

Por eso muchos psicoanalistas prefieren no trabajar con padres o lo hacen poco, porque no les gustan las entrevistas con ellos. Otros directamente eligen no atender niños o jóvenes, lo cual demuestra cuán importante es que el profesional que recibe una consulta no solo sea alguien que haya estudiado mucho y tenga más o menos títulos. Lo fundamental será siempre que el psicoanalista, por su parte, haya hecho un proceso terapéutico que le permita no poner en juego allí sus propios problemas (algunos quizá no resueltos) para poder recibir y hacerse eco de quienes están ahí para hablar de su hijo.

LAS CONSULTAS DE LOS PADRES

La adolescencia antes de la adolescencia

Nos escribe Martina (47 años, Buenos Aires): “Hola, Luciano. Aquí te escribe una madre de hijo de 11 que está más adolescente que nunca. ¿Cómo se puede manejar esta situación? A veces ya ni sé si es maleducado, por cómo responde. Además, es difícil sacarlo de la pantalla y cuando no está en línea, se la pasa dando vueltas por la casa de mal humor. Ya ni sé qué es mejor. ¿Esto no tendría que pasar más adelante? ¿No es muy chico para comportarse así?”.

Querida Martina, ante todo te agradezco tu consulta porque nos lleva a un tema que fue uno de los motivos por los que escribí mi libro Esos raros adolescentes nuevos